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COLUMNAS

¿Cómo mejorar la productividad?

Publicado

-

Hernán Cheyre
Director del Centro de
Investigación Empresa y
Sociedad, CIES

En el debate sobre los caminos que se deben seguir para fortalecer el crecimiento económico de Chile, el tema de mejorar la productividad está siempre en la primera línea. Célebre se ha hecho la frase del Premio Nobel Paul Krugmann señalando al respecto que en el largo plazo la productividad no lo es todo, pero es casi todo.

Dicho lo anterior, la pregunta que sigue es cómo lograr esta mejoría. El primer concepto que se suele plantear es el de la innovación, y a renglón seguido lo que surge en forma inmediata son propuestas para aumentar la inversión en I+D. Sin desmerecer el aporte de ambos, no se puede olvidar que productividad es mucho más que innovación, y esta a su vez trasciende lo que es inversión en I+D.

En palabras simples, mejorar la productividad es lograr hacer más con los recursos que se tienen, y por tanto, además de la innovación y del I+D, incluye mejorar la calidad de la educación, mejorar el marco institucional y el funcionamiento del Estado de derecho, mejorar las regulaciones y el sistema de otorgamiento de permisos, aumentar la competencia y profundizar la inserción en los mercados internacionales, entre otros factores.

Mejorar la productividad es lograr hacer más con los recursos que se tienen.

Varios de los temas recién mencionados forman parte de las conclusiones emitidas por la Comisión Marfán en el informe elaborado sobre el impacto del crecimiento económico en la recaudación tributaria, y es ahí donde deberían concentrarse los esfuerzos. Cabe recordar que en la propuesta tributaria del Gobierno -rechazada en su trámite inicial- se contemplaba aplicar una “tasa de desarrollo” del 2 por ciento sobre las utilidades, concebida como un “beneficio impositivo para gastos con impacto en la productividad en la empresa y en la economía”.

En el informe financiero del proyecto se estimaba que el PIB per cápita de largo plazo caería en 2.7 por ciento como consecuencia de los cambios propuestos en la tributación al capital, y se estimaba también que este efecto negativo iba a ser revertido mayoritariamente como consecuencia del impacto positivo en el PIB per cápita de 3.2 por ciento que iba a surgir como consecuencia del impulso a la I+D.

Nunca quedó bien fundamentada esta proyección gubernamental, que era el corazón del proyecto en cuanto al impacto positivo que se esperaba de la reforma, y de hecho la Comisión Marfán no encontró evidencia local confiable que permitiera estimar el impacto que esto podría tener sobre el crecimiento. Y si bien a nivel internacional se dispone de mayores antecedentes, los resultados no siempre son del todo concluyentes.

Es importante no perder de vista que productividad es mucho más que I+D. Y en el caso de países como Chile, si bien hay sectores en que la posición de liderazgo alcanzada a nivel mundial obliga a estar permanentemente en la frontera tecnológica -e incluso a desplazarla- para poder competir adecuadamente. Hay muchos sectores donde que en una primera etapa bastaría con hacer catch up, adaptando tecnologías que ya fueron desarrolladas por otros, sin necesidad de crear nada nuevo. 

Universidad del Desarrollo
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COLUMNAS

Buenas prácticas para mejorar la gestión pública (III)

Publicado

-

Israel Gómez Córdova
Jefe Departamento de Documentación y Divulgación
[email protected]

La importancia de los elementos estructurales de la sociedad crisis, cambio, renovación, innovación, desarrollo vinculan en la actualidad y de cara al futuro, otros factores para analizar el comportamiento institucional.

La línea de mejora continua de la administración se gestiona, entre otros instrumentos, con la implementación de buenas prácticas que actualizan, desarrollan y gestionan una mejor adaptación de la administración y el servicio que prestan a la sociedad.

La reforma del Estado se han concretizado en algunos de los siguientes aspectos: a) el fortalecimiento de la institucionalidad del sector público; b) el mejoramiento de las instituciones públicas y de la calidad del servicio; c) la optimización del gasto público; d) mayores niveles de responsabilización por parte del sector público; e) el incremento de la participación ciudadana en la gestión pública y en general; y f) la adecuación del sector público y del aparato administrativo para atender nuevas demandas.

Las buenas prácticas son cada vez más accesibles.

El proceso de modernización en el ámbito de la gestión pública indica que las mayores dificultades para lograr éxito en las iniciativas antes mencionadas radican en el cómo hacer, más que en qué hacer, debido particularmente a los aspectos prácticos que presenta la gestión pública, observándose un interés creciente por el intercambio de experiencias exitosas conocidas también como buenas prácticas. 

Una buena práctica gubernamental es una experiencia, una actividad, un proceso que haya llevado a cabo una entidad pública exitosamente. Se caracteriza por: a) haber tenido resultados medibles, concretos y sistematizados; b) estos resultados hayan beneficiado a la población; y c) que sea replicable, despertando el interés en la toma de decisiones de acceder a experiencias probadas, dada la orientación de estos a soluciones concretas y efectivas.

La difusión de buenas prácticas en la gestión pública, a partir de los concursos emprendidos por las administraciones públicas en las temáticas de la calidad y la función pública, experiencias reconocidas y difundidas que promueven la replicabilidad, posibilitando el mejoramiento del desempeño y un ambiente favorable para la administración pública.

Las buenas prácticas son cada vez más accesibles y constituyen referentes para la mejora continua y la modernización de la gestión pública, especialmente en algunos ámbitos como: calidad en los servicios públicos (educación, salud, etc.), atención al usuario, mecanismos de quejas de los ciudadanos, etc., y otros como indicadores de desempeño, evaluación, planificación institucional, etc. 

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Robot Dreams, la amistad es descubrir juntos

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Ana Sánchez de la Nieta

Revista Nuestro Tiempo

Robot Dreams es una pequeña joya. El cineasta español Pablo Berger ha adaptado la novela gráfica de la estadounidense Sara Varon que cuenta la historia de un perro (Dog) que vive solo en un apartamento en Manhattan. Para paliar su soledad, Dog decide comprar un robot que se convierte en su mejor amigo. Desde el punto de vista cinematográfico, la película es sobresaliente.

Y eso que el reto era complicadísimo, porque la cinta se apoya en un cómic minimalista, de trazo casi desnudo, nada que ver con las animaciones de Pixar y Berger, además, optó porque fuera muda. No era la primera vez que se enfrentaba a este género.

En 2012, había estrenado su magistral Blancanieves. El cineasta sostiene que una película muda requiere un cuidado especial en el ritmo, y ese cuidado puede imprimirle también carácter a una historia animada. En Robot Dreams consigue ambas cosas: un filme con ritmo y con carácter. Desde que se vio por primera vez en Cannes, la cinta no ha dejado de recibir premios. El último, al mejor largometraje animado en los galardones del cine europeo.

Es lo que nos cuenta Robot Dreams: la tristeza de la soledad, la alegría de compartir y la riqueza de descubrir.

Pero al margen de sus valores cinematográficos, es una reflexión bellísima sobre la soledad y la amistad. Tan necesaria en una época en la que la soledad se extiende como una plaga silenciosa y en la que peligra la amistad real, no virtual. La novela gráfica de Sara Varon se ubica en los años ochenta del siglo XX, pero podríamos estar hablando de que todo sucede en 2023 y de que Dog podría ser cualquiera de nuestros vecinos que vive solo.

Cuando llega la noche, se calienta un plato precocinado, se sienta en el sofá y hace zapping en la tele o en Instagram, buscando algo que le entretenga y que le ayude a olvidar que está solo. Y eso que Dog, en apariencia, como cualquiera de nosotros, lo tiene todo. Pero la soledad pesa. Los días también. Y añora la compañía que observa en algunos de sus vecinos. Y, por eso, decide comprar un robot. Y, por eso, la llegada de un sonriente android, curiosamente llamado Amica 2000, cambia su vida para siempre.

Porque es lo que pasa cuando encontramos amigos, que hasta las cosas más pequeñas saben diferente. Incluso la pizza, aunque sea precocinada. Dog quiere enseñarle a su nuevo amigo cómo se divierten en su mundo y se lo lleva al cine y a montar en las atracciones y a la playa y a bailar a un parque. Son lugares sencillos en los que Amica goza por el descubrimiento ¡el primer baño en el mar! y Dog por la compañía y por la alegría del amigo. 

Creo que todos tenemos la experiencia de descubrir a un amigo algo que nos gusta: un paisaje, una película, un restaurante, un hobby, una aplicación y, no digamos nada, otro compañero, un hermano, un novio o un sobrino. O en la otra dirección: creo que nunca hubiera leído Memorias de Adriano sin el encendido elogio de una amiga, ni me sabría toda la discografía de Silvio Rodríguez si no llega a ser por otra. Y, si en los próximos meses me apunto al gimnasio, no tengáis ninguna duda de que ha sido por la insistencia de una tercera.

Sin ellas no habría conocido a Yourcenar y no podría tirar de Días y flores los lunes en los que amanezco torcida. Es lo que nos cuenta Robot Dreams: la tristeza de la soledad, la alegría de compartir y la riqueza de descubrir. Cuando las cosas se tuerzan, como mis lunes, el recuerdo del amigo es lo que les moverá a los dos a no perder la esperanza. 

La amistad no se encierra, se reparte. Yo tengo mi propio to be continued de Robot Dreams. Lo que no me quedan son caracteres para seguir escribiendo. Pero adelanto que es una historia feliz.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Nos pintaron pajaritos en el aire

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Gonzalo Andrés Serrano

Facultad de Artes Liberales

Hace diez años, se presentó en el Festival de Viña del Mar el dúo colombiano Yandar & Yostin. De seguro, no lo recuerda, pero quizás sí la canción, la única que repitieron una y otra vez en su presentación en la Quinta: Te pintaron pajaritos. Nada muy elaborado ni inteligente, aunque sí con un coro pegajoso: “Te pintaron pajaritos en el aire, te juraron falso amor y le creíste. Sus promesas se quedaron el aire”. Recordé esta canción al ver otro titular de un medio informando de un nuevo anuncio del presidente chileno Gabriel Boric. 

En esta ocasión, Boric se comprometió a una millonaria inversión en el aeropuerto de Torquemada, 76 mil millones de pesos. La construcción se iniciaría el 2025 y su inauguración sería el 2027.

El alcalde de la comuna de Concón, Fredy Ramírez, no daba más de felicidad y ya se imaginaba recibiendo a los argentinos que, en 20 minutos, podrían estar en Concón disfrutando de las playas y su exquisita gastronomía. En un abrir y cerrar de ojos, pasaban de desayunar medialunas al otro lado de la cordillera a comer unas exquisitas empanadas de queso con macha en las Deliciosas a la hora del almuerzo.

El alcalde de la comuna de Concón, Fredy Ramírez, no daba más de felicidad.

La alcaldesa Macarena Ripamonti también se sumó al carro de esperanza con entusiasmo y ya se proyectaba vendiendo entradas para el festival. Lamentablemente, para los alcaldes, el presidente Boric y sus ministros, existimos los historiadores para amargar la vida al resto y reducir las expectativas. De hecho, apenas salió la noticia, me llamó mi amigo y colega Rodrigo Moreno para sumar este anuncio a una larga lista de promesas incumplidas que tenemos registradas y cuyo podio encabeza, por supuesto, el tren rápido entre Valparaíso y Santiago. El aeropuerto de Torquemada sigue firme en el segundo lugar y el tercer puesto, lo pelea una marina en el Estero Marga Marga con un teleférico que unirá los cerros porteños.

Cuando mi correligionario de Wanderers me comentó la nota, inmediatamente recordé una columna que había escrito hace siete años, ante otro anuncio de las autoridades de habilitar el aeropuerto de Torquemada para vuelos de bajo costo. En esa ocasión, mi entusiasmo e ingenuidad me llevaron a recordar los orígenes de este lugar, la donación del capitán Andrés de Torquemada a los jesuitas, la ubicación estratégica de este lugar y su ocupación en la guerra civil de 1891, los vuelos noventeros entre Santiago y Concón, que permitieron a más de alguno viajar por primera vez en avión, y el sueño de que miles de argentinos llegaran por esta vía a Concón.

Sin embargo, vale la pena cuestionar estas ideas cuando en la práctica, no han sido capaces de ampliar en una pista la colapsada y cada vez más peligrosa Ruta 68. Tampoco han concretado la extensión del tren de Limache a Quillota y seguimos a la espera de la modernización del sistema de buses en la región. Dicen que la diferencia entre el optimista y el pesimista es que este último tiene más experiencia. Luego de siete años y después de varias promesas incumplidas, me parece que el dicho hoy cobra más relevancia que nunca.

Colaborador DCA
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