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OPINIÓN

Hegel

La filosofía es la sinfonía del pensamiento.

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La filosofía es la sinfonía del pensamiento.

Luego de varios años de buscar, por fin encontré en ese recurso maravilloso  que es internet el libro sobre Hegel de Walter Kaufmann. Lo había leído en  México en 1981, un año después de mi salida de Guatemala. Nunca olvidé el gran impacto que tuvo este libro esos días, en que me era urgente encontrar un sentido a los acontecimientos personales y políticos del momento. Lo he vuelto a leer y me ha sorprendido descubrir que he sido hegeliano, no solo en mi vida académica e intelectual, sino que lo he sido en la vida, en la forma en que he interpretado los sucesos y la evolución de mi vida, hasta podría decir, en mi vida práctica.

Y es que Hegel lo abarca todo, no hubo esfera de la vida y del mundo que no pensara en el gran sistema que construyó a lo largo de sus 61 años de vida. Kaufmann escribió esta biografía del gran pensador alemán, enfocándose en la obra y en aquellos aspectos relevantes de su vida y entorno, que ayudan a entender aspectos centrales de su pensamiento. Desde el repaso de los escritos de juventud sobre el cristianismo, hasta la Filosofía del Derecho, pasando por la odisea de la conciencia de la Fenomenología del Espíritu y por la arquitectura metafísica  majestuosa de la Lógica, esta introducción brinda la posibilidad de atisbar en la enorme filosofía de un Hegel que alcanzó, la cima del pensamiento de dos mil años de historia.

Esta lectura me hizo recordar a otros excelentes comentaristas de Hegel. Me refiero a Jacques D´Dont, Herbert Marcuse,  Alexander Kojeve, Jean Hyppolite y Theodoro Adorno, entre otros. En medio de la academia y la política, casi sin darme cuenta, he dedicado mi vida intelectual a estudiar a este gran pensador que dijo, entre sus muchas frases célebres: “la filosofía es la sinfonía del pensamiento”, que “lo verdadero es el delirio báquico en el que ningún miembro escapa a la embriaguez”, y “cómo cada miembro, al disociarse, se disuelve de inmediato”, por ello mismo, este delirio es, al mismo tiempo, la quietud traslúcida y simple.

Me hizo recordar esta lectura las tardes de un noviembre de 1979, cuando con mi entrañable amigo Francisco Mendizábal a marchas forzadas tratábamos de abrirnos paso en el denso prólogo a la Fenomenología, acompañados por dos patojos, los hermanos Salazar. Francisco murió en un inopinado lugar hace unos años. Fue sin duda uno de mis primeros mentores, junto a otro entrañable amigo que murió prematuramente, Lionel Roldán, otro gran hegeliano. Ambos sabían que morir no es más que otra forma de vivir y que vivir no es más que otra forma de morir. Salud por ellos y por el maestro alemán.


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COLUMNAS

Prohibición de celulares en los colegios

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Luis Enrique Santana
Investigador Escuela de Comunicaciones y Periodismo

“¡Tengo 23 años en Instagram!”, nos cuenta entre risas una estudiante de 12 años. “¿Pero cómo si no tienes teléfono?”, le preguntan. “Es que tengo mi cuenta en el teléfono de mi prima con un correo que mis papás no conocen”. Otra estudiante de similar edad: “Antes me hacían bullying en Instagram, eran unas niñas de otro colegio”. Un tercer estudiante dice: “Si no entiendo algo en matemáticas, no me importa, porque en la tarde puedo buscarlo en YouTube y así lo puedo entender a mi ritmo”.


No pongamos energías legislativas en medidas cortoplacistas.

Estas experiencias que emergen de la investigación son cruciales de considerar en la discusión legislativa que busca prohibir los celulares en los colegios. A diferencia del espacio presencial, en el digital prohibir no implica cuidar ni proteger, porque la posibilidad de acceder a contenidos y relaciones digitales traspasa los muros de la escuela y el dispositivo de turno.

Hoy día son los celulares, mañana serán los relojes inteligentes y pasado un dispositivo más invisible y difícil de controlar. No pongamos energías legislativas en medidas cortoplacistas y superficiales, abordemos los problemas de fondo, como exigir a los servicios de plataformas digitales la protección de derechos de la infancia y el desarrollo de diseños apropiados a cada edad.

Si bien hay diversos testimonios de docentes y directivos que indican que la presencia del celular en el colegio es conflictiva, si no logramos llegar a acuerdos y definir reglas del juego para un uso positivo y responsable al interior de la comunidad educativa, ¿dónde lo hacemos entonces? Las familias deben involucrarse no solo controlando el tiempo en línea, sino guiando críticamente la experiencia digital y resguardando los espacios de desarrollo que afectan positivamente la salud, el aprendizaje y el bienestar general, como la actividad física o los espacios para compartir con familia y amigos.

Los equipos directivos deben actualizar sus protocolos para regular los usos positivos y negativos de acuerdo con su proyecto educativo. Para ello es necesario desarrollar las capacidades docentes y facilitar los espacios para dialogar y definir un plan formativo al interior de las comunidades educativas. No podemos renunciar a educar.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Flanders contra el manga (II)

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Paco Sánchez Periodista y profesor titular de la Universidade da Coruña
@pacosanchez

Pasa lo mismo con referencias históricas o con noticias del día. Pregunto si sabían aquello. Responden
que no y se extrañan. Miran en Google y se escandalizan: hay tantísimos miles de puestos de trabajo sin cubrir en España… Dicen que no puede ser.

Uno que provenía de la América española y escribe mejor en inglés que en castellano me contó que en su país las iglesias católicas tienen cárceles y calabozos en los sótanos. Me reí, pero él siguió tan serio. No lo decía de broma.

Tampoco pretendía elaborar una imagen o un juego de palabras. Me asusté un poco. Le pregunté si había visitado alguna.

El punto de partida básico de cualquier comunicación: qué sabe el otro y qué ignora.

Dijo que no, pero que le constaba que existían. Le dije que quizá en algún fuerte español el calabozo coincidía debajo de la capilla…El chaval ni estaba ideologizado ni cabía considerarlo obtuso. Era un desheredado, como diría François-Xavier Bellamy, alguien a quien no entregaron la herencia cultural que le pertenecía y, al robársela, le privaron de un capital enorme. La culpa no es suya.

Digo todo esto porque cada vez me cuesta más saber lo que saben, que es el punto de partida básico de cualquier comunicación: qué sabe el otro y qué ignora. Lo primero resulta imprescindible para no aburrir y lo segundo para hacerse entender. Un día arriesgué con un chaval que no habla y rara vez sonríe: “Pareces salido de un manga”. Es flacucho y llevaba el flequillo sobre los ojos.

Le gustó y contestó rápido, como si ya lo hubiera pensado antes: “Y tú hoy vas vestido como Flanders. Él también es muy católico”. Fui a ver: no sabía que era un personaje de Los Simpson. Y efectivamente, aquel día yo llevaba un pantalón beis y un jersey verde. Eso sí, Ned Flanders es muy evangélico, pero nada católico.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Buenas prácticas para mejorar la gestión pública (II)

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En esta línea, en la era tecnológica presente, la complejidad del mundo actual ha llevado a expertos en las ramas más diversas a definir teorías, técnicas, métodos o conceptos que puedan llevar al éxito a la gestión pública. La idea preconcebida de que las políticas públicas corresponden a acciones decididas, llevadas a cabo y autorizadas por el Estado, representado por el Gobierno, de cara a proteger o promover un bien considerado como de interés público, ha dado paso a una sistemática evolutiva en que la administración pública se comporta como una empresa privada que busca satisfacer de la mejor manera las necesidades de sus clientes. 

Con ello, se busca que la gestión pública se aproxime a lo administrado, de forma que este se sienta parte de ella que permita aumentar la satisfacción percibida por la sociedad respecto de sus servicios públicos. 

Una sociedad sin una eficiente gestión pública es una sociedad desarticulada y sin capacidad de gestionar la voluntad de sus ciudadanos, sin instituciones públicas, un grupo humano no es una sociedad, es algo más parecido a una horda. Por lo que, parece más cierto es que es imprescindible y que lo que debe suceder es que paulatinamente mejore en la gestión que realiza y que es su razón de ser. 

Su valor estriba fundamentalmente en el conjunto de vivencias que tiene en el desarrollo de la sociedad y que son la materia prima para categorizarla como una de las modalidades de la acción gubernamental. En este sentido, el mundo de la administración pública son los hechos sociales, políticos y gubernamentales. Distante de ellos se convierte en una caja de pandora. Su organización y funcionamiento tienen justificación en las relaciones de sociabilidad que configuran a la comunidad civil y política.

Por tanto, el espacio y el tiempo que les corresponden determinan su modo de obrar en el cumplimiento de las tareas relacionadas con el orden, la seguridad, la promoción económica y el bienestar social. 

En el claro devenir del futuro, el desarrollo científico y tecnológico, la formación de la nueva economía, la vigencia de la sociedad del conocimiento y la democratización del poder son rubros que tienen elementos no convencionales, que están influyendo en el desempeño propio de la gestión
pública.

Colaborador DCA
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