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COLUMNAS

Amnistía 

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La amnistía es una institución ingrata pero – a veces necesaria. Ingrata, puesto que nada podría ser más injusto para las víctimas y los familiares de las víctimas que la falta de persecución y de castigo. Necesaria, sin embargo, porque, a veces,la conveniencia pública lo exige e impone el sacrificio

En temas como este no caben medias tintas, y debemos ser capaces de abordarlos sin tapujos. A nadie se le ocurrió, ¡menos mal!, que para hacer posible la paz (1996) y que no fuera rechazada por aquellos que habían delinquido se redujeran las penas de todos los delitos, y así, por ejemplo, que la pena por asesinato se redujera a un par de meses y que fuera, incluso, conmutable, y –de igual forma– penas similares para secuestros y extorsiones, absurdo que hubiera llevado a que delitos de esta envergadura quedasen penados con ridículas penas, incluso en el futuro. Pues bien, lo que menos mal que no se le ocurrió a nadie, entonces, es precisamente el absurdo que ahora estamos viviendo cuando se pretende legislar, favoreciendo con penas bajas, a delitos que ya fueron perpetrados, rebaja que compromete su penalización en el futuro. Pienso que los asesinatos, secuestros, extorsiones, y demás delitos perpetrados por la insurgencia o la contrainsurgencia debían conservar, como las conservaron, las penas que tenían establecidas tal y como, ahora, debe conservar el financiamiento electoral ilícito las penas severas que se contemplaron, menores, necesariamente, para el segundo supuesto.

La conservación del rigor de las penas para delitos de esta gravedad el financiamiento electoral ilícito es un delito grave que atenta contra el sistema democrático de Gobierno, prostituye el sistema y termina aniquilándolo, es de suma importancia debiendo ser lo suficientemente severas para disuadir que se cometa. En el caso del conflicto armado no se procedió –como solución– a reformar la pena que se encontraba establecida para los delitos que fueron perpetrados sino –tal la conveniencia pública que se imponía– a eximirles de sanción, delitos ya perpetrados y cometidos dentro del período de tiempo claramente establecido por la ley que vino a promulgarse y que hubieren sido determinados por razones estrictamente políticas, la toma o conservación del poder.

Delitos, para decirlo con la terminología propia de nuestro derecho positivo, que fueren políticos o comunes conexos con los políticos; es decir, delitos perpetrados todos con un fin político, la toma o conservación del poder. Se entendió que para hacer posible la paz se hacía preciso eximir de responsabilidad, por ejemplo, a quienes –insurgentes o contrainsurgentes– hubieren perpetrado asesinatos, secuestros, extorsiones, y otros graves delitos, con el fin político citado, alcanzar o conservar el poder, pero a nadie se le ocurrió minimizar para el futuro las penas que se encontraban establecidas.

En este absurdo es en el que se está cayendo cuando se pretende la rebaja de penas para el financiamiento electoral ilícito lo que compromete su sanción en el futuro suavizándola y dejando expedito el camino, en consecuencia –se quiera o no– para que se siga realizando. En vez de enfrentar lo ya ocurrido y solucionarlo políticamente con una decisión política, la amnistía, tal y como se hizo entonces, se intentan todo tipo de absurdos. Si pudieron ser objeto de amnistía los asesinatos, secuestros y extorsiones perpetrados por la insurgencia para tomar el poder o por la contrainsurgencia para conservarlo, no entiendo por qué no se puede decretar ahora una amnistía que favorezca a aquellos que, después de aquellas amnistías que fueron decretadas, la última, la contenida en la Ley de Reconciliación Nacional,1996, e incluso antes, desde 1985, cuando entró en vigor el nuevo orden constitucional, y con este el sistema democrático de alternancia en el ejercicio del poder, sin que se haya caído en aquellos extremos, hayan perpetrado delitos políticos o comunes conexos, para tomar el poder o conservarlo. Amnistía, por ejemplo, para los actos perpetrados por el expresidente Jorge Serrano Elías, delitos puramente políticos que fueron perpetrados para acrecentar su poder, sin violencia alguna.

¿Amnistiados los asesinatos, secuestros y extorsiones pero el expresidente Serrano, perseguido? ¡Por favor! ¿De qué justicia hablamos? ¿Amnistiados los asesinatos, secuestros y extorsiones pero perseguidos quienes dieron dinero –su propio dinero– para apoyar un proyecto político, o quienes lo recibieron con tal fin, pero no lo reportaron? ¿De qué justicia hablamos? Las amnistías fueron importantes y cumplieron su función en cuanto a los delitos perpetrados para alcanzar o conservar el poder durante el conflicto armado, tan eficaces las amnistías que, afortunadamente, nunca más han vuelto a perpetrarse delitos de esa envergadura con fin semejante. No volvieron a producirse asesinatos, secuestros, ni extorsiones “políticas”.

De la misma forma, pienso que una amnistía, ahora, tendría idéntico resultado con respecto a los delitos políticos y comunes conexos de hoy: que no vuelva a haber intentonas golpistas, aunque incruentas, ni financiamiento electoral ilícito, segundo supuesto, aprendida la lección. De la amnistía a decretarse se deben exceptuar todos los delitos que impliquen relación con defraudaciones al patrimonio del Estado, mal uso de recursos públicos, narcotráfico, trata o tráfico de personas, lavado de dinero, extorsiones, y todos aquellos que atenten contra la vida o libertad de las personas. Así como la falta de aquella amnistía hacía imposible la paz, la falta de esta hace imposible el normal desenvolvimiento del Estado y el mejoramiento de la economía. (Se pierden tiempo y recursos, donde no se debe).

Una acusación penal, poco objetiva, no supo apreciar la eximente del estado de necesidad en el caso de empresarios –ya convictos– que hubieron de sucumbir a la presión de dejarse extorsionar y mordieron para evitar el mal mayor, la quiebra de sus empresas y el consecuente desempleo (grave error el no diferenciar a estos –víctimas en estado de necesidad– de aquellos que mordieron para ser pagados por obras sobrevaluadas o, incluso, inexistentes, tema distinto). Me ha dado muchísima pena ver, en el caso del financiamiento ilícito, a empresarios que haciendo uso de su propio dinero –ningún error cívico–acierto cívico– financiaron una o varias opciones políticas, como me apena la presión sobre dirigentes políticos –no contadores– que hubieren omitido registrarlos (tema aparte, el de los financistas con fines espurios y el de los receptores, en el mismo juego). Debe hablarse de la amnistía abiertamente y sin tapujos y deben producirse argumentos a favor y en contra de la misma, pero –de decretarse– es importante que se haga por la puerta de enfrente y no de la cocina, excluidos de la amnistía, reitero, los que tengan alguna relación con los citados.

La amnistía es una decisión política que puede y debe decretarse cuando lo exige la conveniencia pública; ajenas, como deben ser las decisiones políticas, a la persecución penal y a la aplicación de las leyes por los jueces.

Acisclo Valladares Molina
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COLUMNAS

Desafíos de la formación artística en Guatemala (I)

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Ethel Marina Batres Moreno

Dirección de Formación Artística

Ministerio de Cultura y Deportes

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La Revolución de 1944 contribuyó a la promoción de la formación artística en Guatemala; para algunos, la época actual tiene semejanzas con aquella. Pero el país no florecerá mágicamente. Lograr cambios básicos requerirá planes viables y esfuerzos colectivos. ¿Juega algún papel la ciudadanía para mover engranajes transformadores? En cuanto a la formación artística, los retos son enormes. Una revisión de contexto puede ayudar a orientar el trayecto. 

Las primeras referencias a la formación de artistas en Guatemala se encuentran en el Pop Vuh: “Y eran pintores, músicos, artistas”, y se suman a toda una iconografía previa que las muestra. El libro sagrado k’iche’ al nombrar con propiedad a los artistas, implícitamente reconoce un proceso previo: el formativo. Éste se constata con la transmisión efectiva de saberes hasta nuestros días. 

En cuanto a formación artística los retos son enormes.

Hay manifestaciones ancestrales en los procesos de aprendizaje comunitario, en los repertorios, en el imaginario mostrado en textiles y bordados, en la cosmovisión expuesta en textos y otras representaciones, en las expresiones teatrales y danzarias, en la escultura, cerámica y otras. Esto refleja un legado cultural, artístico y pedagógico-artístico que principia a ser considerado con equidad bajo la divisa contemporánea de que “no hay saberes superiores a otros, únicamente diferentes”.

El reto a nivel formativo dentro de las comunidades actuales consiste en mantener viva la tradición, en resguardar elementos, en adaptarlos, refuncionalizándolos sincréticamente, en convertirlos en un reservorio vital capaz de dinamizarse constantemente y en propiciar la creación. Este es uno de los componentes a considerarse dentro de la
formulación de directrices pedagógicas para el país pluricultural que principia a reconocer la riqueza de su diversidad. 

Por otra parte, la invasión española añade otros elementos. La condición de Capitanía General favoreció las visitas y el asentamiento de artistas en Guatemala. La pionera escuela de primeras letras ya incluía la formación de “acólitos y cantantes de ceremonias y alabados”. Los centros de artes y oficios formaban orfebres, artesanos, pintores y escultores.

El obispo Francisco Marroquín en 1548 solicitó al rey de España la presencia de “un buen artistaque fomentara la enseñanza. En 1802, el compositor Rafael de Castellanos tenía en su escuela un claustro de 16 profesores de música Los saberes llegados de Europa tomaban prestigio y se extendían.

Este legado perdura y se ha desarrollado extraordinariamente. Toda tradición artística implica una tradición formativa, y la suma de esfuerzos repercute en el momento actual, cuyos desafíos son mayúsculos, pero prometedores. 

                             (Continuará) 

Colaborador DCA
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COLUMNAS

SVET: violencia sexual y su abordaje psicológico

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Secretaría contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata de Personas

La violencia sexual es una problemática social que comprende conductas sexuales contrarias a la dignidad de quien la experimenta, lo cual repercute gravemente en el desarrollo integral de las personas víctimas de este delito, no solo en su salud física, sino en su bienestar psicológico, el de sus familias y comunidades.

Por ello, es fundamental su abordaje desde un enfoque multidisciplinario, que incluya, el psicológico, como consecuencia de los daños que este flagelo ocasiona en la salud física y emocional de las víctimas.

 ”El abordaje de la violencia sexual es fundamental desde el ámbito de la psicología“.

En ese contexto, la Secretaría contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata de Personas (SVET), adscrita a la Vicepresidencia de la República, en cumplimiento de su mandato legal, impulsa acciones de formación y de sensibilización con una perspectiva amplia, que incluye el ámbito académico, especialmente el fortalecimiento de las capacidades de quienes de forma directa o indirecta, están involucrados en acciones de prevención, atención, acceso a justicia y reparación de las víctimas, con énfasis en los modelos de abordaje psicoterapéuticos. 

En ese sentido, la SVET realizó recientemente el seminario Prevención y atención integral en casos de violencia sexual. Aspectos legales, criminológicos y psicológicos, con el objetivo de fortalecer los conocimientos de docentes, estudiantes y profesionales del área científico-asistencial, involucrados en la prevención y atención de casos de violencia sexual. Esto para favorecer la identificación de casos, tomando como referencia el ámbito de la psicología. 

La Dirección contra la Violencia Sexual de SVET fue la encargada de desarrollar el seminario, impartido en la Escuela de Ciencias Psicológicas del Centro Universitario Metropolitano (CUM), tras evaluar la necesidad de fortalecer a quienes brindan atención psicológica desde el ejercicio de la profesión, a través de diferentes centros de Práctica Profesional Supervisada y del Ejercicio Profesional Supervisado, en los que tienen contacto con población en situación de vulnerabilidad como niñez, adolescencia, personas sobrevivientes de violencia sexual, con discapacidad y adultos mayores, entre otras. Sumado a esto, brindarles insumos acerca del marco legal nacional e internacional en materia de violencia sexual, así como de las responsabilidades legales y éticas que adquieren en el ejercicio de su profesión.

Asimismo, los participantes reforzaron sus conocimientos sobre psicología forense, pautas de atención, criminología de la violencia sexual y ubicación de rutas de atención interinstitucional a seguir, para garantizar la protección, asistencia, restablecimiento de derechos y acceso a la justicia de las víctimas, así como el funcionamiento y competencias de algunas de las instituciones públicas vinculadas al abordaje de la violencia sexual. 

La SVET también trabaja en impulsar análisis de factores sociales, psicológicos y criminológicos, relacionados con la comisión de delitos de violencia sexual, por medio de alianzas estratégicas con diferentes instituciones a nivel nacional, como es el caso de la Universidad de San Carlos (USAC). 

Colaborador DCA
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COLUMNAS

A vueltas con la “lanza en astillero”de Alonso Quijano / don Quijote (II)

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Carlos Mata 

Grupo de Investigación Siglo de Oro (GRISO)

Así que alguien sabe qué es un astillero. Y siendo este un adorno —es decir, un exhibido símbolo de calidad social— de la casa de un hidalgo, no es verosímil que la lanza estuviera en olvido: era, eso sí, una lanza antigua, arma de los antepasados de don Quijote, mucho tiempo inactiva, pero la colocación en el astillero revela precisamente que su dueño quiere dejar clara su hidalguía y su vocación militar.

Era, no se olvide, aficionado a la caza, ejercicio sustitutorio de la guerra. Una lanza olvidada se coloca en un desván, en el establo, en el vano de una escalera, con otros objetos inservibles. Pero no es esto lo que sucede con la de don Quijote.

Cada día, al salir de su casa o al entrar en ella, el ingenioso hidalgo vería su lanza en astillero, su adarga antigua —tampoco olvidada—, dándole voces silenciosas, y algo en su interior iría acumulando la energía suficiente para que por fin embrazara su escudo, empuñara esa lanza que todos los días atraía su mirada, y saliera a correr sus aventuras por el antiguo campo de Montiel y por todo el universo mundo. No, la lanza de don Quijote no estaba en el olvido. Estaba exactamente en el astillero”.

Y no olvidemos el dato que aporta de que eran adorno.

En sentido semejante se expresaba Enrique Suárez Figaredo en un artículo publicado en Lanza Digital, diario de la Mancha el 1 de mayo de 2019, “La interpretación pertinente de ‘lanza en astillero’”: “¿Por qué leer en sentido figurado lo que tiene una lectura recta? El astillero (no de ‘astilla’, sino de ‘asta’) para una lanza es algo similar a lo que se emplea para los rifles de caza. […] ¿Acaso había de tenerlo en el fondo de un armario sepultado por los abrigos? Que un hijo-de-algo aldeano tenga una vieja lanza en su astillero, no ‘detrás de la puerta’, evidencia el melancólico y orgulloso recuerdo de los hechos de sus antecesores”.

Queda claro, pues, a tenor de la definición que brinda el Tesoro de Covarrubias (recordemos su fecha: 1611), que los astilleros ‘estantes para colocar las lanzas’ existían en la realidad; y no olvidemos el dato que aporta de que eran “adorno de la casa de un hidalgo”, como lo era Alonso Quijano, un hidalgo —eso sí— que soñaba con ser caballero andante.

Tampoco estará de más recordar —aunque sea una obviedad— que una palabra o una expresión pueden tener distintos significados, dependiendo del contexto y de la situación en que se empleen.
     

(Continuará)

Colaborador DCA
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