Comunícate con nosotros al 1590

COLUMNAS

Aceptar errores (cuarta parte) Los excesos que ha habido por encima del Acuerdo y la norma universal Pacta sunt servanda

Publicado

-

Antes que nada, es bueno recordar que la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) no tiene ningún precedente en el mundo, siendo esta la primera vez que un Estado soberano pide el establecimiento de una comisión internacional para que opere dentro de su propio territorio y en apoyo de sus instituciones nacionales para combatir la impunidad de que padece, valiente decisión que muy pocos Estados en el mundo, quizá ninguno, se atrevería a tomar, existiendo como existen esqueletos escondidos en los closets de todos los Estados: ninguno perfecto. Esta primera experiencia –única en el mundo–jamás intentada–se encontraba llamada–si exitosa– a repetirse en otros países que llegaran a quererlo, que muchos son los países que bien la necesitan, y esta posibilidad de que pudiera repetirse en otros Estados fue una de las razones más importantes para que la iniciativa se recibiera con profundo optimismo, y, con idéntico optimismo, se forjara.

La Organización de las Naciones Unidas es una de las expresiones más importantes –la más importante– del multilateralismo a nivel universal, y precisamente fue por eso –por ese multilateralismo universal del que goza– miembros suyos casi todos los Estados –por lo que solicitamos su asistencia para establecerla, sabidos de que, dentro del multilateralismo, multilateralismo invocado y conocido no habría ningún Estado o grupo de Estados que, por su apoyo, se hiciera dominante y viniera a desvirtuar lo convenido.

Pudimos haberla establecido, por ejemplo, bilateralmente, con los Estados Unidos de América a través de un tratado similar al convenido con la ONU o con cualquier otro Estado o grupo de Estados, como el que ha venido a conocerse como G-13 o con la Unión Europea, o con otra o varias de las organizaciones internacionales o supranacionales, pero no lo hicimos y, si no lo hicimos, fue porque nuestra decisión soberana nos estaría obligando a aceptar un cuerpo extraño dentro de nosotros mismos, cuerpo que estábamos dispuestos a tolerar, pero como una expresión multilateral de la que nosotros somos parte, ningún Estado o grupo de Estados, sobre nosotros.

Celebramos con la Organización de las Nacionales Unidas –lo convenimos– el acuerdo que dio origen a la Comisión, que es una creatura nuestra, entre ambos convenida. El acuerdo de su creación es un tratado internacional como cualquier otro, pero convenido con una organización internacional, y no con un Estado, rigiéndose por las normas internacionales que rigen todos los tratados, la más característica, la de la buena fe con la que se celebran y ejecutan –Pacta sunt servanda– y que lleva a darles cumplimiento según lo convenido, norma que constituye casi la esencia misma de lo que se conviene entre entidades soberanas. Convenimos –asimismo– que el acuerdo, el tratado, celebrado con la Organización de las Naciones Unidas para establecer la Comisión, tuviera el carácter de tratado en materia de derechos humanos, carácter que, en Guatemala, una vez ratificado por nosotros –habría de darle preeminencia sobre nuestro derecho interno, excepción sea hecha de la Constitución Política de la República–, tal y como esta lo determina en su artículo 204, norma que establece su jerarquía y obliga a la observación de su preeminencia sobre cualquier ley o tratado, sea este del carácter que sea.

En el tratado, además de las partes, existe referencia a la propia Comisión que se establece, que habría de tener, como toda comisión, un carácter temporal, siendo su plazo convenido el de dos años prorrogables, Comisión a regirse estrictamente por nuestras leyes –la Constitución– la primera y por lo convenido. Además de referirse a las partes La República de Guatemala y la Organización de las Naciones Unidas, ONU, y a la creatura de ambas, la Comisión a denominarse CICIG, hace el acuerdo (el tratado) referencia a los donantes (contribuciones voluntarias de la comunidad internacional). Estados estos u organizaciones internacionales o supranacionales, que pudieran venir a contribuir con sus aportes económicos a los gastos de la comisión establecida, ni la comisión –creatura ni los donantes terceros– parte alguna del tratado. La CICIG fue establecida, a instancia nuestra –a través del acuerdo–tratado– que celebramos con la Organización de las Naciones Unidas, siendo nosotros, la República de Guatemala y esta Organización de la que somos miembros, miembros fundadores, por cierto, sus únicas partes.

El entre creado, la CICIG, no se trata de un órgano de la Organización de las Naciones Unidas –así se convino– y habría de funcionar solamente de conformidad con los términos del acuerdo celebrado, acuerdo que la somete a la Constitución y demás leyes de la República de Guatemala y, como antedicho, al propio acuerdo, exclusivamente, teniendo –por decisión de las partes– absoluta independencia funcional, sujeta, como nuestro Ministerio Público, también con independencia funcional, tan solo a la Ley. El origen de nuestra inquietud por establecer la Comisión se encuentra en el gobierno del Presidente Alfonso Portillo, siendo nuestro primer acto escrito de acercamiento con la Organización de las Naciones Unidas, instándola a asistirnos para establecerla, la carta enviada por el canciller de Guatemala, embajador Edgar Gutiérrez, al secretario general de la Organización, Kofi Annan, fechada el 4 de abril de 2003.

El acuerdo –el tratado– fue firmado, finalmente, el 12 de diciembre de 2006, siendo vicepresidente de la República Eduardo Stein, y secretario general de la Organización de las Naciones Unidas el mismo Kofi Annan (fue este uno de los últimos actos de su mandato), tratado que fue sometido a la consideración de nuestra Corte de Constitucionalidad para que se pronunciase en cuanto a la constitucionalidad del mismo y de cada una de sus cláusulas –8 de mayo de 2007– prueba de fuego que no logró pasar el esfuerzo anterior CICIACS, encaminado con similar propósito y –finalmente– a la ratificación del Congreso de la República (1 de agosto de 2007), siendo el caso que, como todo tratado, lo que incluye a los tratados internacionales en materia de derechos humanos, no tendría ningún valor en Guatemala si no se hubiese dado su ratificación por parte de nuestro Congreso, pues la ratificación es lo que les da a los tratados valor jurídico. Empezó su funcionamiento, balbuceante, en septiembre del mismo año, y se produjo su primera prórroga en 2009, siendo presidente de la República Álvaro Colom y, canciller, el embajador Harold Rodas Melgar; la segunda, en 2011, por los mismos funcionarios; la tercera y cuarta, por el presidente Otto Pérez Molina (2013, canciller el embajador Fernando Carrera, y 2015, el embajador Carlos Raúl Morales), y la quinta y última, hasta la fecha , incluso antes de que venciera el plazo, por el presidente Jimmy Morales, prórroga que vencerá en septiembre de 2019.

Antes de continuar con lo que será el señalamiento de las violaciones habidas al acuerdo –tratado–, me permito compartir que confío esencialmente en las instituciones y que, si estas se desvirtúan, incide el vicio en quienes las integran y determina su conducta (tal el caso de los diputados que integran el Congreso de la República, determinada su conducta no por ser buenos o malos sino por la forma en que se eligen: o se cambia esa forma (Artículo 157 de la Constitución) o el resultado, llegue quien llegue, “buenecitos” o “malosos”, será –exactamente– el mismo). Pues bien, en el caso del comisionado y de la Comisión, de la misma forma, no creo que deban ser evaluados con la ceguera de creérseles en el santoral, cuasi deificados –que no lo están– como tampoco de condenárseles, sin más, como demonios.

No abogo por su permanencia, si incumpliendo de su parte la Constitución, las demás leyes y el acuerdo (tratado) de su creación, como tampoco por su expulsión, si retoman el camino correcto de cumplirlas que, así como señalo errores, reconozco aciertos, y pienso que, en efecto, han sido ambos de importancia para llegar a casos en los cuales nuestras instituciones ordinarias no hubieran llegado por sí mismas.

Me encuentro, pues, en el difícil justo medio, expuesto a la arremetida de unos y de otros, neutral pero activo a la usanza de nuestra diplomacia de la paz para coadyuvar al restablecimiento del orden perturbado. De la propia boca del comisionado, la violación perpetrada al acuerdo –tratado–, puesto que en este se estableció –como informes a producir– tan solo los siguientes: los generales y temáticos sobre sus actividades y los resultados de estas, incluyendo recomendaciones de conformidad con su mandato (a ser publicados) y la información periódica del comisionado sobre las actividades de la Comisión al secretario general de la Organización de las Naciones Unidas: TALES LOS ÚNICOS INFORMES CONVENIDOS EN EL TRATADO Y, EN CONSECUENCIA, LOS ÚNICOS QUE DEBÍAN Y QUE DEBIERON PRODUCIRSE.

Sin embargo (a pesar de que rige en todo esto que el funcionario no puede hacer más que aquello que la Ley –el Acuerdo– le permite) dice el comisionado (entrevista publicitada por el vespertino La Hora) que rinde informe a los países donantes y a otros miembros de la Comunidad Internacional (no especifica a cuáles otros y a título de qué) a lo que agrega que a los países cooperantes con representación en Guatemala se les presenta el plan de trabajo y que se les informa de avances periódicamente con lo que –violando el tratado– viene a dar a los donantes un protagonismo no previsto en el acuerdo –el tratado– poniendo en riesgo el multilateralismo buscado en la Organización, ningún Estado o grupo de Estados, dominante.

Lógico es –sabiduría popular– que quien pita, grita, pero eso –precisamente– es lo que trató de evitar Guatemala cuando acudió para establecer la Comisión a la Organización de las Naciones Unidas y no a Estado o Estados específicos. Esta violación, gravísima, determina que la Comisión no funcione como debería funcionar, independientemente de quién se encuentre al frente suyo y la dirija. El tratado, por otra parte, en materia legislativa, permite a la Comisión recomendar e, incluso, proponer reformas legales en consulta con representantes de instituciones del Estado y de la Organización de las Naciones Unidas, pero no en consulta con quienes –fuera de estas– viniere a decidir, peligrosa actividad ya de índole política.

La Ley y lo convenido deben respetarse y ejecutarse, de buena fe. La Comisión, de conformidad con el acuerdo, fue establecida para apoyar, fortalecer y coadyuvar a nuestras instituciones encargadas de la investigación y la persecución penal de los delitos presuntamente cometidos con ocasión de la actividad de cuerpos ilegales de seguridad y aparatos clandestinos de seguridad (y cualquier otra conducta directiva conexa), promoviendo tanto su desarticulación como la sanción penal de sus delitos. Sus fines, proteger la vida y la integridad de la persona, así como su acceso a la Justicia (derechos humanos). El acuerdo –tratado– no menciona ni una sola vez la palabra corrupción, por lo que parecería ser otro su fin, como, en efecto, lo es, y en tal caso, siendo así, bien valdría la pena adecuarlo para incluir la lucha en su contra –toral e indeclinable lucha– dentro de sus fines, dándole el marco y los instrumentos adecuados para hacerlo. (Continuará)

Acisclo Valladares Molina
Seguir leyendo

COLUMNAS

Destitución de Fiscal General es un asunto de principios y valores

Publicado

-

La decisión del presidente de la República, Bernardo Arévalo, de dejar en manos del Organismo Legislativo la posibilidad de que la Fiscal General y jefa del Ministerio Público (MP), Consuelo Porras, pueda ser removida es una acción que permitirá terminar con uno de los períodos más
lamentables en la existencia del ente a cargo de defender el Estado de derecho y evitar el saqueo de los fondos públicos.

De hecho, durante su primera cadena de radio y televisión, en la que informó sobre el anteproyecto de reforma a la normativa que rige al MP, el mandatario anticipó que “el oscuro ciclo de Consuelo Porras debe terminar ya”, confiado en que los parlamentarios se unirán a la cruzada nacional que demanda el retiro inmediato de alguien que es vista como defensora a ultranza de políticos, exfuncionarios y empresarios corruptos y de perseguir, mediante casos simulados, a quienes critican y cuestionan su errado proceder.

Ignorada por la comunidad internacional (43 naciones le niegan el ingreso a su territorio) y vista como una paria en Guatemala, Porras se aferra al cargo valiéndose de argucias legales que han impedido que el jefe de Estado la cese de sus funciones, como clama la mayoría de ciudadanos, quienes no se explican por qué, habiendo tantas evidencias contra Alejandro Giammattei, Miguel Martínez, ministros y secretarios que integraron ese desgobierno, ella ha sido incapaz de avanzar en casos que evidencian el asalto al erario.

Como lo mencionó el mandatario, el cargo de Fiscal General es el único que no le rinde cuentas a nadie y su permanencia depende de sí mismo; sin embargo, es tiempo de que se corrijan los errores, con el fin de que los responsables de la investigación sean removidos cuando, como ocurre en este caso, su permanencia genera daños irreparables a la nación, bloquea la probidad y, sobre todo, ofrece respiro a los sinvergüenzas que se han enriquecido de manera ilícita, vil y despiadada.

Jorge Castillo
Seguir leyendo

COLUMNAS

500 añosy la política

Publicado

-

Después de 297 años de dominación colonial, se inicia la independencia en 1821 con 123 años de dictaduras liberales y conservadoras destruyendo el poder y la autoridad maya, no así la autoridad para recolectar tributos, 10 años de primavera democrática con la revolución del 1944 en donde se estableció proceso electoral y apertura de participación de los mayas a cargos en los ayuntamientos y en el Congreso, pero la ultraderecha con el apoyo del Gobierno de los EE. UU. interrumpieron el desarrollo del gobierno revolucionario y nuevamente el inicio de otros 30 años (1954/1984) de dictaduras de gobiernos militares en donde se acentúan las injusticias, la explotación, la exclusión, el racismo y el despojo hacia el pueblo maya, 1985 inicia una nueva etapa conocida como democrática y en donde han desfilado 12 gobiernos incluyendo el actual que preside Bernardo Arévalo, el 95 por ciento de los gobernantes son civiles y solamente un militar firmante de la paz en lo que va esta era. La Constitución Política de Guatemala de 1985, aunque de manera proteccionista reconoce por primera vez que Guatemala está formada por diversos grupos étnicos y que “el Estado reconoce, respeta y promueve sus formas de vida” Art. 66. 1996 firma de los Acuerdos de Paz y el Acuerdo sobre Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas reconoce que la nación guatemalteca tiene un carácter multiétnico, pluricultural y multilingüe y el Estado asume una serie de compromisos respecto a este. Pero en los 39 años democráticos no hay igualdad, inclusión ni relaciones armónicas entre los pueblos como lo caracteriza la democracia. 

Ahora, Guatemala y el nuevo gobierno tienen la oportunidad de corregir el rumbo de la política nacional y hacer posible la consolidación democrática con el desafío de facilitar la coexistencia armoniosa y equitativa entre los pueblos: maya, xinka mestiza y garífuna. 

La cosmovisión maya se caracteriza por el establecimiento de un mundo en equilibrio, de una relación armónica entre los seres humanos y con la naturaleza y de allí el concurso de los mayas en salvaguardar el sistema político democrático con su transición gubernamental con la esperanza de superar la histórica política de sometimiento. Loq’oj k’amik le k’aslem (hora de apreciar la vida)  

Colaborador DCA
Seguir leyendo

COLUMNAS

Una cita con Adrián Recinos

Publicado

-

Dr. Jorge Antonio Ortega Gaytán

[email protected]

El enigmático andamiaje del paso del tiempo con su predicción me volvió a
concertar una cita con el legado de uno de los escritores de renombre de antaño, Adrián Recinos Ávila, significativo para Guatemala en el mundo académico, político y diplomático del siglo pasado y, por siempre. La semana del 17 de enero del año en curso, por iniciativa del Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica (Cirma), nos dimos cita en la Muy Leal y Muy Noble Ciudad de Santiago de los Caballeros, la Junta directiva de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala AGHG, los descendientes de nuestro distinguido escritor e invitados especiales. 

Mi primer contacto con él fue con uno de los trabajos de mayor repercusión de Adrián Recinos, la traducción y publicación del Popol Vuh, el cual fue descubierto en la Biblioteca Newberry, de Chicago Illinois, Estados Unidos. Una lectura obligatoria en la primaria, de aquella primera convivencia hace más de medio siglo. Un viaje fascinante al universo al inframundo Xibalba; la crónica del caminar de los gemelos, la creación de hombre de maíz, los mitos, desde la cosmovisión maya. Luego vinieron otras citas con el escritor guatemalteco, con la lectura y análisis de El Memorial de Sololá (1950), Los títulos de los señores de Totonicapán (1950); y Crónicas Indígenas  (1957), con lo cual completé el conocimiento del ámbito previo a la conquista y, como todo ello, posteriormente la lectura de los documentos que Recinos tradujo y publicó para nuestras generaciones y las próximas. Otras publicaciones siguieron en su vida, como: Don Pedro de Alvarado: conquistador de México y Guatemala, Monografía del Quetzal, y varios ensayos de Doña Leonor de Alvarado (1958). Ciudad de Guatemala, crónica desde su fundación hasta los terremotos de 1917–1918 (1922); y una de sus obras de mayor prestigio como historiador fue La Monografía del Departamento de Huehuetenango (1913). Disfrutando de un ambiente agradable en el inmueble que ocupa la sede de Cirma en La Antigua Guatemala, luego del saludo protocolario, se dio la presentación del archivo personal digitalizado de Adrián Recinos Ávila por intermedio de cada una de las personas que participaron en la odisea de organizar, estabilizar, catalogar, digitalizar y asegurar el legado del guatemalteco, tarea titánica que duro tres años según la explicación de la directora del archivo histórico, Thelma Porres, de dicha entidad, que además expuso la importancia de un archivo personal en los siguiente términos: “Un archivo personal es aquel que contiene los documentos generados y recibidos por una persona a lo largo de su vida, incluyendo todas sus funciones y actividades, independiente del soporte…”, “… diversidad de material personal como oficial: fotografías, cartas, conferencias, discursos, documentos personales, entrevistas, fichas de investigación, folletería, hojas sueltas. Invitaciones, libretas de bolsillo, listas de referencias, memorándums, periódicos, postales, publicaciones, recortes de periódicos, semanarios, tarjetas, telegramas y otros”. Luego, Thelma nos guió, en un recorrido por la vida de nuestro compatriota desde su nacimiento en La Antigua Guatemala un 5 de julio de 1886, hijo de Teodoro M. Recinos y de Rafaela Ávila. Hizo sus estudios en el Instituto Nacional Central para Varones, donde se graduó en 1902 y obtuvo el título de Bachiller en Ciencias y Letras. Contrajo nupcias con María Palomo Martínez, con quien procreó cinco hijos: Beatriz, Isabel, María, Adrián y Laura. Durante su época de estudiante universitario en la Facultad de Derecho, publicó sus primeros escritos (1905), fue catedrático del Instituto Para Varones y en la Facultad de Derecho. Fundó una institución literaria denominada El Ateneo Batres Montúfar, Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y sociales (1921); Miembro fundador del Partido Liberal; así mismo, de la Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala (1923), director de la Academia de la Lengua de Guatemala; presidente de la Asamblea Legislativa (1926), además de haber participado como candidato en las elecciones a la Presidencia de la República en 1944. 

Colaborador DCA
Seguir leyendo

Directorio

  • Dirección General: Carlos Morales Monzón
  • Coordinación General de Redacción: Miguel González Moraga
  • Coordinación de Información: Mario Antonio Ramos
  • Editores: Carlos Ajanel Soberanis, Jose Pelico, Erick Campos, Katheryn Ibarra y Max Pérez
  • Página Web: Isabel Juárez

más temas

©2024 Diario de Centro América - Todos los derechos reservados.