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Revista Viernes

“Recuerdos sobre mi padre, Miguel Ángel Asturias”

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La relación de Miguel Ángel Asturias Rosales con sus hijos, Rodrigo y Miguel Ángel, estuvo marcada por cercanías y lejanías, aunque fue más intensa con el segundo, con quien más años compartió. De los dos, sobrevive Miguelito, como siempre nombró al menor.

A Miguelito, un ingeniero electromecánico que llegó a la capital de Argentina en 1958 para acompañar en el exilio a su padre, se le ilumina el rostro cuando habla de sus recuerdos infantiles y juveniles con el Gran Lengua, los cuales lo sitúan en las capitales de Guatemala, México, Argentina y Francia, en las décadas de los 50 y 60 del siglo XX.

Sus relatos son mezcla de orgullo y nostalgia.

Innovador del radioperiodismo

“El primer noticiero en radio de Guatemala fue Diario del Aire, fundado por mi papá y Francisco Soler y Pérez (en 1938). Según me cuentan, porque fue invento de él, porque no se daban noticias por radio”, refiere el hijo más pequeño del Lenin de la Paz (1966) y Nobel de Literatura (1967).

“Desgraciadamente, estaba en el poder el general Jorge Ubico (dictador de 1931 a 1944) y no podían divulgarse muchas noticias políticas sobre el país”, reflexiona.

El Diario del Aire se dividía en una emisión al mediodía, con notas locales, y otra a las siete de la noche, con informaciones del exterior: “Ya había comenzado la guerra civil española y el noticiero transmitía mucho sobre eso, porque era la forma en que mi papá podía informar sobre lo que ocurría en Europa”.

El vástago del Gran Lengua relata que con frecuencia su padre creaba frases relacionadas con Guatemala y las compartía a través la radio TGW. “Flor de pascua en la cintura de América” fue una de ellas.

Entrevista a Miguel Ángel Asturias Amado, hijo del premio nobel Miguel Ángel Asturias.

Edición con tijeras y goma

“La tarea de un escritor es rutinaria. Aunque mi papá no siempre tenía pensado lo que iba a escribir preparaba su máquina mecánica y comenzaba a crear. Se levantaba muy temprano, a las cuatro o cinco de la mañana, pues sentía que su inspiración estaba mejor en la mañana que en la tarde”, relata el único hijo sobreviviente del Gran Moyas.

“Se ponía a escribir y redactaba hasta 10 veces distintas una frase. Las leía en voz alta y la que más le gustaba la recortaba con tijeras y la pegaba con goma en una hoja. Cortar y pegar era su método para ir construyendo los capítulos de sus obras, para construir sus libros. Eso es lo que uno hace ahora en la
computadora”, añade.

Miguelito Asturias Amado recuerda que a veces su papá despertaba al resto de la familia, pues no encontraba tijeras y gomas para el proceso de edición. “En una ocasión le dije: ‘Papi: busquemos una pita, amarrémosle unas tijeras a la máquina de escribir y así usted solo jala la pita y aparecen las tijeras’. Era para facilitarle el trabajo”, relata.

Eso lo constató innumerables veces en un departamento situado en el primer piso de la calle Libertad 218, a pocos metros del parque San Martín y a unas cuadras de El Retiro, en Buenos Aires, Argentina, al cual llegó en 1958, a los 17 años para vivir con su padre exiliado, quien ya rondaba los 59.

Por temporadas, el Nobel 1967 se recluía en una casa de campo en Tigre, en las afueras de Buenos Aires, a la que llamaba Sangri-La, en referencia a un paraíso terrenal ficticio enclavado en el Tíbet. “Esa propiedad aún nos pertenece y la visitamos seguido”, cuenta.

Los Cuentos de Cuyito

“De niño, en mi familia me decían Cuyito o Cuyo” (en referencia a esos roedores de figura rechoncha y simpática). En 1947, Asturias Rosales ya fungía como agregado cultural del gobierno de Juan José Arévalo en México, pero tuvo que regresar a Guatemala por algunos trámites y temporalmente se separó de Rodri y Miguelito, quienes quedaron al cuidado de su mamá, Clemencia Amado.

“Todas las semanas (entre enero y marzo) mi papá nos escribía una carta, en la que había un saludo y nos contaba un cuento, el cual me leía Rodrigo, pues yo no podía leer”, narra.

Cuando Miguelito se afincó en Buenos Aires, en 1958, “pasó en limpio” ―mecanografió― El Alhadito. “Un día viene mi papá y me dice: ‘Miguelito: agregá estos documentos’, y me trae una carpeta con las cartas originales que nos había mandado a México”. En esa novela aparecen relatos como Clarín Clarinero, La Palomita Verde y Corazón de Aguacate, los que se convirtieron en Los Cuentos de Cuyito, publicados en Guatemala en 2000 por la editorial Piedra Santa.

La Navidad con los esposos Árbenz

El fin de año de 1966, el joven Asturias, con 25 años, fue invitado por su papá a visitar París y compartir durante las fiestas navideñas, pues no se habían visto desde 1962, cuando el Gran Moyas abandonó el destierro en Argentina.

El literato había sido nombrado meses antes como embajador de Guatemala en Francia, en el recién estrenado gobierno del jurista y académico Julio César Méndez Montenegro.

Para su sorpresa, además de la segunda esposa de su papá ―la argentina Blanca Mora y Araujo―, departieron en la cena navideña con el coronel Jacobo Árbenz Guzmán y su cónyuge, María Vilanova.

Presionado por contrarrevolucionarios guatemaltecos financiados por Estados Unidos, Árbenz renunció a la Presidencia del segundo gobierno revolucionario el 27 de junio de 1957. “A las 12 de la noche, Jacobo brindó: ‘Miguel Ángel: he vuelto a Guatemala, porque he tocado tierra guatemalteca’”, recuerda las palabras de quien nombró embajador por primera vez a su progenitor. “Fue una gran emoción abrazar a Jacobo y poder convivir esa noche solos”, concluyó.

Miguel González Moraga
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Hace setenta años Jacobo Árbenz abandonó el poder

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Fotos: Páginas de Facebook Pueblo conoce tu historia y Jacobo Árbenz

“Como mi gobierno ha sido acusado de ser de naturaleza comunista, sin que hayamos podido desvanecer que no lo es, aun cuando hemos empleado todos los medios para convencer a los elementos reaccionarios del mundo de que lo sostenido por los círculos gobernantes norteamericanos es una patraña, y como en esos círculos harán más despiadada la agresión contra Guatemala, he tomado una dolorosa y cruel determinación: (…) abandonar el poder”.

Ese es un fragmento del discurso que pronunció por la radio TGW, con voz cansada y deprimida, el segundo presidente de la Revolución de 1944, Jacobo Árbenz Guzmán. Eran las 21:00 del domingo 27 de junio de 1954.

Con su determinación, se concretó el primer golpe de Estado en Latinoamérica perpetrado por el Gobierno de Estados Unidos, con el patrocinio de la United Fruit Company (UFCO), y ejecutado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, en inglés) mediante la operación PBSuccess, autorizada por el presidente Dwight Eisenhower.

Árbenz se sintió traicionado por algunos de sus colegas militares y se vio sin apoyo internacional, lo que causó su dimisión. La agresión estadounidense perpetrada por sus aliados locales incluyó ataques aéreos a centros neurálgicos del país desde suelo hondureño, dirigidos por el coronel Carlos Castillo Armas. “Por los bombardeos nos metíamos debajo de la cama, mientras mi padre fumaba en exceso y se paseaba de un lado a otro preocupado”, relató Jacobo Árbenz Vilanova en una entrevista concedida a un medio internacional.

Al día siguiente de la renuncia, mientras se encontraba en la capital de El Salvador, donde era embajador de Guatemala, el literato Miguel Ángel Asturias escribió un artículo que permaneció inédito durante 17 años. “Así, cristalizado en lágrimas y esperanzas, quedó el sueño de una Guatemala mejor en el ojo garzo de Jacobo Árbenz. Si hubiera botado cobardemente sus parpados entre la realidad y sus sueños, se habría perdido o habría perdido a su país, se había cegado y habría negado el mañana todo lo que está por realizarse”, redactó entre amargura y una débil esperanza.

Asunto agrario que molestó a sectores poderosos

Árbenz propuso una reforma agraria que se consideraba una amenaza para los intereses de la UFCO, que presionó por su expulsión. Jorge Solares en su libro Jacobo Árbenz: soldado del pueblo, coronel de la primavera, cita: “Entre enero de 1953 y junio de 1954 resultaron beneficiadas ciento treinta y ocho mil familias, equivalentes a un treinta o cuarenta por ciento de los trabajadores sin tierra que lograban por fin acceso a una base económica propicia para adquirir bienes y servicios y robustecer el mercado interno. Tal medida sin precedentes en Guatemala atrajo, por supuesto, inflamadas protestas de los terratenientes de siempre, aunque algunas de estas no fueron del todo infundadas por causa de errores o por abusos particulares, efectuados sin conocimiento del Gobierno”.

Despojo, humillación y traslados

El exmandatario y su familia se refugiaron durante casi tres meses en una sección del segundo piso de la Embajada de México en Guatemala. En una habitación contigua había personas allegadas a él, como su canciller Guillermo Toriello, Alfonso Bauer Paiz, Augusto Charnaud McDonald, Eduardo Weymann y Carlos González Orellana. En el resto del edificio se encontraban casi 300 personas, incluso ilustrados republicanos españoles que estaban en el país para compartir sus conocimientos.

El martes 7 de septiembre de 1954, después de que el gobierno de Castillo Armas otorgó un salvoconducto, la antigua familia presidencial se dispuso a viajar a México. En el aeropuerto, Árbenz fue despojado de su vestimenta y dejado en ropa interior y se le tomaron fotografías; una de ellas circuló por todo el mundo. Aparentemente, fue para constatar que no se llevaba “bienes del pueblo”, pero en realidad era para humillarlo. Lo mismo ocurrió con su esposa y su hija Leonora, a quienes no las
fotografiaron.

Cuarenta años después, el 15 de septiembre de 1994, un diario matutino local abrió sus páginas a María Vilanova de Árbenz, quien publicó su testimonio sobre Jacobo, ella misma y su familia: “Los sufrimientos de su exilio no tienen comparación y seguramente esto aceleró su muerte. México nos concedió asilo temporal, pero mientras se formalizaba, fuimos recibidos en la Embajada de México en Guatemala, en cuyo recinto estaban aproximadamente 300 personas, especialmente republicanos españoles”.

Con los años vivieron en Francia, Uruguay, Suiza, Cuba, la ex Unión Soviética, Checoslovaquia (hoy República Checa) y México. Una amiga cercana al matrimonio Árbenz Vilanova, mientras vivieron en Uruguay, recuerda cómo en Jacobo la invasión y su renuncia estaban “detenidas en su cabeza” y él, una y otra vez, “permanecía recordando y recriminándose”.

Su hijo lamentó la invasión, la represión que tuvieron por parte de la CIA que repercutió en su familia. “Mi padre en sus últimos días murió amargado, se sintió decepcionado, frustrado de ver que todo lo bueno que había tratado por Guatemala no fue entendido, fue malinterpretado”, resumió.

Siete décadas después de su renuncia, se mantiene vivo el recuerdo de quien sucedió a Juan José Arévalo en la Presidencia de la República, incluso melifluo, como escribió el Premio Nobel de Literatura 1967: “Un hombre, un conductor, un carácter, uno de los nuevos héroes de la América Nuestra, Jacobo Árbenz”.

Marisol Vásquez
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Arte y transformación social

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Texto: Amalia González Manjavacas/EFE
Fotos: EFE

La repercusión de los cambios sociales en el arte de finales del siglo XIX y principios del XX es el tema central de una nueva exposición en el Museo del Prado que permite conocer los primeros trabajos de artistas tan conocidos como Picasso, Sorolla, Solana, Regoyos, Rusiñol o Zuloaga, obras de temática social que, pese a ser de grandes maestros, muchas no habían sido expuestas antes.

Arte y transformaciones sociales en España (1885-1910) brinda al visitante la oportunidad de aproximarse a un fenómeno, el del arte social, relativamente breve en el tiempo, de apenas 25 años, según expone el comisario de la muestra, Javier Barón, jefe de Conservación de Pintura del Siglo XIX.

“Entre 1885 a 1910 con los gobiernos liberales en España se produjeron cambios decisivos para la modernización del país, a semejanza de lo que ocurrió en Europa. Los autores dejaron de tratar asuntos históricos para abordar la vida del momento, de modo que sus creaciones se convirtieron en testimonios elocuentes de aquellos cambios”, afirma el historiador del Arte.

Una oportunidad única para aproximarse a las interpretaciones de los virtuosos y de la profunda transformación social experimentada, ya que después de una larga época de predominio de la pintura de historia, con lo histórico como inspiración principal, es ahora cuando la temática de contenido colectivo va a analizar los cambios que tuvieron lugar en este período.

Influidos por la fotografía, los pintores buscaron una objetividad en la representación, adoptando un estilo naturalista, similar al que había triunfado en Francia y en otros países, pero sin perder la identidad especial gracias al estudio y a la reivindicación de Velázquez como referencia de prestigio.

Obras expuestas por primera vez

La diversidad de técnicas y registros creativos en los casi 300 trabajos (muchos antes nunca expuestos) que componen la muestra permiten mostrar la gran variedad de respuestas al reto de representar los reajustes de la sociedad de su tiempo en aspectos hasta entonces apenas tratados y que abarcan diferentes aspectos de la vida contemporánea, incluidos aquellos que, por su carencia de belleza, su supuesta falta de decoro o su considerada ausencia de interés, apenas habían sido valorados.

Entre ellos, el trabajo industrial y el de la mujer, la educación, la enfermedad y la medicina, los accidentes laborales, la prostitución, la emigración, la pobreza y la marginación, las huelgas, el anarquismo y las reivindicaciones obreras. Otros temas, en cambio, que tenían una larga tradición, como el trabajo en el campo y en el mar, la religión y la muerte, aparecen ahora vistos bajo un prisma nuevo. El hecho de que continuaran tratando los mismos temas que habían abordado los naturalistas permite poner de manifiesto, en la exposición, la riqueza de las aproximaciones a aquellos asuntos en un corto tiempo.

En la exhibición se analizan la diversidad de interpretaciones de todos esos temas, la interrelación entre las distintas técnicas, como la fotografía, la ilustración y la pintura y la crisis del sistema de representación naturalista tras el triunfo de sus autores más destacados, como los hermanos Luis y José Jiménez Aranda, Vicente Cutanda, Joaquín Sorolla, Santiago Rusiñol y Ramón Casas.
El período de eclosión del primer arte social estuvo comprendido entre las Exposiciones Universales de París de 1889 y 1900, en las que dos pintores españoles, Luis Jiménez Aranda y Joaquín Sorolla, respectivamente, recibieron la medalla de honor. Aunque continuaron cultivándose por otros hasta 1910, las propuestas del naturalismo fueron sustituidas por otras de índole más expresiva.

El cinematógrafo había llevado al máximo las posibilidades de representación de la vida, de modo que los artistas renunciaron a los grandes formatos y a la objetividad y siguieron una orientación radicalmente moderna, que consideraba la revolución obrada por el posimpresionismo en París. Pintores, escultores y creadores gráficos, entre ellos muchos catalanes y vascos, encontraron allí un cauce apropiado para desarrollar sus propuestas con mayor libertad y al margen de la academia.

Junto a la pintura, también se incluyen la escultura y las artes gráficas, así como la fotografía y el cine, que tuvieron el papel más destacado en la configuración de la imagen de la época. Además, se ofrece la posibilidad de descubrir algunas de las experiencias multimedia que Samsung y el Museo han creado a lo largo de 10 años de colaboración como la Guía del Prado, que puede descargarse de forma gratuita.

La insuficiente protección de los trabajadores hacía frecuentes los accidentes laborales en las tareas tradicionales como la pesca, en ¡Aún dicen que el pescado es caro!, de Joaquín Sorolla, y también en los nuevos trabajos de obras públicas motivados por la expansión de la construcción, que vemos en Una desgracia, de José Jiménez Aranda.

En cuanto al apartado de la emigración, hay que recordar que en la última década del siglo XIX emigraron de España a América, principalmente a Cuba y Argentina, hasta 400 mil personas. Este nuevo acercamiento de los pintores a este asunto se produjo en cuadros de grandes dimensiones, con figuras monumentales, siendo frecuente la elección del motivo del embarque de los que partían, de igual forma reflejado en las fotografías, ya que este momento condensaba mejor que ninguna la tristeza por la despedida de los familiares y la incertidumbre por el futuro.

Colaborador DCA
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Pase adelante y elija el atuendo ideal

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David Ramírez Cotón presenta al público su primera exposición individual Se abrió paca, la que se ubica en Galería Rebelde.

Al ingresar aparecen los mensajes: “Llega un momento en que lo cotidiano es el lugar más agradable de los refugios”, “Que el mañana sea lo que alguna vez hemos soñado”. “Es como el sentir de esas personas que se dedican a este comercio informal”, los que también surgen de la inspiración del artista guatemalteco.

Las cortinas dan paso a más de 50 piezas. Colgadas en serchas y en la pared se observan toallas, pantalones, edredones, camisas, faldas, vestidos y blusas; algunas, con las características de los personajes animados de Bugs Bunny, Mickey Mouse o también el conocido tigre en la colcha. Cada una de las prendas son pinturas en acrílico sobre lienzo a escala real, que están inspiradas en un puesto de venta familiar. En el lugar todo es interactivo, pues el espectador puede tomar cada atuendo y probárselo en el vestidor.

Según Ramírez, su acercamiento a las pacas no es por las tendencias, sino es debido a un tema personal de infancia; específicamente, de la economía familiar que ha vinculado a sus tíos de Mixco con este negocio. “Es más bien un intento del artista por compartir desde su lenguaje pictórico el día a día de su familia y su comunidad”, cita el texto curatorial.

“Desde que mis familiares iniciaron su venta, he tenido presente y cercano el oficio. Sin embargo, en 2022, con el repunte del Covid-19 falleció mi tío y algo que no olvido fue la última paca que compró, la cual mi tía Yanet, de manera simbólica, guardaba en una habitación, dándole un sentido a su pérdida y el esfuerzo de su trabajo”, enfatizó el creador.

Josseline Pinto, curadora de la muestra, comentó: “Para David, la exposición es un carnaval fúnebre, un escenario lúdico que nos invita a formar comunidad a través de su realidad. Al mismo tiempo, cuestiona las implicaciones que tienen estos comercios para los distintas partes del país y cómo cada uno de nosotros participa de estas economías desde la moda, la conciencia ambiental y las condiciones de vida”.

Pinto agregó que en la ropa de segunda mano se encuentra de todo, y lo que gira a su alrededor habla tanto del emprendedurismo como de la situación económica y social de distintos grupos de Guatemala, que ven en estas ventas el sustento para su familia y el sueño de la superación personal.

Marisol Vásquez Fotógrafo: Herbert García
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