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COLUMNAS

El regalo de lo incierto

Publicado

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Por: Claudio Araya

Escuela de Psicología

 

 

Hoy lo veo con mediana claridad: hay una característica que está presente en cada momento de nuestra vida, y que quizás, de tanto estar presente la olvidamos, es el carácter incierto y novedoso que tiene cada momento.

 

Si nos detenemos a observar con atención, podemos reconocer que cada momento encierra la cualidad dinámica de lo incierto, cada momento se manifiesta de un modo novedoso, y en un próximo momento podría manifestarse de una forma completamente distinta.

 

Aunque en el pasado haya ocurrido algo de manera parecida o casi igual a lo que está ocurriendo, en el mejor de los casos es casi igual, no es idéntico, el momento en el cual estamos es, en su cualidad primaria, radicalmente nuevo.

 

Si hoy detengo mi hacer y me siento a sentir mi respiración, puedo darme cuenta del carácter incierto de este momento, aunque me haya sentado ayer y durante muchas mañanas antes, esta vez es un nuevo momento, está abierto y no está determinado a ser de una determinada manera, en su devenir experiencial, nunca antes fue y nunca lo volverá a ser igual. Si lo miro con honestidad, cada vez que me he sentado ha sido una experiencia diferente, aunque desde fuera nadie lo note.

 

En cuanto que incierto, no puedo tener la seguridad de lo que ocurrirá en el próximo instante, puedo intentar gestionarlo, pero no es más que eso, gestionar, y aunque en ocasiones consiga que ocurra lo que anhelo, esto no merma en lo más mínimo el carácter radicalmente incierto del momento presente, el cual prevalece por sobre cualquier construcción de certidumbre posterior.

 

Darme cuenta de lo anterior no me resulta fácil ni cómodo, casi siempre lo olvido y entro a jugar el curioso juego de suponer que las cosas seguirán siendo como han sido antes o como están siendo, hago prevalecer mis ideas por sobre la experiencia, pero la vida en diferentes momentos se ha encargado de recordarme que el momento que estoy viviendo es irrepetible y único.

 

Me recuerdan lo incierto los momentos significativos de mi vida, como por ejemplo: la muerte de mi padre, el nacimiento de mi hijo, el primer beso, mi boda; y también me lo recuerdan los momentos cotidianos, como por ejemplo: cuando camino a casa y al detenerme contemplo por primera vez algo que no había visto antes, o más cotidiano aún, cuando miro mi cabello en el espejo, y me doy cuenta que ya no está como antes, nunca antes había tenido este cabello.

 

Ser consciente de la cualidad primaria de lo incierto me ayuda a reconectar con el mundo de la vida, que se mantiene latiendo dentro y fuera mío, indómita pulsación debajo de capas y capas de certidumbre.

Debo confesar que tocar esta incertidumbre radical muchas veces me asusta, me revuelve las tripas, y al mismo tiempo me genera un curioso vértigo, me revitaliza, me mueve a conectar con la vida que está transcurriendo.

 

Hay momentos en los cuales puedo percibir este no saber fundamental, cuando escucho con genuina curiosidad, o cuando me emociono y no sé qué decir, y estoy ahí, justo en medio de la nada, y no tengo más que mi respiración que me sostiene -y lo digo con propiedad, es la respiración la que me sostiene y no yo a ella-.

 

De pronto veo que mi hijo actúa desde lo incierto, con sus menos de 2 años de vida decide en cualquier momento sentarse y jugar con las piedras que encuentra, simplemente porque sí, porque le nace, porque aparece la oportunidad y la toma, ¿y por qué no?

 

Después de unos minutos le digo que tenemos que ir a casa a comer, y de pronto pienso ¿y por qué tenemos? ¿quién dijo que teníamos? ¿y si cambiamos ese guión que yo tengo y esta vez lo hacemos de una manera nueva? ¿y si acepto su invitación a jugar?

 

De pronto reconozco que en ese momento emerge lo vitalmente nuevo, podemos co-crear y dejarnos llevar por lo que está ocurriendo, tengo la oportunidad privilegiada de dejarme llevar e improvisar, aparece ante mis ojos el regalo de lo incierto.

 

No quisiera que me malentiendan, no busco hacer una apología fácil del vivir sin certezas, valoro el rol que tienen las certidumbres y sé que no podría vivir sin ellas, por ejemplo, gracias a la planificación puedo hacer tantas cosas que de otra forma no lograría hacer jamás -como por ejemplo escribir este mismo escrito-. Solo quisiera con estas breves palabras resaltar el hecho que las certezas son siempre provisorias y secundarias, ya que prima radicalmente lo incierto.

 

Los hábitos son una forma de canalizar lo incierto, pero no es más que eso, una búsqueda por darle sentido a lo que no conozco y sé que está ahí.

 

Creo que en última instancia todos elegimos relacionarnos con lo incierto de una forma u otra: algunos huyen o evaden lo incierto, como quien cruza la calle rápidamente para no toparse con alguien con quien no quieren hablar, hay también quienes entran en una lucha continua con lo incierto y lo combaten, cimentando certeza sobre certeza.

 

Creo que son pocos quienes tienen el coraje de reconocerla y mirarla de frente, abriéndole sus mentes y corazones, considerándola una dimensión vital de nuestra existencia.

 

Creo que la mayoría estamos a medio camino, aprendiendo a relacionarnos con lo incierto del mejor modo que podemos, abriéndole tímidamente la puerta, buscando hacernos sus amigos, pero no sabiendo muy bien cómo hacerlo.

 

Si bien lo incierto puede ser una fuerte de temor, al mismo tiempo es la fuente del más genuino amor y compasión, que brotan de un encontrarse presentes y de un no saber.

Todos a nuestro alrededor y nosotros mismos somos inciertos, estamos y podríamos no estar, y estamos sujetos al cambio. Al reconocer que estamos en proceso -siempre inacabados- surge un sentimiento de hermandad, compartimos este camino de incertidumbre.

 

Estamos en la misma búsqueda, queremos tener bienestar y evitar el sufrimiento propio y de nuestros seres queridos, y estas vivencias nos acercan, nuestra humanidad compartida nos vuelve a conectar.

 

En lo incierto reconozco el principio poético, que yace detrás de cada prosa.

En lo incierto reconozco ese inconmensurable no saber, que late detrás de este precario “saber”.

Desde lo incierto me conecto con este vacío fértil, tan pleno y a la vez tan vivo.

 

Universidad Adolfo Ibañez
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COLUMNAS

Así nació la imagen real del mundo (II)

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Ana Eva Fraile
Revista Nuestro Tiempo

Desde este puerto inicia su viaje Una tierra prometida y muestra, sobre fondo azul, los álbumes científicos e intelectuales del siglo XVIII. Entre ellos, los cuadernillos L’Anatomie y L’Astronomie de La Enciclopedia, de Diderot y D’Alembert, dos dimensiones que ilustran la ambición de la ciencia por desentrañar cualquier área de conocimiento.

Sus dibujos enriquecieron los compendios sobre cartografía, astronomía, geodesia y nuevas especies.

Con precisión científica trabajaron también los artistas que se embarcaban en las expediciones, numerosas en ese periodo, para levantar acta del horizonte conocido o de nuevas maravillas. Sus dibujos enriquecieron los compendios sobre cartografía, astronomía, geodesia y nuevas especies, especialmente a raíz de que Carl von Linneo publicara en 1735 Systema naturae, su innovadora propuesta taxonómica para los reinos vegetal, mineral y animal.

En sala se encuentran, por ejemplo, los grabados coloreados a mano de Plantae Selectae, obra de los botánicos Trew y Ehret (que había conocido a Linneo), los dibujos en acuarela incluidos en la enciclopedia Libros ilustrados para niños, los álbumes Plantae officinales de Nees von Esenbeck, que investigó las propiedades médicas de las plantas, las litografías de orquídeas de James Bateman o el trabajo Historia natural de los loros, a los que François Le Vaillant pintó en sus hábitats, un acercamiento novedoso a la realidad.

La siguiente escala en esta travesía traslada al visitante a tierras egipcias, adonde el general Napoleón Bonaparte se dirigió en 1798 con hambre de conquista. A los más de 40 mil soldados se unieron 167 savants, que conformaban la Comisión de Ciencias y Artes.

El cometido de estos ingenieros, científicos y artistas era llevar a cabo una investigación exhaustiva sobre el país. Incluso se fundó el Instituto de Egipto. Aunque la campaña militar fracasó, los miembros de ambas instituciones no regresaron a Francia hasta la capitulación del general Menou, en agosto de 1801.

Solo unos meses después, a principios de 1802, comenzó la aventura editorial.

Continuará…

Colaborador DCA
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COLUMNAS

La seducción del negacionismo climático

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Cristóbal Bellolio

Escuela de Gobierno

El Demoledor es una película de 1993 protagonizada por Silvester Stallone, que versa sobre una armónica distopía donde se castigan los garabatos, la dieta es comida molecular y las relaciones sexuales son virtuales. La única disidencia vive en las cloacas a punta de hamburguesas de ratas, y de cuando en cuando sale a la superficie para asestar golpes terroristas. Su líder es Edgar Friendly.

El credo de Edgar Friendly es sencillo: no está dispuesto a que le digan cómo son las cosas, le gusta decir lo que piensa, y elegir cómo carajo vivir su vida, incluso si se trata de estallar de colesterol. Quiere comer carne hasta hartarse, fumar un cigarro “del tamaño de Cincinnati”, y correr empelota leyendo una Playboy, únicamente porque puede. Los malos no son ellos, que hacen lo que pueden por sobrevivir. Los malos son los de arriba, los que imponen su tiranía frígida y bien portada, que abusan del poder y secuestran los beneficios del progreso.

La negación del consenso climático tiene antecedentes ideológicos, o identitarios.

Friendly es un populista libertario. Populista, porque piensa que la sociedad está dividida en dos: la elite atiborrada y el pueblo postergado. No ve posibilidad de acuerdo, solo de conflicto. Lo que viene de arriba es paquete sospechoso. Pero también es libertario: quiere que la autoridad retroceda de su espacio vital, que no amenace su estilo de vida, que no arrebate sus hábitos de consumo.

El populismo libertario que representa Edgar Friendly es uno de los principales obstáculos que hoy enfrenta la lucha contra el cambio climático. Mucha gente le echa la culpa a la industria de combustibles fósiles y su lobby descarado. Pero hay otros factores que trascienden el interés pecuniario.

La negación del consenso climático tiene antecedentes ideológicos, o identitarios. No todo populismo descree del consenso científico en la materia. Algún eco-populismo de izquierda habrá por ahí. No todos los movimientos plebeyos que resisten la agenda verde progresista, descreen de la realidad de la crisis climática. Algunos sencillamente no quieren pagar la cuenta del festín de economía carbonizada que se dieron otros.

Tampoco todo libertarianismo es negacionista. En principio, se puede aceptar la ciencia climática y discrepar de una política climática que implique ensanchar las atribuciones del estado. Más de alguno insistirá en soluciones privadas a los problemas públicos. Autores como Jason Brennan elaboran una justificación libertaria para la obligatoriedad de las vacunas. Del mismo modo, otros sostienen que la reducción de emisiones es un imperativo del principio de no-agresión.

Pero la combinación entre ambas vertientes ideológicas (el populismo libertario) combustiona un tipo distintivo de rechazo a la ciencia climática, que tiene un poder seductor en ascenso. De hecho, gran parte de los partidos de “derecha populista radical”, para utilizar la etiqueta de Cas Mudde, despliega esta narrativa: las elites buenistas y cosmopolitas que tienen sus necesidades materiales satisfechas, y pueden darse el lujo de posar de ciclistas veganos, le imponen al resto de la gente ordinaria una moralina verde tan paternalista como inviable: para moverse a la pega hay que echarle bencina al auto.

Adicionalmente, la sombra de las futuras restricciones toca la fibra de las clases medias y trabajadoras que se han partido el lomo por llegar aquí. Han hecho de sus hábitos de consumo contaminante un proxy de estatus. Y nada se defiende como el estatus. Mientras tanto, las Greta Thunbergs de este mundo amenazan con una distopía de brócolis y viajes de 35 horas en tren.

Aquí entra la seducción del discurso de Edgar Friendly. Su populismo libertario mata dos pájaros de un tiro: sospecho de la agenda climática porque (a) viene de las elites globalistas y (b) arrebata mis libertades.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Municipios al rescate de los SLEP

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Mauricio Bravo

Vicedecano de la Facultad de Educación

La implementación de los Servicios Locales de Educación Pública (SLEP) ha sido un tema recurrente en el debate público.

Desde su creación, esta política se propuso como una gran reforma educativa destinada a mejorar la calidad y equidad en la educación pública. Sin embargo, debido a errores de diseño o al poco tiempo transcurrido, no ha logrado superar a los municipios en varios indicadores claves, como asistencia, deserción, rotación docente y puntajes Simce.

Estos resultados ponen en entredicho la eficacia de una reforma que, a pesar de sus buenas intenciones, no parece estar alcanzando los objetivos esperados.

Una de las principales falencias identificadas es que no se consideraron las buenas prácticas preexistentes en algunos municipios. 

Una de las principales falencias identificadas es que no se consideraron las buenas prácticas preexistentes en algunos municipios. Las reformas educativas de gran envergadura siempre deben tomar en cuenta las prácticas efectivas ya implementadas.

De lo contrario, no solo se desaprovechan conocimientos y experiencias valiosas, sino que también puede llevar a una implementación que no se ajusta a las realidades específicas de cada comunidad educativa.

Por otra parte, el corto plazo de implementación de los SLEP ha sido insuficiente para evaluar y ajustar adecuadamente sus resultados: “Las incidencias de las políticas educativas son muy diversas y pueden tardar años, incluso generaciones, en hacerse completamente visibles” (OECD Education Policy Evaluation 236, año 2020). Por tanto, antes de seguir avanzando en la implementación de nuevos SLEP, debemos realizar una evaluación robusta que permita identificar sus fortalezas y oportunidades de mejora.

Por último, la suposición de que un sistema educativo uniforme es la solución óptima para fortalecer la educación pública es un error. La diversidad de sostenedores, acompañados de mecanismos efectivos de regulación y supervisión, permite que estos funcionen como un sistema coherente y ordenado.

Además, la diversidad institucional puede ofrecer una respuesta más ágil y adecuada a las diversas necesidades locales, promoviendo así una mayor equidad y eficacia en el sistema educativo.

Colaborador DCA
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