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COLUMNAS

Estamos enfermos

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Y la verdad es que curarnos, no va a ser fácil. Ya dijo Jean Paul Sartre que aunque no hubiera semitas, habría antisemitas, frase que no pude menos que recordar cuando vi que la noticia de la reunión habida entre el Presidente de Guatemala y el Presidente de los Estados Unidos de América, éxito ¿Por qué regatearlo, cuando se tiene? de la Canciller de Guatemala y de nuestro Embajador en Washington se minimizaba –incluso– con saña, destacando más que la reunión (el imperio de las formas sobre la esencia) el proceso que en Guatemala ha tenido que enfrentar la Canciller por el amor de un niño.Cuánta gana de descalificar y de hacer prevalecer el imperio de las formas. ¡Cuánto sesgo y cuánto odio!

Sustraída de su cargo de Vice Canciller, la actual Canciller –árbol caído– escribí en esta misma comuna –columna que entonces aparecía en El Periódico, año 2016– lo que reproduzco a continuación –entre comillas– y que con la misma convicción reitero, en manos ahora de la Corte Suprema de Justicia el punto final que debe ponerse en este asunto:

“El interés superior del niño: en la telaraña de las formas, queda la esencia relegada. No tengo otros elementos de juicio que la información de prensa aparecida pero –atenido a esta– no veo perversidad en las personas imputadas sino amor, ese amor –precisamente– paterno y maternal que es lo único que puede satisfacer el interés que se proclama.

La frase –no sé si en efecto sea suya– pero se atribuye a Ernesto Cardenal y podría asegurar que lo es o que, en todo caso, merecería serlo –humanista el poeta por los cuatro costados: “Los niños huérfanos, en un orfelinato, siguen siendo huérfanos en tanto que los niños huérfanos, en una familia, dejan de serlo”– la frase, decía, expresa todo cuanto podría expresarse sobre el tema.

Leo la información y encuentro que el juez, su prima, el esposo de esta y la tercera persona que aparece involucrada actuaron en favor del interés superior del niño: jamás para hacerle daño sino –antes bien– para que pudiera colmársele de amor y de cariño.

No se ve en todo esto ningún dinero de por medio ni ruines intensiones. Objetable, quizá, el “egoísta” deseo de amar, incluso, por encima de las leyes.

No puede comprenderse el amor de un padre o de una madre sino como algo que resulta inherente –o que, al menos, debería serlo– al interés superior del niño.

¿Un niño sin amor?

¿Cuál interés, entonces, satisfecho?

No sé si en este caso estemos o no ante esa terrible y última disyuntiva que puede producirse en lo jurídico y que obliga a optar–grave decisión– entre el Derecho y la Justicia.

No sé si nos encontremos ante un caso, reitero, en el que se tenga que optar, por uno o la otra, alternativa que no puede tener otra respuesta (peligrosa y grave decisión) que la siguiente: si debemos optar entre el Derecho y la Justicia, debemos optar por la Justicia.

¿No es, acaso su realización, el fin mismo del Derecho?

No tengo los suficientes elementos de juicio y comprendo que no es sano que nos apartemos de las normas –aunque estas nos duelan– pero –una vez más– ¿Qué es más importante, el mundo de las formas, o el interés superior del niño? ¿Qué es más importante, cualquiera de sus formales derechos o su más importante derecho a ser amado..?.

¿Existe, por cierto, ese derecho?

Al parecer, tal la información de prensa, se perpetraron delitos. ¿Existirán en estos eximentes? ¿Atenuantes? ! Qué se yo! Lo único que sé es que este caso no puede satanizarse ni tratarse en el rígido mundo de las formas: Se hace imperativo llegar a la sustancia.

La prensa merece un reconocimiento especial por la forma en que ha llevado la información servida, evitando a la funcionaria pública –hasta el límite de lo posible– los embates del siempre tentador sensacionalismo, funcionaria que, por otra parte, ha hecho lo correcto, separarse de la función pública para no comprometer –aunque nada tenga que ver con el tema– la dignidad de su cargo en el asunto.

El agua que se derrama, nunca se recoge, y hace bien la prensa en la discreción guardada. Pareciera que este caso es una tragedia sin posible solución, como todas las tragedias: La transgresión de las leyes parece perpetrada y el silogismo jurídico –implacable– cual guillotina, pareciera imponernos su sentencia.

Sin embargo, confío en que el desenlace pueda ser no el de la tragedia, inevitable, sino el del penoso y largo drama que ha tenido que vivirse pero con el final feliz que se merece, drama en el cual no puede pasarse por alto el amor materno y paterno: al final de cuentas, lo único que puede satisfacer –de verdad– el interés superior del niño.

La adopción y, sobre todo, la adopción internacional, quedó estigmatizada por el abuso que se hizo de la misma, una de las instituciones más hermosas que se remonta hasta el Derecho Romano, dotar de padre y madre a aquellos que, por razones múltiples, no los tienen o los pierden. (Los burrócratas quisieron erradicar los excesos y –tal vez lo lograron– acabando no sólo con estos sino con la propia institución, reducida a los terrenos de la nada.)

Este caso, sin embargo –y es bueno saberlo– no tiene nada que ver con servicios profesionales en torno a la adopción, ni cosa que se le parezca, sino simple y llanamente –reitero– con el imperdonable pecado de amar, ciego el instinto maternal –censurable, quizá, pero sublime– más allá de toda consecuencia…

Una pregunta final es la obligada y cuya respuesta lo resuelve todo ¿Y, el niño? ¿Dónde está el niño? ¿Cuál es, en este caso –todas las demás normas sobran en el tema– el interés superior del niño?

¿Importa, acaso?

Entre el Derecho y la Justicia, la Justicia: una luz importante para la sabiduría de los jueces”.

Hasta aquí, la reproducción de aquel artículo.

¿Importante la visita realizada por el Presidente a los Estados Unidos de América? Sin lugar a dudas. ¿Un buen manejo el de la Canciller, el Embajador y sus equipos?  Bueno, hablan más las fotos de esa reunión –aunque pobremente publicadas– que todas las palabras.

El Presidente Morales –es él quien, finalmente, define nuestra política internacional–, tiene derecho de sentirse satisfecho y, así, habríamos de sentirnos todos que –no lo olvidemos nunca– “desunidos los de dentro, les devoran los de fuera…”

En la reunión “fugaz” (no tuvo nada de fugaz) al fondo de los Presidentes, las banderas de Guatemala y de los Estados Unidos de América –sentados y bien sentados, ambos mandatarios– nada de que de un simple apretón de manos franqueados los mandatarios, también sentados, por sus principales funcionarios (una reunión, con toda la barba y realizada antes del desayuno de oración –3700 asistentes– y no “durante” el desayuno, como “informaron”).

¿Errores? Claro que los hay, nadie es perfecto.

La prensa tiene, también, como todos –sus luces y sus sombras–. Su recato en la situación narrada en el artículo reproducido, contrasta con la utilización de aquel drama para descalificar a la misma mujer de entonces, ahora Canciller, y minimizar su logro. Dice la sentencia popular que no hay mal que por bien no venga y quizá la información servida –fuera de contexto– sirva para que, en el momento justo, se nos haya llevado a recordar la columna publicada:

Entre el Derecho y la Justicia –no pude caber duda alguna– la Justicia: una luz importante para la sabiduría de los jueces.

Una obligada post data: si el Presidente Trump no hubiera hecho referencia a la lucha contra la corrupción, limitado a referirse a Jerusalén, la inmigración ilegal, el narcotráfico y la seguridad y prosperidad de Guatemala (seguridad y prosperidad la lleva implícita) sí lo hizo expresamente el Secretario de Estado, Tillerson –el equivalente a nuestra Canciller– reconociendo esa lucha, sumamente consciente, es de suponer, que si no fuera por el Presidente Morales, quien renovó su mandato, ya no existiría la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala.

¡Cuidado, pues, con el sesgo de la información y con los falsos profetas!

Nos encontramos enfermos –“aunque no hubiera semitas, había antisemitas”– ¿La redención, no existe, acaso?

Acisclo Valladares Molina
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Destitución de Fiscal General es un asunto de principios y valores

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La decisión del presidente de la República, Bernardo Arévalo, de dejar en manos del Organismo Legislativo la posibilidad de que la Fiscal General y jefa del Ministerio Público (MP), Consuelo Porras, pueda ser removida es una acción que permitirá terminar con uno de los períodos más
lamentables en la existencia del ente a cargo de defender el Estado de derecho y evitar el saqueo de los fondos públicos.

De hecho, durante su primera cadena de radio y televisión, en la que informó sobre el anteproyecto de reforma a la normativa que rige al MP, el mandatario anticipó que “el oscuro ciclo de Consuelo Porras debe terminar ya”, confiado en que los parlamentarios se unirán a la cruzada nacional que demanda el retiro inmediato de alguien que es vista como defensora a ultranza de políticos, exfuncionarios y empresarios corruptos y de perseguir, mediante casos simulados, a quienes critican y cuestionan su errado proceder.

Ignorada por la comunidad internacional (43 naciones le niegan el ingreso a su territorio) y vista como una paria en Guatemala, Porras se aferra al cargo valiéndose de argucias legales que han impedido que el jefe de Estado la cese de sus funciones, como clama la mayoría de ciudadanos, quienes no se explican por qué, habiendo tantas evidencias contra Alejandro Giammattei, Miguel Martínez, ministros y secretarios que integraron ese desgobierno, ella ha sido incapaz de avanzar en casos que evidencian el asalto al erario.

Como lo mencionó el mandatario, el cargo de Fiscal General es el único que no le rinde cuentas a nadie y su permanencia depende de sí mismo; sin embargo, es tiempo de que se corrijan los errores, con el fin de que los responsables de la investigación sean removidos cuando, como ocurre en este caso, su permanencia genera daños irreparables a la nación, bloquea la probidad y, sobre todo, ofrece respiro a los sinvergüenzas que se han enriquecido de manera ilícita, vil y despiadada.

Jorge Castillo
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500 añosy la política

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Después de 297 años de dominación colonial, se inicia la independencia en 1821 con 123 años de dictaduras liberales y conservadoras destruyendo el poder y la autoridad maya, no así la autoridad para recolectar tributos, 10 años de primavera democrática con la revolución del 1944 en donde se estableció proceso electoral y apertura de participación de los mayas a cargos en los ayuntamientos y en el Congreso, pero la ultraderecha con el apoyo del Gobierno de los EE. UU. interrumpieron el desarrollo del gobierno revolucionario y nuevamente el inicio de otros 30 años (1954/1984) de dictaduras de gobiernos militares en donde se acentúan las injusticias, la explotación, la exclusión, el racismo y el despojo hacia el pueblo maya, 1985 inicia una nueva etapa conocida como democrática y en donde han desfilado 12 gobiernos incluyendo el actual que preside Bernardo Arévalo, el 95 por ciento de los gobernantes son civiles y solamente un militar firmante de la paz en lo que va esta era. La Constitución Política de Guatemala de 1985, aunque de manera proteccionista reconoce por primera vez que Guatemala está formada por diversos grupos étnicos y que “el Estado reconoce, respeta y promueve sus formas de vida” Art. 66. 1996 firma de los Acuerdos de Paz y el Acuerdo sobre Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas reconoce que la nación guatemalteca tiene un carácter multiétnico, pluricultural y multilingüe y el Estado asume una serie de compromisos respecto a este. Pero en los 39 años democráticos no hay igualdad, inclusión ni relaciones armónicas entre los pueblos como lo caracteriza la democracia. 

Ahora, Guatemala y el nuevo gobierno tienen la oportunidad de corregir el rumbo de la política nacional y hacer posible la consolidación democrática con el desafío de facilitar la coexistencia armoniosa y equitativa entre los pueblos: maya, xinka mestiza y garífuna. 

La cosmovisión maya se caracteriza por el establecimiento de un mundo en equilibrio, de una relación armónica entre los seres humanos y con la naturaleza y de allí el concurso de los mayas en salvaguardar el sistema político democrático con su transición gubernamental con la esperanza de superar la histórica política de sometimiento. Loq’oj k’amik le k’aslem (hora de apreciar la vida)  

Colaborador DCA
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Una cita con Adrián Recinos

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Dr. Jorge Antonio Ortega Gaytán

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El enigmático andamiaje del paso del tiempo con su predicción me volvió a
concertar una cita con el legado de uno de los escritores de renombre de antaño, Adrián Recinos Ávila, significativo para Guatemala en el mundo académico, político y diplomático del siglo pasado y, por siempre. La semana del 17 de enero del año en curso, por iniciativa del Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica (Cirma), nos dimos cita en la Muy Leal y Muy Noble Ciudad de Santiago de los Caballeros, la Junta directiva de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala AGHG, los descendientes de nuestro distinguido escritor e invitados especiales. 

Mi primer contacto con él fue con uno de los trabajos de mayor repercusión de Adrián Recinos, la traducción y publicación del Popol Vuh, el cual fue descubierto en la Biblioteca Newberry, de Chicago Illinois, Estados Unidos. Una lectura obligatoria en la primaria, de aquella primera convivencia hace más de medio siglo. Un viaje fascinante al universo al inframundo Xibalba; la crónica del caminar de los gemelos, la creación de hombre de maíz, los mitos, desde la cosmovisión maya. Luego vinieron otras citas con el escritor guatemalteco, con la lectura y análisis de El Memorial de Sololá (1950), Los títulos de los señores de Totonicapán (1950); y Crónicas Indígenas  (1957), con lo cual completé el conocimiento del ámbito previo a la conquista y, como todo ello, posteriormente la lectura de los documentos que Recinos tradujo y publicó para nuestras generaciones y las próximas. Otras publicaciones siguieron en su vida, como: Don Pedro de Alvarado: conquistador de México y Guatemala, Monografía del Quetzal, y varios ensayos de Doña Leonor de Alvarado (1958). Ciudad de Guatemala, crónica desde su fundación hasta los terremotos de 1917–1918 (1922); y una de sus obras de mayor prestigio como historiador fue La Monografía del Departamento de Huehuetenango (1913). Disfrutando de un ambiente agradable en el inmueble que ocupa la sede de Cirma en La Antigua Guatemala, luego del saludo protocolario, se dio la presentación del archivo personal digitalizado de Adrián Recinos Ávila por intermedio de cada una de las personas que participaron en la odisea de organizar, estabilizar, catalogar, digitalizar y asegurar el legado del guatemalteco, tarea titánica que duro tres años según la explicación de la directora del archivo histórico, Thelma Porres, de dicha entidad, que además expuso la importancia de un archivo personal en los siguiente términos: “Un archivo personal es aquel que contiene los documentos generados y recibidos por una persona a lo largo de su vida, incluyendo todas sus funciones y actividades, independiente del soporte…”, “… diversidad de material personal como oficial: fotografías, cartas, conferencias, discursos, documentos personales, entrevistas, fichas de investigación, folletería, hojas sueltas. Invitaciones, libretas de bolsillo, listas de referencias, memorándums, periódicos, postales, publicaciones, recortes de periódicos, semanarios, tarjetas, telegramas y otros”. Luego, Thelma nos guió, en un recorrido por la vida de nuestro compatriota desde su nacimiento en La Antigua Guatemala un 5 de julio de 1886, hijo de Teodoro M. Recinos y de Rafaela Ávila. Hizo sus estudios en el Instituto Nacional Central para Varones, donde se graduó en 1902 y obtuvo el título de Bachiller en Ciencias y Letras. Contrajo nupcias con María Palomo Martínez, con quien procreó cinco hijos: Beatriz, Isabel, María, Adrián y Laura. Durante su época de estudiante universitario en la Facultad de Derecho, publicó sus primeros escritos (1905), fue catedrático del Instituto Para Varones y en la Facultad de Derecho. Fundó una institución literaria denominada El Ateneo Batres Montúfar, Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y sociales (1921); Miembro fundador del Partido Liberal; así mismo, de la Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala (1923), director de la Academia de la Lengua de Guatemala; presidente de la Asamblea Legislativa (1926), además de haber participado como candidato en las elecciones a la Presidencia de la República en 1944. 

Colaborador DCA
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