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COLUMNAS

Grandes sueños

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Ignacio Uría

Revista Nuestro Tiempo

Mis ojos secos han visto miles de puestas de sol. No exagero. Ocasos de matices insospechados (del naranja al gris azulado) en los que una brisa ligera barría el calor de plomo, tan leonés que solo le faltaba rugir. Tardes a la espera del rayo verde, milagro que se intuye pero jamás se ve. Inaprensible. Escurridizo.

Mi corazón de paja se consuela con el vuelo de las tórtolas y las golondrinas, fugaces y astutas (sobre todo, para comerse la cosecha). Las veo por encima del centeno, suspendidas en un aire a rachas que a veces me arrebata el sombrero. Si ocurre, mi cabeza se queda al sol durante días.

En los días de invierno, duros como la vida, pienso cosas inauditas. Será culpa del frío. Por ejemplo, quién ata las tormentas que luego se desatan o cuántas vidas le quedan a un gato. Esta duda me asalta si viene Boliche, un felino negro y cauto que observa el mundo con ojos extrañados. Si me da mucho el sol, me vuelven a rondar preguntas absurdas: adónde se va la luz cuando la luz se va o cuánto miden las altas horas de la noche. A lo largo de mi vida, he visto pasar el tiempo a toda velocidad.

Hijos que se convierten en padres y padres, en abuelos. Los veo camino de las faenas, aunque no suelen hacerme caso. Apenas una ojeada furtiva para comprobar que sigo con lo mío, un trabajo a la intemperie que desgasta y ennegrece, monótono pero importante. Eso creo y es mi verdad.

Mira que es uno de mis sueños: un buen par de zapatos que me lleven lejos. 

A veces, los niños me tiran piedras. Yo no me muevo, pero los miro muy fijo, sin parpadear, como si quisiera agarrarlos. Ellos saben que no ocurrirá porque no puedo correr. Sin embargo, una vez le oí decir al Choto que le doy miedo porque me aparezco en sueños. Qué familia de cazurros. Sin tierras ni criterio y, encima, malos al dominó. En otro tiempo, el tren pasaba cerca del pueblo.

Si alguien me hubiera ayudado a subir, me habría ido sin dudarlo. Era uno de esos de vía estrecha (el tren, digo, el pueblo es ancho y hasta tiene semáforos). Hoy solo quedan los escombros del apeadero, con el bastidor del reloj al aire y los matojos ocupando unas vías que no son suyas. Son de la Renfe, un respeto. Era un reloj bien bonito, dicen, pero apenas servía para anunciar qué retraso llevaba el tren.

Hace una semana llovió como si fuera el diluvio. Y qué truenos, madre. El agua le viene bien al arroyo de La Huerga, pero a mí el vendaval me pilló a la rasa y perdí la chaqueta, que tenía solapas y todo. Salió volando, como una bruja, pero sin escoba. Anduve un par de días a pecho descubierto y la humedad se me escurrió hasta el esqueleto. 

Menos mal que Silverio, el capataz, me trajo ropa nueva: unos guantes de labranza que son un primor y un mono azul de mecánico sin remiendos. Vaya suerte. Eso sí, la cremallera está rota, pero no hay que ponerse estupendos porque ha sido gratis. Intenté agradecérselo, pero no me salían las palabras. Todos en mi familia somos así. No me excuso, lo ratifico.

Sin embargo, nunca he tenido zapatos y mira que es uno de mis sueños: un buen par de zapatos que me lleven lejos. Con ellos me iría a la capital y hasta cruzaría el Pajares para ver el mar. Quiero ver el mar, desde siempre. Si llega a ocurrir, no sé qué haré de la emoción, pero llorar no. Eso no me sale.

El otro, el verdadero, el auténtico gran sueño, es tener nombre. Como si fuera un ser humano (con cara y ojos de verdad) y no lo que soy, un infeliz espantapájaros que acabará en el fuego.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Buenas prácticas para mejorar la gestión pública (II)

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En esta línea, en la era tecnológica presente, la complejidad del mundo actual ha llevado a expertos en las ramas más diversas a definir teorías, técnicas, métodos o conceptos que puedan llevar al éxito a la gestión pública. La idea preconcebida de que las políticas públicas corresponden a acciones decididas, llevadas a cabo y autorizadas por el Estado, representado por el Gobierno, de cara a proteger o promover un bien considerado como de interés público, ha dado paso a una sistemática evolutiva en que la administración pública se comporta como una empresa privada que busca satisfacer de la mejor manera las necesidades de sus clientes. 

Con ello, se busca que la gestión pública se aproxime a lo administrado, de forma que este se sienta parte de ella que permita aumentar la satisfacción percibida por la sociedad respecto de sus servicios públicos. 

Una sociedad sin una eficiente gestión pública es una sociedad desarticulada y sin capacidad de gestionar la voluntad de sus ciudadanos, sin instituciones públicas, un grupo humano no es una sociedad, es algo más parecido a una horda. Por lo que, parece más cierto es que es imprescindible y que lo que debe suceder es que paulatinamente mejore en la gestión que realiza y que es su razón de ser. 

Su valor estriba fundamentalmente en el conjunto de vivencias que tiene en el desarrollo de la sociedad y que son la materia prima para categorizarla como una de las modalidades de la acción gubernamental. En este sentido, el mundo de la administración pública son los hechos sociales, políticos y gubernamentales. Distante de ellos se convierte en una caja de pandora. Su organización y funcionamiento tienen justificación en las relaciones de sociabilidad que configuran a la comunidad civil y política.

Por tanto, el espacio y el tiempo que les corresponden determinan su modo de obrar en el cumplimiento de las tareas relacionadas con el orden, la seguridad, la promoción económica y el bienestar social. 

En el claro devenir del futuro, el desarrollo científico y tecnológico, la formación de la nueva economía, la vigencia de la sociedad del conocimiento y la democratización del poder son rubros que tienen elementos no convencionales, que están influyendo en el desempeño propio de la gestión
pública.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

“No hay democracia sin justicia social…”

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El irrespeto a los derechos laborales, así como la malnutrición y la pobreza, son solo algunos de los males que afectan a la sociedad guatemalteca, aspectos ante los que el gobierno encabezado por el presidente Bernardo Arévalo y la vicegobernante Karin Herrera enfocó sus esfuerzos durante las útimas horas.

Ayer, en un inusual acto, Arévalo recibió, frente al Palacio Nacional de la Cultura, a los líderes de sindicatos que participaron en la marcha por la conmemoración del Día Internacional del Trabajo, de quienes recibió demandas de crear los mecanismos que permitan mejores condiciones laborales, protección social, seguridad ocupacional y respeto a las actividades sindicales. Ante ellos y miles de asistentes que se dieron cita en la Plaza de la Constitución, el mandatario renovó su compromiso con los valores fundamentaltes de la democracia y la justicia social.

“Nos seguimos enfrentando a la mezquindad de quienes quieren que todo permanezca igual, de quienes se enriquecen a costa del pueblo, satisfechos y temerosos de perder sus privilegios, esa élite político criminal corrupta que ha cooptado las distintas instituciones del Estado y que se resiste a abandonarlas, a pesar del veredicto del pueblo en las urnas”, refirió el jefe de Estado al dirigirse a la multitud.

Horas antes de refrendar su compromiso con la clase obrera, Arévalo y Herrera lanzaron una ofensiva contra la pobreza y la malnutrición en siete municipios, tres de Huehuetenango, así como uno en los departamentos de Totonicapán, Chimaltenango, Sololá y Quiché. El programa, en el que están involucradas nueve instituciones estatales y que busca llevar adelante “una nueva posiblidad para vivir mejor”, se ampliará progresivamente hasta alcanzar los 114 municipios priorizados por sus niveles de pobreza y desnutrición.

El Gobierno está consciente de la “misión trascendental” que tiene por delante, pero, pese a los obstáculos que debe afrontar producto del deterioro institucional que encontró el binomio presidencial al asumir funciones, impulsa acciones para combatir los flagelos que enfrenta la sociedad, pues se siente acompañado por el pueblo de Guatemala al que se debe, toda vez que “la mayoría de guatemaltecos se cansó de ser estafada por esa estirpe de políticos corruptos, esa gente que se sabe merecedora de un futuro mejor y que está dispuesta a participar activa y honradamente en su construcción”, como lo afirmó Arévalo.

Editor DCA
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COLUMNAS

Entorno laboral seguro

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Joseph Dotu

Asociado de inclusión de la juventud,

OCR Guatemala

[email protected]

La cuestión de la seguridad en el trabajo es un tema de salud pública que se presenta a nivel global. Cada año, los accidentes y enfermedades en el trabajo causan la muerte de cerca de 2.9 millones de trabajadores, y 402 millones de personas se quedan con lesiones. Este problema no genera solamente un costo humano, sino también económico, que está estimado en un 4 por ciento del producto interno bruto mundial anual, casi 3 billones de dólares, según informes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Frente a este reto, los Estados adoptaron compromisos internacionales con el fin de proteger la fuerza laboral en el mundo. Entre estos está el Pacto internacional de derechos económicos, sociales y culturales (1966) que en su Artículo 7b estipula que “los Estados Parte en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona al goce de condiciones de trabajo equitativas y satisfactorias que le aseguren en especial […] la seguridad y la higiene en el trabajo”.

En 2015, al adoptar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, los Estados declararon que este tema seguía siendo una prioridad compartida, al enfocar el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 8 en el trabajo decente y las condiciones laborales. En la meta 8 de este ODS, los Estados miembros de la ONU resaltaron la importancia de “un entorno de trabajo seguro y sin riesgos para todos los trabajadores, incluidos los migrantes, en particular las mujeres y las personas con empleos precarios”. Para visibilizar estos temas, en 2003 la OIT declaró el 28 de abril como el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo. Esta conmemoración sirve para sensibilizar sobre la seguridad en el ámbito profesional e impulsar medidas de prevención de los accidentes en el trabajo, así como las enfermedades relacionadas con las diferentes profesionales.

Sin embargo; actualmente, ningún Estado ha alcanzado condiciones de trabajo seguras y saludable, para toda su fuerza laboral. El camino para mejorar el entorno laboral sigue siendo largo para muchos países, entre ellos, Guatemala. Dentro de la sociedad guatemalteca, las personas jóvenes son muy vulnerables a los riesgos laborales, especialmente las mujeres y los pueblos indígenas. Entre enero y octubre de 2023, 1 mil 096 accidentes laborales fueron registrados en Guatemala, principalmente en los sectores de la agricultura y de la industria, según fuente del Ministerio de Trabajo. En 2022 la tasa de informalidad laboral era de 70.8 por ciento, superando la tasa promedio de Latinoamérica, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Eso implica que las personas no siempre pueden cotizar a la seguridad social y tanto se quedan sin cobertura en caso de accidente. Además, se dificulta el control del cumplimiento de las normas laborales, generando un riesgo para la seguridad. La informalidad afecta particularmente a las personas jóvenes.  El 73.9 por ciento de las personas entre 13 y 30 años, ocupadas y asalariadas, reportaron trabajar sin el respaldo de un contrato, según fuentes oficiales en una encuesta publicada en 2020 por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa). Esta tendencia se agudiza para las personas jóvenes, de pueblos originarios, que tienen tres veces menor probabilidad de trabajar con contrato laboral, que las personas de otros grupos. Las mujeres enfrentan otro reto: el 68.7 por ciento de las jóvenes declaró encontrarse en situación de inactividad, en comparación con únicamente el 29.2 por ciento de los hombres jóvenes. Esta tendencia se explica, entre otros factores, debido a discriminaciones históricas que han sufrido estos grupos. Estos trabajos ayudan a millones de personas a no caer en la pobreza aguda. La fuerza laboral informal se distingue por salir adelante, a pesar de las barreras estructurales a las cuales se enfrenta. Es importante que esta dimensión sea incluida en el diseño de políticas públicas, para no dejar a nadie atrá

Colaborador DCA
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