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COLUMNAS

Seis transiciones para el desarrollo sostenible

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Miguel Barreto

Representante del Secretario General y Coordinador Residente, Sistema de las Naciones Unidas en Guatemala

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Los Estados miembros de las Naciones Unidas han ratificado su plena convicción en la necesidad de avanzar en el logro del desarrollo sostenible. El 18 y 19 de septiembre de 2023, en el marco de Asamblea General de la ONU, y durante la Cumbre sobre Desarrollo Sostenible, se acordó priorizar seis “transiciones” orientadas a superar las brechas en temas centrales para todas las personas.

Los estudios sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) han coincidido que las siguientes “transiciones” pueden tener efectos catalizadores y multiplicadores en todos los ODS y un impacto determinante para el alcance de sus 169 metas: 1) sistemas alimentarios; 2) acceso a la energía y asequibilidad; 3) conectividad digital; 4) educación; 5) empleo y protección social; y 6) cambio climático, pérdida de biodiversidad y contaminación.

Las seis “transiciones” conforman un marco organizativo consensuado para impulsar decisiones en políticas, programas e inversiones para acelerar el progreso de los ODS en los países tomando en cuenta su contexto y los planes nacionales.

Los Estados miembros de la ONU decidieron en 2023 enfocarse en seis transiciones para acelerar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. 

La intención es garantizar una mejor convergencia, estimulando el compromiso de los Estados y de la cooperación internacional y mejorando la alineación del importante trabajo ya realizado en estas áreas por los países, el sector privado, la sociedad civil, las comunidades y los actores locales, con el apoyo de la financiación del desarrollo.

Cada una de estas transiciones requiere la consideración de múltiples estrategias políticas que abarquen las dimensiones económica, social y medioambiental. Esto ayuda a garantizar que, colectivamente, los esfuerzos se multipliquen y que todos los actores políticos amplifiquen el trabajo de los demás. Impulsar estas transiciones también requiere una transformación de los modelos económicos, los mercados, los incentivos y las políticas tradicionales dentro de los países y entre ellos.

Pero el éxito de estas transiciones depende principalmente de los resultados que se obtengan en beneficio del desarrollo sostenible de las personas y las sociedades. Deben ser transiciones justas y equitativas, cuyos elementos fundamentales de diseño sean los derechos humanos, la igualdad de género y el principio de no dejar a nadie atrás.

Las transiciones no pueden lograrse sin medios eficaces de aplicación, incluidas mejoras en la utilización de la ciencia, la tecnología y la innovación, la reducción de la brecha de datos y el fortalecimiento de la localización de los ODS. También, implica el fortalecimiento de la gobernanza a través de marcos políticos y normativos transformados y mediante la mejora de las capacidades de los sectores públicos nacionales para ejecutar y aplicar medidas políticas, así como para movilizar las inversiones necesarias, pero principalmente necesitan de la voluntad política y el consenso social.

Se requiere de un último elemento estratégico que es la transformación de la financiación. Con un déficit, a nivel global, estimado de unos 4.2 billones de dólares al año, los ODS requieren un salto cuantitativo y cualitativo en los flujos de financiación: de miles de millones a billones. La principal fuente de financiación de los países sigue siendo el presupuesto nacional. Se necesita una revisión más sistemática e integrada y la adaptación del sistema presupuestario a las necesidades de financiamiento en los marcos nacionales.

Pero los fondos públicos por sí solos no bastan para alcanzarlos. Los presupuestos nacionales de los países en desarrollo están restringidos debido a la respuesta fiscal masiva de los dos últimos años para compensar los efectos negativos de la pandemia del Covid-19. También han sido afectados por las crisis políticas y humanitarias que se dan en diversos lugares y que afectan a todos.

Por lo anterior, requerimos un trabajo conjunto donde el compromiso del Sistema de Naciones Unidas es y seguirá siendo acompañar las decisiones y los esfuerzos nacionales.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Buenas prácticas para mejorar la gestión pública (II)

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En esta línea, en la era tecnológica presente, la complejidad del mundo actual ha llevado a expertos en las ramas más diversas a definir teorías, técnicas, métodos o conceptos que puedan llevar al éxito a la gestión pública. La idea preconcebida de que las políticas públicas corresponden a acciones decididas, llevadas a cabo y autorizadas por el Estado, representado por el Gobierno, de cara a proteger o promover un bien considerado como de interés público, ha dado paso a una sistemática evolutiva en que la administración pública se comporta como una empresa privada que busca satisfacer de la mejor manera las necesidades de sus clientes. 

Con ello, se busca que la gestión pública se aproxime a lo administrado, de forma que este se sienta parte de ella que permita aumentar la satisfacción percibida por la sociedad respecto de sus servicios públicos. 

Una sociedad sin una eficiente gestión pública es una sociedad desarticulada y sin capacidad de gestionar la voluntad de sus ciudadanos, sin instituciones públicas, un grupo humano no es una sociedad, es algo más parecido a una horda. Por lo que, parece más cierto es que es imprescindible y que lo que debe suceder es que paulatinamente mejore en la gestión que realiza y que es su razón de ser. 

Su valor estriba fundamentalmente en el conjunto de vivencias que tiene en el desarrollo de la sociedad y que son la materia prima para categorizarla como una de las modalidades de la acción gubernamental. En este sentido, el mundo de la administración pública son los hechos sociales, políticos y gubernamentales. Distante de ellos se convierte en una caja de pandora. Su organización y funcionamiento tienen justificación en las relaciones de sociabilidad que configuran a la comunidad civil y política.

Por tanto, el espacio y el tiempo que les corresponden determinan su modo de obrar en el cumplimiento de las tareas relacionadas con el orden, la seguridad, la promoción económica y el bienestar social. 

En el claro devenir del futuro, el desarrollo científico y tecnológico, la formación de la nueva economía, la vigencia de la sociedad del conocimiento y la democratización del poder son rubros que tienen elementos no convencionales, que están influyendo en el desempeño propio de la gestión
pública.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

“No hay democracia sin justicia social…”

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El irrespeto a los derechos laborales, así como la malnutrición y la pobreza, son solo algunos de los males que afectan a la sociedad guatemalteca, aspectos ante los que el gobierno encabezado por el presidente Bernardo Arévalo y la vicegobernante Karin Herrera enfocó sus esfuerzos durante las útimas horas.

Ayer, en un inusual acto, Arévalo recibió, frente al Palacio Nacional de la Cultura, a los líderes de sindicatos que participaron en la marcha por la conmemoración del Día Internacional del Trabajo, de quienes recibió demandas de crear los mecanismos que permitan mejores condiciones laborales, protección social, seguridad ocupacional y respeto a las actividades sindicales. Ante ellos y miles de asistentes que se dieron cita en la Plaza de la Constitución, el mandatario renovó su compromiso con los valores fundamentaltes de la democracia y la justicia social.

“Nos seguimos enfrentando a la mezquindad de quienes quieren que todo permanezca igual, de quienes se enriquecen a costa del pueblo, satisfechos y temerosos de perder sus privilegios, esa élite político criminal corrupta que ha cooptado las distintas instituciones del Estado y que se resiste a abandonarlas, a pesar del veredicto del pueblo en las urnas”, refirió el jefe de Estado al dirigirse a la multitud.

Horas antes de refrendar su compromiso con la clase obrera, Arévalo y Herrera lanzaron una ofensiva contra la pobreza y la malnutrición en siete municipios, tres de Huehuetenango, así como uno en los departamentos de Totonicapán, Chimaltenango, Sololá y Quiché. El programa, en el que están involucradas nueve instituciones estatales y que busca llevar adelante “una nueva posiblidad para vivir mejor”, se ampliará progresivamente hasta alcanzar los 114 municipios priorizados por sus niveles de pobreza y desnutrición.

El Gobierno está consciente de la “misión trascendental” que tiene por delante, pero, pese a los obstáculos que debe afrontar producto del deterioro institucional que encontró el binomio presidencial al asumir funciones, impulsa acciones para combatir los flagelos que enfrenta la sociedad, pues se siente acompañado por el pueblo de Guatemala al que se debe, toda vez que “la mayoría de guatemaltecos se cansó de ser estafada por esa estirpe de políticos corruptos, esa gente que se sabe merecedora de un futuro mejor y que está dispuesta a participar activa y honradamente en su construcción”, como lo afirmó Arévalo.

Editor DCA
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Entorno laboral seguro

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Joseph Dotu

Asociado de inclusión de la juventud,

OCR Guatemala

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La cuestión de la seguridad en el trabajo es un tema de salud pública que se presenta a nivel global. Cada año, los accidentes y enfermedades en el trabajo causan la muerte de cerca de 2.9 millones de trabajadores, y 402 millones de personas se quedan con lesiones. Este problema no genera solamente un costo humano, sino también económico, que está estimado en un 4 por ciento del producto interno bruto mundial anual, casi 3 billones de dólares, según informes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Frente a este reto, los Estados adoptaron compromisos internacionales con el fin de proteger la fuerza laboral en el mundo. Entre estos está el Pacto internacional de derechos económicos, sociales y culturales (1966) que en su Artículo 7b estipula que “los Estados Parte en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona al goce de condiciones de trabajo equitativas y satisfactorias que le aseguren en especial […] la seguridad y la higiene en el trabajo”.

En 2015, al adoptar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, los Estados declararon que este tema seguía siendo una prioridad compartida, al enfocar el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 8 en el trabajo decente y las condiciones laborales. En la meta 8 de este ODS, los Estados miembros de la ONU resaltaron la importancia de “un entorno de trabajo seguro y sin riesgos para todos los trabajadores, incluidos los migrantes, en particular las mujeres y las personas con empleos precarios”. Para visibilizar estos temas, en 2003 la OIT declaró el 28 de abril como el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo. Esta conmemoración sirve para sensibilizar sobre la seguridad en el ámbito profesional e impulsar medidas de prevención de los accidentes en el trabajo, así como las enfermedades relacionadas con las diferentes profesionales.

Sin embargo; actualmente, ningún Estado ha alcanzado condiciones de trabajo seguras y saludable, para toda su fuerza laboral. El camino para mejorar el entorno laboral sigue siendo largo para muchos países, entre ellos, Guatemala. Dentro de la sociedad guatemalteca, las personas jóvenes son muy vulnerables a los riesgos laborales, especialmente las mujeres y los pueblos indígenas. Entre enero y octubre de 2023, 1 mil 096 accidentes laborales fueron registrados en Guatemala, principalmente en los sectores de la agricultura y de la industria, según fuente del Ministerio de Trabajo. En 2022 la tasa de informalidad laboral era de 70.8 por ciento, superando la tasa promedio de Latinoamérica, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Eso implica que las personas no siempre pueden cotizar a la seguridad social y tanto se quedan sin cobertura en caso de accidente. Además, se dificulta el control del cumplimiento de las normas laborales, generando un riesgo para la seguridad. La informalidad afecta particularmente a las personas jóvenes.  El 73.9 por ciento de las personas entre 13 y 30 años, ocupadas y asalariadas, reportaron trabajar sin el respaldo de un contrato, según fuentes oficiales en una encuesta publicada en 2020 por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa). Esta tendencia se agudiza para las personas jóvenes, de pueblos originarios, que tienen tres veces menor probabilidad de trabajar con contrato laboral, que las personas de otros grupos. Las mujeres enfrentan otro reto: el 68.7 por ciento de las jóvenes declaró encontrarse en situación de inactividad, en comparación con únicamente el 29.2 por ciento de los hombres jóvenes. Esta tendencia se explica, entre otros factores, debido a discriminaciones históricas que han sufrido estos grupos. Estos trabajos ayudan a millones de personas a no caer en la pobreza aguda. La fuerza laboral informal se distingue por salir adelante, a pesar de las barreras estructurales a las cuales se enfrenta. Es importante que esta dimensión sea incluida en el diseño de políticas públicas, para no dejar a nadie atrá

Colaborador DCA
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