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COLUMNAS

Sabine Weiss: Instantes de verdad (II)

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Ana Eva Fraile 

Revista Nuestro Tiempo

Con gran versatilidad, Weiss cultivó todos los géneros en los más variados círculos: pasaba de la moda y la publicidad (Yves Saint-Laurent, Dior, Korrigan), al espectáculo (Ella Fitzgerald, Maria Callas, Brigitte Bardot, Jeanne Moreau), la literatura (Françoise Sagan, André Breton, Samuel Beckett, Eugène Ionesco), el arte (Joan Miró, Alberto Giacometti, Jean Dubuffet, Georges Braque, Niki de Saint Phalle, Fernand Léger, Robert Rauschenberg) o la política (Jean Monnet, Dwight D. Eisenhower). “He hecho de todo”, subrayaba orgullosa. En Francia, Estados Unidos, Birmania, Etiopía, Portugal, la URSS, Bulgaria o la India disfrutaba de cada nuevo encuentro que le ofrecía su profesión. 

Si trataban de definir su trabajo con una sola palabra, Sabine se sentía atrapada. Aunque ya en 1952 revistas especializadas internacionales la reconocieron como miembro de la escuela humanista francesa, para ella fue una simple coincidencia la que la situó junto a Henri Cartier-Bresson, Robert Doisneau, Willy Ronis, Édouard Boubat, Brassaï, Izis, Jean Dieuzaide. Probablemente, su entrada en la agencia Rapho, pionera del fotoperiodismo francés, propició que se la vinculase con esta generación de fotógrafos. 

Su entrada en la agencia Rapho, pionera del fotoperiodismo francés, propició que se la vinculase con esta generación de fotógrafos. 

Sin embargo, una sutil frontera los separa. Según explica Virginie Chardin, comisaria de varias exposiciones sobre la autora franco-suiza, Weiss no construye sus imágenes como una pintura o una escena, ni metafóricamente para defender un punto de vista.

“Sus tomas, afirma en uno de los catálogos, nacen de una experiencia íntima, de un impulso espontáneo e intuitivo hacia el sujeto”. Ni rastro de juicios o lamentos sobre el mundo.

Ella es una simple testigo, y sus fotografías, testimonio de una época. Tampoco le preocupaba el enfoque perfecto. Borrosa o no, una buena fotografía debía captar las emociones, decir algo sobre la condición humana.

“Lo que me interesa es el sentimiento que expresan las personas”, repetía cada vez que la entrevistaban. Su humanidad, reflejada de la forma más sobria y sencilla. 

Pero ¿cómo traducir en un solo instante, en esa fracción de segundo, un movimiento del alma? Sobre esta inquietud reflexionó en Intimes Convictions. “Luz, gesto, mirada, movimiento, silencio, tensión, reposo, rigor, relajación. Me gustaría incorporarlo todo en ese momento para expresar, con un mínimo de medios, la esencia del ser humano. Es algo abstracto lo que busco en mis fotos, escribió. En lugar de una persona llorando, es la idea de la tristeza lo que quiero mostrar”.

Había otra etiqueta con la que Sabine no se sentía cómoda: le parecía exagerado calificar su obra como arte. Nunca se consideró artista y aseguraba que el suyo era un oficio artesano; más allá de la dimensión estética, resaltaba el carácter manual de su trabajo. No obstante, a lo largo de su carrera atesoró un puñado de reconocimientos.

La Orden de las Artes y las Letras de Francia le concedió las distinciones de chevalier (1987) y officier (1999). En 2010, la condecoraron con la Orden Nacional del Mérito y, una década después, ganó el premio Women In Motion 2020, otorgado por el prestigioso festival de fotografía Les Rencontres d’Arles.

El fallecimiento de Sabine la noche del 28 de diciembre de 2021 dejó varios proyectos inacabados. Como el documental El siglo de Sabine Weiss, que Camille Ménager había empezado a rodar hacía tan solo unas semanas.

O la exposición retrospectiva que el Museo Photo Elysée proyectaba para celebrar el centenario de su nacimiento y de la que seguía de cerca todos los preparativos. En 2020, el programa Efecto Doppler de RTVE la entrevistó y Weiss bromeaba sobre el futuro: “Tendré una exposición en Suiza por mis cien años, eso es seguro. Lo que no sé es si iré”. 

Colaborador DCA
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COLUMNAS

El camino al mar (II)

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Daniel Dols Bruno

Revista Nuestro Tiempo 

En 2019 se presentaron con un manojo de temas inéditos al Big Up!, un evento celebrado en Murcia donde se dan cita jóvenes promesas y agentes de la industria. Salieron con un contrato con Sony y Son Buenos, bajo el brazo, que en 2020 se transformó en su primer EP: El tiempo y la actitud.

Con aquellas cinco canciones apenas hicieron diez conciertos. Fue la publicación de La noche, su primer largo, lo que les trajo el, sí quiero, de crítica y público. También, uno de sus temas más queridos: Exoplaneta, la canción de amor que cierra el disco y que sucede en su Cartagena natal. El álbum les llevó a dar 86 conciertos por las salas de todo el país.

Suena una base donde se escuchan alarmas y las espuelas de un vaquero. Entonces aparecen los integrantes de la banda y empiezan a tocar. 

Su experiencia mientras giraban con La noche fue dando forma al concepto de su segundo álbum, una road movie que juega con la vida en la carretera. Los perros es el primer tema de Cowboys de la A3. También, con el que arrancan los conciertos de esta gira. Suena una base donde se escuchan alarmas y las espuelas de un vaquero.

Entonces aparecen los integrantes de la banda y empiezan a tocar. El último en salir es Antonio. Guitarra eléctrica en mano, avanza con paso firme hacia el micrófono. Cuando la música se detiene, el público,calla para escucharle dar la orden: “Soltad a los perros porque me he escapado”. Después, la explosión.

Este trabajo habla, con un ritmo rotundo, del movimiento inherente a la búsqueda, de lo que se encuentra y lo que se deja atrás: es el caso de Qué vida tan dura, que cuenta las dificultades de vivir de la música, o Cowboys de la A3, una mirada nostálgica a lo que dejaron en Cartagena, a donde se llega desde Madrid por la A3, por vivir su sueño.

Copilotos es la única balada del disco, un respiro antes de entrar en la parte más directa con Escorpio y Sagitario, Besos y animales o Todos mis amigos están tristes. El último tema y final del viaje es también el tema de su generación: encontrar una salida para tanto dolor, atreverse a querer, a que duela el pecho de amor, preferir una caricia en el pelo y una noche en el espigón antes que a los dioses modernos.

Y gritarlo, gritarlo fuerte, que ahí está La salvación. Si el jurado de los Ondas destacaba que el signo de los tiempos son los géneros urbanos, salvar el rock implica llevarnos al mar por la A3 para recordarnos que ningún bloque de hormigón puede competir con la belleza del horizonte.

En una entrevista antes de estrenar La noche, afirmaban que nunca concibieron Arde Bogotá como un entretenimiento: “Siempre hemos sabido que conlleva una responsabilidad querer que la banda funcione”.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Pseudoadvertencia para los pseudomedios

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Ana Azurmendi
Catedrática de Derecho Constitucional en la Facultad de Comunicación

No había leído la entrevista de La Vanguardia, al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hasta que me llegó la noticia de que había hablado de reformar “la ley orgánica del Honor y del Derecho a la Rectificación”(sic). Entonces ya sí que me interesó muchísimo acceder a esa pieza periodística.

Llevo estudiando y hablando de esas leyes a los estudiantes de la Facultad de Comunicación, desde 1991, son muy importantes. Viejas conocidas de todos los periódicos, revistas, radios y lo que se mueva en la comunicación pública.

El milagro es que, siendo leyes anteriores a Internet, que apareció en los hogares en 1995, se sigan aplicando con éxito, hasta en conflictos provocados por tuiteros y youtubers. Nadie duda de que esos textos legales requieren actualización. Para empezar, se elaboraron pensando casi exclusivamente en el honor, intimidad e imagen de políticos y famosos; cuando, ahora, las intromisiones ilícitas en esos derechos alcanzan a todos los ciudadanos, de toda edad y condición.

De ahí el pánico generalizado al saber, por ejemplo, que Meta va a entrenar su Inteligencia artificial con todas las fotos de los usuarios de Instagram.


Con todo, que nadie piense que estamos desprotegidos en redes sociales. La Ley de Datos personales y de Derechos digitales, de 2018, protege la privacidad en internet y regula también la rectificación. Es decir, se han ido creando complementos legales que han cubierto las nuevas necesidades de protección de los derechos. Pero es cierto que a esas leyes ochenteras les hace falta ponerse al día.

Con todo, que nadie piense que estamos desprotegidos en redes sociales.

La recién estrenada Ley Europea de Libertad de los Medios de Comunicación (el nombre oficial es Reglamento Europeo sobre la Libertad de los Medios de Comunicación, (UE) 2024/1083, de 11 de abril de 2024), tiene muy buena pinta.

Suena mucho más a una salvaguarda de los medios de comunicación que a una vía para facilitar la censura por parte de los gobiernos. Y esto se nota en tres cosas: 1) Las garantías que establece para el secreto de las fuentes confidenciales de los periodistas; 2) El mantra sobre la necesidad de independencia de los medios de comunicación y del periodismo; y 3) La insistencia en la transparencia de la asignación de la publicidad estatal (se menciona 24 veces en el texto).


No solo eso, defiende a los medios de comunicación de la tiranía de las plataformas digitales. Una excepción que no se concede a casi nadie más. Google, Twitter, TikTok, Facebook, Instagram no pueden eliminar un contenido de los medios, ni siquiera aplicando sus propios códigos de autorregulación. Se les obliga a establecer un diálogo entre las dos organizaciones (plataforma y medio de comunicación) antes de llegar a nada definitivo.


Entonces ¿qué pasa con los “pseudomedios”? Entiendo que se señalan porque no responden a los estándares del periodismo de calidad. Que no encajan en la definición de medio de comunicación que da la Ley Europea. Ahora, si para la Unión Europea esos informativos de radio, televisión o esos periódicos sí son medios de comunicación, entonces da igual que sean de viento favorable al Gobierno o sean de contraviento, porque estarán cumpliendo el papel político indispensable de “ser guardián de la democracia” (así lo expresa la Ley Europea).

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos confirma que ese papel lo cumple un medio de comunicación “si ofrece información fiable sobre asuntos de interés público a los ciudadanos”, también “cuando la exageración o la provocación están presentes” en las informaciones. En definitiva, que al guardián de la democracia, a los medios de comunicación, no se le debe amordazar ni meter miedo. Requieren independencia y libertad. Eso dice hasta en el título la Ley Europea de Libertad de los Medios de
Comunicación.

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COLUMNAS

Juegos de lenguaje

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Daniel Fernández
Profesor Facultad de Ingeniería

Una forma particular de emplear el lenguaje en la acción es lo que Wittgenstein define como “juego de lenguaje”. Las personas aprenden reglas sobre cómo actuar en una determinada forma de vida mediante un juego de lenguaje: “Se puede representar fácilmente un lenguaje que conste solo de órdenes y partes de batalla. O un lenguaje que conste solo de preguntas y de una expresión afirmativa y negativa. […] Y representar un lenguaje supone representar una forma de vida”.

Un juego de lenguaje contiene reglas implícitas que constituyen un mundo en sí mismo y representa una forma de vida en un contexto; por ejemplo, el modo en que se dan las conversaciones y acciones entre médicos y asistentes en un quirófano.

El médico no vive en ese juego de lenguaje en su casa con su familia. Mientras en un determinado contexto las palabras y expresiones tienen un significado particular, en otro carecen de sentido. ¿Es todo esto algo teórico? Para nada. Tomemos el caso del conscripto Franco Vargas, fallecido en Putre.

Todas las organizaciones humanas actúan en un juego de lenguaje al cual las personas pueden o no adaptarse.

El juego de lenguaje propio del mundo militar, de dar, recibir y cumplir órdenes, define una forma de vida de jerarquías rígidas que otorgan un poder omnímodo al superior mientras el resto obedece. Se entiende que en un contexto de guerra, Wittgenstein escribió parte de su obra mientras luchaba en el frente en la Primera Guerra Mundial, el lenguaje propio de ese contexto deba ser “jugado” en forma estricta (dar, recibir y cumplir órdenes sin miramientos), pero en el diario vivir de conscriptos sin preparación es un abuso de poder y, finalmente, una descontextualización.


Todas las organizaciones humanas actúan en un juego de lenguaje al cual las personas pueden o no adaptarse. De hecho, una forma “natural” de selección pasa por la capacidad de adaptación de los empleados a una determinada forma de vida actuada en un juego de lenguaje. El asunto se complejiza cuando una empresa “vive” en un juego de lenguaje que colisiona con la realidad social.

Este es uno de los principales problemas de adaptación que observamos en muchas empresas, como, por ejemplo, cuando juegan un juego de lenguaje mecanicista: “el mejor”, “aceitar la máquina”, “el primero”, “engranaje”, “vamos como avión”, “funciona como reloj”, “recurso” humano, “alineamiento”, “sintonizar”, “empoderamiento”, en fin. ¿Quiero decir con esto que muchas empresas deben ajustar su juego de lenguaje? Por supuesto, pues las dinámicas sociales han evolucionado en sus formas de vida (y en sus juegos de lenguaje), y solo queda adaptarse.

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