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Revista Viernes

Rompope, el deleite 

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Es una bebida añejada que se prepara con “yemas de huevo, vainilla, canela, almendra molida, leche, azúcar y licor. Es de color amarillo y consistencia espesa. Además su característico sabor, es buscado por los visitantes”, se lee en la página de la Municipalidad de Salcajá, Quetzaltenango. 

Su historia se remonta a los religiosos europeos que la trajeron a América y acá se varió y perfeccionó. 

La chef Thelma Oralia Cáceres indica que “el secreto para que esta bebida adquiera el sabor perfecto es desnatarlo, depositarlo en botellas de vidrio y dejar asolearlo, por lo menos, durante un día”. Su preparación es relativamente rápida, dos horas, y el licor con la que se fermenta es el ron. 

En nuestro país se acostumbra beberlo frío, durante las fiestas de fin de año. 

El infantable fresco de súchiles

Este es un refresco tradicional del gusto de los guatemaltecos, sobre todo, para el verano. Existen varias recetas; algunas con fruta y otras únicamente con maíz. 

En ambas, el fermento es de suma importancia; por ejemplo, en Amatitlán se encuentra el que se hace a base de maíz, que necesita un mínimo de tres días de fermentación y, mientras más tiempo pase sin consumirse, el sabor se siente más avinagrado, ya que la fermentación sigue su curso.

Por otra parte, está el que lleva piña, tamarindo, jengibre, maíz y cebada, que se condimenta con otras especies. Este es el que se vende en la Famosa Casa de los Súchiles, ubicada en el Centro Histórico de la ciudad, en las cercanías de la iglesia de La Merced. 

Esta receta toma entre cinco y ocho días de reposo para que todos los ingredientes puedan llegar al punto. Patricia Guzmán es la dueña de este local y recomienda tomarlo muy frío para mejorar su sabor. 

Situada en el histórico Barrio La Merced, en zona 1, el establecimiento es conocido por la preparación del famoso fresco de súchiles de manera artesanal
Katheryn Ibarra Fotógrafo: Danilo Ramírez
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Cautiva a los conductores con las notas de su violín

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En medio del bullicio citadino, de las calles abarrotadas por automotores y la volátil cotidianidad, emerge un sonido melodioso, armónico y poco usual para peatones y conductores, pues proviene de un violín que es ejecutado por Jazmín Bocaletti, una artista urbana que ha convertido las intersecciones viales en su escenario.

Jazmín rompió el miedo escénico hace siete años, cuando comenzó a hacer malabares con clavas, a pedalear un monociclo y a hacer telas aéreas. Todo fue gracias a un amigo quien “hacía semáforo” y mostraba sus destrezas cuando los vehículos se detenían por la luz roja.

Primero fue por expresar su arte, pero luego se dio cuenta de que al depurar sus técnicas y organizar su tiempo podía agenciarse de dinero para alcanzar su meta académica.

Su encuentro con el violín ocurrió en la búsqueda por experimentar y aprender nuevas habilidades artísticas, pero su talento facilitó todo. Recibió clases con un maestro guatemalteco; luego, un con hondureño y, por último, con Miss Rossini, su maestra venezolana, quien le ayudó a perfeccionar el
instrumento.

“A mí me gusta tocar el violín en las calles, porque con las melodías que interpreto siento que despierto y transmito sentimientos que llegan directo al corazón de las personas; es una forma de ayudar a bajar el estrés de la gente que espera el cambio de luces para continuar su camino”, comentó.

El dinero que Jazmín obtiene con el arte le sirve para costear sus estudios de inglés, pues su objetivo es emplear ese idioma como una herramienta laboral, para viajar y seguir con la música. La esquina de la Ruta 6 y 7ª avenida de la zona 4, es el lugar que Jazmín escogió para difundir su música y hacer placentera la vida de los automovilistas, mientras se enciende la luz verde del semáforo.

Tatiana Valenzuela
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El café soluble: un invento que revolucionó la vida cotidiana

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Foto: Cortesía 100 libros libres

Nació en Guatemala el 9 de mayo de 1871. Sus padres fueron Eduardo Lehnhoff Waack y Dolores Wyld Quiñónez. Desde los 10 años vivió en Dresden, Alemania, lugar en el que realizó estudios de bachillerato. Su carrera en medicina fue en las universidades de Guatemala y Berlín. Al estar en esa ciudad alemana, en 1895, trabajaba como corresponsal de la revista La Escuela de Medicina, dando aviso del descubrimiento de los Rayos X, lo que lo convirtió en el primer periodista científico guatemalteco.

Continuó escribiendo sobre enfermedades tropicales, sobresaliendo en lo relativo a la invención de medicamentos; entre estos, el sulfacenol, que funciona para prevenir y tratar infecciones por quemaduras, ya que es eficaz contra las bacterias, además de una preparación para el paludismo.

¿Cómo descubre el café soluble? Era 1909 y Lehnhoff leía en el jardín de su casa, mientras bebía café. Esa taza quedó en el lugar por varios días. Al ubicarla nuevamente, vio que tenía en fondo un residuo espeso, por lo que colocó agua a este sobrante y descubrió que se mantenía el sabor, aroma y color. Debido a esto, inventó un procedimiento para deshidratar la bebida y en 1911 fundó junto a Eduardo Tallien de Cabarrús, la sociedad llamada Lehnhoff, Cabarrús y Cía. Ltda, con la que patentaron el café soluble. El registro era válido en Estados Unidos y varios países de Europa.

En Francia, durante 1914, estableció la Société du Café Soluble Belna, con la que obtuvo la medalla de oro en la exposición Universal de Gante (Bélgica), gracias a la calidad de la bebida soluble, que fue comercializada con éxito hasta antes de la Primera Guerra Mundial, evento que provocó el cierre de la compañía.
Posterior a 1939, muchas empresas tuvieron interés en comercializar el invento y trabajaron un método alterno para elaborar la bebida instantánea con la finalidad de que los soldados, durante la Segunda Guerra Mundial, pudieran beberla fácilmente.
Lehnhoff murió el 8 de diciembre de 1932 y sus restos descansan en el cementerio de Boulogne sur Seine. En su honor, la Universidad Francisco Marroquín creó la beca de estudios Federico Lehnhoff Wyld.

  • Con información del Diccionario Histórico Biográfico de Guatemala.
Katheryn Ibarra
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Hace setenta años Jacobo Árbenz abandonó el poder

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Fotos: Páginas de Facebook Pueblo conoce tu historia y Jacobo Árbenz

“Como mi gobierno ha sido acusado de ser de naturaleza comunista, sin que hayamos podido desvanecer que no lo es, aun cuando hemos empleado todos los medios para convencer a los elementos reaccionarios del mundo de que lo sostenido por los círculos gobernantes norteamericanos es una patraña, y como en esos círculos harán más despiadada la agresión contra Guatemala, he tomado una dolorosa y cruel determinación: (…) abandonar el poder”.

Ese es un fragmento del discurso que pronunció por la radio TGW, con voz cansada y deprimida, el segundo presidente de la Revolución de 1944, Jacobo Árbenz Guzmán. Eran las 21:00 del domingo 27 de junio de 1954.

Con su determinación, se concretó el primer golpe de Estado en Latinoamérica perpetrado por el Gobierno de Estados Unidos, con el patrocinio de la United Fruit Company (UFCO), y ejecutado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, en inglés) mediante la operación PBSuccess, autorizada por el presidente Dwight Eisenhower.

Árbenz se sintió traicionado por algunos de sus colegas militares y se vio sin apoyo internacional, lo que causó su dimisión. La agresión estadounidense perpetrada por sus aliados locales incluyó ataques aéreos a centros neurálgicos del país desde suelo hondureño, dirigidos por el coronel Carlos Castillo Armas. “Por los bombardeos nos metíamos debajo de la cama, mientras mi padre fumaba en exceso y se paseaba de un lado a otro preocupado”, relató Jacobo Árbenz Vilanova en una entrevista concedida a un medio internacional.

Al día siguiente de la renuncia, mientras se encontraba en la capital de El Salvador, donde era embajador de Guatemala, el literato Miguel Ángel Asturias escribió un artículo que permaneció inédito durante 17 años. “Así, cristalizado en lágrimas y esperanzas, quedó el sueño de una Guatemala mejor en el ojo garzo de Jacobo Árbenz. Si hubiera botado cobardemente sus parpados entre la realidad y sus sueños, se habría perdido o habría perdido a su país, se había cegado y habría negado el mañana todo lo que está por realizarse”, redactó entre amargura y una débil esperanza.

Asunto agrario que molestó a sectores poderosos

Árbenz propuso una reforma agraria que se consideraba una amenaza para los intereses de la UFCO, que presionó por su expulsión. Jorge Solares en su libro Jacobo Árbenz: soldado del pueblo, coronel de la primavera, cita: “Entre enero de 1953 y junio de 1954 resultaron beneficiadas ciento treinta y ocho mil familias, equivalentes a un treinta o cuarenta por ciento de los trabajadores sin tierra que lograban por fin acceso a una base económica propicia para adquirir bienes y servicios y robustecer el mercado interno. Tal medida sin precedentes en Guatemala atrajo, por supuesto, inflamadas protestas de los terratenientes de siempre, aunque algunas de estas no fueron del todo infundadas por causa de errores o por abusos particulares, efectuados sin conocimiento del Gobierno”.

Despojo, humillación y traslados

El exmandatario y su familia se refugiaron durante casi tres meses en una sección del segundo piso de la Embajada de México en Guatemala. En una habitación contigua había personas allegadas a él, como su canciller Guillermo Toriello, Alfonso Bauer Paiz, Augusto Charnaud McDonald, Eduardo Weymann y Carlos González Orellana. En el resto del edificio se encontraban casi 300 personas, incluso ilustrados republicanos españoles que estaban en el país para compartir sus conocimientos.

El martes 7 de septiembre de 1954, después de que el gobierno de Castillo Armas otorgó un salvoconducto, la antigua familia presidencial se dispuso a viajar a México. En el aeropuerto, Árbenz fue despojado de su vestimenta y dejado en ropa interior y se le tomaron fotografías; una de ellas circuló por todo el mundo. Aparentemente, fue para constatar que no se llevaba “bienes del pueblo”, pero en realidad era para humillarlo. Lo mismo ocurrió con su esposa y su hija Leonora, a quienes no las
fotografiaron.

Cuarenta años después, el 15 de septiembre de 1994, un diario matutino local abrió sus páginas a María Vilanova de Árbenz, quien publicó su testimonio sobre Jacobo, ella misma y su familia: “Los sufrimientos de su exilio no tienen comparación y seguramente esto aceleró su muerte. México nos concedió asilo temporal, pero mientras se formalizaba, fuimos recibidos en la Embajada de México en Guatemala, en cuyo recinto estaban aproximadamente 300 personas, especialmente republicanos españoles”.

Con los años vivieron en Francia, Uruguay, Suiza, Cuba, la ex Unión Soviética, Checoslovaquia (hoy República Checa) y México. Una amiga cercana al matrimonio Árbenz Vilanova, mientras vivieron en Uruguay, recuerda cómo en Jacobo la invasión y su renuncia estaban “detenidas en su cabeza” y él, una y otra vez, “permanecía recordando y recriminándose”.

Su hijo lamentó la invasión, la represión que tuvieron por parte de la CIA que repercutió en su familia. “Mi padre en sus últimos días murió amargado, se sintió decepcionado, frustrado de ver que todo lo bueno que había tratado por Guatemala no fue entendido, fue malinterpretado”, resumió.

Siete décadas después de su renuncia, se mantiene vivo el recuerdo de quien sucedió a Juan José Arévalo en la Presidencia de la República, incluso melifluo, como escribió el Premio Nobel de Literatura 1967: “Un hombre, un conductor, un carácter, uno de los nuevos héroes de la América Nuestra, Jacobo Árbenz”.

Marisol Vásquez
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