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OPINIÓN

Herramientas inevitables

Ninguna administración predecesora tuvo los obstáculos presupuestarios y financieros.

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Ninguna administración predecesora tuvo los obstáculos presupuestarios y financieros.

No necesitamos inventar la rueda, el agua azucarada o cualquier otra obviedad para percatarnos de la compleja y complicada situación en la que nos encontramos inmersos. No admitirlo es una obstinación de perogrullo que a nadie beneficia. Es una pérdida generalizada en la que el único ganador es el anarquista enquistado (en donde sea que esté anquilosado para sus propios intereses).

Hace casi 8 años, Mauricio de Vengoechea, colombiano, escribió un acertado glosario de recomendaciones generales que tituló: Herramientas para apagar una crisis de gobierno. Como seguramente quienes se precian de pertenecer al círculo inmediato de consejeros palaciegos no serán desplazados o sustituidos, harían bien en hacerse de un ejemplar y darle una profusa lectura con el fin de evitar mayores daños y otras temibles consecuencias para la gobernanza chapina.

En las primeras secciones del libro, el autor establece tres conceptos importantes y diferenciados: administrar, comunicar y gobernar. Y, en principio, de eso se trata en toda gestión pública. Aunque en nuestro país parece que sí, en la práctica nada se administra por inercia. Todo ha de tener un sentido de orientación. Un punto que señale la trayectoria a seguir con su respectivo equilibrio.

Otro aspecto que resalta es el relativo a que las crisis no todas tienen salida, pero sí todas son objeto de manejo. El autor en este sentido diferencia las crisis en ocasionales, permanentes e impredecibles. Para los dos primeros escenarios presupone la siguiente premisa (de manejo): nunca hay tantas crisis como las que creemos ver. En tanto, para las crisis permanentes sugiere: evitar caer en el ojo del huracán es una habilidad que todo gobernante debe aprender a desarrollar; además, apunta: toda crisis permanente trae consigo una cuenta de cobro que la historia tiene para los gobernantes afectados.

Es importante señalar los obstáculos ligados a la ejecución presupuestaria y la camisa de fuerza que constituyó la emisión del Decreto Número 9-2015 por parte del Congreso de la República. Con dicho decreto se incorporaron una serie de reformas a la Ley de Contrataciones del Estado, en las que prácticamente, en palabras de otra persona, “por la transparencia se castigó la capacidad de ejecución” del erario nacional. No ha de evaluarse el desempeño y el comportamiento en los egresos públicos de igual manera a ningún gobierno anterior. Toda vez que ninguna administración predecesora tuvo los obstáculos presupuestarios y financieros, ahora convertidos en norma de acatamiento obligado. Atención, esa ligereza comparativa es propia de una irresponsabilidad que acrecienta los sinsabores de una crisis que, pareciera, algunos no desean abandonar por ningún motivo.


Walter del Cid
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COLUMNAS

La elección es sencilla: justicia o impunidad

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Los diputados del Congreso de la República enfrentan una disyuntiva histórica: fortalecer el sistema democrático y velar porque se imparta justicia, o perpetuar la impunidad y corrupción que han impedido el desarrollo del país y alcanzar mayores niveles de prosperidad.

El dilema, fácil de resolver, le llega a los parlamentarios con la propuesta de reforma al
Artículo 14 de la Ley Orgánica del Ministerio Público (MP), que promueve el presidente
Bernardo Arévalo. En esencia, hay que decirlo claramente, la referida modificación permitirá retomar las causas que legalicen el retiro de Consuelo Porras, quien se ha atrincherado en el cargo con un objetivo muy claro: asegurar la inmunidad propia y la de quienes integran el llamado pacto de corruptos.

Pero más allá de cumplir con la demanda social de concluir con “el oscuro ciclo” de Porras, el anteproyecto restituye la independencia del MP y lo obliga a rendir cuentas sobre sus actos, una responsabilidad que tienen todas las entidades estatales, la cual es común en las naciones democráticas del mundo.

Conviene aclarar que la Fiscal General y sus aliados en el Ministerio no se enfrentan a revanchismos políticos o venganzas personales, como sugieren las teorías conspirativas que provienen de algunos individuos y sectores. Estos funcionarios, muchos de ellos vetados en 43 países por su presunta complicidad en el saqueo del erario, confrontan a una ciudadanía que está consciente de que mientras la Fiscal General continúe en el puesto, la transparencia y la probidad en el aparato público continuarán siendo utopías.

Insistimos. En breve, esta legislatura, que ha enviado mensajes esperanzadores y optimistas, deberá elegir entre construir una Guatemala en donde ministros, diputados, magistrados y fiscales sean los buenos que rechazan a los malos y no al revés, donde los patos no solo le disparan a las escopetas, sino que se roban el armamento para perpetrar nuevos asaltos.

Editor DCA
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COLUMNAS

Conciencia en la presencia

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Luis Estuardo Villegas González

luis.villegas
@conjuve.gob.gt
 

Guatemala es un país que no se exenta de diferentes problemáticas que afectan la vida de los ciudadanos. La discriminación, el racismo, el acoso, la violencia, la imprudencia y la intolerancia son algunos de tantos factores que aquejan el día a día de muchos. Sin embargo, en un mundo donde los problemas sociales de este tipo son abundantes y complejos de vivir, siempre existe una manera de sobresalir ante la adversidad.

La conciencia social es un concepto abstracto, que parte desde la subjetividad de la misma mente del ser humano, y que se materializa en las acciones que concretizan la interacción en sociedad. El uso de la conciencia apegado a un sentido social permite calibrar la brújula moral que conduce hacia el desarrollo de las decisiones colectivas.

Construir el tejido individual de la conciencia social es un proceso que no será dogmático de construcción del conocimiento, sino un estado activo y dinámico de aprendizaje, principalmente porque llevarlo a cabo implica ser empáticos, tolerantes y asertivos con las personas que convivimos; comprender que en nuestro entorno existen diferentes tipos de personas, con creencias, costumbres, tradiciones y formas de vida que puedan ser diferentes a las que normalmente se conoce, pero que no imposibilitan el compartir como partes de una misma sociedad.

La empatía es uno de los valores fundamentales que cimentan la conciencia social. En la actualidad, la juventud es uno de los grupos sociales con mayor disposición a brindar esa empatía, tal cual necesaria para atender y entender las necesidades y los problemas de quienes se encuentran en una posición menos privilegiada. 

De manera individual se pueden alcanzar grandes cambios que impacten en la vida de las personas con las que socializamos. Desde la puesta en práctica de normas de cortesía, valores como la tolerancia y el respeto, hasta el cuidado de los medios y recursos que utilizamos de la madre naturaleza.

Las juventudes han forjado a través de su actividad y dinamismo diferentes espacios para no solo llevar a cabo el desarrollo de la conciencia social de las personas, sino también para acercarse desde la colectividad a los grupos sociales que necesitan de ese acompañamiento. 

Colaborador DCA
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COLUMNAS

La sociedad de la impaciencia (II)

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Gerardo Castillo Ceballos 

Facultad de educación y Psicología de la Universidad de Navarra

Para el impaciente el tiempo avanza muy lentamente, lo que le lleva a sentirse ansioso. En cambio, para el paciente los momentos de espera son más llevaderos y le ayudan a disfrutar de la vida en el presente. La paciencia nos permite reflexionar sobre nuestras acciones, pensamientos y emociones; ello posibilita tomarnos el tiempo necesario para pensar en las consecuencias de nuestras acciones y elegir respuestas más adecuadas. Mientras que la persona impaciente toma soluciones rápidas y convencionales, la paciente puede explorar ideas nuevas y llegar a soluciones más creativas.

Necesitamos tener paciencia con todas las personas que nos relacionamos, pero, sobre todo, con uno mismo. Es un factor muy importante de las relaciones interpersonales: entre padres, entre padres e hijos, entre jóvenes y mayores, entre maestros y alumnos… Las personas pacientes están dispuestas a seguir trabajando incluso si los resultados no son inmediatos. La paciencia está presente en la mayoría de los éxitos de los inventores e investigadores, ya que les permitió alcanzar el triunfo a base de repetir una y otra vez los ensayos, corrigiendo y volviendo a empezar tantas veces como fue preciso hasta conseguir el objetivo. Los deportistas también basan sus éxitos en la paciencia, insistencia y dureza de sus entrenamientos. 

La paciencia no es pasividad ante el sufrimiento o un simple aguantarse; es tener la fortaleza para aceptar con serenidad el dolor y las pruebas que la vida pone en nuestro camino. Las personas pacientes, al reflexionar antes de actuar, ven con más claridad el origen de los problemas y la mejor manera de solucionarlos. 

George de Savile dijo que un hombre que es un maestro en la paciencia es un maestro en todo lo demás, y esto es especialmente cierto si nos paramos a pensar en las características de los genios. No es tanto el talento como el tiempo, el trabajo bien hecho y la perseverancia, lo que conduce a un descubrimiento científico o a una obra de arte. 

“No fueron mil intentos fallidos, fue un invento de mil pasos”. Estas fueron las palabras de Edison cuando dio a conocer al mundo el proceso por el cual había conseguido crear la bombilla incandescente de
alta resistencia.

Colaborador DCA
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