El 11 de octubre se estrena en Netflix El Camino, la película derivada de la serie Breaking Bad, que finalizó en 2013. De momento solo sabemos que incluye a los actores Aaron Paul, en el papel de Jesse Pinkman; Matt Jones, como Badger y Charles Baker, como Skinny Pete. 

La ansiedad aumenta cada día que pasa porque a cada momento sale algo de la película en las redes sociales. Por fin sabremos qué sucedió con Jesse Pinkman, mancuerna del infame, del supervillano y rey de la metanfetamina Walter White. La cinta está dirigida y escrita por el creador de la serie, Vince Gilligan.

Breaking Bad es una serie que nos embelesó a todos. Comienza de cero y termina en 100 puntos. Los personajes están brillantemente desarrollados, cada uno con un arco inquietante. Acompaña el lenguaje fotográfico majestuoso de Albuquerque, Nuevo México, entre el tedio del suburbio y el místico desierto. 

La trama nos manipula descaradamente desde su enfoque humano: te detectan cáncer pulmonar terminal y vas a morir pronto. ¿Qué harás para que tu familia sobreviva cuando ya no estés? Y es que nadie está exento frente a la pobreza tropical. Entonces seguimos el viaje de Walter y Jesse, lo entendemos, nos produce una profunda empatía. 

El concepto de la propia muerte y la ausencia que dejará en nuestra familia, por muy abstracto que sea, nos apura a crear un legado para no ser olvidados y dejarlos a salvo. Solamente un inconveniente: esa herencia se crea a partir de mentiras y pura maldad. 

Breaking Bad refleja muy bien esa doble moral gringa que pudiera ser hasta latinoamericana. Hacer cosas malas que parezcan buenas, y buenas que parezcan malas. Ser malo y aparentar dignidad y honradez. El fin justifica los medios. 

Si hubiera sido fan de la serie desde su inicio, no habría podido esperar ocho meses para la siguiente temporada. Había episodios tan intensos, que tuve que dejarla un momento para reflexionar y asimilar lo que había visto. Me acompañaban esas imágenes terribles. Sus personajes me afectaron de manera personal, y cuando terminé de verla la primera vez, los extrañé demasiado. La he visto cinco veces, una por año, y sigue fascinándome. 

Tuco Salamanca, Gustavo Fring, Mike Ehrmmantraut y Saul Goodman son demonios encantadores brillantemente actuados y extrañamente fascinantes. No podemos olvidar a Hank y Mary Schraeder, Steven Gomez, Skyler White, Walter Jr, cuyas historias duelen y nos conmueven. Sin duda, Breaking Bad cambió la historia de la televisión en un EE. UU., lleno de personajes rutinarios, íntegros en su bondad o su maldad. Es decir, próximos en situaciones extraordinarias provocadas por malas decisiones.

El universo de Breaking Bad se expandió al poco tiempo de finalizada la serie, cuando Gilligan exploró los pasos del abogado sabandija Saul Goodman, cuya historia es intensa y brutal. Escrita magistralmente, Better Call Saul es más literatura visual. Cada imagen contiene diálogos parcos, de silencios intensos, que nos sumergen en la mente de Goodman y su mutación hacia la corrupción moral que adopta como forma de vida.

El Camino promete una historia fuerte acerca de Pinkman, quien anuncia convertirse en otro pilar del tamaño de Saul o Walter. A lo mejor adelanta el inicio de su propia serie. Veremos.

Allan Martínez