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COLUMNAS

Un escenario complicado

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Dr. Jorge Antonio Ortega G.
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Como en toda guerra se cuantifican los heridos, los fallecidos y los perdidos en acción, los cuales normalmente son denominados como bajas en combate, la guerra de Ucrania y Rusia no es la excepción.

Luego de 2 años de operaciones ofensivas y defensivas los números de bajas son considerables; iniciando con el ejército de Ucrania, que se calcula en unos 31 mil soldados que han fallecido en combate.

Por su parte las autoridades rusas mantienen un mutismo sepulcral con respecto a sus bajas, pero según fuentes no oficiales hablan aproximadamente de 300 mil soldados lo cual es una carga emocional para la nación rusa qué observa cómo sus mejores hijos han fallecido en el frente de combate y otro considerable número de heridos que en su mayoría son amputados de algunas de sus extremidades.
No hay duda de que el presidente de Rusia trate por todos los medios de trasladar el conflicto hacia Occidente, luego que la resistencia ucraniana sobrepasa 2 años defendiendo su territorio, independencia y libertad. La inteligencia rusa cometió un error garrafal al creer que iban a ser recibidos los soldados rusos como libertadores y que el gobierno se iba a desplomar en 24 horas, lo cual no sucedió.

El escenario se complica cada día y genera nuevas expectativas. Las elecciones a la presidencia requieren que el ejército ruso tenga éxitos estratégicos que le permitan ganar más adeptos parar continuar ejerciendo el poder su actual líder.

Si Putin gana las próximas elecciones, le abre la posibilidad de ampliar su mandato hasta el 2030. Las elecciones son en realidad de trámite y se celebrarán el próximo mes.

Pero las adversidades nunca faltan, y una de ellas es la resistencia a muerte por los ucranianos y la más significativa es el descontento de la población rusa, que se puede convertir en una turbulencia interna que ha sido un común denominador en dicho país.

De hecho, grupos de mujeres han organizado en todo el país pequeñas manifestaciones para exigir el retorno del campo de batalla de sus hijos, hermanos y esposos.

Las presiones internacionales encabezadas por los Estados Unidos y la Unión Europea en buena medida han disminuido el clima de abundancia, prosperidad y bienestar de los rusos, lo cual inclina la balanza a hacia lograr un fin de la guerra; además, tiene en vilo a las otras naciones que en un momento conformaron la Unión Soviética y que luego de la caída del muro de Berlín lograron su independencia. Nada garantiza que no puedan ser invadidos por las fuerzas del Kremlin, luego del inicio de la confrontación en territorio ucraniano.

En este momento las tropas rusas tienen una ofensiva agresiva sobre el este del territorio de Ucrania, de hecho, la ciudad de Avdivka fue tomada luego de sangrientos combates la semana recién pasada, la cual se encuentra bajo el control ruso. Pero la guerra se expande y según advertencias de autoridades norteamericanas, es posible que Moscú esté planeando enviar un arma nuclear al espacio exterior a bordo de un satélite, lo cual es una amenaza global.

Dentro de toda esa incertidumbre no se visualiza una ruta hacia la paz, menos de un alto al fuego para evitar más desangramientos de las dos naciones confrontadas. Ucrania va a requerir, por lo menos, diez años para su recuperación en infraestructura y reestablecer su comercio exterior. Una guerra innecesaria desde todo punto de vista.

Los esfuerzos por acallar los cañones no se han logrado consolidar, la intervención del Vaticano, la posibilidad de un escenario neutral a través del Estado de Turquía, las sanciones económicas y otras presiones internacionales como el aislamiento, no dieron las respuestas al llamado de alto al fuego.

Siendo la guerra la prolongación de la política por otros medios, son los políticos rusos y ucranianos los responsables de firmar la paz, antes de que sea demasiado tarde y la violencia del conflicto involucre a más naciones.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Buenas prácticas para mejorar la gestión pública (II)

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En esta línea, en la era tecnológica presente, la complejidad del mundo actual ha llevado a expertos en las ramas más diversas a definir teorías, técnicas, métodos o conceptos que puedan llevar al éxito a la gestión pública. La idea preconcebida de que las políticas públicas corresponden a acciones decididas, llevadas a cabo y autorizadas por el Estado, representado por el Gobierno, de cara a proteger o promover un bien considerado como de interés público, ha dado paso a una sistemática evolutiva en que la administración pública se comporta como una empresa privada que busca satisfacer de la mejor manera las necesidades de sus clientes. 

Con ello, se busca que la gestión pública se aproxime a lo administrado, de forma que este se sienta parte de ella que permita aumentar la satisfacción percibida por la sociedad respecto de sus servicios públicos. 

Una sociedad sin una eficiente gestión pública es una sociedad desarticulada y sin capacidad de gestionar la voluntad de sus ciudadanos, sin instituciones públicas, un grupo humano no es una sociedad, es algo más parecido a una horda. Por lo que, parece más cierto es que es imprescindible y que lo que debe suceder es que paulatinamente mejore en la gestión que realiza y que es su razón de ser. 

Su valor estriba fundamentalmente en el conjunto de vivencias que tiene en el desarrollo de la sociedad y que son la materia prima para categorizarla como una de las modalidades de la acción gubernamental. En este sentido, el mundo de la administración pública son los hechos sociales, políticos y gubernamentales. Distante de ellos se convierte en una caja de pandora. Su organización y funcionamiento tienen justificación en las relaciones de sociabilidad que configuran a la comunidad civil y política.

Por tanto, el espacio y el tiempo que les corresponden determinan su modo de obrar en el cumplimiento de las tareas relacionadas con el orden, la seguridad, la promoción económica y el bienestar social. 

En el claro devenir del futuro, el desarrollo científico y tecnológico, la formación de la nueva economía, la vigencia de la sociedad del conocimiento y la democratización del poder son rubros que tienen elementos no convencionales, que están influyendo en el desempeño propio de la gestión
pública.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

“No hay democracia sin justicia social…”

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El irrespeto a los derechos laborales, así como la malnutrición y la pobreza, son solo algunos de los males que afectan a la sociedad guatemalteca, aspectos ante los que el gobierno encabezado por el presidente Bernardo Arévalo y la vicegobernante Karin Herrera enfocó sus esfuerzos durante las útimas horas.

Ayer, en un inusual acto, Arévalo recibió, frente al Palacio Nacional de la Cultura, a los líderes de sindicatos que participaron en la marcha por la conmemoración del Día Internacional del Trabajo, de quienes recibió demandas de crear los mecanismos que permitan mejores condiciones laborales, protección social, seguridad ocupacional y respeto a las actividades sindicales. Ante ellos y miles de asistentes que se dieron cita en la Plaza de la Constitución, el mandatario renovó su compromiso con los valores fundamentaltes de la democracia y la justicia social.

“Nos seguimos enfrentando a la mezquindad de quienes quieren que todo permanezca igual, de quienes se enriquecen a costa del pueblo, satisfechos y temerosos de perder sus privilegios, esa élite político criminal corrupta que ha cooptado las distintas instituciones del Estado y que se resiste a abandonarlas, a pesar del veredicto del pueblo en las urnas”, refirió el jefe de Estado al dirigirse a la multitud.

Horas antes de refrendar su compromiso con la clase obrera, Arévalo y Herrera lanzaron una ofensiva contra la pobreza y la malnutrición en siete municipios, tres de Huehuetenango, así como uno en los departamentos de Totonicapán, Chimaltenango, Sololá y Quiché. El programa, en el que están involucradas nueve instituciones estatales y que busca llevar adelante “una nueva posiblidad para vivir mejor”, se ampliará progresivamente hasta alcanzar los 114 municipios priorizados por sus niveles de pobreza y desnutrición.

El Gobierno está consciente de la “misión trascendental” que tiene por delante, pero, pese a los obstáculos que debe afrontar producto del deterioro institucional que encontró el binomio presidencial al asumir funciones, impulsa acciones para combatir los flagelos que enfrenta la sociedad, pues se siente acompañado por el pueblo de Guatemala al que se debe, toda vez que “la mayoría de guatemaltecos se cansó de ser estafada por esa estirpe de políticos corruptos, esa gente que se sabe merecedora de un futuro mejor y que está dispuesta a participar activa y honradamente en su construcción”, como lo afirmó Arévalo.

Editor DCA
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COLUMNAS

Entorno laboral seguro

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Joseph Dotu

Asociado de inclusión de la juventud,

OCR Guatemala

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La cuestión de la seguridad en el trabajo es un tema de salud pública que se presenta a nivel global. Cada año, los accidentes y enfermedades en el trabajo causan la muerte de cerca de 2.9 millones de trabajadores, y 402 millones de personas se quedan con lesiones. Este problema no genera solamente un costo humano, sino también económico, que está estimado en un 4 por ciento del producto interno bruto mundial anual, casi 3 billones de dólares, según informes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Frente a este reto, los Estados adoptaron compromisos internacionales con el fin de proteger la fuerza laboral en el mundo. Entre estos está el Pacto internacional de derechos económicos, sociales y culturales (1966) que en su Artículo 7b estipula que “los Estados Parte en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona al goce de condiciones de trabajo equitativas y satisfactorias que le aseguren en especial […] la seguridad y la higiene en el trabajo”.

En 2015, al adoptar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, los Estados declararon que este tema seguía siendo una prioridad compartida, al enfocar el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 8 en el trabajo decente y las condiciones laborales. En la meta 8 de este ODS, los Estados miembros de la ONU resaltaron la importancia de “un entorno de trabajo seguro y sin riesgos para todos los trabajadores, incluidos los migrantes, en particular las mujeres y las personas con empleos precarios”. Para visibilizar estos temas, en 2003 la OIT declaró el 28 de abril como el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo. Esta conmemoración sirve para sensibilizar sobre la seguridad en el ámbito profesional e impulsar medidas de prevención de los accidentes en el trabajo, así como las enfermedades relacionadas con las diferentes profesionales.

Sin embargo; actualmente, ningún Estado ha alcanzado condiciones de trabajo seguras y saludable, para toda su fuerza laboral. El camino para mejorar el entorno laboral sigue siendo largo para muchos países, entre ellos, Guatemala. Dentro de la sociedad guatemalteca, las personas jóvenes son muy vulnerables a los riesgos laborales, especialmente las mujeres y los pueblos indígenas. Entre enero y octubre de 2023, 1 mil 096 accidentes laborales fueron registrados en Guatemala, principalmente en los sectores de la agricultura y de la industria, según fuente del Ministerio de Trabajo. En 2022 la tasa de informalidad laboral era de 70.8 por ciento, superando la tasa promedio de Latinoamérica, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Eso implica que las personas no siempre pueden cotizar a la seguridad social y tanto se quedan sin cobertura en caso de accidente. Además, se dificulta el control del cumplimiento de las normas laborales, generando un riesgo para la seguridad. La informalidad afecta particularmente a las personas jóvenes.  El 73.9 por ciento de las personas entre 13 y 30 años, ocupadas y asalariadas, reportaron trabajar sin el respaldo de un contrato, según fuentes oficiales en una encuesta publicada en 2020 por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa). Esta tendencia se agudiza para las personas jóvenes, de pueblos originarios, que tienen tres veces menor probabilidad de trabajar con contrato laboral, que las personas de otros grupos. Las mujeres enfrentan otro reto: el 68.7 por ciento de las jóvenes declaró encontrarse en situación de inactividad, en comparación con únicamente el 29.2 por ciento de los hombres jóvenes. Esta tendencia se explica, entre otros factores, debido a discriminaciones históricas que han sufrido estos grupos. Estos trabajos ayudan a millones de personas a no caer en la pobreza aguda. La fuerza laboral informal se distingue por salir adelante, a pesar de las barreras estructurales a las cuales se enfrenta. Es importante que esta dimensión sea incluida en el diseño de políticas públicas, para no dejar a nadie atrá

Colaborador DCA
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