Revista Viernes
Un dramaturgo con devoción
Fotos: Hermandad de Candelaria y La Gazeta
Miguel Ángel Asturias fue un ferviente devoto a Jesús Nazareno de Candelaria, al punto de dedicarle poemas y donar una túnica para la imagen
La imagen de Jesús Nazareno de Candelaria, Cristo Rey, cuenta con una devoción arraigada en el pueblo guatemalteco, desde la época de la Colonia, en la que una cofradía tenía a su cuidado la imagen. Una de las primeras menciones data de 1628, cuando fue bendecida.
El llamado Nazareno “de los indígenas”, de tez morena y labios entreabiertos, fue el predilecto del premio Nobel de Literatura Miguel Ángel Asturias, quien vivió cerca de la parroquia de Nuestra Señora de Candelaria, templo donde se resguarda la escultura desde su traslado a la Nueva Guatemala de la Asunción.
En la página web de la hermandad de Candelaria se dedica un artículo a esta faceta del escritor donde se lee: “El aspecto religioso de Asturias es poco estudiado por sus biógrafos, y realmente es un campo fértil, dado a que este ilustre guatemalteco fue un hombre de fe católico, que vivió y creció a la sombra de la fe de sus ancestros y de especial manera, un devoto de la escultura de Jesús Nazareno de Candelaria, que es sin lugar a dudas, un icono de la Pasión de Cristo en Guatemala y un referente de la nacionalidad de este bello país”. Cabe destacar que sale en procesión cada Jueves Santo, y es un cortejo referente en la Semana Santa.
Se agrega que en la familia Asturias no fue el único con devoción a este nazareno, ya que el hermano de literato, Marco Antonio Asturias, fue presidente de la entonces Asociación (ahora hermandad), de la década de 1950 hasta 1974.
Hay dos acciones específicas del Premio Nobel que han quedado para la posteridad: la primera es que en el poemario Sien de Alondra, publicado en 1949, se ubica un texto dedicado a la imagen que se titula: A Jesús Nazareno de Candelaria: “Y la raíz en lucha de sus manos, retuerce como garfios sus diez pálidos dedos asidos al madero, que ahora es salvavidas”, se lee en el cierre del poema.
La segunda es una túnica que mandó elaborar a Madrid, España, y que fue donada al Cristo en 1969, la que se usó el Jueves Santo de ese año.
Hay unas cartas que el también periodista intercambió con su hermano. En la primera, fechada París, 31 de enero de 1969, le solicita a su hermano el nombre del párroco de Candelaria, ya que en febrero enviaría el ropaje y que debía haber un responsable para recogerlo en aduana.
Y en la segunda, del 8 de abril del mismo año, expuso: “Ya me imagino cuán divino se vería el señor en Jueves Santo”, y anexa: “Seguimos descontando las horas, los tiempos de la salida de la procesión, paso por la plaza central y la entrada. Y nos decíamos allí irá Marquitos, que no cabe en la túnica. De mi parte ya estoy tranquilo, pues la verdad que se la había ofrecido a Jesús, cuando lo del premio, y faltaba cumplirle. Afortunadamente el señor Cristóbal, de Madrid, resultó haciendo un trabajo magnífico, y cumplido en todo”, ya que Asturias había prometido a Cristo Rey regalarle una túnica al ganar el Nobel. Ese ropaje aún se conserva en el armario que resguarda la hermandad y se utiliza para ocasiones especiales y exhibiciones.
“Comprender la fe católica de Miguel Ángel Asturias requiere contar con las claves necesarias para penetrar mejor en el contexto de su personalidad. La fe del más guatemalteco de los escritores está presente en sus obras. Pero no es un autor extraviado en el fanatismo ni en la alienación”, se lee en un artículo de La Gazeta, escrito por Marco Vinicio Mejía, que es de lo poco que se ubica acerca de esta faceta del recordado
novelista.
Revista Viernes
El Palacio guatemalteco, marcado por la numerología
El 10 de noviembre de 1943 se inauguró una de los edificios emblema de la cultura nacional, que llega a su 81 aniversario
Hugo Palencia tiene más de 10 años de trabajar como guía del Palacio Nacional de la Cultura. Ha pasado parte de su vida en el recinto, laborando para la Dirección General de Patrimonio y el Ministerio de la Defensa Nacional. “Me gusta estar aquí, atender al visitante, dar a conocer nuestra historia y máxime este edificio emblemático del Centro Histórico”, expresó durante el recorrido que brindó a Revista Viernes.
El edificio cuenta con cinco niveles, cinco arcos, cinco torres, cinco estilos arquitectónicos y fue construído de 1939 a 1943, durante el gobierno de Jorge Ubico. Su color característico es una mezcla de óxido de cobre con zinc. “Es un revestimiento que tienen las paredes y la línea dorada es algo decorativo.
Los muros son de ladrillo, y debido a su color le llaman cariñosamente El guacamolón. Hay un detalle histórico, que dice que también el verde era el color favorito de la esposa de Ubico; ella le dio la orden al general y él tuvo que cumplirla”, señala Palencia.
Argumenta, además, que “la secuencia del número cinco se verá en el palacio, en muchos lugares, pues el presidente se llamaba Jorge y su apellido Ubico tiene cinco letras, por eso el edificio tiene cinco niveles, cinco torres, cinco arcos que se repiten en los patios; en las salidas al balcón presidencial, cada puerta tiene cinco vitrales y arriba de cada uno cinco rocetones, mientras que el Salón de Banderas se repiten los cinco vitrales de cada lado”.
La edificación es ecléctica y antisísmica, ya que tiene una junta de dilatación que ayuda a que los tres bloques de construcción tengan moviemiento independiente al momento de un temblor y se caracterizan por estar delimitadas como una línea que evita la fragmentación de los materiales ante los cambios de temperatura. Está construido en un área de 8 mil 890 metros cuadrados, tiene 127 metros de largo, 30 de alto y 70 de ancho. Cuenta con 1 mil 116 lámparas originales, de 50 diseños diferentes, fabricadas de bronce fundido.
Los pisos de los tres niveles visibles son de la fábrica El Águila de Guatemala; cada nivel tiene diferentes diseños. El primero representa el corazón Maya; el segundo la Ciencia, porque se observan formas de un tablero de ajedrez; y el tercer nivel, por ser verde, le llaman de la Esperanza.
Primer nivel
En el primer piso, junto a las escalinatas, se observan en la pared 350 botones blancos que eran los códigos donde los empleados marcaban su salida. Acompañados de unos telégrafos y una planta telefónica marca Ericsson que conectaba a las más de 350 oficinas que tenía el edificio, que también comuncaba para Casa Presidencial, ya que funcionaba como sede de las oficinas del Gobierno. “Don Jorge Ubico contrató técnicos de Suecia para que colocaran las instalaciones de sus aparatos, era lo mejor de la época”, informa el guía.
Agrega que “Él (Ubico) venía a supervisar contínuamente a los empleados”, por eso tenían un aparato en la pared con cinco colores: “Cuando el verde o amarillo funcionaba, indicaba que en cualquier momento podría venir a las instalaciones. El rojo indicaba que don Jorge estaba aquí, o sea que no se podían movilizar en los pasillos y los empleados debían utilizar un pasillo interno para no salir”.
Tiene dos patios (de la Vida y de la Paz) y en ambos se observan fuentes de estilo Árabe, que tienen mosaicos originales y piletas formadas con peces Koi. Otros detalles es que se observan los escudos de la Ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala o sea La Antigua Guatemala creado en 1532 y el de la República de Guatemala, que se hizo en 1871. Las escalinatas tienen detalles en bronce de los talleres Ramírez de Guatemala.
Segundo nivel
Cuenta con dos salones emblemáticos: el Salón de Banquetes y el Salón de Banderas. El primero toma su nombre porque en ese lugar se llevaban a cabo los banquetes oficiales y actualmente hay eventos culturales. Tiene detalles en el techo, que está elaborado de caoba y tres lámparas que pesan una tonelada cada una; son de bronce fundido con cristales importados de República Checa. Tiene salida al balcón presidencial y en sus vitrales, realizados por el artista Julio Urruela, se representan las virtudes que todos los gobernantes deberían tener: progreso, paz, trabajo, libertad, justicia, veracidad, armonía, orden, educación, fortaleza. Mientras que en otros se plazman algunos símbolos patrios: el Quetzal, la Monja Blanca y la Bandera Nacional.
También hay dos gobelinos (tapiz hecho en Francia): uno se llama La Ofrenda que presenta a los mayas dando sus mejores frutos a los conquistadores y su ejército; se ven las primeras construcciones de La Antigua Guatemala y se observa el escudo español.
El segundo, La Marcha, donde se ve al conquistador Pedro de Alvarado montando su caballo, soldados, armas, perros de caza, el volcán Tolimán junto a una guacamaya y simboliza cómo los conquistadores llegaron al país. Ambos fueron realizados por el artista Julio Vásquez.
Al frente se encuentra el Salón de Banderas y en su pórtico se observa el escudo de la República de Guatemala y columnas estilo salomónicas, talladas en madera. Adentro está la lámpara más grande del edificio, con un peso de dos toneladas, armazón de bronce fundido y laminada en oro de 24 kilates; tiene 140 luces y la bordean cuatro quetzales de 14 metros de largo laminados en oro, que simbolizan los puntos cardinales, porque debajo de esa lámpara se ubica el kilómetro cero oficial (hay una plaqueta simbólica en la puerta del recinto, para que todos los visitantes puedan verlo sin problema).
Al fondo hay una bandera nacional con el escudo en alto relieve, con armas reales de 1871 y un quetzal disecado. En los laterales de la pieza hay vitrales que reflejan la vida de los mayas y la cultura española.
En los techos de los pasillos se leen cuatro fechas: 1492 (por el Día de la Hispanidad), 1821 (por la firma de la Independencia), 1776 (el último traslado de la ciudad de La Antigua Guatemala a la Nueva Guatemala de la Asunción) y 1871 (gesta revolucionaria encabezada por Justo Rufino Barrios y Miguel García Granados).
Tercer nivel
Cambia el color del piso (verde) y el diseño de los frescos del techo. Hay oficinas del Ministerio de Cultura y Deportes y de la Secretaría de Comunicación Social de la Presidencia. Cuenta con balcones que se conocían como golondrinas, porque en aquellos tiempos había de estas aves, cuando se empezó a construir ese piso. “Anteriormente (el Palacio) era administrado por el Ministerio de la Defensa; estas áreas eran restringidas, aquí había un guardia y si una persona quería subir a la azotea había un guardia y un teléfono. Estaba la Dirección de Inteligencia del Ejército, entonces había una cámara de monitoreo y un reloj”, explica el intérprete.
Los murales
El Choque es un mural que está frente a las gradas principales de ingreso y fue elaborado por Alfredo Gálvez Suárez. Representa la Batalla de la Conquista, en 1524. Contiene elementos del cristianismo traído por la cultura española frente a los mayas politeístas. Lo acompañan referentes de las obras Popol Vuh y Don Quijote de la Mancha.
La Nacionalidad es otra obra de Alfredo Gálvez Suárez, en la que se observa el intercambio de culturas española y maya. Relata cómo surge el mestizaje de un caballero español y una princesa maya. Se ve a fray Bartolomé de las Casas, las primeras edificaciones del país, la Universidad de San Carlos de Guatemala y la Iglesia de La Merced, ambos de La Antigua Guatemala. Complementan la pintura, los sacrificios mayas al dios Tohil y a la diosa Ixchel. Finalizan diversas manifestaciones artísticas que reflejan la sabiduría maya, junto al maíz y el cacao.
Los recorridos
Si desea conocer de viva voz todo lo que le hemos compartido en este reportaje, puede visitar el Palacio Nacional de la Cultura y participar en los recorridos guiados que tiene el recinto. Son gratuitos para los guatemaltecos y los extranjeros pagan 40 quetzales.
¿Sabía qué?
En las más de 718 puertas del Palacio Nacional de la Cultura, que son de bronce, se ve la huella digital del experesidente Jorge Ubico.
Datos relevantes
Hay 222 relojes marca
Ericsson, con cuatro diseños diferentes.
Las lámparas del edificio tienen cinco candeleros; también en algunas aparece la glándula pineal, símbolo de inteligencia; y en otras un globo terráqueo porque Ubico quería que al Palacio acudiera personas de todo el mundo.
El costo de la obra fue de 2 millones 800 mil quetzales.
Cuenta con una plaqueta de bronce con la información de los artistas más relevantes que participaron en la realización de los murales, decoradores, vitrales, pisos, madera, dirección de la obra, arquitectura y diseño, entre otros.
En la azotea está una cúpula especial que sostiene la lámpara del Salón de Banderas, con estribos o contrafuertes para soportar el peso.
El Pasaje de la Sexta era el estacionamiento de los vehículos oficiales; ya tenía los cinco vitrales que se observan en la actualidad desde que le daban ese uso.
El sótano tiene tres túneles: el primero conecta con Casa Presidencial, el segundo con la Guardia Presidencial y el último con Catedral Metropolitana.
El Monumento a la Paz son dos manos izquierdas que representan la paz y la libertad; también una Flama de la Paz, que es un pebetero con una vela que se colocó cuando el Dalai Lama visitó Guatemala en 2004.
En la moneda de 1 quetzal que se lanzó en 1999, por la firma de la Paz, al quitar la letra p se lee el apellido Arzú, del presidente de turno en ese entonces.
Revista Viernes
Mishell Nuñez ilustra la cotidianidad
Fotos: Mishell Nuñez
Mishell Nuñez es una artista visual que en la etapa de su infancia comenzó con pequeños rayones para expresarse, así conocería su futuro trabajo. Su interés por el arte continuó hasta la adolescencia, cuando ingresó a la Escuela Nacional de Artes Plásticas Rafael Rodríguez Padilla, donde se graduó y especializó en pintura.
Sus pinturas reflejan sus inquietudes, memorias y vivencias cotidianas. Una característica distintiva de su estilo artístico es la fusión de elementos figurativos y surrealistas. Pero no todo son lápices y pinceles porque cuando era niña se interesó por reparar y conservar objetos; ya en el 2023 realizó prácticas artísticas en el Centro de Restauración de Bienes Muebles del Instituto de Antropología e Historia (IDAEH), lo cual influyó para estudiar profesionalmente en la Universidad de San Carlos de Guatemala. En la actualidad es maestra de arte en la Academia Azul Studio.
En julio expuso dibujos colectivamente, con la técnica de grafito en la Sala Carlos Mérida del Banco de Guatemala. “Es un material accesible con lo que empiezan a dibujar los niños, por lo cual experimenté”, resaltó. Agregó que su inspiración para esta serie es la cotidianidad, “ser conscientes de lo que nos rodea y encontrar la belleza en los pequeños objetos”, afirmó la virtuosa.
Revista Viernes
Reinventarse
Guillermo Monsanto
Tuve la oportunidad de compartir en Washington, por 22 días, con Jon y Rae Leeth. Amigos queridos por mucho tiempo y que, durante el lapso que vivieron en Guatemala, se destacaron por su disposición de ayudar a artistas emergentes y la facilidad para cultivar amistades duraderas. Si alguna casa rebozaba calidez fue y es la los Leeth.
Con Rae como lazarillo visité museos que el turista no suele conocer. Además de apreciar trabajos tempranos de autores universales, que me maravillaron debido a que sin la firma jamás los hubiera reconocido, con ella aprecié sus luces, composición y paleta de colores. También me llevó a edificios históricos donde pasamos un buen tiempo explorando detalles, recovecos y otras maravillas. Quizás la catedral de Washington sea el local donde más tiempo pasamos. Ese día caminamos 12 kilómetros.
Rae, como escultora, dejó en este país un legado de más de 30 años. Sus estatuas, algunas de ellas institucionalizadas como la del Museo Nacional de Arte Moderno, Casa Popenoe (ambas en Guatemala) y la Universidad Zamorano (Honduras), son un buen ejemplo de sus capacidades expresivas. En esa etapa manejó el mármol, la madera, el bronce y el barro, dejando en las obras su impronta.
Esta admirable mujer, nacida en 1939, no puede quedarse quieta. Es, en realidad, un motor que funciona a toda marcha. En EE. UU. ya no puede ser escultora por todo lo que implica forjarse una carrera, un taller propio equipado y un espacio suficiente para almacenar la obra que se vaya creando. No es tan fácil debido a los costos y las complicaciones de la comercialización. Aun así, Rae encuentra modos de expresarse y mantener presencia en su nueva comunidad. Club de lectura, grupo de caminantes, supervisora de las plantas de la terraza del edificio… en fin, siempre está en movimiento socializando.
Después de las incertidumbres del encierro y el Covid, se unió a un grupo de acuarelistas capitaneado por una artista reconocida: Joey Malapaz. Y en esta técnica tan difícil encontró otro medio de expresión que va dominando con soltura y con una capacidad que de nuevo la pone sobre el escenario de las artes (hay que recordarse que las aguadas no se pueden componer si se comete errores). Rae ya está exponiendo en Washington y de nuevo, también en Guatemala, totalmente reinventada.