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ARTES

San Bartolo, Presencie parte del mural maya más antiguo

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Custodiados por una réplica del friso de Hunapú e Ixbalanqué, restos de los murales de San Bartolo, originales del año 300 AEC (antes de la era común)  están al alcance de guatemaltecos y extranjeros en el Museo Nacional de Arqueología y Etnología
(Munae).

Es preciso saber que al llegar tendrá a la mano los descubrimientos más recientes de la cultura maya; y con ellos ya están en exhibición permanente dos bloques encontrados en San Bartolo, junto a dos de sus pinturas.

“De hecho, estos bloques son más antiguos que los murales de San Bartolo. Datan del 700 AEC, y demuestran que entonces ya había pintura mural. Incluso se puede apreciar al dios del maíz”, manifiesta Víctor Mendoza, técnico del Munae, quien nos atendió durante esta visita guiada.

Pero Mendoza es enfático, no quiere que se piense que las piezas fueron arrancadas. Ambas se encontraban en el suelo al momento de ser descubiertas: “Estaba colapsado y fueron tomadas. En el otro bloque está lo que podría considerarse un pedazo de piedra, pero es la escritura más antigua que se conoce de los mayas”.

No sabemos de escritura jeroglífica más antigua que esta. De hecho, se reconocen algunos elementos, pero es muy vago. Es tan primigenia que aún no se sabe lo que dice. Quizá si existieran más bloques podría hacerse una comparación, pero de momento no los hay. Sí hay trazos similares, jeroglíficos que marcan fechas, nombres, y el que representa al ajaw, pero no se puede armar una oración. “Hay que descubrir muchísimos más, es lo que necesitan los epigrafistas (para descifrarlo)”
dice Mendoza.

Templos dentro de templos

Mendoza es parte de un equipo del departamento técnico del Munae, que se encarga de exposiciones, curaduría, atención de investigadores, y todo lo que tiene que ver con la colección arqueológica. Su explicación es tan clara, que acerca una cultura tan compleja como la maya, de una manera amena.

En la institución se puede conocer una composición de los dos murales de San Bartolo. “Los murales que se encontraron en 2001 son parte de una cámara muy importante de la época preclásica maya. En realidad, era un cuarto adornado con murales en sus cuatro paredes. Pero se debe tomar en cuenta que existía una práctica habitual entre los mayas, y era que construían sobre lo antiguo. Como arqueólogos, descubrimos subestructuras, edificios antiguos abajo de edificios más grandes. Estos murales están en dos paredes, las otras dos las destruyeron desde tiempo prehispánico. Era una composición mucho más amplia”, describe Mendoza.

Mural Oeste: La creación del universo

De la declaración de Mendoza se puede dilucidar que un gran referente para entender la mitología maya prehispánica es el Popol Vuh. Muchos hallazgos arqueológicos revelan iconografía o escenas muy semejantes a ese escrito, y, en ese contexto, se puede decir que los murales de San Bartolo son la narración mitológica más antigua que se conoce a la fecha.

Los árboles, los puntos cardinales, la creación (mural Oeste); el dios del maíz bajando a la cueva a traer el elemento vital, que es el maíz o el agua y otros elementos, como animales (mural Norte). Hay muchos elementos comparables con la mitología de hace 3 mil años y que aún persisten. El Popol Vuh y los murales de San Bartolo son dos de ellos, prosigue Mendoza. Sin embargo, no son idénticos, porque proceden de épocas distantes.

De San Bartolo para el mundo

Las otras dos piezas que están en exhibición son una composición museográfica. En las vitrinas se pueden ver estucos (fragmentos) que se han recolectado durante 15 años de excavaciones. Son escenas que constituyen parte de los murales Oeste y Norte.

En el mural Oeste vemos a un personaje que se repite en varias escenas frente a un árbol. Son cuatro árboles, y, detrás de cada uno, un personaje realiza un autosacrificio frente a diversos animales.  “Las últimas interpretaciones, a partir de la iconografía y epigrafía, es que conmemoran las cuatro esquinas del universo, y cada árbol representa una”, narra Mendoza.

El personaje que hace el autosacrificio, dice el técnico, se conoce como Un Ajaw o el primer cerbatanero, el gran señor: “Es un elemento importante que se repite en la serie iconográfica maya durante milenios. Él realiza esos ritos, y se cree que hace los rituales de autosacrificio para conmemorar el nuevo año”.

Lo que se puede ver en el mural son cuatro árboles, personajes muy parecidos y, por lo general, en el centro de esa cruz, que marca los cuatro puntos cardinales, un elemento central que une el universo entero: el árbol. Pero, aún más importante, sobre este aparece la deidad Ave Pájaro Principal, una de las más trascendentales de todo el panteón maya.

El autosacrificio

En el mural se aprecia el autosacrificio de Un Ajaw frente a un pez, venado, pavo real o chompipe y flores.
Hay que recordar que en el Códice de Dresde, una imagen realizada en el 1200 EC (era común) aparecen referencias de esta escena del 300 AEC.

“Es muy importante entender cómo se arraiga el pensamiento y la cosmovisión. En la escena vemos como el Un Ajaw se pincha el pene, del cual brota muchísima sangre. Demuestra que es uno de los rituales más antiguos y que lo practicaron reyes y gobernantes en acontecimientos como ascensos al trono o alguna dedicación importante en el ciclo calendárico”, dice Mendoza. Estos rituales los concretaban los hombres; en el caso de las mujeres, se
pinchaban la lengua y al sangrar, quemaban esa sangre para
elevarla al cielo.

Los animales

La charla de Mendoza revela, además, el amplísimo conocimiento que los mayas tenían de la fauna. Ejercían un papel importante en la culinaria e incluso hay escritos en los que se habla de tamales de venado, chompipe y  pescado, que siempre fue un elemento trascendental. También, tuvieron un rol principal en el pensamiento religioso, incluso antes de conocer la agricultura.

El caparazón de tortuga

Otra escena a destacar es la que comparten tres personas, un cuatrifoliar que marca los cuatro puntos cardinales. Dentro de este, que en realidad es un caparazón de tortuga, se hallan en congregación un personaje importante o deidad (al centro), frente a dos personas sentadas en un trono.

Delante de esa escena vemos la entronización de un gobernante, pues se aprecia que una persona colocará un tocado o un atuendo en la cabeza, un símbolo importante de la historia maya prehispánica. Justo en medio de las personas hay una serie de jeroglíficos muy antiguos y un elemento importante, el glifo ajaw o señor, portado solo por los señores principales.

Mural norte, el dios del maíz: Composición por escena

Vemos un bebé que emerge de una jícara de la cual brota sangre. A su alrededor flotan cuatro bebés que forman una equis (X). En ese equilibrio se marcan los cuatro puntos cardinales. A cada bebé le sale del ombligo una boluta, formas curvas y que seguramente representan el nacimiento.

El siguiente personaje tiene apariencia de un dios. Aunque cada elemento del mural es demasiado antiguo y aún se descifra quiénes son la mayoría de los personajes, este se distingue por su cola de jaguar y porque está ataviado a la usanza de un guerrero. Vemos que porta una figura en forma de U, exclusiva de las deidades.

La vegetación y los animales implican la entrada de una cueva. Lo que vemos es cómo baja en ella el dios del maíz, que es el personaje central, y mujeres hincadas le ofrecen alimento. Esto es una metáfora, pues el dios del maíz viaja a traer la primera semilla, para darle vida a la humanidad.

Otro personaje interactúa directamente con el dios. Lo observamos con la jícara, de la que brotan flores, sobre la cabeza. Esto representa el líquido vital, el agua primigenia. Justo detrás de él hay una mujer con un canasto con tres tamales. Ella ofrece la comida, y él el agua.

A la espalda del dios del maíz, una mujer hincada lo corteja. Luego vemos a otra mujer, desnuda, a la que se conoce como la novia del dios.

Los personajes con la boca tapada están al final del muro, en la parte trasera de la cueva. Por estar vestidos de negro se interpreta que son comerciantes o extranjeros, pues es una forma de decir que no son de allí. En su cabeza, además, portan cestos con sus productos, y eso puede representar a estas dos
personas.

Gabriel Arana
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ARTES

Anuncian al curador de la próxima Bienal de Arte Paiz

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Fotografía: Cortesía del artista y Museo de Arte Moderno de Bogotá – MAMBO.

En noviembre de 2025 se realizará, en la capital y La Antigua Guatemala, la próxima Bienal de Arte Paiz. En esta edición, que es la vigésimo cuarta, se ha sido designado a Eugenio Viola como curador.

Viola tiene un doctorado en Métodos y Metodologías de la Investigación Arqueológica e Histórico-Artística de la Universidad de Salerno y ha curado más de 100 exposiciones en el mundo, incluyendo el Pabellón de Italia en la 59ª Bienal de Venecia (2022) y el Pabellón de Estonia en la 56ª Bienal de Venecia (2015). Asimismo, es crítico de arte italiano y curador especializado en experiencias y teorías relacionadas con performance y poesías corporales.

Katheryn Ibarra
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¡A lanzarse al agua!

Esculturas de patos navegan en una exposición con causa.

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En el Museo Ixchel del Traje Indígena se aprecian 120 piezas con diferente temática y materiales, intervenidas por varios artistas, las cuales son parte de la XI edición de la colectiva titulada Al agua, patos. Estas se encuentran a la venta para apoyar con becas a más de 600 personas con síndrome de Down de la Fundación Margarita Tejada.

De acuerdo con sus organizadores, esta muestra comparte la visión infantil de atreverse, romper barreras y sin miedo para aprender, compartir y crecer. “Este año se inspiró del dicho guatemalteco “al agua, patos”, que significa tirarse al agua para probar nuevos retos y nuestros chicos eso lo viven a diario porque son perseverantes”, expresó María Teresa de Basterrechea, directora de la fundación. 

Esta es una obra del escultor guatemalteco Rodolfo Guevara, que tardó cinco meses elaborarlos, con la creatividad de Patricia Valladares. “Todo viene relacionado con el juego de los niños, a su inocencia”, dijo. Agregó que cada virtuoso plasmó lo que realiza en lienzo y con su toque personal. 

Algunos de los que intervinieron las obras fueron: Rodolfo Guevara, Patty Valladares, Valenz, Camilo Almaráz, Mod Cárdenas, Jorge Mazariegos, David Duke, Victoria Masch, Josué Hernández, Mauricio López, Abel Amaya, Jorge Merino, de El Salvador. 

Dato

La exhibición está abierta al público gratuitamente en 6ª. calle final, zona 10, hasta el 1 de agosto, de lunes a viernes, de 9:00 a 17:00 y los sábados, de 9:00 a 14:00.

Marisol Vásquez Fotógrafo: Mariano Macz
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Star Wars: Imposible complacer a todos

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Foto: cortesía Lucasfilm

Los ewoks deben estar celebrando la existencia de The Acolyte (2024), ya que desde el estreno de esta serie, el filme Ewoks: The Battle for Endor (1995) dejó de ser, de manera oficial, la obra más despreciada de Star Wars. Es impresionante la cantidad de descontento, incluyendo comentarios de odio (que por nada apoyo o comparto) que generó The Acolyte, inclusive, desde antes de estrenarse. 

Si no estás enterado de lo que me refiero, respetado lector, y piensas que esta columna es otro grito al estilolos warsies también lloran, pues te cuento que The Acolyte es una serie del universo de Star Wars, desarrollada por Lucasfilm para Disney+. Esta se sitúa aproximadamente 200 años antes de los eventos de la saga cinematográfica principal (también conocida como la Era Skywalker).

Una vez JJ Abrams, showrunner de la última trilogía de Star Wars, declaró después de haber recibido millones de críticas negativas acerca de los tres filmes galácticos en los que estuvo a cargo: “Con Star Wars, es imposible complacer todos”.

Cuando leí esta declaración, estaba molesto con este cineasta por su terrible manera de estar a cargo de esas películas, así que pensé: “Excusas para un trabajo desordenado”. Pero hoy cambia todo y entiendo por dónde quería ir este señor. Hasta este año y bajo la tutela de Disney+, ya contamos con seis series de Star Wars, algo inimaginable en los tiempos de Lucasfilm en manos de George Lucas.

Estas series son: The Mandalorian, The Book of Bobba Fett, Obi-Wan Kenobi, Andor, Ahsoka y ahora The Acolyte. Suena maravilloso en teoría. Las dos primeras temporadas de The Mandalorian y la primera de Andor me parecen fascinantes. Ahora, The Book of Bobba Fett y Obi-Wan Kenobi son mediocres, pero en su defensa, Disney tenía pocos años de producir series y tal vez estaba aprendiendo.

Pero vamos, para Ahsoka y The Acolyte ya tuvieron cinco años de experiencia, y son notables los retrocesos en desarrollo de historia, perfiles de personajes, diálogos zonzos y guiones con tantos agujeros en la trama como si se tratara de un queso suizo en caricatura de Tom&Jerry.

No soy experto en guiones de series de televisión, pero no hace falta serlo para notar esta deficiencia que, inclusive, da la impresión de que se trata de producciones haraganas. O más bien, de que los productores la arruinan a propósito.

Y ahí está Andor, una de las mejores series que he visto en mi vida, con personajes entrañables, diálogos y monólogos apasionados, música perfecta y escenarios tan vivos como sorprendentes. Pero Andor permanece en la esquina de lo mejor de Star Wars que casi nadie ha visto. “Es muy lenta”, dicen unos.

“No salen sables láser”, refunfuñan otros. Entonces, ¿qué quiere el fandom? ¿Pedimos una clonación en estilo maquila de Grogu para que salve todas las nuevas series de Star Wars? ¿Nos conformamos con lo que Disney+ nos entregará de ahora en adelante? ¿Bailamos la danza de la lluvia para que se inunde todo Lucasfilm a cargo de Disney, y comience todo desde cero? Tal vez JJ tenía razón acerca de Star Wars, es imposible quedar bien con todos, y más con producciones tan descuidadas como The Acolyte. Que la Fuerza nos acompañe.

David Lepe
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