El escritor guatemalteco Gerardo Guinea Diez lanzará su nueva novela Fiticón, la presentación será mañana en el Fondo de Cultura Económica, a las 18:30. El autor, con no menos de 30 obras publicadas en Guatemala, México, Francia, Colombia y Costa Rica, ha ganado diferentes reconocimientos en el extranjero y trabajó para diferentes medios de comunicación. También fue cofundador de la Casa Editorial Magna Terra, que ahora lanza el texto. Guinea comparte en esta entrevista aspectos acerca de su obra y su pasión por la escritura.

¿Qué podrá encontrar el lector en Fiticón?

Parte de una metáfora de la imaginación como vía a una realidad histórica guatemalteca, llena de sombras y dolor. Además, se abre a relatos en los que no importan las múltiples relaciones amorosas, el desasosiego, los desencuentros, las miserias y las grandezas. Aquí, la terquedad de quienes desde sus infiernitos creyeron más allá de su propia voluntad.

A su vez, es esa falsa posmodernidad que nos hemos creído. También, hay una mirada crítica en contra de la corrección política, los lenguajes y los estudios, como si fueran fanzines de la fragmentalidad temática, que muchas veces queremos entender de la realidad, pero se nos explica por partes, y no logramos tener una mirada más global de esa realidad.

¿Cuándo surgió la idea de escribir sobre Guatemala?

En 2010 empecé a escribir esta novela, 2 años después de reposar, retomé la escritura de la obra y finalmente ahora la presento. El planteamiento surge al querer hablar de los que sobrevivieron, no tanto de los que fallecieron o de-saparecieron durante el conflicto armado interno y otras épocas. Entonces lo que quiero destacar, es el enorme esfuerzo de 2 o 3 generaciones que hoy están en el olvido.

¿Por qué Fiticón?

Es un término inventado, un juego que no necesita ser comprendido, basta su formulación distópica y atisbar en esa febril búsqueda ontológica de la existencia, un mundo brusco e incongruente, para concluir que, a pesar de que las cosas salieron decididamente mal, el peor escarnio es la férrea voluntad de recordar. Sus personajes oscilan entre el desencanto y el imperio de la memoria, entre la duda y la esperanza.

De todas las obras que ya publicó ¿Con cuáles se identifica más?

La mirada remota, texto que toca el tema de los asesinatos de mujeres y el tamaño de la impunidad con que los crímenes se olvidan. También es un retrato de la sevicia y maldad con las que se ataca a la mujer. La otra, Un león lejos de Nueva York, es una novela que ocurre el 11 de septiembre de 2001, el día que derribaron las torres gemelas, pero sucede en un barrio de Guatemala, que retrata las miserias de los seres humanos. 

También, El árbol de Adán es el viaje de un indígena que vuelve a recorrer los caminos de las aldeas quemadas en tiempo de la guerrilla, es una novela en clave de pesadilla. Asimismo, tiene una experimentación con el lenguaje, ya que es una historia que no se puede contar de una forma lineal, porque intenta descifrar esos laberintos, en los que se metió la sociedad guatemalteca.

¿En qué disciplinas literarias prefiere escribir?

La novela y poesía, dependiendo de la historia, ya que dentro de la narrativa se da la posibilidad de extender y conducir al lector a experimentar en trabajos que muchas veces dura años en terminar.