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COLUMNAS

Participación digital y campaña política

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Por: Nicole Forttes, directora Smartlab UDD Vicerrectoría Innovación y Desarrollo

En un país como Chile, en que los mayores de 34 años pasan 11.6 horas al día conectados a sus celulares, y los jóvenes, 12.7 –según el estudio ComScore de 2016–, no considerar la participación digital en las campañas políticas puede ser un despropósito. La tecnología es una herramienta de difusión para una sociedad más informada y cívicamente responsable.

Es en internet donde se generan conversaciones en línea, se comparte información a través de las redes sociales o se crean contenidos en forma de videos por medio de los tan difundidos memes. El académico norteamericano Henry Jenkins, a través del “Proyecto de Nueva Alfabetización Mediática”, propone el concepto de cultura participativa ligado al uso de las nuevas tecnologías.

La participación digital en todos los campos, afirma, es en sí misma una habilidad o una competencia que poseen especialmente los jóvenes, e invita a que la sociedad lo considere para encantarlos con el mundo cívico. Si bien este concepto tiene acercamientos a la vida social y a la participación política, hay que aclarar que no todos los usuarios participan de la misma manera.

Mientras algunos optarán por una participación de escritorio (por medio de tuits o retuits de candidatos o marcando likes), otros sí buscarán desarrollos para informarse efectivamente. En la práctica, una cultura de participación digital se entiende como estar o no de acuerdo frente a ciertos acontecimientos, tendencias u opiniones de diversa índole, incluido lo político.

Aunque esta conducta muchas veces se relaciona con el activismo político y no siempre es de discusión pacífica –sabemos de la agresividad que inunda a Twitter–, las plataformas digitales que se centran en formar opinión, desarrollar acciones concretas o denunciar abusos o malas gestiones suelen ser exitosas.

Su desafío es encantar a los nuevos votantes en un escenario complejo de apatía electoral. Cuando es la sociedad civil -universidades, centros de estudios, ONG- la que utiliza la tecnología como herramienta de participación digital, puede ser incluso más efectiva.

Un ejemplo es la aplicación móvil “Elecciones 2017” –que ha impulsado la Universidad del Desarrollo en el contexto de un trabajo colaborativo entre profesores y alumnos de diversas facultades–, que busca dar a conocer entre las audiencias jóvenes las propuestas de los candidatos presidenciales y parlamentarios. Vivimos en un momento donde a los ciudadanos les está permitido identificar, debatir y aclarar propuestas políticas y decisiones para que sus aportes sean considerados por los políticos y las instituciones.

Es entonces cuando la participación digital juega un rol clave. Un candidato que hace uso de las herramientas digitales romperá la barrera de la llamada “economía de la cola larga”, término acuñado por Chris Anderson para explicar cómo la información en internet es más efectiva cuando se clasifica según nichos.

Según esta lógica, un político debería viralizar sus propuestas y acciones a través de Facebook Live, por ejemplo.

Aunque no existe evidencia que intencione decisión de voto, sí reencantaría al electorado para ir a las urnas. Incluso el espacio de propaganda política en televisión es una oportunidad para la plataforma digital.

Los candidatos -especialmente los que cuentan con pocos segundos televisivos- podrían utilizar la lógica de la participación digital para su campaña televisiva, por ejemplo, a través de la realización de memes. Lo esperable en este período de propaganda es que los candidatos no solo utilicen Twitter y Facebook, sino que construyan bases de datos de sus potenciales electores para llegar a ellos con mensajes efectivos y chequeables, sobre todo en el nuevo escenario de la posverdad y noticias falsas que vivimos. El gran desafío de la participación digital política, por tanto, es construir reputación para generar seguidores entregando información seria, rigurosa y verdadera, no solo para combatir el enorme volumen de rumores que circulan en la red, sino también para generar mecanismos de participación conectados con los tiempos y las personas que se quieren conquistar.

Redacción DCA
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Buenas prácticas para mejorar la gestión pública (II)

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En esta línea, en la era tecnológica presente, la complejidad del mundo actual ha llevado a expertos en las ramas más diversas a definir teorías, técnicas, métodos o conceptos que puedan llevar al éxito a la gestión pública. La idea preconcebida de que las políticas públicas corresponden a acciones decididas, llevadas a cabo y autorizadas por el Estado, representado por el Gobierno, de cara a proteger o promover un bien considerado como de interés público, ha dado paso a una sistemática evolutiva en que la administración pública se comporta como una empresa privada que busca satisfacer de la mejor manera las necesidades de sus clientes. 

Con ello, se busca que la gestión pública se aproxime a lo administrado, de forma que este se sienta parte de ella que permita aumentar la satisfacción percibida por la sociedad respecto de sus servicios públicos. 

Una sociedad sin una eficiente gestión pública es una sociedad desarticulada y sin capacidad de gestionar la voluntad de sus ciudadanos, sin instituciones públicas, un grupo humano no es una sociedad, es algo más parecido a una horda. Por lo que, parece más cierto es que es imprescindible y que lo que debe suceder es que paulatinamente mejore en la gestión que realiza y que es su razón de ser. 

Su valor estriba fundamentalmente en el conjunto de vivencias que tiene en el desarrollo de la sociedad y que son la materia prima para categorizarla como una de las modalidades de la acción gubernamental. En este sentido, el mundo de la administración pública son los hechos sociales, políticos y gubernamentales. Distante de ellos se convierte en una caja de pandora. Su organización y funcionamiento tienen justificación en las relaciones de sociabilidad que configuran a la comunidad civil y política.

Por tanto, el espacio y el tiempo que les corresponden determinan su modo de obrar en el cumplimiento de las tareas relacionadas con el orden, la seguridad, la promoción económica y el bienestar social. 

En el claro devenir del futuro, el desarrollo científico y tecnológico, la formación de la nueva economía, la vigencia de la sociedad del conocimiento y la democratización del poder son rubros que tienen elementos no convencionales, que están influyendo en el desempeño propio de la gestión
pública.

Colaborador DCA
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“No hay democracia sin justicia social…”

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El irrespeto a los derechos laborales, así como la malnutrición y la pobreza, son solo algunos de los males que afectan a la sociedad guatemalteca, aspectos ante los que el gobierno encabezado por el presidente Bernardo Arévalo y la vicegobernante Karin Herrera enfocó sus esfuerzos durante las útimas horas.

Ayer, en un inusual acto, Arévalo recibió, frente al Palacio Nacional de la Cultura, a los líderes de sindicatos que participaron en la marcha por la conmemoración del Día Internacional del Trabajo, de quienes recibió demandas de crear los mecanismos que permitan mejores condiciones laborales, protección social, seguridad ocupacional y respeto a las actividades sindicales. Ante ellos y miles de asistentes que se dieron cita en la Plaza de la Constitución, el mandatario renovó su compromiso con los valores fundamentaltes de la democracia y la justicia social.

“Nos seguimos enfrentando a la mezquindad de quienes quieren que todo permanezca igual, de quienes se enriquecen a costa del pueblo, satisfechos y temerosos de perder sus privilegios, esa élite político criminal corrupta que ha cooptado las distintas instituciones del Estado y que se resiste a abandonarlas, a pesar del veredicto del pueblo en las urnas”, refirió el jefe de Estado al dirigirse a la multitud.

Horas antes de refrendar su compromiso con la clase obrera, Arévalo y Herrera lanzaron una ofensiva contra la pobreza y la malnutrición en siete municipios, tres de Huehuetenango, así como uno en los departamentos de Totonicapán, Chimaltenango, Sololá y Quiché. El programa, en el que están involucradas nueve instituciones estatales y que busca llevar adelante “una nueva posiblidad para vivir mejor”, se ampliará progresivamente hasta alcanzar los 114 municipios priorizados por sus niveles de pobreza y desnutrición.

El Gobierno está consciente de la “misión trascendental” que tiene por delante, pero, pese a los obstáculos que debe afrontar producto del deterioro institucional que encontró el binomio presidencial al asumir funciones, impulsa acciones para combatir los flagelos que enfrenta la sociedad, pues se siente acompañado por el pueblo de Guatemala al que se debe, toda vez que “la mayoría de guatemaltecos se cansó de ser estafada por esa estirpe de políticos corruptos, esa gente que se sabe merecedora de un futuro mejor y que está dispuesta a participar activa y honradamente en su construcción”, como lo afirmó Arévalo.

Editor DCA
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Entorno laboral seguro

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Joseph Dotu

Asociado de inclusión de la juventud,

OCR Guatemala

[email protected]

La cuestión de la seguridad en el trabajo es un tema de salud pública que se presenta a nivel global. Cada año, los accidentes y enfermedades en el trabajo causan la muerte de cerca de 2.9 millones de trabajadores, y 402 millones de personas se quedan con lesiones. Este problema no genera solamente un costo humano, sino también económico, que está estimado en un 4 por ciento del producto interno bruto mundial anual, casi 3 billones de dólares, según informes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Frente a este reto, los Estados adoptaron compromisos internacionales con el fin de proteger la fuerza laboral en el mundo. Entre estos está el Pacto internacional de derechos económicos, sociales y culturales (1966) que en su Artículo 7b estipula que “los Estados Parte en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona al goce de condiciones de trabajo equitativas y satisfactorias que le aseguren en especial […] la seguridad y la higiene en el trabajo”.

En 2015, al adoptar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, los Estados declararon que este tema seguía siendo una prioridad compartida, al enfocar el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 8 en el trabajo decente y las condiciones laborales. En la meta 8 de este ODS, los Estados miembros de la ONU resaltaron la importancia de “un entorno de trabajo seguro y sin riesgos para todos los trabajadores, incluidos los migrantes, en particular las mujeres y las personas con empleos precarios”. Para visibilizar estos temas, en 2003 la OIT declaró el 28 de abril como el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo. Esta conmemoración sirve para sensibilizar sobre la seguridad en el ámbito profesional e impulsar medidas de prevención de los accidentes en el trabajo, así como las enfermedades relacionadas con las diferentes profesionales.

Sin embargo; actualmente, ningún Estado ha alcanzado condiciones de trabajo seguras y saludable, para toda su fuerza laboral. El camino para mejorar el entorno laboral sigue siendo largo para muchos países, entre ellos, Guatemala. Dentro de la sociedad guatemalteca, las personas jóvenes son muy vulnerables a los riesgos laborales, especialmente las mujeres y los pueblos indígenas. Entre enero y octubre de 2023, 1 mil 096 accidentes laborales fueron registrados en Guatemala, principalmente en los sectores de la agricultura y de la industria, según fuente del Ministerio de Trabajo. En 2022 la tasa de informalidad laboral era de 70.8 por ciento, superando la tasa promedio de Latinoamérica, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Eso implica que las personas no siempre pueden cotizar a la seguridad social y tanto se quedan sin cobertura en caso de accidente. Además, se dificulta el control del cumplimiento de las normas laborales, generando un riesgo para la seguridad. La informalidad afecta particularmente a las personas jóvenes.  El 73.9 por ciento de las personas entre 13 y 30 años, ocupadas y asalariadas, reportaron trabajar sin el respaldo de un contrato, según fuentes oficiales en una encuesta publicada en 2020 por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa). Esta tendencia se agudiza para las personas jóvenes, de pueblos originarios, que tienen tres veces menor probabilidad de trabajar con contrato laboral, que las personas de otros grupos. Las mujeres enfrentan otro reto: el 68.7 por ciento de las jóvenes declaró encontrarse en situación de inactividad, en comparación con únicamente el 29.2 por ciento de los hombres jóvenes. Esta tendencia se explica, entre otros factores, debido a discriminaciones históricas que han sufrido estos grupos. Estos trabajos ayudan a millones de personas a no caer en la pobreza aguda. La fuerza laboral informal se distingue por salir adelante, a pesar de las barreras estructurales a las cuales se enfrenta. Es importante que esta dimensión sea incluida en el diseño de políticas públicas, para no dejar a nadie atrá

Colaborador DCA
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