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COLUMNAS

A favor de CICIG, pero no a ciegas

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Es sumamente difícil, casi siempre, encontrar el justo medio e, incluso, peligroso, máxime cuando se encuentra uno entre dos fuegos encendidos, descalificaciones personales, linchamientos mediáticos y señalamientos surgidos de la vehemencia y la pasión, justo medio que, por cierto, no debe confundirse con tibieza, la neutralidad suiza –por ejemplo, ninguna tibieza en ella– defendida y hecha valer, cuando sea preciso: cada ciudadano, un soldado, preparado y dispuesto a hacerla respetar y defenderla.

Así es como se encuentra uno respecto de la CICIG –entre fuegos encendidos–, Comisión esta que surgiera a nuestra propia iniciativa y que pactamos con la Organización de las Naciones Unidas, habiéndose dejado su financiamiento a la voluntad de varios países donantes y a nuestro apoyo, material también y también medible. Nunca propugné por el establecimiento de la CICIG, y menos aún por la CICIACS, antecedente suyo que habría surgido, también, a nuestra propia iniciativa, pero que no llegó nunca a funcionar por haber encontrado la Corte de Constitucionalidad varias inconstitucionalidades en ella.

No propugné por el establecimiento de la CICIG pero tampoco me opuse a que fuera establecida, habiendo señalado, eso sí, mi molestia de que alguien tuviera que venir a hacer entre nosotros algo que nosotros estábamos obligados –y seguimos estando– a hacer por nosotros mismos, así como que me parecía peligroso que nuestras instituciones se acostumbrasen a vivir bajo sus naguas. Decidido el establecimiento de esta por nuestras autoridades, respeté lo decidido y, en lo que ha sido posible, he apoyado su éxito, incluso con mi crítica: quien te quiere te aporrea; algo que, a veces, no resulta fácil comprender.

Mi falta de entusiasmo para su establecimiento fue posiblemente mi experiencia al frente del Ministerio Público, del mes de marzo de 1991 al mes de octubre de 1992, período durante el cual, con el mismo personal y el mismo presupuesto que habían tenido mis antecesores, sin necesidad de algo foráneo se hizo visible la institución como un motor –el motor– para que se hiciera posible el Estado de Derecho, compañero fraterno, desde entonces, marzo del 91 y octubre del 92, con un mismo fin, aunque diferentes sus funciones, con la Institución del Procurador de los Derechos Humanos.

Falta de entusiasmo –sí– porque, si con un presupuesto de 6 millones de quetzales y 204 empleados, llevando 2 instituciones, a la vez, el Ministerio Público y la Procuraduría General de la Nación; apoyado en una sola ley para atenderlas, ley que ya tenía en ese entonces 50 años de existencia; manejándonos dentro del ámbito de un procedimiento inquisitivo, secreto y escrito, aún en medio del conflicto armado y sin asistencia foránea alguna (si, a pesar de todo eso) se logró en 18 meses lo logrado (baste con señalar el esclarecimiento de los crímenes de Myrna Mack –uno, dije, los esclarece todos– de Michael Devine, de Moisés Cisneros de Ciudad Peronia, de Chez Pierre; formulada la casación exitosa en el caso del CUNOC; las tres primeras extradiciones de capos del narcotráfico, la persecución y castigo de la incursión a nuestras aguas del barco pesquero María Fernanda, de bandera mexicana, hecho sin precedente en nuestra historia, su persecución y castigo); detenido por primera vez –irrepetible– diputado al Congreso por delito flagrante) tenía que preguntarme –necesariamente– por qué no, ahora, también sin asistencia, pudiera alcanzarse lo buscado, estando ya las dos instituciones separadas (Ministerio Público y Procuraduría General de la Nación) y el Ministerio Público, para atender una sola, con ley propia y varios miles de funcionarios, empleados y prestatarios de servicios, con presupuesto que superaba ya los mil millones de quetzales, vigente ya el procedimiento acusatorio, oral y público y, quizá lo más importante, el conflicto armado ya concluido. ¿Por qué, lo que no fue necesario durante aquel mandato, el establecimiento de una comisión internacional para hacer nuestro trabajo (para ayudarnos a hacer nuestro trabajo) se hacía necesario ahora cuando la paz ya estaba firmada; separadas ya las dos instituciones, vigente ya el sistema acusatorio, oral y público, provista ya la institución de una ley propia y bien dotada ya, de personal y presupuesto?, apunto, como una digresión, obligada digresión que en mucho influí, granito de arena más, granito de arena menos, para que se diera la nueva situación.

¡Demasiado el esfuerzo como para precisar de manos extrañas a las nuestras! No me entusiasmaba lo de la CICIG –bastante vergüenza debía de sentirse– admitida nuestra incapacidad (la verdad es que se trataba –y trata– de la incapacidad de otros) pero no me opuse. El primer comisionado, Castresana, logró que se desarticulara un golpe de Estado a punto de lograrse: la sustitución del presidente Colom por el vicepresidente Espada, sustentado esto en una infamia, la trágica utilización de un ser humano para hacerlo, logro, el suyo, que, de haber sido, lo único que lograra habría sido suficiente para justificar todo su mandato lo dije, en su momento, y lo sostengo. Grave sin embargo lo hecho por este en el caso de los hermanos Valdez Paiz, habiendo incurrido la Comisión en todos los vicios propios de la acusación espuria, la implantación de pruebas –testigos falsos– y ocultamiento de evidencia, así como en vergonzosas acciones de quien debía dar el ejemplo del buen litigio –el litigio de buena fe– para demorar el proceso y sostener por varios años ¡Lo olvidamos! una prisión preventiva injustificada y carente de sustento.

¿Quién podría devolverles el tiempo, resarcirles lo sufrido? El segundo comisionado, D’allAnese, en mi concepto, fue quien articuló la entidad. No es de olvidar que esta Comisión carece de cualquier antecedente que se pudiera imitar, habiendo tenido, como aquel, aciertos y errores, entre los últimos, además de lo actuado en el caso Valdez Paiz, su “novela” sobre los jueces de la impunidad, “novela” que no pudo sustentar y que atentó–gravemente– contra la dignidad de los jueces. El tercer comisionado, Velásquez, se encuentra en el ejercicio de sus funciones desde hace cinco años, y ha logrado impulsar lo que constituye la persecución penal contra la corrupción, persecución que se encamina en diversos procesos.

CICIG merece respaldo pero también crítica y –jamás– un respaldo a ciegas, respaldo a ciegas que le hace daño puesto que –humanos somos– la alienta a persistir en los errores –se ha excedido, por ejemplo, en lo mediático– errores que, además de hacernos daño, la dañan y que, si no los corrige, hará que su experiencia se haga irrepetible, jamás ya a intentarse, entonces, por ningún otro país: Desalentador para los donantes y fracaso para quienes administran, la burocracia de la organización con la cual la constituimos, la Organización de las Naciones Unidas, y fracaso para sus Estados miembros, nosotros, uno de ellos: en otras palabras, para la Organización misma. . .

Acisclo Valladares Molina
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Destitución de Fiscal General es un asunto de principios y valores

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La decisión del presidente de la República, Bernardo Arévalo, de dejar en manos del Organismo Legislativo la posibilidad de que la Fiscal General y jefa del Ministerio Público (MP), Consuelo Porras, pueda ser removida es una acción que permitirá terminar con uno de los períodos más
lamentables en la existencia del ente a cargo de defender el Estado de derecho y evitar el saqueo de los fondos públicos.

De hecho, durante su primera cadena de radio y televisión, en la que informó sobre el anteproyecto de reforma a la normativa que rige al MP, el mandatario anticipó que “el oscuro ciclo de Consuelo Porras debe terminar ya”, confiado en que los parlamentarios se unirán a la cruzada nacional que demanda el retiro inmediato de alguien que es vista como defensora a ultranza de políticos, exfuncionarios y empresarios corruptos y de perseguir, mediante casos simulados, a quienes critican y cuestionan su errado proceder.

Ignorada por la comunidad internacional (43 naciones le niegan el ingreso a su territorio) y vista como una paria en Guatemala, Porras se aferra al cargo valiéndose de argucias legales que han impedido que el jefe de Estado la cese de sus funciones, como clama la mayoría de ciudadanos, quienes no se explican por qué, habiendo tantas evidencias contra Alejandro Giammattei, Miguel Martínez, ministros y secretarios que integraron ese desgobierno, ella ha sido incapaz de avanzar en casos que evidencian el asalto al erario.

Como lo mencionó el mandatario, el cargo de Fiscal General es el único que no le rinde cuentas a nadie y su permanencia depende de sí mismo; sin embargo, es tiempo de que se corrijan los errores, con el fin de que los responsables de la investigación sean removidos cuando, como ocurre en este caso, su permanencia genera daños irreparables a la nación, bloquea la probidad y, sobre todo, ofrece respiro a los sinvergüenzas que se han enriquecido de manera ilícita, vil y despiadada.

Jorge Castillo
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500 añosy la política

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Después de 297 años de dominación colonial, se inicia la independencia en 1821 con 123 años de dictaduras liberales y conservadoras destruyendo el poder y la autoridad maya, no así la autoridad para recolectar tributos, 10 años de primavera democrática con la revolución del 1944 en donde se estableció proceso electoral y apertura de participación de los mayas a cargos en los ayuntamientos y en el Congreso, pero la ultraderecha con el apoyo del Gobierno de los EE. UU. interrumpieron el desarrollo del gobierno revolucionario y nuevamente el inicio de otros 30 años (1954/1984) de dictaduras de gobiernos militares en donde se acentúan las injusticias, la explotación, la exclusión, el racismo y el despojo hacia el pueblo maya, 1985 inicia una nueva etapa conocida como democrática y en donde han desfilado 12 gobiernos incluyendo el actual que preside Bernardo Arévalo, el 95 por ciento de los gobernantes son civiles y solamente un militar firmante de la paz en lo que va esta era. La Constitución Política de Guatemala de 1985, aunque de manera proteccionista reconoce por primera vez que Guatemala está formada por diversos grupos étnicos y que “el Estado reconoce, respeta y promueve sus formas de vida” Art. 66. 1996 firma de los Acuerdos de Paz y el Acuerdo sobre Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas reconoce que la nación guatemalteca tiene un carácter multiétnico, pluricultural y multilingüe y el Estado asume una serie de compromisos respecto a este. Pero en los 39 años democráticos no hay igualdad, inclusión ni relaciones armónicas entre los pueblos como lo caracteriza la democracia. 

Ahora, Guatemala y el nuevo gobierno tienen la oportunidad de corregir el rumbo de la política nacional y hacer posible la consolidación democrática con el desafío de facilitar la coexistencia armoniosa y equitativa entre los pueblos: maya, xinka mestiza y garífuna. 

La cosmovisión maya se caracteriza por el establecimiento de un mundo en equilibrio, de una relación armónica entre los seres humanos y con la naturaleza y de allí el concurso de los mayas en salvaguardar el sistema político democrático con su transición gubernamental con la esperanza de superar la histórica política de sometimiento. Loq’oj k’amik le k’aslem (hora de apreciar la vida)  

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Una cita con Adrián Recinos

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Dr. Jorge Antonio Ortega Gaytán

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El enigmático andamiaje del paso del tiempo con su predicción me volvió a
concertar una cita con el legado de uno de los escritores de renombre de antaño, Adrián Recinos Ávila, significativo para Guatemala en el mundo académico, político y diplomático del siglo pasado y, por siempre. La semana del 17 de enero del año en curso, por iniciativa del Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica (Cirma), nos dimos cita en la Muy Leal y Muy Noble Ciudad de Santiago de los Caballeros, la Junta directiva de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala AGHG, los descendientes de nuestro distinguido escritor e invitados especiales. 

Mi primer contacto con él fue con uno de los trabajos de mayor repercusión de Adrián Recinos, la traducción y publicación del Popol Vuh, el cual fue descubierto en la Biblioteca Newberry, de Chicago Illinois, Estados Unidos. Una lectura obligatoria en la primaria, de aquella primera convivencia hace más de medio siglo. Un viaje fascinante al universo al inframundo Xibalba; la crónica del caminar de los gemelos, la creación de hombre de maíz, los mitos, desde la cosmovisión maya. Luego vinieron otras citas con el escritor guatemalteco, con la lectura y análisis de El Memorial de Sololá (1950), Los títulos de los señores de Totonicapán (1950); y Crónicas Indígenas  (1957), con lo cual completé el conocimiento del ámbito previo a la conquista y, como todo ello, posteriormente la lectura de los documentos que Recinos tradujo y publicó para nuestras generaciones y las próximas. Otras publicaciones siguieron en su vida, como: Don Pedro de Alvarado: conquistador de México y Guatemala, Monografía del Quetzal, y varios ensayos de Doña Leonor de Alvarado (1958). Ciudad de Guatemala, crónica desde su fundación hasta los terremotos de 1917–1918 (1922); y una de sus obras de mayor prestigio como historiador fue La Monografía del Departamento de Huehuetenango (1913). Disfrutando de un ambiente agradable en el inmueble que ocupa la sede de Cirma en La Antigua Guatemala, luego del saludo protocolario, se dio la presentación del archivo personal digitalizado de Adrián Recinos Ávila por intermedio de cada una de las personas que participaron en la odisea de organizar, estabilizar, catalogar, digitalizar y asegurar el legado del guatemalteco, tarea titánica que duro tres años según la explicación de la directora del archivo histórico, Thelma Porres, de dicha entidad, que además expuso la importancia de un archivo personal en los siguiente términos: “Un archivo personal es aquel que contiene los documentos generados y recibidos por una persona a lo largo de su vida, incluyendo todas sus funciones y actividades, independiente del soporte…”, “… diversidad de material personal como oficial: fotografías, cartas, conferencias, discursos, documentos personales, entrevistas, fichas de investigación, folletería, hojas sueltas. Invitaciones, libretas de bolsillo, listas de referencias, memorándums, periódicos, postales, publicaciones, recortes de periódicos, semanarios, tarjetas, telegramas y otros”. Luego, Thelma nos guió, en un recorrido por la vida de nuestro compatriota desde su nacimiento en La Antigua Guatemala un 5 de julio de 1886, hijo de Teodoro M. Recinos y de Rafaela Ávila. Hizo sus estudios en el Instituto Nacional Central para Varones, donde se graduó en 1902 y obtuvo el título de Bachiller en Ciencias y Letras. Contrajo nupcias con María Palomo Martínez, con quien procreó cinco hijos: Beatriz, Isabel, María, Adrián y Laura. Durante su época de estudiante universitario en la Facultad de Derecho, publicó sus primeros escritos (1905), fue catedrático del Instituto Para Varones y en la Facultad de Derecho. Fundó una institución literaria denominada El Ateneo Batres Montúfar, Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y sociales (1921); Miembro fundador del Partido Liberal; así mismo, de la Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala (1923), director de la Academia de la Lengua de Guatemala; presidente de la Asamblea Legislativa (1926), además de haber participado como candidato en las elecciones a la Presidencia de la República en 1944. 

Colaborador DCA
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