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EDITORIALES

Avanza la batalla contra el monstruo de mil cabezas

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Los guatemaltecos lo tienen claro y las autoridades también: la corrupción se ha tornado en un monstruo de mil cabezas, que no solo ha penetrado el Estado, sino que se ha enquistado y convive a placer en la mayoría de instituciones que reciben fondos públicos.

La saciedad de los indecentes para enriquecerse no tuvo límites, así como tampoco su imaginación para crear mecanismos que les permitieran robar a manos llenas, con la complicidad de aquellos que optaron por mantener un empleo, aunque ello implicara perder los principios. Lo cierto es que se vea por donde se vea, el despojo del dinero del Estado aparece, existe, aunque la magnitud del acto estriba en la posición del malhechor de turno.

A estas alturas, pareciera que ya no hay nada que inventar en materia de pobredumbre, que ya todo está hecho, organizado y aceitado. Por eso, son plausibles los esfuerzos que emprende el Gobierno para combatir este flagelo y dignificar la función pública.

La más reciente acción sobre el particular la comunicaron ayer la presidenta en funciones, Karin Herrera, y el comisionado contra la Corrupción, Santiago Palomo, quienes informaron el impulso de un censo de recursos humanos que permitirá, entre otros objetivos, identificar las plazas fantasma que abundan en las dependencias.

Las limitaciones legales impiden que este inventario de inmoralidades se centre en el Organismo Ejecutivo, cuando se sabe que dichos abusos existen, de manera cínica o solapada, en el Congreso, tribunales, municipalidades y entes descentralizados y autónomos.

Es, en verdad, un engendro que se ha fortalecido gracias a la impunidad que le garantizan las instituciones llamadas a combatirlo y derrotarlo. Pero insistimos, los compatriotas y el presidente Bernardo Arévalo y la vicemandataria Karin Herrera lo saben: la desvergüenza prevalecerá mientras se le permita y estimule.

Editor DCA
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EDITORIALES

Gobierno alinea las aspiraciones a las políticas públicas

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Ya era tiempo de que las aspiraciones y necesidades sociales se alinearan a las políticas públicas. Que los funcionarios pensaran en el beneficio de quienes más lo necesitan y no en el propio. Llegó la hora de atender los derechos primarios de un pueblo acostumbrado al desprecio, a ser explotado.

Vaya si no pasó tiempo. Debieron transcurrir 94 años. Sí, casi un siglo, para que el Estado diera vida, con seriedad y honradez, a un programa que permita a algunos guatemaltecos comprar su primera vivienda. Obtener el refugio familiar que, tal vez, fue el anhelo imposible de nuestros padres, abuelos y bisabuelos.

Porque, parafraseando lo expresado por el presidente Bernardo Arévalo, durante el acto en el que el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) oficializó la entrega de 250 millones de quetzales para el fondo de vivienda, las residencias son más que cuatro paredes. Son la cuna de sueños y realidades. La satisfacción del deber cumplido y el albergue donde crecerán los hijos y nietos.

Similares sensaciones se registraron en Senahú, Alta Verapaz, donde el jefe de Estado participó en el acto de entrega de los primeros 50 mil aportes del Bono Único, que desembolsará 1 mil quetzales a 100 mil guatemaltecos, de 21 de los 22 departamentos del país. Asistencia que pretende financiar necesidades sentidas y elementales.

La entrega implica la posibilidad de llevar alimentos a la mesa o, como lo describe doña Julia Chu Caal en esta edición del Diario de Centro América, un rayo de esperanza ante la incertidumbre que causa la pobreza. El no tener qué comer.

Es imposible resolver los problemas más sentidos de los connacionales, los que, en buena medida, son producto de gobernantes corruptos, que hoy se saben intocables e impunes. Pero sí es posible comenzar. Trazar el rumbo que devuelva la esperanza. La ilusión. La vida misma.

Cuando concluya 2024, 350 familias tendrán un hogar dónde jugar con sus hijos. El Ejecutivo proyecta que en 2025 los beneficiados lleguen a 3 mil 500 y, al término de esta gestión, 10 mil compatriotas se conviertan en propietarios. Es cuestión de tiempo, de devolver los fondos públicos a los más necesitados. Todo pasa por satisfacer los sueños, esperanzas e ilusiones perdidas. Robadas e ignoradas.

Editor DCA
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Y llegó el día de las primeras veces

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Ayer no fue un día cualquiera para el Estado guatemalteco. De hecho, se vivió una jornada histórica. Sin caer en el optimismo excesivo, lo que aconteció puede marcar un antes y un después en la vida institucional y democrática.

Amílcar Pop Ac, exdiputado, abogado y docente, describió el suceso con bastante contundencia. “Por primera vez, en 200 años de la República, los pueblos indígenas entran al Congreso a presentar sus demandas y definir una agenda de nación”. La legisladora Sonia Gutiérrez lo calificó como el primer paso en el proceso que pretende
reconciliar a la sociedad.

Lo cierto es que, valga la reiteración, por vez primera, los tres dignatarios de los Poderes del Estado se comprometen, públicamente, a atender las demandas sociales que vienen de los pueblos indígenas. Los funcionarios asumen estas obligaciones, luego de escuchar los resultados de encuentros que representantes del Legislativo tuvieron con las comunidades originarias, en las que escucharon sus reclamos y exigencias para la construcción de un país incluyente y más democrático.

Algo muy parecido a lo que se vivió entre julio y agosto pasados, cuando el presidente Bernardo Arévalo recorrió los 22 departamentos del territorio, con un objetivo muy específico: escuchar las necesidades de las comunidades originarias, con el fin de suscribir acuerdos en los que se plasmaran compromisos asumidos por el Ejecutivo para resolver los requerimientos.

Durante la plenaria de ayer, la vicemandataria Karin Herrera reconoció la deuda y asumió un reto. Lo primero fue reiterar la necesidad de que el Estado salde el déficit que se tiene con los pueblos indígenas. Lo segundo, construir un sistema más plural y diverso, que se sustente en el diálogo, la tolerancia y el respeto de todos los sectores.

Los presidentes del Parlamento y del Organismo Judicial, Nery Ramos y Carlos Lucero, respectivamente, también asumieron la responsabilidad de responder a las exigencias indígenas. De cerrar brechas y abrir caminos.

En fin, presenciamos lo alcanzado por un movimiento que, como nunca antes, busca erradicar la exclusión, el racismo y que se continúe discriminando a los dueños de estas tierras. Quienes, por primera vez, se sientan atendidos y partícipes de las políticas públicas.

Colaborador DCA
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Una herencia vial pavorosa y corrupta

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Francamente, pavorosa. Así describe el encargado del Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda (CIV), Félix Alvarado, el estado de la infraestructura vial heredada. Una situación que, a todas luces, rebasa las capacidades ejecutivas de la cartera y la de cualquier institución pública y privada, nacional o extranjera.

La situación, ya de por sí crítica, se complica cuando fenómenos naturales evidencian la poca calidad con que se construyeron las obras. Costosas, valga decir.

Un informe del CIV, presentado ayer por Alvarado, revela datos escalofriantes. Datos que alarman y ponen en perspectiva por qué esta cartera era la preferida de las mafias. La preferida del pacto de corruptos, para decirlo con claridad.

Este es el detalle: de los 1 mil 260 puentes que hay en el país, todos, absolutamente, todos, tienen complicaciones. Claro, hay diferencias. El 2 por ciento de esos pasos presenta “daños graves” y un 7 por ciento deterioros de “consideración”. Tampoco se requiere un estudio minucioso para concluir que las carreteras atraviesen las mismas circunstancias, aunque de tajadas mayores.

Lo cierto es que la mala calidad y la manera tan despiadada en que anteriores ministros de Comunicaciones distribuyeron los trabajos ha sido denunciado constantemente por la prensa. Una y otra vez el tema ha sido noticia. Un asunto delatado por expertos, que ha
pasado desapercibido para los organismos encargados de fiscalizar y aquellos responsables de perseguir y dictaminar la culpabilidad o inocencia.

En fin, ha existido un silencio ensordecedor. Incluso, entre los principales usuarios de estas infraestructuras y de los gremios empresariales más cercanos al tema. No digamos de la clase política, que alentaba las contrataciones y no paró de aprobar estados excepcionales que facilitaban el gasto. Sin supervisión seria. Impune.

Este sector que cerró filas en pro de las adquisiciones, hoy une fuerzas para cuestionar la labor de un Gobierno que carga con el lodo ajeno. Con los efectos del saqueo del erario, a manos de un pacto de corruptos que se sabe intocable. Protegido. Que tiene el apoyo de un sistema de justicia a su servicio. Cómplice.

Editor DCA
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