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COLUMNAS

Universidad y mundo rural (I)

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Juan José Pons
Catedrático de Geografía

En el Día del Mundo Rural, que se celebra el 15 de mayo, honramos al santo patrón de los agricultores
(San Isidro) y aprovechamos también para reflexionar sobre los desafíos a los que se enfrentan las zonas rurales y cómo podemos ayudar en ellos desde las universidades.

En un contexto territorial cada vez más urbanizado, las comunidades rurales se encuentran a menudo marginadas, enfrentando problemas que van desde la despoblación y el envejecimiento de sus habitantes, hasta la escasez de servicios básicos –públicos y privados– de todo tipo.

Cuál es el papel que deben jugar las universidades en la búsqueda de soluciones para los desafíos del mundo rural.

Las actividades del sector primario, tradicionales de estos espacios, no escapan tampoco a las dificultades. Y muestra de ello han sido las recientes movilizaciones protagonizadas por agricultores, que han traído sus tractores (y su reivindicación) hasta el corazón mismo de las ciudades.

El progresivo abandono de las explotaciones agrarias y ganaderas está causado, preferentemente, por la falta de relevo generacional y por las escasas expectativas de rentabilidad económica del sector, asfixiado como está por la escalada de los costes de producción, la dificultad de competir en precio con las producciones de otros países y la creciente regulación sanitaria y ambiental.

Las movilizaciones de agricultores, al igual que las plataformas y partidos que buscan capitalizar la representación política del conjunto de territorios que conocemos como España Vaciada (nombre a todas luces desacertado, aunque esa es otra cuestión…), son solo una manifestación palpable de la angustia y la frustración de las gentes que viven en el mundo rural y un símbolo de la lucha por su propia supervivencia.

En este difícil contexto, cabe preguntarse, como hacíamos al principio, cuál es el papel que deben jugar las universidades en la búsqueda de soluciones para los desafíos del mundo rural.

Continuará…

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Navarros que dejaron huella (III)

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Por ello, pronto los vamos a encontrar en localidades meridionales, a donde en ocasiones llegan después de varias generaciones de vida en la Alta Navarra.

Pero no todos eran pastores. Los hijos desheredados de palacios y casas hidalgas bajonavarras también buscaron oportunidades en la Navarra peninsular. Una de estas familias es la de los Loigorri, originarios de la casa de ese nombre en la localidad bajonavarra de Lasa. Como era habitual en la región, el patrimonio lo heredaba uno solo de los hijos; en 1680, un hijo desheredado, Juan, se casó en la villa de Burguete con una mujer heredera de su casa. Un hijo de esta pareja, llamado Gracián de Loigorri, continuará el desplazamiento hacia el sur pues en 1716 contrajo matrimonio en Cintruénigo con doña Josefa Virto y Casado, miembro de una familia bien posicionada en la villa; en la segunda mitad del XVIII Loigorri era uno de los principales exportadores de lana de la Ribera, como demostró Ana Azcona. Ya en plena madurez, en 1756, don Gracián y su esposa obtuvieron el reconocimiento como hidalgos. Es un ejemplo entre muchos.

Llegados a la Ribera del Ebro, pronto los complicados apellidos de muchos de estos nuevos vecinos serán simplificados para acercarlos a la pronunciación de palabras mejor conocidas; así, en el melting pot de las poblaciones del Ebro los Imbuluzqueta se convierten en Iblusqueta; los Zay y Lorda en Zailorda; los Gorosabel en Guisabel; los ya citados Loigorri pierden su primer apellido, Echapare, y un largo etcétera. En ciudades como Corella y Cintruénigo se concentran familias procedentes de muy diversos lugares de la Navarra peninsular, de lo que dan fe sus apellidos: Aibar, Anchorena, Artázcoz, Asiáin, Bertizberea, Bonel, Celigueta, Galarreta, Garisoáin, Goñi, Gorráiz, Ichaso, Imbuluzqueta, Iriarte, Izal, Larumbe, Lizaso, Luna, Navascués, Olóndriz, Ruiz de Murillo, Sada, Sagaseta, Sanz, etc.

El origen bajonavarro puede rastrearse en los ya citados Loigorri, Armendáriz, Chivite y Lacarra. No faltan los franceses, procedentes de territorios distintos de la Baja Navarra, como Bernardo de Monlaur, bearnés que se estableció en Corella y obtuvo la naturaleza de navarro en 1717. De Aragón procedían los Virto; de Álava los Miñano; de Castilla, los Ágreda, Arévalo, Barea, Cervera, Escudero, Igea, Laínez, Sáenz de Heredia, Ursúa (de origen baztanés pero llegados de la vecina Alfaro). Corella: el esplendor de una ciudad barroca. Corella despertó una notable atracción debido a su privilegiado emplazamiento. En 1630, Felipe IV, siempre necesitado de recursos para mantener a sus ejércitos desplegados en distintos frentes, había otorgado a esta villa el título de ciudad tras haber socorrido a la Real Hacienda con el desembolso de 26 mil 500 ducados de plata doble y una renta de 3 mil 500 ducados, como ha escrito Pilar Andueza.


Los años de mayor prosperidad tardarían todavía en llegar, pues como en otros lugares de la Monarquía en el XVII se sucedieron epidemias y malas cosechas. Pero en torno a 1640 hay indicios de crecimiento: la vieja parroquia de San Miguel se ha quedado pequeña y en 1643 se inician los trámites para una ambiciosa reforma; además se reedifica la de Nuestra Señora del Rosario. No tardó en experimentarse una verdadera fiebre constructiva: era preciso edificar casas para todos estos nuevos vecinos, pero además en no pocos casos se trataba de viviendas de calidad, acordes con el nivel social y económico de unos mercaderes y hombres de negocios enriquecidos por el activo tráfico comercial.

La pujanza de la merindad de Tudela, y en particular el valle del Alhama, integrado por Corella, Cintruénigo y Fitero, quedó de manifiesto cuando, entre octubre y diciembre de 1695, las Cortes de Navarra se reunieron por primera y única vez en Corella.

Continuará…

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Enganchar con menos: la televisión se acorta (II)

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Pero aún existen formatos seriales más frugales: la antología televisiva. En este caso, el viaje ha sido de regreso; uno de los hitos de la historia de la pequeña pantalla, aún en blanco y negro, era The Twilight Zone. Muchos espectadores también asociarán este formato con la mítica La hora de Alfred Hitchcock. Olvidada durante décadas, la antología ha revivido con fuerza en esta época de exuberancia. Su mayor exponente hoy es Black Mirror. En la antología el capítulo es autónomo, narrativamente independiente del resto de episodios. ¿Qué le ata, entonces, al conjunto? Pues una apuesta temática (Modern Love), unas limitaciones estilísticas (Love, Death & Robots), unas preocupaciones filosóficas (Black Mirror), un origen literario (Philip K. Dick Electric Dreams) o, incluso, un lugar (Room 104). Así, uno puede ver el quinto episodio y luego pasar al décimo y, al final, volver al dos, puesto que es una serialidad carente de acumulación narrativa.

Esta cartografía se completa con el único formato realmente nuevo de estos años: la serie antológica. Es un híbrido curioso de los dos párrafos anteriores. Piensen en The White Lotus, Fargo, True Detective o American Horror Story. ¿Descubren el patrón? En efecto: la serie antología (o serie limitada) mezcla continuidad narrativa y reseteo total. ¿Ein? Sí: en una temporada seguimos una historia durante ocho o diez episodios, como una miniserie. El relato acaba, se cierra. El año siguiente empieza virgen: nuevos actores, historia, personajes. Como en la antología, lo que unifica temporadas puede ser el territorio coeniano donde suceden las historias, los subgéneros del terror o una franquicia hotelera con sedes en Hawái o Italia.

Decía Shakespeare que “la brevedad es el alma del ingenio”. En estos formatos la concisión no implica necesariamente mayor calidad. Pero hay algo claro: la evolución tecnológica y los hábitos de consumo sí están convirtiendo la brevedad en el alma del streaming.

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Centenario de la primera Ley de cooperativas (Ley 4058) (I)

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El 30 de septiembre de 1924 se publicó en el Diario Oficial chileno la Ley 4058, sobre sociedades cooperativas, la primera dedicada a esta figura en Chile. Ella formaba parte de un conjunto de siete leyes que fueron aprobadas en la sesión del Senado del 8 al 9 de septiembre de ese año, tras el “ruido de sables” de un grupo de jóvenes oficiales del Ejército en respaldo de la agenda social del presidente Arturo Alessandri Palma que el Congreso dilataba.

Concluía así el reconocimiento a una forma de organización que tenía ya una consolidada figuración internacional y que también en el país contaba con presencia desde hacía casi cuatro décadas, usando los tipos societarios existentes.

La primera cooperativa moderna se constituyó en Rochdale, al norte de Inglaterra. En esa localidad, un grupo de 28 artesanos textiles decidió impulsar un cambio respecto del modelo imperante: los consumidores debían ser tratados manera honesta, con transparencia y respeto, reconociéndoseles la posibilidad de participar de los beneficios según su contribución y con el derecho de tomar parte en las decisiones del negocio. Bajo estas ideas, el 24 de octubre de 1844 dieron vida a una cooperativa de consumo, la primera en distribuir entre sus socios los excedentes generados.

Con el nombre de Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale y venta al contado, ella sentó las fases del movimiento cooperativo internacional que medio siglo después daría lugar a la Alianza Cooperativa Internacional y permanece hasta hoy. La sociedad funcionó de manera independiente, aunque con cambios de nombre, hasta 1991. Ese año fue transferida a United Co-operatives y, en 2007, esta última pasó a ser parte de The Co-operative Group.

Constituida en 1895 en un congreso celebrado en Londres, la Alianza Cooperativa Internacional se ha preocupado por definir la identidad cooperativa. Esto supuso fijar los criterios establecidos en los estatutos de los Pioneros de Rochadle como principios cooperativos.

Ellos son la libre adhesión y el libre retiro, el control democrático por los socios, su participación económica, la autonomía e independencia de entidad, la educación, capacitación e información cooperativa, la cooperación entre cooperativas, y el interés por la comunidad.


Continuará…

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