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COLUMNAS

Terapéutico

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Mariona Gúmpert

Revista Nuestro Tiempo 

La palabra del año en 2023 fue polarización. Qué deliciosa ironía que hayaconsenso generalizado sobre la imposibilidad de un consenso generalizado. Recuerda a la socrática frase “Solo sé que no sé nada”, que, tomada en un sentido estricto, se invalida a sí misma. O, como dijo mi hermano cuando tenía trece años: “No es cierto que exista gente sin personalidad: su personalidad consiste en no tenerla”.

Aquí se demuestran los líos a los que conducen las interpretaciones literales o, en lenguaje de estar por casa, a dónde nos lleva mirar el dedo del sabio que apunta a la luna.

Por cierto, ¿por qué los jóvenes usan ahora la palabra literalmente cada dos frases? El otro día se la oí a mi hijo de diez años, ocasión que aproveché para explicarle la diferencia entre sentido figurado y sentido literal.

La he escuchado en todo tipo de contextos, usada más por mujeres que por hombres. Para nosotras, ir a clases de pintura, de escultura, aprender a coser o tejer, participar en un coro resulta terapéutico. 

No estaba muy por la labor de escuchar una lección de Lengua (quizá, que fueran las once de la noche no ayudaba), así que concluí aconsejándole que no usara literal y todos sus derivados. Me hizo caso (o me dio la razón como a los tontos, ya les contaré). 

Pero me desvío. En realidad, quería comentarles que la palabra del año, incluso de la década, debería ser terapéutico. Y no, no es que mi experiencia esté sesgada por estar rodeada de médicos en mi familia (precisamente estos no la usan demasiado de forma aislada, son más de “tratamiento de”, “manejo”, “terapia”, “ensayo terapéutico”). Tampoco estoy pensando en terapias psicológicas, tan en boga.

Apunto más bien a cuando se le encasqueta el adjetivo terapéutico a cualquier actividad relajante que nos saque de nuestra rutina habitual. La he escuchado en todo tipo de contextos, usada más por mujeres que por hombres.

Para nosotras, ir a clases de pintura, de escultura, aprender a coser o tejer, participar en un coro resulta terapéutico. Los hombres son más de desfogarse, de exorcizar el estrés en una media maratón, en clases de crossfit, cocinando carne en fuego auténtico o acumulando más kilómetros subidos en una bici que el coche de una familia numerosa.

En todo caso, estas actividades señalan a lo mismo, a saber, la necesidad que tenemos de suplir carencias o eliminar toxicidades, otra palabra de moda, que se usa igual para un roto que un descosido (hay personas tóxicas, comportamientos tóxicos, necesitamos eliminar toxinas de nuestro cuerpo y huir de ambientes tóxicos).

No me entienda mal el lector, no critico el fenómeno; simplemente, me llama la atención cómo nos referimos a él. Las palabras que empleamos condicionan nuestra forma de ver el mundo y viceversa: nuestros pequeños mundos condicionan nuestro vocabulario. A mi bisabuela Luisa le habrían resultado desconcertantes estas nomenclaturas.

Imagino que entendería el asunto con dos frases hechas: “Descansar es cambiar de actividad” y “Cuando el diablo se aburre, mata moscas con el rabo”.

Sería la suya una aproximación a lo terapéutico, si no fuera porque ella (y muchos otros) habrían dicho que su manera de exorcizar sus demonios e inquietudes consistía en recibir sacramentos, rosario diario y practicar obras de misericordia. 

Ayer asistí a mi clase semanal de cerámica; me gusta hacer cosas con las manos. Y me relaja, claro que sí. Estoy a dos sesiones de saber crear tazas y cuencos para el desayuno.

Comparto hobby con mujeres ya jubiladas, a quienes les hablé de mi desconcierto con el uso de la palabra terapéutico. Una me respondió a la navarra, directa y contundente: “Chica, es que estamos todos locos, no le des más vueltas”. Y sí, tiene cierta razón, solo que mi bisabuela más bien diría que la naturaleza humana está dañada por el pecado original. 

Podríamos lamentarnos de que muchos intenten sanar ciegamente una herida de esta magnitud a través de aficiones o filosofías zen. Prefiero enfocarme en lo positivo: cada vez son más quienes se dan cuenta de lo necesitados que estamos de terapia. Nos queda transmitir ahora que la mejor cura radica en la Buena Nueva.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Premios por trayectoria y aportes al arte guatemalteco

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Fernando Soto, 

Director de Fomento de las Artes, Ministerio de Cultura y Deportes 

[email protected]

Guatemaltecos, cuyos nombres han trascendido las fronteras de nuestro país por su valor artístico, forman una constelación de estrellas en el firmamento del arte nacional. Nombres como Joaquín Orellana, Carlos Mérida, Efraín Recinos o Miguel Ángel Asturias, son algunas de estas figuras del arte nacional que dan renombre a Guatemala en el universo artístico. 

El Estado de Guatemala, por medio del Ministerio de Cultura y Deportes, constitucionalmente tiene la obligación primordial de proteger, fomentar y divulgar la cultura nacional y, anualmente, reconoce a los artistas por medio de la entrega de los Premios por Trayectoria y Aportes al Desarrollo del Arte.

El Estado tiene la obligaciòn de proteger, fomentar y divulgar la cultura nacional.

Marimba, teatro, danza, música, artes visuales y artes circenses son las disciplinas en las que se premia a mujeres y hombres guatemaltecos dedicados al arte nacional, enalteciendo, reconociendo y valorando a las y los guatemaltecos dedicados al quehacer artístico nacional.

Durante el año se entregan los premios a los artistas en cada una de las disciplinas en las que han destacado, contribuyendo al desarrollo del arte, ya sea por medio de la docencia, la proyección de su arte como destacado intérprete, o la labor  creadora de obras artísticas, fruto de años de dedicación y esfuerzo, sirviendo como ejemplo a las nuevas generaciones de niños y jóvenes que inician o se están formando en el arte y, a la vez, proyectando su obra creadora a la sociedad guatemalteca, dejando un legado artístico que muestra  la grandeza del arte a nivel nacional e internacional.

Educadores que transmiten a las nuevas generaciones su conocimiento y experiencia en las escuelas de arte, conservatorios o academias comunitarias que existen en el territorio nacional;  dramaturgos, compositores y coreógrafos que  plasman en su obra historias y vidas, paisajes sonoros, lenguajes corporales cadenciosos con el fin de transmitir una idea, un momento, un mensaje, un recuerdo o una realidad; músicos, actrices y actores, bailarinas y bailarines, escultores y pintores, payasos, acróbatas y magos que han dejado su vida en las tablas, en teatros, en galerías, en parques, iglesias, edificios, en festivales o en donde se pueda hacer un escenario o montar una exposición y presentar ante un público diverso y colorido el fruto de la obra creadora
individual o colectiva.

Mientras sigamos reconociendo y valorando a nuestros artistas, seguiremos llenando de estrellas el firmamento artístico de nuestra Guatemala.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

La crisis de la verdad: deepfakes y desinformación

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El Informe sobre Riesgos Globales 2024 del Foro Económico Mundial destaca las principales amenazas que enfrentará el mundo. Entre las más urgentes para los próximos dos años se encuentran la desinformación, los fenómenos meteorológicos extremos, la polarización social, ciberataques y los conflictos armados. 

La desinformación, entendida como información falsa difundida sin intención y como aquella creada deliberadamente para engañar, destaca como una de las amenazas más preocupantes. Dentro de este fenómeno, se incluyen las deepfakes: videos o audios generados con inteligencia artificial que imitan a personas reales diciendo o haciendo cosas que nunca ocurrieron.

No se trata solo de una amenaza tecnológica, sino también de un reto cultural.

Estas herramientas, que utilizan modelos de aprendizaje profundo para crear contenido casi indistinguible de la realidad, están ahora al alcance de cualquiera con acceso a un software básico, convirtiéndose en una poderosa arma de manipulación.

En un país como Guatemala, donde persiste la polarización política y la desconfianza en las instituciones, las deepfakes representan un riesgo enorme.

La rapidez con la que se difunde la información a través de plataformas como Facebook, WhatsApp o TikTok, sumada a la tendencia de la población a consumir información superficial sin verificarla, crea un terreno fértil para el éxito de este tipo de
manipulaciones.

Crear un deepfake no requiere de equipos sofisticados; basta con programas accesibles y suficiente material visual de la persona que se desea imitar. Casi cualquiera con intenciones maliciosas puede producir contenido para difamar a figuras públicas, marcas o influir en decisiones políticas y sociales. En un país donde muchos ciudadanos se quedan en la superficie de lo que ven o escuchan, las consecuencias  pueden ser tremendas.

Vivimos en una era de sobrecarga de información y contenido instantáneo, donde la veracidad de los hechos importa menos que las emociones que estos generan.  

Campañas de desprestigio y contenidos falsos no solo capturan la atención del público y manipulan sus percepciones, sino que también distorsionan la verdad y alimentan la polarización social, aumentando el clima de desconfianza.

A nivel global, estudios como los del MIT han demostrado que las noticias falsas y los deepfakes, se difunden más rápido y llegan más lejos que las noticias verdaderas, especialmente en el ámbito político. Esto se debe a su novedad, apariencia y a su capacidad de generar emociones fuertes como miedo, disgusto y sorpresa, haciéndolas más propensas a ser compartidas en redes sociales.  

No se trata solo de una amenaza tecnológica, sino también de un reto cultural. Las redes sociales, que surgieron como espacios para la libre expresión, hoy pueden adormecer el razonamiento crítico, convirtiendo a los usuarios en presa fácil de la manipulación. En lugar de profundizar y cuestionar, muchos se quedan en la superficie de los titulares y contenidos virales, adoptando posturas emocionales antes que basadas en hechos.

Como ciudadanos, tenemos una gran responsabilidad ante esta amenaza. No debemos consumir toda la información que nos llega sin cuestionarla. Necesitamos practicar un escepticismo saludable, fomentar la alfabetización mediática, la cultura de verificación y análisis crítico educándonos para identificar y combatir la desinformación.

Si no aprendemos a discernir entre la verdad y la manipulación, seguiremos siendo vulnerables y presas fáciles. Solo con una ciudadanía informada y crítica podremos proteger nuestro derecho a tomar decisiones .

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Un compromiso municipal con la discapacidad

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Unidad de Comunicación y Relaciones Públicas
CONADI, Guatemala.

En Guatemala, se estima que 1,025,465 personas viven con al menos una dificultad, lo que equivale al 9.53% de la población total. Durante muchos años, las personas con discapacidad en nuestras comunidades han sido olvidadas y excluidas de diversos ámbitos sociales.

Este es un tema de preocupación para el Comité de Expertos de las Naciones Unidas, que, desde la ratificación de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad en Guatemala, ha emitido 83 observaciones y recomendaciones al Estado guatemalteco.

Las OMD representan el enlace entre las personas con discapacidad y las entidades municipales.

Para cumplir con estas recomendaciones el CONADI, cuenta con el Departamento de Servicio Nacional de Discapacidad. A través de sus delegados departamentales trabaja con organizaciones e instituciones dedicadas a las personas con discapacidad.

El objetivo es influir en la voluntad política de las autoridades para que integren la temática de discapacidad en los Planes, Programas, Proyectos y Políticas municipales.

En seguimiento a este mandato, CONADI colabora activamente en la Comisión Departamental de Discapacidad (CODEDIS) y con la Comisión Municipal de Discapacidad (COMUDIS); y a partir de la publicación del Acuerdo Gubernativo 137-23024, el pasado 2 de septiembre en el Diario Oficial, el CONADI podrá participar con voz y voto en los Consejos Departamentales de Desarrollo Urbano (CODEDES).

Estos esfuerzos buscan fomentar la participación ciudadana y crear espacios específicos para la instalación de Oficinas Municipales de Discapacidad en los municipios del país.

Hasta la fecha, se han establecido 131 Oficinas Municipales de Discapacidad (OMD) y 2 Direcciones Municipales de Discapacidad (DMD), que sirven como enlace directo entre las personas con discapacidad y sus familias en cada municipio.

Las aperturas más recientes incluyen las oficinas de Santa Catarina Mita, Jutiapa; Melchor de Mencos, Petén; Samayac, Suchitepéquez, San Rafael las Flores, Santa Rosa; Olopa y Quezaltepeque en Chiquimula; así como en Jocotenango y Pastores en Sacatepéquez.

Colaborador DCA
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