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Revista Viernes

Sergio Alvarado y sus bodas de plata en el arte nacional

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Originario de Salcajá, Quetzaltenango, Sergio Alvarado es un artista que está por cumplir un cuarto de siglo trabajando en el arte nacional.

Recientemente participa en las exposiciones 3 en Caja No’j, de Quetzaltenango y 10X10 de la capital, en donde muestra sus pinturas.

En un entrevista con Revista Viernes, comen- ta sobre sus inicios, la inspiración para realizar y sus obras y su futuro cercano en la celebra- ción de sus 25 años de trayectoria.

“Yo desde que nací pareciera que ya venía ese don conmigo, ese talento que muchas veces uno como niño no se da cuenta y simplemente lo disfruta, fluye”, indica.

Al hablar de su lugar de origen, expresa que a pesar de que Salcajá es un municipio muy pequeño, de apenas 12 km2, en realidad es muy grande culturalmente hablando. Este sitio ha sido fuente de inspiración para sus creaciones, y agrega que en el sector “la mayor parte de personas nos dedicamos al textil, a los telares y al telar español, que le llaman telar de pie o de palancas; entonces, yo siempre he dicho que antes de aprender las vocales aprendí el color en casa, porque eso viene de generación en generación, desde mi bisabuelo, abuelo y mis papás”.

Señala que aprendió a elaborar el corte típico: “Entonces conocí todo el proceso textil, esas formas tan hermosas, esa geometría que tiene y el color; de ahí viene la forma que yo trabajo en mi obra, yo me defino como un paisajista”.

Sus inicios

Durante 10 años pintó lo que denomina paisaje realismo, para luego evolucionar y encontrar su estilo.

“Yo siempre estoy entre el paisaje y la abstracción. En cada fragmento de las obras que estoy presentando viene el canto de los pájaros, la bruma, el sonido de los grillos, los árboles, el olor a tierra mojada, el maíz, las flores, las montañas; todo eso es lo que está plasmado en mi trabajo”, explica.

Manifiesta que cuando realiza una exposición de 50 creaciones, aproximadamente, necesita un cambio, ya que siente que empieza a repetir su trabajo. “Yo siempre estoy en constante evolución, hago estudios pequeños e incluso las ideas más absurdas las pinto, y cuando siento que es hora de evolucionar, entonces pongo todas las obras que me han servido para experimentar, y hago un estudio para prepararme para la siguiente muestra”, complementa.

Lo que viene

Recientemente, ha experimentado en el campo de la escultura, y describe que ya tiene algunas piezas relacionadas de igual forma con los textiles. Trabajó la serie que denomina Personajes textiles y la presentará en el Museo Casa Santo Domingo, en La Antigua Guatemala, en la Sala del Artista, a partir del 15 de junio, como parte de su celebración de 25 aniversario de trayectoria.

Katheryn Ibarra Fotógrafo: Mario León
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Revista Viernes

María Josefa García Granados

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Ilustración: Sergio Espada

La pluma irónica de Pepita

Poetisa y periodista, también conocida como El ruiseñor de los estudiantes. Maria Isabel García Granados nació el 10 de julio de 1796 en Andalucía, España. Llegó a Guatemala en 1810. En su familia le apodaba Pepita.

Fue la única mujer que asistió a las tertulias político-literarias que se realizaban en la casa de José María Castilla. Su mejor amigo era José Batres Montúfar y juntos escribieron Sermón, un poema pornográfico en el cual hicieron sátira al canónigo Castilla. También fundaron el periódico Cien veces una, que sirvió para satirizar el que se llamaba Diez vez diez, que era editado por liberales guatemaltecos en San Salvador. Luego colaboró en el diario La Aurora, con artículos políticos y literarios. Asimismo, en La República, donde firmaba sus escritos con el seudónimo Juan de las Viñas. Escribió retratos satíricos dedicados a funcionarios públicos y a sus esposas, entre ellos Francisco Morazán y Pedro Molina.

Cuando intentaron aprehenderla, se autoexilió en Chiapas. Sus adversarios políticos le llamaban Neroncito con faldas. Escribió los poemas Jesús de la Parra, Boletín de cólera morbus (en el que ridiculizó a los médicos y sus curaciones del cólera), Himno a la luna, La resolución, A la esperanza, La ceiba de Amatitlán, A una hermosa joven desgraciadamente enlazada con un achacoso viejo, Plegaria, A una abeja, Descripción de la erupción del Cosigüina y Despedida.

Luego de 1844 dejó de escribir y se dedicó a las prácticas piadosas, ya que, según ella, Pepe Batres había regresado del ultramundo a confirmarle la existencia del
infierno.

Katheryn Ibarra
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Revista Viernes

Literatura

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Diálogos con alguien que ya no está

La novela La escritora y Martel, del autor Mario Alberto Carrera, narra la vida de una pareja cuyas profesiones y actividades literarias chocan de frente con la vida práctica, aunque a veces se armonizan con ella. Un hombre y una mujer que se aman y se odian. Hablan libremente de esos sentimientos tan opuestos y de sus celos. Ella es una escritora exitosa a quien él recuerda con saudade odio cuando caen en diatribas exquisitamente crueles.

En el Cementerio General de Guatemala, él sostiene monólogos interiores frente a la tumba de ella, donde figuran especímenes de la literatura nacional y las familias que son el entorno de la pareja.
Amor, pasión y muerte. Dos vidas: la de ella que ya concluyó y la de él que está por extinguirse. Este libro es el dolor del mundo y la condición humana desgarrada. Esta a la venta en editorial Cultura a 150 quetzales.

La realidad nacional a través de Pepe Milla

Cuadros de Costumbres de José Milla y Vidaurre brinda pinceladas que describen a Guatemala, sin realzar ningún personaje en específico, siendo en sí todos a la vez. Un único protagonista que revela la riqueza de los guatemaltecos desde tiempo atrás, donde el chapín luce en cada rincón de los diferentes pueblos.
Los lectores pueden disfrutar de toda esa esencia de la vida, sin saber de dónde se originó o cómo se hizo tradición y que simplemente se sigue haciendo, por costumbre, inculcada por los antepasados durante el siglo XIX, a través de varias generaciones.

Está a la venta en las instalaciones de la Tipografía Nacional, 18 calle 6-72, zona 1. Su valor es de 20 quetzales.

Redacción DCA
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Un dramaturgo con devoción

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Fotos: Hermandad de Candelaria y La Gazeta

Miguel Ángel Asturias fue un ferviente devoto a Jesús Nazareno de Candelaria, al punto de dedicarle poemas y donar una túnica para la imagen

La imagen de Jesús Nazareno de Candelaria, Cristo Rey, cuenta con una devoción arraigada en el pueblo guatemalteco, desde la época de la Colonia, en la que una cofradía tenía a su cuidado la imagen. Una de las primeras menciones data de 1628, cuando fue bendecida.


El llamado Nazareno “de los indígenas”, de tez morena y labios entreabiertos, fue el predilecto del premio Nobel de Literatura Miguel Ángel Asturias, quien vivió cerca de la parroquia de Nuestra Señora de Candelaria, templo donde se resguarda la escultura desde su traslado a la Nueva Guatemala de la Asunción.


En la página web de la hermandad de Candelaria se dedica un artículo a esta faceta del escritor donde se lee: “El aspecto religioso de Asturias es poco estudiado por sus biógrafos, y realmente es un campo fértil, dado a que este ilustre guatemalteco fue un hombre de fe católico, que vivió y creció a la sombra de la fe de sus ancestros y de especial manera, un devoto de la escultura de Jesús Nazareno de Candelaria, que es sin lugar a dudas, un icono de la Pasión de Cristo en Guatemala y un referente de la nacionalidad de este bello país”. Cabe destacar que sale en procesión cada Jueves Santo, y es un cortejo referente en la Semana Santa.


Se agrega que en la familia Asturias no fue el único con devoción a este nazareno, ya que el hermano de literato, Marco Antonio Asturias, fue presidente de la entonces Asociación (ahora hermandad), de la década de 1950 hasta 1974.


Hay dos acciones específicas del Premio Nobel que han quedado para la posteridad: la primera es que en el poemario Sien de Alondra, publicado en 1949, se ubica un texto dedicado a la imagen que se titula: A Jesús Nazareno de Candelaria: “Y la raíz en lucha de sus manos, retuerce como garfios sus diez pálidos dedos asidos al madero, que ahora es salvavidas”, se lee en el cierre del poema.


La segunda es una túnica que mandó elaborar a Madrid, España, y que fue donada al Cristo en 1969, la que se usó el Jueves Santo de ese año.


Hay unas cartas que el también periodista intercambió con su hermano. En la primera, fechada París, 31 de enero de 1969, le solicita a su hermano el nombre del párroco de Candelaria, ya que en febrero enviaría el ropaje y que debía haber un responsable para recogerlo en aduana.


Y en la segunda, del 8 de abril del mismo año, expuso: “Ya me imagino cuán divino se vería el señor en Jueves Santo”, y anexa: “Seguimos descontando las horas, los tiempos de la salida de la procesión, paso por la plaza central y la entrada. Y nos decíamos allí irá Marquitos, que no cabe en la túnica. De mi parte ya estoy tranquilo, pues la verdad que se la había ofrecido a Jesús, cuando lo del premio, y faltaba cumplirle. Afortunadamente el señor Cristóbal, de Madrid, resultó haciendo un trabajo magnífico, y cumplido en todo”, ya que Asturias había prometido a Cristo Rey regalarle una túnica al ganar el Nobel. Ese ropaje aún se conserva en el armario que resguarda la hermandad y se utiliza para ocasiones especiales y exhibiciones.


“Comprender la fe católica de Miguel Ángel Asturias requiere contar con las claves necesarias para penetrar mejor en el contexto de su personalidad. La fe del más guatemalteco de los escritores está presente en sus obras. Pero no es un autor extraviado en el fanatismo ni en la alienación”, se lee en un artículo de La Gazeta, escrito por Marco Vinicio Mejía, que es de lo poco que se ubica acerca de esta faceta del recordado
novelista.

Katheryn Ibarra
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