No hay nada más terrible para un portero que ir a recoger el balón al fondo de su arco mientras su verdugo estalla en alegría y euforia. Y es que entre los contrastes del futbol, el delirio y el éxtasis de los delanteros son la desdicha y frustración de un arquero.

Asimismo, el cancerbero es juzgado por sus pifias, caso contrario al delantero, a menos de que el tanto hubiera sido decisivo. Esta realidad recuerda la reciente experiencia del castigado Fredy Pérez, meta  de Comunicaciones.

Este prometedor elemento pasó de ser un sujeto a un objeto: de la categoría mayor a la inferior, como consecuencia de los errores que le costaron la derrota a los albos en el clásico 291, frente a Municipal.

Al respecto, puede indicarse que la instancia o circunstancia hacen más dolorosa una anotación. Quebrantan la valentía de los que aceptaron poner la cara ante las equivocaciones de los compañeros.

Cual bofetada

“Recibir un tanto es una bofetada. Me molesto conmigo mismo, me frustro, no me gusta que me anoten, paso toda la semana analizando cómo fue para no volver a equivocarme”, comenta José Mendoza, arquero hondureño de Xelajú.

El catracho apunta que la mayor humillación es que un jugador lo drible, lo deje tirado y luego perfore su arco. “Me gustan los duelos personales, y ganarlos, pero cuando miro el balón adentro me siento desconsolado. Es un sufrimiento tremendo”, subraya.

Para David Guerra, de la Usac, ser vencido es una alerta, y aunque repercute en lo anímico, trata de alentar a sus compañeros a ir en busca del desquite, pues no es algo que no tenga solución. “Es una sensación de adversidad lo que uno siente. Es difícil de explicar.  De plano, es más triste cuando uno tiene responsabilidad”, manifiesta el Gato.

“En esos momentos, lo único que pienso es que mis compañeros puedan revertir la situación. El futbol es de aciertos y errores; si uno es culpable, lo principal es tener la madurez para aceptarlo”, expone Paulo César Motta, guardián de los escarlatas y de la Selección Nacional, quien compara la responsabilidad de estar bajo los tres palos con la de una familia.

A criterio del Mundialista Sub-20 José Carlos García, es un “golpe bajo que duele mucho”, pero también se disfruta cuando descuelga un balón o ahoga un grito. “Goles son goles, y todos duelen; que te desvíen un balón y termine en el fondo es más doloroso porque no es mérito del rival”, comenta el espigado guardián de la valla cobanera. 

Lo mismo, pero no igual

En el futsal el juego es más intenso; cada 20 segundos se generan ocasiones para anotar y, por ende, los marcadores casi nunca terminan en cero, por lo que al seleccionado nacional Carlos Mérida recibir una diana “no le afecta si se va ganando; por el contrario, eleva su concentración”, pero si es en el epílogo del cotejo se pone “nervioso”.

“Puedo detener 100 disparos, pero si se me va 1, de héroe me vuelvo villano. Todos pueden cometer errores, menos nosotros, los arqueros”, complementa quien ocupa una posición desde la que no se marcan goles, mas sus atajadas ayudan a sumar puntos.

Hasta los grandes

Dentro de la cancha, la competencia no permite cortesía ni las mejores conductas en relación con el lenguaje, de manera que palabras fuera de tono son normales en el rectángulo de juego, y cuando un tanto es recibido no es raro oír que un arquero suelte una “grosería”.

Y tampoco es extraño que un grande se equivoque y falle en lances “fáciles”. Iker Casillas, Víctor Valdés, Manoel Neuer, David De Gea, Thibaut Courtois, Gianluigi Bufón, entre otros, han tenido que pasar por el trago amargo de quienes se colocan bajo los tres palos: “salir a cazar mariposas” y que el rival anote.

Bryan Anton