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COLUMNAS

Vivir para creerlo

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El Ministerio Público sostuvo en la vista pública de un amparo (es difícil creerlo) que la Constitución Política de la República “es una norma general” en tanto que el Código Procesal Penal se trata de una norma especial y que, en consecuencia, dado que las normas especiales prevalecen sobre las generales, las de este Código, en materia penal, prevalecen sobre aquellas que pueda contener la Constitución de la República.

Parecería, entonces ¡increíble, pero cierto! que el Ministerio Público desconociera la existencia del artículo 204 de la Constitución Política de la República, artículo que establece que los tribunales de justicia (TODOS, no algunos) en TODA resolución o sentencia (en TODAS, no en algunas) observarán obligadamente (no cuando quieran hacerlo, sino SIEMPRE) el principio de que la Constitución Política de la República prevalece sobre cualquier ley o tratado (sobre todas las leyes y tratados, no sobre algunos) y que ignora –además– que su artículo 175 sanciona como nulas todas las disposiciones que contradigan o tergiversen lo que la Constitución establece.

El caso concreto se refiere a un allanamiento en el que el juez, violando la Constitución, se abstuvo de ordenar que se realizase en presencia del interesado o de su mandatario, presencia obligatoria que, por mandato constitucional, debe observarse siempre y que el Ministerio Público, al practicarlo, lo hizo prosiguiendo con la violación citada.

Dado que es imposible ocultar que el artículo 23 de la Constitución Política de la República –mandato constitucional expreso– ordena que el allanamiento se haga SIEMPRE en presencia del interesado o de su mandatario –tan imposible como tapar el sol con un dedo– expresó el Ministerio Público (así como para querer dar algún sentido a su absurda afirmación) que la Constitución es viviente y que, en consecuencia, evoluciona (evoluciona tanto, el comentario es mío, que ya no dice lo que dice) y que si bien dice (decía, según el Ministerio Público) que debe realizarse SIEMPRE en presencia del interesado o de su mandatario (aunque lo diga, debe “interpretarse”, viviente como es la Constitución, que ya no lo dice) y que puede realizarse con la presencia ¿para qué más? de quien abra la puerta, por ejemplo.

La Constitución dice otra cosa, pero, viviente como es, ha dejado de decirlo. La Constitución viviente, un ser viviente que, como todo ser viviente, tiene que morir, tan solo, entonces, incierto el cuándo.

Tiene que morir, como todo ser viviente, pensará el Ministerio Público, y –así– en lo que se refiere a la inviolabilidad de la vivienda, muerta está, posible que su allanamiento se produzca en presencia de quien la autoridad disponga (de quien se le venga en gana) y no de quien dice la Constitución.

De momento, de la de cualquier mayor de edad que more en esta, después será la de cualquier niño que lo haga, después, de la del perro de la casa o, finalmente, de la de nadie: tal su carácter “viviente”, como el Ministerio Público lo entiende, al parecer, mutada la norma según las circunstancias históricas y sociológicas del momento en que se aplica… Según sea lo oportuno y conveniente.

Lo que diga la Constitución, pues, sale sobrando y, la política, reemplaza al derecho.También dijo el Ministerio Público que existen recursos que las partes pueden usar para evitar el agravio sin necesidad de acudir al amparo, lo cual es ciertísimo pero siempre y cuando no se olvide el pequeño detalle de que estos existen para las partes y no para aquellos que –sin ser parte de proceso alguno– sean objeto de un allanamiento ordenado y ejecutado, violando la Constitución, dentro de un proceso en que “el interesado”, por no ser parte, no puede gestionar.

Y, así, violando la Constitución y haciendo imposible la defensa de derechos, se quiere construir el Estado de derecho. ¡Por favor!

Por hacer allanamientos ilegales se implantan pruebas y se pierden evidencias (también otras cosas como, en el caso concreto, una pluma histórica para servir –quizá– el ego y patrimonio de alguno de los violadores de la Ley).

La Constitución manda que no existe ámbito que no sea susceptible de amparo pero, como ya lo dijimos, la Constitución sale sobrando y –viviente– ajustada a las circunstancias históricas y sociológicas que se viven, existen algunos ámbitos que no son susceptibles de amparo como las arbitrariedades que pueda cometer el Ministerio Público, cuando investiga, en contra de personas que no son parte alguna dentro del proceso de que se trate y, así, “viviente”, podrá llegarse a que ningún ámbito sea susceptible de amparo salvo graciosa concesión de la autoridad o, a secas, en ninguno.

La Constitución puede decir lo que dice pero, la Constitución “viviente” dice otra cosa, tal la tesis del Ministerio Público, sostenida en la vista de amparo y, como que si fuese poco, sostenida por la sección que fuera enviada para sostenerla, la Fiscalía contra la Impunidad y no la de asuntos constitucionales, fiscalía, la enviada. ¡Vaya respeto al principio de objetividad! que es la Fiscalía en contra de la cual se pide amparo.

¡Increíble, pero cierto! ¡Vivir, para creerlo! ¿Podría extrañarnos ya, atropello alguno? El atropello sufrido por Carlos Vielmann, por ejemplo, ¿podría extrañarnos ya?

En su caso, lo que se juzga –lo que se pretende juzgar, otra vez, lo que se le imputa– es la orden dada, orden que nunca dio pero que, en todo caso, se trata de acción que ya fue juzgada (si dio la orden o no la dio) y que en consecuencia (Non bis in ídem, no dos veces sobre lo mismo) no puede juzgarse, otra vez. ¿Y la Constitución? bien, gracias ¡Sepultada!

Acisclo Valladares Molina
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COLUMNAS

La elección es sencilla: justicia o impunidad

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Los diputados del Congreso de la República enfrentan una disyuntiva histórica: fortalecer el sistema democrático y velar porque se imparta justicia, o perpetuar la impunidad y corrupción que han impedido el desarrollo del país y alcanzar mayores niveles de prosperidad.

El dilema, fácil de resolver, le llega a los parlamentarios con la propuesta de reforma al
Artículo 14 de la Ley Orgánica del Ministerio Público (MP), que promueve el presidente
Bernardo Arévalo. En esencia, hay que decirlo claramente, la referida modificación permitirá retomar las causas que legalicen el retiro de Consuelo Porras, quien se ha atrincherado en el cargo con un objetivo muy claro: asegurar la inmunidad propia y la de quienes integran el llamado pacto de corruptos.

Pero más allá de cumplir con la demanda social de concluir con “el oscuro ciclo” de Porras, el anteproyecto restituye la independencia del MP y lo obliga a rendir cuentas sobre sus actos, una responsabilidad que tienen todas las entidades estatales, la cual es común en las naciones democráticas del mundo.

Conviene aclarar que la Fiscal General y sus aliados en el Ministerio no se enfrentan a revanchismos políticos o venganzas personales, como sugieren las teorías conspirativas que provienen de algunos individuos y sectores. Estos funcionarios, muchos de ellos vetados en 43 países por su presunta complicidad en el saqueo del erario, confrontan a una ciudadanía que está consciente de que mientras la Fiscal General continúe en el puesto, la transparencia y la probidad en el aparato público continuarán siendo utopías.

Insistimos. En breve, esta legislatura, que ha enviado mensajes esperanzadores y optimistas, deberá elegir entre construir una Guatemala en donde ministros, diputados, magistrados y fiscales sean los buenos que rechazan a los malos y no al revés, donde los patos no solo le disparan a las escopetas, sino que se roban el armamento para perpetrar nuevos asaltos.

Editor DCA
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COLUMNAS

La sociedad de la impaciencia (II)

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Gerardo Castillo Ceballos 

Facultad de educación y Psicología de la Universidad de Navarra

Para el impaciente el tiempo avanza muy lentamente, lo que le lleva a sentirse ansioso. En cambio, para el paciente los momentos de espera son más llevaderos y le ayudan a disfrutar de la vida en el presente. La paciencia nos permite reflexionar sobre nuestras acciones, pensamientos y emociones; ello posibilita tomarnos el tiempo necesario para pensar en las consecuencias de nuestras acciones y elegir respuestas más adecuadas. Mientras que la persona impaciente toma soluciones rápidas y convencionales, la paciente puede explorar ideas nuevas y llegar a soluciones más creativas.

Necesitamos tener paciencia con todas las personas que nos relacionamos, pero, sobre todo, con uno mismo. Es un factor muy importante de las relaciones interpersonales: entre padres, entre padres e hijos, entre jóvenes y mayores, entre maestros y alumnos… Las personas pacientes están dispuestas a seguir trabajando incluso si los resultados no son inmediatos. La paciencia está presente en la mayoría de los éxitos de los inventores e investigadores, ya que les permitió alcanzar el triunfo a base de repetir una y otra vez los ensayos, corrigiendo y volviendo a empezar tantas veces como fue preciso hasta conseguir el objetivo. Los deportistas también basan sus éxitos en la paciencia, insistencia y dureza de sus entrenamientos. 

La paciencia no es pasividad ante el sufrimiento o un simple aguantarse; es tener la fortaleza para aceptar con serenidad el dolor y las pruebas que la vida pone en nuestro camino. Las personas pacientes, al reflexionar antes de actuar, ven con más claridad el origen de los problemas y la mejor manera de solucionarlos. 

George de Savile dijo que un hombre que es un maestro en la paciencia es un maestro en todo lo demás, y esto es especialmente cierto si nos paramos a pensar en las características de los genios. No es tanto el talento como el tiempo, el trabajo bien hecho y la perseverancia, lo que conduce a un descubrimiento científico o a una obra de arte. 

“No fueron mil intentos fallidos, fue un invento de mil pasos”. Estas fueron las palabras de Edison cuando dio a conocer al mundo el proceso por el cual había conseguido crear la bombilla incandescente de
alta resistencia.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

El día más aburrido de la historia

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Gonzalo Andrés Serrano

Facultad de Artes Liberales

Hace algunos años, a un grupo de científicos que tiene la suerte de recibir sueldo por cualquier cosa, se le ocurrió investigar, a través de un algoritmo, cuál era el día más aburrido del siglo XX. Después de hacer andar la máquina, llegaron a la conclusión de que fue el 11 de abril de 1954. De acuerdo con este trabajo, ese 11 de abril, ocurrido hace 70 años, solo tuvo tres acontecimientos importantes, aunque lejos de ser memorables: las elecciones generales en Bélgica, el nacimiento de un profesor de ingeniería turco y el fallecimiento del futbolista inglés Jack Shufflebotham.

Me dio tiempo de investigar un poco esta noticia y tratar de refutar una hipótesis que resulta poco histórica, además de que pasa por alto las particularidades y relevancia que pueden tener acontecimientos que nos parecen insignificantes, pero que logran tener consecuencias insospechadas, tal como indica aquella teoría del efecto mariposa. Bajo esta premisa, me aboqué a revisar aquellos hechos que sucedieron en Chile el domingo 11 de abril de 1954, con el fin de refutar la frivolidad del algoritmo. Parto señalando que ese día se celebró “Domingo de Ramos”, hecho que rememora la entrada triunfal de Jesucristo a Jerusalén. Una fiesta para el mundo cristiano, aunque no muy distinto a lo que debió haber ocurrido en 1953 o en 1955. La crónica roja destacó un macabro hallazgo en las bodegas del bar “Tropezón de Santiago”, donde se había encontrado el cadáver de un obrero tendido en un charco de sangre. No hubo dudas de que no fue un “tropezón”, sino, por el contrario, un cruel asesinato. Para el occiso, Jorge Pérez Caro de 29 años, el 11 de abril fue un día importante, de hecho el último de su corta vida, asimismo para su familia, si es que tenía, ya que en el parte figuraba como soltero y sin domicilio conocido. Ese 11 de abril marcó el fin de la vida y destacada trayectoria del médico Jorge Castro Olivera, dos veces ministro de salud, decano de la Facultad de Medicina y vicerector y rector de la Universidad de Chile, aunque pocas veces recordado. Ese domingo, también en el área de la salud, el eminente médico francés Henri Gastaut, experto en epilepsia, visitó el puerto de Valparaíso y el hospital Deformes. Después del acogedor recibimiento que tuvo en el tradicional hospital porteño junto a su señora, fue festejado con un almuerzo en el Hotel Miramar. En el ámbito deportivo, en esa jornada dominical solo hubo partidos amistosos (punto a favor de los investigadores). Ganaron Audax e Iberia y, como si fuese una jugarreta del destino, hubo empate en los otros cuatro partidos. Santiago Wanderers igualó a dos goles contra Unión Española en Playa Ancha y su clásico rival hizo lo mismo en el estadio El Tranque contra Santiago Morning. Continuando en la búsqueda de datos que puedan resultar interesantes, revisé que la Agrupación Provincial de Santiago del Partido Democrático eligió a su nueva directiva, siendo Santiago Guzmán su nuevo presidente. La crónica del día siguiente, además, informó que también el 11, se ejecutó el mismo procedimiento en el Club Rotary de Cartagena. A las flamantes directivas elegidas en esa ocasión, se sumó el Círculo de Ferroviarios Jubilados que ratificó en la presidencia a Tomás Rebolledo. En fin, no quiero abusar de su paciencia. Me parece que ha sido un esfuerzo tan forzado como frustrante. Suficiente para dar mi brazo a torcer y coincidir con los científicos y su algoritmo de que el 11 de abril de 1954 solo merece ser recordado por ser el más aburrido en la historia del siglo XX. Concluyo con la esperanza de que esta columna no participe en un concurso similar.

Colaborador DCA
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