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COLUMNAS

Patrimonio e identidad: El Triunfo de la Santa Cruz: del siglo XVI a la pintura academicista

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Por: Ricardo Fernández Gracia, Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

 

El hecho portentoso de la aparición en el aire de una cruz resplandeciente de varios colores al principio del combate, que esforzaba a los cristianos y aterrorizaba a los almohades, tuvo gran aceptación en la pintura desde el siglo XVI. El primer texto medieval en que se recoge aquel portento es la Crónica de veinte reyes, realizada entre 1270 y 1289, en donde citando a Ximénez de Rada, se afirma que “apareció en el çielo una cruz muy fermosa de oro de muchas colores e vieron los cristianos e touiéronlo por buena señal”, aunque el arzobispo no dice nada al respecto.

 

Con posterioridad, algunos relatos como el de Argote de Molina en la segunda mitad del siglo XVI y de otros apologistas de la Santa Cruz insistieron en lo mismo. El hecho fundamental que favoreció las representaciones con la aparición milagrosa de la cruz fue el oficio de la fiesta del Triunfo de la Santa Cruz instituida en 1573 para celebrarse el 16 de julio en España y el Nuevo Mundo por decisión de Gregorio XIII, conmemorando la batalla.

 

En el Ayuntamiento de Baeza se custodia una pintura de fines del siglo XVI, obra de Juan Bolaños el Viejo, pintor que testó en 1590. La pintura es una adoración de la Santa Cruz por el arzobispo y el rey Alfonso VIII y el arzobispo Ximénez de Rada, si bien la batalla se representa en el fondo  con los escudos y estandartes de las órdenes militares. En la iglesia de Santa Elena, erigida sobre la ermita de la Santa Cruz que conmemoraba la batalla de las Navas, existía hasta hace unas décadas otra pintura similar, atribuida a Blas de Prado, de la que da cuenta Francisco Ponz en su Viaje por España y que fue mandada restaurar por el arzobispo Lorenzana, llevándola a Toledo en 1788, a la vez que mandaba hacer una copia de la misma, que se conserva en la catedral primada. A la segunda mitad del siglo XVII pertenece una pintura de una colección particular con el mismo tema. Representa al rey castellano y al arzobispo junto al ejército ante la visión de la cruz. Como buena obra barroca está ejecutada con rico colorido y técnica vaporosa y es de las escasas que se centran en unos pocos personajes.

 

La colegiata de San Miguel de Alfaro cuenta con una hermosísima capilla con una dotación exquisita, fruto del mecenazgo de la familia de los Pérez de Araciel, particularmente de don Manuel Pérez de Araciel y Rada, arzobispo de Zaragoza entre 1714 y 1726, que está enterrado en ella. Entre sus hermanos figuraban fray León de la Madre de Dios, definidor de los Carmelitas Descalzos y don Vicente Pérez de Araciel, (1657 -1734) que perteneció al Consejo de Castilla, fue Regente del Consejo de Italia y presidió el Consejo de Órdenes. La familia entroncaba con don Rodrigo Ximénez de Rada, por lo que en uno de los muros del recinto se representa la batalla de las Navas de Tolosa, en una gran pintura de comienzos del siglo XVIII y filiación aragonesa. En este caso, las armas de cada uno de los reinos acompañan a sus reyes, estando presente las de Navarra junto a Sancho el Fuerte.

Pintores de la categoría de Maella y Bayeu, ya en la segunda mitad del siglo XVIII, se enfrentaron al tema, con título preciso del Triunfo de la Santa Cruz. La pintura de Ramón Bayeu para la capilla mayor de la iglesia de la Exaltación de la Santa Cruz de Zaragoza (1785) tiene como protagonistas al canónigo toledano con la cruz alzada  y al arzobispo y el rey a sus lados. Recoge en el detalle del vástago de la cruz asaeteado, las fuentes literarias que referían cómo el canónigo portador de cruz-guión, jamás fue herido, aunque lo intentaron, disparándole lanzas y dardos. Estos últimos quedaban clavados en el asta de la cruz sin que ninguno tocase al canónigo, todo lo cual habría animado a los cristianos, certificándoles sobre la ayuda celestial en la empresa.

 

Por lo que respecta a la pintura de Maella de la Casita del Príncipe de El Escorial, que también se configuró como un triunfo de la Santa Cruz, la Biblioteca Nacional y la Real Biblioteca conservan sendos dibujos preparatorios de 1788. La batalla como tal se asocia a la aparición de la cruz, traída por ángeles ante la admiración del rey y del arzobispo.

 

 

Universidad de Navarra
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Destitución de Fiscal General es un asunto de principios y valores

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La decisión del presidente de la República, Bernardo Arévalo, de dejar en manos del Organismo Legislativo la posibilidad de que la Fiscal General y jefa del Ministerio Público (MP), Consuelo Porras, pueda ser removida es una acción que permitirá terminar con uno de los períodos más
lamentables en la existencia del ente a cargo de defender el Estado de derecho y evitar el saqueo de los fondos públicos.

De hecho, durante su primera cadena de radio y televisión, en la que informó sobre el anteproyecto de reforma a la normativa que rige al MP, el mandatario anticipó que “el oscuro ciclo de Consuelo Porras debe terminar ya”, confiado en que los parlamentarios se unirán a la cruzada nacional que demanda el retiro inmediato de alguien que es vista como defensora a ultranza de políticos, exfuncionarios y empresarios corruptos y de perseguir, mediante casos simulados, a quienes critican y cuestionan su errado proceder.

Ignorada por la comunidad internacional (43 naciones le niegan el ingreso a su territorio) y vista como una paria en Guatemala, Porras se aferra al cargo valiéndose de argucias legales que han impedido que el jefe de Estado la cese de sus funciones, como clama la mayoría de ciudadanos, quienes no se explican por qué, habiendo tantas evidencias contra Alejandro Giammattei, Miguel Martínez, ministros y secretarios que integraron ese desgobierno, ella ha sido incapaz de avanzar en casos que evidencian el asalto al erario.

Como lo mencionó el mandatario, el cargo de Fiscal General es el único que no le rinde cuentas a nadie y su permanencia depende de sí mismo; sin embargo, es tiempo de que se corrijan los errores, con el fin de que los responsables de la investigación sean removidos cuando, como ocurre en este caso, su permanencia genera daños irreparables a la nación, bloquea la probidad y, sobre todo, ofrece respiro a los sinvergüenzas que se han enriquecido de manera ilícita, vil y despiadada.

Jorge Castillo
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500 añosy la política

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Después de 297 años de dominación colonial, se inicia la independencia en 1821 con 123 años de dictaduras liberales y conservadoras destruyendo el poder y la autoridad maya, no así la autoridad para recolectar tributos, 10 años de primavera democrática con la revolución del 1944 en donde se estableció proceso electoral y apertura de participación de los mayas a cargos en los ayuntamientos y en el Congreso, pero la ultraderecha con el apoyo del Gobierno de los EE. UU. interrumpieron el desarrollo del gobierno revolucionario y nuevamente el inicio de otros 30 años (1954/1984) de dictaduras de gobiernos militares en donde se acentúan las injusticias, la explotación, la exclusión, el racismo y el despojo hacia el pueblo maya, 1985 inicia una nueva etapa conocida como democrática y en donde han desfilado 12 gobiernos incluyendo el actual que preside Bernardo Arévalo, el 95 por ciento de los gobernantes son civiles y solamente un militar firmante de la paz en lo que va esta era. La Constitución Política de Guatemala de 1985, aunque de manera proteccionista reconoce por primera vez que Guatemala está formada por diversos grupos étnicos y que “el Estado reconoce, respeta y promueve sus formas de vida” Art. 66. 1996 firma de los Acuerdos de Paz y el Acuerdo sobre Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas reconoce que la nación guatemalteca tiene un carácter multiétnico, pluricultural y multilingüe y el Estado asume una serie de compromisos respecto a este. Pero en los 39 años democráticos no hay igualdad, inclusión ni relaciones armónicas entre los pueblos como lo caracteriza la democracia. 

Ahora, Guatemala y el nuevo gobierno tienen la oportunidad de corregir el rumbo de la política nacional y hacer posible la consolidación democrática con el desafío de facilitar la coexistencia armoniosa y equitativa entre los pueblos: maya, xinka mestiza y garífuna. 

La cosmovisión maya se caracteriza por el establecimiento de un mundo en equilibrio, de una relación armónica entre los seres humanos y con la naturaleza y de allí el concurso de los mayas en salvaguardar el sistema político democrático con su transición gubernamental con la esperanza de superar la histórica política de sometimiento. Loq’oj k’amik le k’aslem (hora de apreciar la vida)  

Colaborador DCA
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Una cita con Adrián Recinos

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Dr. Jorge Antonio Ortega Gaytán

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El enigmático andamiaje del paso del tiempo con su predicción me volvió a
concertar una cita con el legado de uno de los escritores de renombre de antaño, Adrián Recinos Ávila, significativo para Guatemala en el mundo académico, político y diplomático del siglo pasado y, por siempre. La semana del 17 de enero del año en curso, por iniciativa del Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica (Cirma), nos dimos cita en la Muy Leal y Muy Noble Ciudad de Santiago de los Caballeros, la Junta directiva de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala AGHG, los descendientes de nuestro distinguido escritor e invitados especiales. 

Mi primer contacto con él fue con uno de los trabajos de mayor repercusión de Adrián Recinos, la traducción y publicación del Popol Vuh, el cual fue descubierto en la Biblioteca Newberry, de Chicago Illinois, Estados Unidos. Una lectura obligatoria en la primaria, de aquella primera convivencia hace más de medio siglo. Un viaje fascinante al universo al inframundo Xibalba; la crónica del caminar de los gemelos, la creación de hombre de maíz, los mitos, desde la cosmovisión maya. Luego vinieron otras citas con el escritor guatemalteco, con la lectura y análisis de El Memorial de Sololá (1950), Los títulos de los señores de Totonicapán (1950); y Crónicas Indígenas  (1957), con lo cual completé el conocimiento del ámbito previo a la conquista y, como todo ello, posteriormente la lectura de los documentos que Recinos tradujo y publicó para nuestras generaciones y las próximas. Otras publicaciones siguieron en su vida, como: Don Pedro de Alvarado: conquistador de México y Guatemala, Monografía del Quetzal, y varios ensayos de Doña Leonor de Alvarado (1958). Ciudad de Guatemala, crónica desde su fundación hasta los terremotos de 1917–1918 (1922); y una de sus obras de mayor prestigio como historiador fue La Monografía del Departamento de Huehuetenango (1913). Disfrutando de un ambiente agradable en el inmueble que ocupa la sede de Cirma en La Antigua Guatemala, luego del saludo protocolario, se dio la presentación del archivo personal digitalizado de Adrián Recinos Ávila por intermedio de cada una de las personas que participaron en la odisea de organizar, estabilizar, catalogar, digitalizar y asegurar el legado del guatemalteco, tarea titánica que duro tres años según la explicación de la directora del archivo histórico, Thelma Porres, de dicha entidad, que además expuso la importancia de un archivo personal en los siguiente términos: “Un archivo personal es aquel que contiene los documentos generados y recibidos por una persona a lo largo de su vida, incluyendo todas sus funciones y actividades, independiente del soporte…”, “… diversidad de material personal como oficial: fotografías, cartas, conferencias, discursos, documentos personales, entrevistas, fichas de investigación, folletería, hojas sueltas. Invitaciones, libretas de bolsillo, listas de referencias, memorándums, periódicos, postales, publicaciones, recortes de periódicos, semanarios, tarjetas, telegramas y otros”. Luego, Thelma nos guió, en un recorrido por la vida de nuestro compatriota desde su nacimiento en La Antigua Guatemala un 5 de julio de 1886, hijo de Teodoro M. Recinos y de Rafaela Ávila. Hizo sus estudios en el Instituto Nacional Central para Varones, donde se graduó en 1902 y obtuvo el título de Bachiller en Ciencias y Letras. Contrajo nupcias con María Palomo Martínez, con quien procreó cinco hijos: Beatriz, Isabel, María, Adrián y Laura. Durante su época de estudiante universitario en la Facultad de Derecho, publicó sus primeros escritos (1905), fue catedrático del Instituto Para Varones y en la Facultad de Derecho. Fundó una institución literaria denominada El Ateneo Batres Montúfar, Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y sociales (1921); Miembro fundador del Partido Liberal; así mismo, de la Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala (1923), director de la Academia de la Lengua de Guatemala; presidente de la Asamblea Legislativa (1926), además de haber participado como candidato en las elecciones a la Presidencia de la República en 1944. 

Colaborador DCA
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