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COLUMNAS

Se trata, necesariamente, de decisiones políticas

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Si alguna vez quiere suprimirse la pena de muerte, que sea como consecuencia de una decisión política de nuestra parte y no de un inconstitucional error del Congreso.

Podría pensarse que las decisiones de postular la nómina de seis y de nombrar al fiscal general de la República no se trate de decisiones políticas, pero esto no es cierto, puesto que son políticas las dos, por excelencia, posiblemente de una de las más importantes decisiones políticas que pueda tomar un presidente.

El Presidente de la República, representante de la unidad nacional, funcionario que es elegido por el pueblo, se cuidará muy bien de que el fiscal general sea absolutamente independiente, sujeto tan solo a la Constitución y demás leyes y que, siéndolo así y estando tan solo a estas sujeto, velando por el estricto cumplimiento de las leyes y persiguiendo a sus infractores, sea la más genuina expresión del mandato que depositó el pueblo en sus manos.

La Comisión Postuladora –tal nuestro sistema (no existe algo así en los Estados Unidos de América)– observará que los postulantes (tampoco existen allá “postulantes”) reúnan los requisitos exigidos por la Ley y otros que tiene en sus manos disponer, pero en todas sus actuaciones, a pesar de la invocación técnica, ha pesado y pesará inevitablemente lo político y así como legisladora –todo acto de legislación es político– convienen sus miembros ciertas normas, normas que aplican y con las cuales juzgan, pero sujetos a criterios de oportunidad y conveniencia que les son imposibles de evitar.

No se debe confundir que sean políticos los actos que llevan al nombramiento de un fiscal general con el hecho de que el fiscal general, una vez designado, quede sujeto y se rija, única y exclusivamente, por la Constitución y demás leyes; la Constitución, la más alta, superior a toda ley o tratado.

Se trata esto exactamente de lo mismo que ocurre en cuanto a formación y ejecución de la Ley.

La formación de las leyes se trata de un acto político por excelencia en el que caben todo tipo de consideraciones políticas, pero –una vez sancionadas– cual guillotina deben aplicarse a los casos concretos, sin que quepan en la solución del silogismo jurídico criterios de oportunidad y conveniencia, criterios estos –políticos– que tiene cabida en la formulación de las leyes, pero no en la aplicación de las mismas.

La Comisión de Postulación cada vez que se integra para cada proceso de postulación –tal lo legislado– debe empezar prácticamente de cero y, así, cada vez decide nuevas tablas de gradación, según las ocurrencias de sus miembros y, así, según decida, incompatibilidades, tiempos e –incluso– potestad de rompimiento de sus reglas.

Al cerrar mi intervención de diez minutos ante la Comisión me permití recordarle que el fiscal general de la República no informa a la Comisión, ni al Congreso de la República, ni a la Corte Suprema de Justicia, ni al Presidente de la República (la autoridad nominadora), sino –única y exclusivamente– al pueblo de Guatemala y que trataría, dentro del ámbito de mis posibilidades, que el pueblo pudiera conocer los distintos planteamientos y sus diferencias conceptuales.

El fiscal general, en materia constitucional, no es una actor pasivo y su mandato, el primero –el de velar por el estricto cumplimiento de las leyes–, le obliga a gestionar en materia constitucional, tal y como lo hace en los procesos penales.

La pena de muerte no es aplicable en Guatemala por la inconstitucional decisión legislativa de sustraer del recurso de gracia la autoridad que pudiera resolverlo, con lo cual, de hecho, quedó eliminado, existiendo norma en tratado internacional de derechos humanos, ratificado por Guatemala, que obliga que este exista.

Si alguna vez quiere suprimirse la pena de muerte, que sea como consecuencia de una decisión política de nuestra parte y no de un inconstitucional error del Congreso y de la inacción del Ministerio Público para corregir el yerro.

¿Además de los 30 años de violación del artículo 70 de la Constitución, que ordena la promulgación de una ley que desarrolle los preceptos constitucionales sobre comunidades indígenas, habremos de sumar otros cuatro sin persecución alguna? ¿Otros tantos más a la violación de la obligación de presupuestar y de pagar la cuota de Estado al IGSS? ¿Otros cuatro, sin persecución de monopolios? ¿Incumplimiento de los plazos, sin persecución alguna? ¿Sin persecución las resoluciones contrarias a las leyes y las pruebas? ¿Ignoradas las leyes de amnistía? ¿La extinción de dominio –el pisto– utilizada con tibieza y ausente el comiso? ¿La Central de Contenedores de Puerto Quetzal, tan campante? ¿Sin velación alguna el estricto cumplimiento de las leyes penitenciarias y la persecución de sus infractores: las cárceles, las escuelas y catedrales del delito? ¿Inconstitucional uso de la prisión preventiva para aparentar una eficiencia que no existe? ¿Abuso del secreto y de la prueba anticipada? ¿Otra vez la prueba reina el testigo, ineficientes las otras?

El Ministerio Público, a pesar de su poder, no es más que un auxiliar de la administración pública y de los tribunales de justicia, litigante sui géneris que debe impedir que se violen las leyes procesales determinantes estas violaciones de los juicios nulos.

Tanto regocijo debe darse –criterio de objetividad– por la condena de un culpable como por la absolución de un inocente. ¿Erradicar la corrupción, sin combatir el narcotráfico? ¿Tibio combate a la trata y el tráfico de personas? ¿Narcotráfico y la trata y tráfico de personas? ¿Desatención de los delitos que preocupa a los ciudadanos de a pie, extorsiones, asaltos, sicariato?

La forma en que la nómina sea integrada será una decisión política y los miembros de la Comisión serán, ante el pueblo, los únicos responsables de sus decisiones, tanto de las ya tomadas como de la última que tomen –decisiones políticas determinantes de quién será el próximo fiscal general de la República–.

Tal y como lo ofrecí, seguiré fiscalizando el proceso, que lo que importa es que tengamos el mejor fiscal general posible, fiscal que continúe los aciertos y corrija los errores, incluidos aquellos del ente internacional coadyuvante, débil este, sin un fiscal y Ministerio Público fuertes.

Acisclo Valladares Molina
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COLUMNAS

La elección es sencilla: justicia o impunidad

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Los diputados del Congreso de la República enfrentan una disyuntiva histórica: fortalecer el sistema democrático y velar porque se imparta justicia, o perpetuar la impunidad y corrupción que han impedido el desarrollo del país y alcanzar mayores niveles de prosperidad.

El dilema, fácil de resolver, le llega a los parlamentarios con la propuesta de reforma al
Artículo 14 de la Ley Orgánica del Ministerio Público (MP), que promueve el presidente
Bernardo Arévalo. En esencia, hay que decirlo claramente, la referida modificación permitirá retomar las causas que legalicen el retiro de Consuelo Porras, quien se ha atrincherado en el cargo con un objetivo muy claro: asegurar la inmunidad propia y la de quienes integran el llamado pacto de corruptos.

Pero más allá de cumplir con la demanda social de concluir con “el oscuro ciclo” de Porras, el anteproyecto restituye la independencia del MP y lo obliga a rendir cuentas sobre sus actos, una responsabilidad que tienen todas las entidades estatales, la cual es común en las naciones democráticas del mundo.

Conviene aclarar que la Fiscal General y sus aliados en el Ministerio no se enfrentan a revanchismos políticos o venganzas personales, como sugieren las teorías conspirativas que provienen de algunos individuos y sectores. Estos funcionarios, muchos de ellos vetados en 43 países por su presunta complicidad en el saqueo del erario, confrontan a una ciudadanía que está consciente de que mientras la Fiscal General continúe en el puesto, la transparencia y la probidad en el aparato público continuarán siendo utopías.

Insistimos. En breve, esta legislatura, que ha enviado mensajes esperanzadores y optimistas, deberá elegir entre construir una Guatemala en donde ministros, diputados, magistrados y fiscales sean los buenos que rechazan a los malos y no al revés, donde los patos no solo le disparan a las escopetas, sino que se roban el armamento para perpetrar nuevos asaltos.

Editor DCA
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COLUMNAS

La sociedad de la impaciencia (II)

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Gerardo Castillo Ceballos 

Facultad de educación y Psicología de la Universidad de Navarra

Para el impaciente el tiempo avanza muy lentamente, lo que le lleva a sentirse ansioso. En cambio, para el paciente los momentos de espera son más llevaderos y le ayudan a disfrutar de la vida en el presente. La paciencia nos permite reflexionar sobre nuestras acciones, pensamientos y emociones; ello posibilita tomarnos el tiempo necesario para pensar en las consecuencias de nuestras acciones y elegir respuestas más adecuadas. Mientras que la persona impaciente toma soluciones rápidas y convencionales, la paciente puede explorar ideas nuevas y llegar a soluciones más creativas.

Necesitamos tener paciencia con todas las personas que nos relacionamos, pero, sobre todo, con uno mismo. Es un factor muy importante de las relaciones interpersonales: entre padres, entre padres e hijos, entre jóvenes y mayores, entre maestros y alumnos… Las personas pacientes están dispuestas a seguir trabajando incluso si los resultados no son inmediatos. La paciencia está presente en la mayoría de los éxitos de los inventores e investigadores, ya que les permitió alcanzar el triunfo a base de repetir una y otra vez los ensayos, corrigiendo y volviendo a empezar tantas veces como fue preciso hasta conseguir el objetivo. Los deportistas también basan sus éxitos en la paciencia, insistencia y dureza de sus entrenamientos. 

La paciencia no es pasividad ante el sufrimiento o un simple aguantarse; es tener la fortaleza para aceptar con serenidad el dolor y las pruebas que la vida pone en nuestro camino. Las personas pacientes, al reflexionar antes de actuar, ven con más claridad el origen de los problemas y la mejor manera de solucionarlos. 

George de Savile dijo que un hombre que es un maestro en la paciencia es un maestro en todo lo demás, y esto es especialmente cierto si nos paramos a pensar en las características de los genios. No es tanto el talento como el tiempo, el trabajo bien hecho y la perseverancia, lo que conduce a un descubrimiento científico o a una obra de arte. 

“No fueron mil intentos fallidos, fue un invento de mil pasos”. Estas fueron las palabras de Edison cuando dio a conocer al mundo el proceso por el cual había conseguido crear la bombilla incandescente de
alta resistencia.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

El día más aburrido de la historia

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Gonzalo Andrés Serrano

Facultad de Artes Liberales

Hace algunos años, a un grupo de científicos que tiene la suerte de recibir sueldo por cualquier cosa, se le ocurrió investigar, a través de un algoritmo, cuál era el día más aburrido del siglo XX. Después de hacer andar la máquina, llegaron a la conclusión de que fue el 11 de abril de 1954. De acuerdo con este trabajo, ese 11 de abril, ocurrido hace 70 años, solo tuvo tres acontecimientos importantes, aunque lejos de ser memorables: las elecciones generales en Bélgica, el nacimiento de un profesor de ingeniería turco y el fallecimiento del futbolista inglés Jack Shufflebotham.

Me dio tiempo de investigar un poco esta noticia y tratar de refutar una hipótesis que resulta poco histórica, además de que pasa por alto las particularidades y relevancia que pueden tener acontecimientos que nos parecen insignificantes, pero que logran tener consecuencias insospechadas, tal como indica aquella teoría del efecto mariposa. Bajo esta premisa, me aboqué a revisar aquellos hechos que sucedieron en Chile el domingo 11 de abril de 1954, con el fin de refutar la frivolidad del algoritmo. Parto señalando que ese día se celebró “Domingo de Ramos”, hecho que rememora la entrada triunfal de Jesucristo a Jerusalén. Una fiesta para el mundo cristiano, aunque no muy distinto a lo que debió haber ocurrido en 1953 o en 1955. La crónica roja destacó un macabro hallazgo en las bodegas del bar “Tropezón de Santiago”, donde se había encontrado el cadáver de un obrero tendido en un charco de sangre. No hubo dudas de que no fue un “tropezón”, sino, por el contrario, un cruel asesinato. Para el occiso, Jorge Pérez Caro de 29 años, el 11 de abril fue un día importante, de hecho el último de su corta vida, asimismo para su familia, si es que tenía, ya que en el parte figuraba como soltero y sin domicilio conocido. Ese 11 de abril marcó el fin de la vida y destacada trayectoria del médico Jorge Castro Olivera, dos veces ministro de salud, decano de la Facultad de Medicina y vicerector y rector de la Universidad de Chile, aunque pocas veces recordado. Ese domingo, también en el área de la salud, el eminente médico francés Henri Gastaut, experto en epilepsia, visitó el puerto de Valparaíso y el hospital Deformes. Después del acogedor recibimiento que tuvo en el tradicional hospital porteño junto a su señora, fue festejado con un almuerzo en el Hotel Miramar. En el ámbito deportivo, en esa jornada dominical solo hubo partidos amistosos (punto a favor de los investigadores). Ganaron Audax e Iberia y, como si fuese una jugarreta del destino, hubo empate en los otros cuatro partidos. Santiago Wanderers igualó a dos goles contra Unión Española en Playa Ancha y su clásico rival hizo lo mismo en el estadio El Tranque contra Santiago Morning. Continuando en la búsqueda de datos que puedan resultar interesantes, revisé que la Agrupación Provincial de Santiago del Partido Democrático eligió a su nueva directiva, siendo Santiago Guzmán su nuevo presidente. La crónica del día siguiente, además, informó que también el 11, se ejecutó el mismo procedimiento en el Club Rotary de Cartagena. A las flamantes directivas elegidas en esa ocasión, se sumó el Círculo de Ferroviarios Jubilados que ratificó en la presidencia a Tomás Rebolledo. En fin, no quiero abusar de su paciencia. Me parece que ha sido un esfuerzo tan forzado como frustrante. Suficiente para dar mi brazo a torcer y coincidir con los científicos y su algoritmo de que el 11 de abril de 1954 solo merece ser recordado por ser el más aburrido en la historia del siglo XX. Concluyo con la esperanza de que esta columna no participe en un concurso similar.

Colaborador DCA
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