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COLUMNAS

Un cadete entre siglos

¡Feliz 1o. de septiembre!, a todos los cadetes de ayer, de hoy y de siempre.

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Dr. Jorge Antonio Ortega G.

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El paso del tiempo no ha podido borrar los recuerdos, eventos, anécdotas e historias hechas con aquellos momentos vividos de cadete entre siglos. La transcripción de esos sucesos no es producto de la ficción o la lectura, ¡es la esencia del vivir! en el seno del crisol de voluntades con sus sinsabores, amores, ilusiones, esperanzas, victorias, proyectos, desamores, alegrías, tragedias, aciertos, errores, éxitos y decisiones que cambiaron el rumbo de la existencia, y quedaron grabados en el corazón como cicatrices, evidencia tangible de lo vivido.

La bitácora se inició en el segundo día del primer mes de 1976, cuando una generación de guatemaltecos pasamos el umbral de la fortaleza medieval que albergaba a la Escuela Politécnica en la Avenida de la Reforma de aquel helado y lejano viernes a las dos de la tarde, y donde por azares del destino unimos nuestras vidas.

La primera impresión ¡fue áspera como una lija! ¿Y qué esperaban los imberbes? ¿Que la academia militar era para consentir la autoestima? Si en busca de cariño andaba… tremenda equivocación. De golpe, la vista se topa con paredes grises impecables, ambiente exageradamente limpio, como un anfiteatro, y si eso fuera poco… un silencio sepulcral que atemorizaría a cualquier mortal.

Luego de la fotografía de grupo alrededor de la diosa Minerva y de la bienvenida del señor director, dieron unos minutos para la despedida de la familia; de hecho, fueron como segundos… no hubo tiempo de llorar, menos de suspirar. El primer contacto con la nueva realidad y no podría de ser de otra forma: un mortal uniformado, impecable de pies a cabeza, que en forma amable, cortés y muy serio nos dio la bienvenida.

A partir de este momento, soy el responsable de su formación militar y voy a hacer mi mejor esfuerzo para hacer de cada uno de ustedes un soldado profesional. ¡No voy a descansar ni un solo segundo hasta lograrlo!

Nunca me imaginé que aquel cabo de escuadra se tomara tan a pecho esa aseveración y nos llevara por los dolorosos entuertos de la metamorfosis militar.

El movimiento, la velocidad y la escasez de tiempo fueron el común denominador de los primeros días, tanto así que no se perdía el tiempo pajareando, mucho menos frente al espejo peine en mano. Las espinillas, barros y derivados desaparecieron de la piel en un dos por tres, gracias a los metódicos, prácticos y sencillos pírricos, abdominales, dominadas, tiburones, a tierras y una que otra carrera estacionaria con sus modificaciones, variantes y alternativas, de día o de noche, con equipo de campaña o sin él. Todo lo anterior aderezado con la iniciativa y creatividad del cabo de escuadra y/o algún antiguo.

El cuerpo se acostumbra, el alma se expande, los sentidos se agudizan y la mente se mantiene alerta adquiriendo profundidad y diversidad de pensamiento, un horizonte amplio y claro del provenir. Existe un ser que cohabita en ese ambiente: “la antigüedad”. ¡Odiosa, pero respetada! Omnipresente, severa, rectora, mentora, educativa, culta, sorpresiva, creativa, meticulosa… tanto que en algunas oportunidades raya en la exageración, pero sin duda es la más fiel y segura compañera en los días de recluta.

Los escépticos podrían asegurar que la existencia en la Politécnica es aburrida, triste y difícil, pero es todo lo contrario. Es sumamente entretenida, con un sinfín de actividades, todas ellas encaminadas a fortalecer el alma, cuerpo y mente de los cadetes. Las circunstancias dieron un giro inesperado con el terremoto del 4 de febrero de ese año. Aquella madrugada, con un despertar apresurado, nos dio la oportunidad de servir a la nación guatemalteca, hombro con hombro levantamos en un solo esfuerzo a nuestra querida Guatemala, que estaba “herida, pero no de muerte”. ¡Fue una experiencia inolvidable!

Luego llegaron los distintivos, uno a uno, el bonete y las charreteras. Un cadete por siempre, sin fecha de caducidad.

¡Feliz 1º. de septiembre!, a todos los cadetes de ayer, de hoy y de siempre.

Dr. Jorge Antonio Ortega G.
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COLUMNAS

Las políticas públicas en la esfera municipal (II)

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Lic. Francisco Leal
Asesor de Gerencia
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En este sentido, aun cuando no puede hablarse de un proceso concluido, en el ámbito normativo se dan importantes pasos: el gobierno por políticas públicas se instituye como una novedosa forma de dirección de la sociedad; la participación de los ciudadanos en estas políticas se configura como un derecho, inclusive, en sede constitucional.

La implementación de las políticas públicas en las municipalidades supone una herramienta que induce al fortalecimiento de la democracia en los municipios en la medida en que permite la inclusión de sectores que normalmente no tienen incidencia en la toma de decisiones; además, añade a la esfera del gobierno municipal la posibilidad a estos sectores para formular, desde su realidad, pretensiones para conjurar las diversas problemáticas a las que se puedan enfrentar y que la municipalidad, o mejor dicho, los funcionarios municipales, no logran detectar en el territorio.

Esta visión sobre el estudio de la política pública a nivel municipal nos conduce a pensar sobre los efectos de la democracia participativa y representativa en todas las esferas territoriales.

La implementación de las políticas públicas en las municipalidades supone una herramienta
que induce al fortalecimiento de la democracia.

En la mayor parte de los municipios de Guatemala, aún no se ha identificado las políticas públicas como un elemento propiamente abierto dentro de la gestión administrativa, pero además, luego de hacer una revisión de sus usos, eficacia y la concepción conceptual y teórica que se ha construido en otro países, y la forma en que se han ido implementando, cabe señalar que esta concepción conceptual no se ha extendido, por lo menos no de manera adecuada, a otras iniciativas de carácter cívico y a otras materias propias de la administración municipal donde la solución a las problemáticas se ha efectuado mediante mandatos de directos.

Las políticas públicas a nivel municipal pueden ser un elemento que permita la solución de ciertos conflictos y problemáticas comunes en los municipios, además de ser instrumentos que mejoren la transparencia de la gestión pública municipal.

Es por estas razones que se debe considerar ampliar sus alcances en los municipios para mejorar la gestión municipal. Además, se debe identificar en qué contextos de los municipios, las políticas públicas pueden ser o no un elemento pertinente y eficiente.

Francisco Leal
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ARTES

LIBROS DE OTRAS PERSONAS

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Guillermo Monsanto 

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El pasado verano tuve la oportunidad de estar en Madrid durante los meses de junio y julio.  Aquella es una ciudad donde se pueden adquirir libros a precios razonables y, en las tiendas de segunda mano, casi regalados. A veces, aunque no siempre, pasa lo mismo en las ferias del libro de Guatemala.  

La cosa es que en una de las plazas del barrio Malasaña, sobre una banca de piedra, me encontré unos cincuenta libros para llevar. Con tristeza, por el peso, tuve que entresacar algunos ejemplares de los cuales he leído dos y medio porque postergué su lectura ya que en aquel momento estaba embebido con Dolores Redondo y tenía en espera otros de Stephen King.

El primero al que le entré y, curiosamente, el primero que tomé de la pila de libros, fue La isla de las tormentas (1978) de Ken Follett. Reconozco que me dejé llevar por el apellido del escritor y el buen sabor de boca que me han dejado otras de sus novelas, entre ellas, Los pilares de la tierra.

La sustancia a partir de la ficción histórica.  

Desde que empecé el libro empezaron a fluir claramente las imágenes y percibí que la trama me recordaba a algo. Por lo visto vi la película, aunque no recuerdo cuándo, pero sin duda mi memoria me llevó visualmente a los parajes descritos en el texto. Lo mismo me ha pasado cada vez que leo Lo que el viento se llevó.  

La Segunda Guerra Mundial, un despiadado espía y un final inesperado. No le di tanta importancia al hecho histórico hasta que leí el segundo y caí en cuenta de que ambos eran complementarios en cierto modo. Allí comencé a apreciar el gusto de mi anónimo benefactor.

Aunque El cofre de Constantina (1986), de Robert Ludlum, no corría al mismo ritmo que La isla de las tormentas, probablemente por culpa del traductor, los contenidos poseen el valor de mutar para que el lector no logre dar algo por sentado. De nuevo los espías, los estrategas y las circunstancias se confabulan para conseguir una atmósfera particular.

Estoy ya en el tercero.  Este sin duda lo terminaré mucho antes que los otros dos, ya que está fundamentado desde la perspectiva investigativa de Marcelo Simonetta. El enigma de Montefeltro (2019) se desarrolla durante el bajo renacimiento italiano y arranca con un hecho histórico: el asesinato de Galeano María Sforza, duque de Milán, nacido en 1444 y muerto en 1476.  

De nuevo, la intriga política es el eje que nos conduce a diversos personajes registrados por la historia. Entre ellos, Lorenzo el Magnífico, Ferrante de Aragón, Giuliano de Medici, Sandro Botticelli o Elisabetta Visconti, solo para mencionar algunos de los nombres involucrados en la intrigante ficción. Me faltan cuatro libros más, a ver qué tal. 

No deja de ser peculiar cuando un lector se enfoca en determinado tipo de novelas. En este caso, la sustancia de sus intereses redundó en una serie de trabajos que navegan por los vericuetos de la historia y sus protagonistas.

Guillermo Monsanto
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COLUMNAS

Peregrinación del Naufragio de Pedro Gobeo (III)

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Teo Peñarroja 

Revista Nuestro Tiempo

Con el tiempo, Gobeo ingresó en la Compañía de Jesús y publicó el Naufragio y peregrinación de Pedro Gobeo de Vitoria, natural de Sevilla, escrito por él mismo. De las 203 páginas que abulta el volumen contemporáneo, Gobeo dedica diecisiete a aquella hagiografía.

La forma en que las historias se cuentan y se recuerdan o se olvidan es en ocasiones misteriosa. El libro que narra las peripecias de Pedro Gobeo es una rareza inaudita. Solo se le pueden comparar los Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca. El Naufragio y peregrinación es un texto escrito en primera persona, una de las primeras crónicas de viajes modernas de las que tenemos constancia. Sería razonable encontrarlo en los cánones de la literatura de viajes y en los de las letras españolas del siglo XVII, pero no sucede así.

El último ejemplar. La verdad del asunto es que el libro de Gobeo sufrió también una suerte de naufragio similar al de su autor. El texto se editó en España en 1610 por mediación de la madre del autor, Isabel de Mena, ya que en aquel momento su hijo vivía todavía en Perú.

El texto se editó en España en 1610 por mediación de la madre del autor, Isabel de Mena.

La obra se distribuyó ampliamente en América. Miguel Zugasti, catedrático de Literatura de la Universidad de Navarra y responsable de la edición contemporánea del texto, señala en el estudio preliminar que hay noticia de un mercader peruano que, en 1620, vendió un lote de ciento cuarenta volúmenes con destino Concepción, Chile, entre los que se incluía este relato.

El bibliófilo Lorenzo Ramírez de Prado tuvo un ejemplar en su biblioteca personal hacia 1660. Un tal Nicolás Antonio, sevillano, que murió en 1684, juraba en su Biblioteca Hispana Nova haber conocido a Pedro Gobeo en persona y tener noticia de una traducción al latín de su obra.

En 1622 se publicó en alemán una versión reducida de la traducción latina con un título irreproducible. En 1647, un jesuita alemán, Johan Bissel, publicó Los argonautas americanos, una versión ampliada del texto germano, pero traducida de nuevo al latín. Fue un libro, en definitiva, que se leyó y editó ampliamente en Europa y América en el siglo XVII. Pero desapareció. 

                      Continuará… 

Colaborador DCA
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Gobierno de Guatemala

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