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COLUMNAS

Negocios y humanidades (II)

Publicado

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Juan Carlos Jobet

Decano Escuela de Negocios UAI

El avance acelerado de la tecnología, por ejemplo, impone desafíos éticos que se pueden abordar mejor si se tiene el conocimiento, el lenguaje, o la capacidad de razonar que ofrece la filosofía.

El cambio climático, quizás la mayor fuente de amenaza y oportunidad para muchas industrias, entre ellas, la minería, la agricultura o la energía, muy importantes en Chile, impone desafíos de justicia intergeneracional y redistributivos formidables, cuyas implicancias más profundas las humanidades ayudan a comprender.

Es necesario complementar esa mirada con un entendimiento más profundo de su historia, su cultura y sus tradiciones.

Lo mismo pasa en la comprensión y relación con el entorno más inmediato: para establecer relaciones duraderas y de confianza con las comunidades relevantes no basta aproximarse a ellas con la mirada transaccional, de análisis de costos y beneficios monetarios, más propia de la economía neoclásica o las finanzas. Es necesario complementar esa mirada con un entendimiento más profundo de su historia, su cultura, sus tradiciones, y en esa comprensión las humanidades pueden hacer una enorme contribución. 

El segundo espacio de contribución de las humanidades es en la comprensión y gestión de la propia organización. Las empresas son, a fin de cuentas, una agrupación de personas (y capital) que interactúan para resolver problemas y crear valor. La capacidad de comprender mejor a esas personas, a esos seres humanos (de eso se tratan, como su nombre sugiere, las humanidades), debería estar en el centro de su quehacer.

Esto es cierto en muchos ámbitos, desde cómo forjar y desarrollar la cultura organizacional, que muchas veces es más persistente e influyente en los resultados de un negocio que la propia estrategia, hasta cómo desarrollar acuerdos con contrapartes clave (clientes, socios, proveedores). 

Y es que para establecer las relaciones humanas genuinas, duraderas y de beneficio mutuo sin las cuales los negocios no pueden funcionar, se necesita mucho más que buenos contratos e
incentivos. 

                  Continuará… 

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Guido Vera: el docente de Diseño de Moda

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Sala de prensa

“Moda simple para mentes complejas” es como define el diseñador y docente de Diseño UDD la marca que lleva su nombre y es reconocida en el ámbito internacional por la utilización de telas veganas y su inspiración en la Patagonia.

Desde temprana edad, Guido Vera se acercó a la confección de ropa. Partió interviniendo prendas para él, ya que, según comenta, era muy pequeño y necesitaba reducir las piezas para ajustarlas a sus medidas. Eso lo llevó a tomar la tela que sobraba y desarrollar sus propias creaciones.

Aunque incluso su familia apostaba que estudiaría Diseño, al momento de entrar a la universidad y dejar su natal Punta Arenas, lo hizo para estudiar la carrera de Publicidad enfocada en moda, y trabajó en tiendas de retail durante algunos años.

Guido Vera apuesta por utilizar telas veganas de alta tecnología para reflejar los paisajes de la
Patagonia.

Sin embargo, un curso de verano que realizó en el Central Saint Martins de Londres, escuela por la que han pasado prestigiosos diseñadores, lo llevó a tomar la decisión de dedicarse a la producción de moda y estilismo, creando su propia marca.

Guido Vera apuesta por utilizar telas veganas de alta tecnología para reflejar los paisajes de la Patagonia. Una propuesta que lo llevó a exhibir distintas colecciones en las semanas de la moda en Canadá, Rusia, Francia (París), Italia (Milán) y México.

“Pasa mucho que uno busca inspiración fuera de la casa, lo más lejos posible, y no se da cuenta que podemos tener todo frente a nosotros (…) Cuando lancé mi marca me inspiré en la Patagonia, en nuestra historia cultural y herencia. Así me reconecté con mi pasado”, explica el diseñador sobre el mensaje de sus colecciones.

Para Vera, el lanzamiento de su marca fue un acto político en contra de la producción masiva y el uso de materiales de origen animal. Materiales no convencionales, como cuero hecho de cactus o materiales biodegradables, y colecciones innovadoras son los pilares de su propuesta, que también inculca a sus alumnos. “Seguir utilizando animales para vestirnos es nadar contra la corriente”, declara.

Este 2024 fue incluido entre los 50 chilenos más creativos según la revista Forbes Chile, un reconocimiento que para el diseñador es “una fuerte motivación para seguir creciendo y ser
reconocido en el rubro”.

Actualmente su marca de ropa funciona de forma online para compras dentro y fuera de Chile, mientras que su vitrina presencial se encuentra en la comuna de Vitacura.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Negocios y humanidades (III)

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Juan Carlos Jobet
Decano Escuela de Negocios UAI

Es necesario que esas relaciones estén ancladas en una comprensión más profunda de las motivaciones, bagajes, historias, valores… en fin, de la esencia más subterránea de las contrapartes con las que se busca cooperar. Y el estudio de las humanidades ofrece recursos muy valiosos a la hora de percibir y comprender a las personas.

La buena literatura (cuya lectura les parece a algunos una pérdida de tiempo) ofrece quizás la mejor ventana disponible para asomarse a observar y comprender las pulsiones y conflictos que han movido a los humanos por milenios.

Ese vínculo refuerza a su vez, la capacidad de tolerar la incertidumbre y la frustración.

Además del gusto por entregarse a la lectura porque sí, el valor de una buena novela reside precisamente ahí: las fuerzas que ayuda a comprender condicionan no solo el actuar de sus protagonistas, sino a los humanos de carne y hueso con los que interactuamos cada día. Nos vemos en ellas, o vemos al que fuimos, o al que nos gustaría o tememos ser.

Las humanidades ofrecen por eso también una tercera fuente de valor a los negocios. El autoconocimiento: la capacidad de entender nuestra propia humanidad.

Aunque esa pregunta no se termina nunca de responder, saber (o intuir) quiénes somos, entender, aunque sea tentativamente, nuestras motivaciones más trascendentes, tiene enormes beneficios para el desempeño profesional. Genera conciencia de los propios límites, ayuda a elegir dónde desplegar los esfuerzos y facilita la conexión con el sentido de propósito de una organización.

Ese vínculo refuerza a su vez, la capacidad de tolerar la incertidumbre y la frustración. Y es que es más llevadera la dificultad cuando se persigue una causa con sentido. Las humanidades no deberían reemplazar, desde luego, disciplinas profesionales como las finanzas, el marketing o las operaciones, sin las cuales las empresas están condenadas al fracaso.

Pero deben ser componentes esenciales en la estructura de las empresas, para hacer más robusto y sofisticado su actuar. Más universidades deberían incorporar con fuerza a las humanidades en su formación de negocios. Y más compañías deberían sumar a sus equipos a personas con bagaje en estas disciplinas. Al hacerlo, estarían mejor preparadas para navegar los revueltos tiempos que corren.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Mártires (IV)

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Fermín Torrano Echeandia
Revista Nuestro Tiempo

Dos civiles por cada miembro de Hamás, según reconoció una fuente israelí a la agencia de noticias AFP el pasado diciembre. Las estimaciones más recientes de la inteligencia estadounidense mantienen la ratio, y calculan que las Fuerzas Armadas han neutralizado a entre el 20 y el 30 por ciento de los militantes de Hamás. Es decir, cerca de 10 mil, de las 30 mil víctimas.

El resto, la mayoría, son civiles, como Omar Shamallakh, de dos meses, sepultado bajo los escombros junto con nueve de sus familiares tras un ataque aéreo israelí. O como Besán Helasa, estudiante de Medicina, de 19 años, y su hermano Omar, también masacrados desde el aire.

La información del interior de Gaza depende de periodistas locales que arriesgan la vida.

En uno de sus últimos días con vida, Besán publicó un mensaje en redes: “Mi gente y yo estamos subyugados, perseguidos, asesinados y torturados en una prisión a cielo abierto […]. Tengo sueños que todavía no he cumplido, tengo una vida por vivir. Tengo una familia a la que amo y por la que temo. Si somos todos exterminados por esta ocupación bárbara, nuestro crimen será simplemente haber defendido nuestra tierra robada y demandar nuestros derechos como humanos.

No perdonaremos al mundo”. Tres días más tarde, el 14 de octubre de 2023, Besán Helasa dejó de escribir.

Lo dice en Ramalá, a 15 kilómetros de Jerusalén y 80 de Gaza. El corazón de Cisjordania (la región que, junto con Gaza, conforma Palestina) es ahora otro enorme campo de prisioneros. Netanyahu revocó el permiso de trabajo a los palestinos, a los que también dificulta coger vuelos.

La tensión en los territorios ocupados crece cada semana con redadas nocturnas y asesinatos perpetrados por las Fuerzas Armadas. Son 400 muertos y 7 mil detenidos entre octubre de 2023 y marzo de 2024 a manos del Ejército israelí en ciudades alejadas de los combates.

Estas cifras explican, en parte, el creciente apoyo a Hamás. Al oeste del Jordán es habitual ver banderas y brazaletes en favor del grupo terrorista por las calles, y escuchar cánticos de “El pueblo quiere a Hamás”. Sobre todo, tras la liberación de encarcelados durante el alto al fuego, a finales de noviembre, 105 israelíes secuestrados a cambio de 240 prisioneros palestinos, la mitad menores de edad sin condena. De los otros 135 rehenes sigue sin haber noticias.

El Palestinian Center for Policy and Survey Research, uno de los think tanks palestinos más respetados por los observadores internacionales, lanzó en diciembre la última encuesta de opinión pública. La principal revelación del sondeo fue el alto respaldo a Hamás en Cisjordania tras el inicio de la guerra.

En septiembre era del 12 por ciento; en diciembre, del 44 por ciento. Por primera vez desde que existen registros, el grupo yihadista, nacionalista e islamista cuenta con más respaldo entre los habitantes de Cisjordania que entre los de Gaza (42 por ciento).

“Son los únicos que nos protegen. Los israelíes vienen todas las noches (al campo de refugiados de Jalazone) y se llevan a la gente. Nos matan y escupen”, Naafash, de 20 años. La colonia judía Beit El está a unos cientos de metros de su casa, ocho kilómetros al norte de Ramalá, y tampoco se libran de ellos durante el día.

Los viernes, jóvenes palestinos cargados con cócteles molotov y piedras se enfrentan a los soldados en los alrededores de la gasolinera en la que trabaja Naafash. Él lo ve todo en un gran televisor gracias a las 16 cámaras de seguridad de la tienda. O lo veía.

Desde que empezó la invasión terrestre, sintoniza Al Jaazera para ver las noticias. “100 mártires más”, gruñe, señalando la última hora en la pantalla. “¿Solo cuatro ocupantes heridos? Ojalá Dios no les permita volver”.

La cobertura del canal catarí funciona las 24 horas del día, con conexiones por media Europa que muestran el apoyo a la causa palestina. La información del interior de Gaza depende de periodistas locales que arriesgan la vida. Tan solo Clarissa Ward, veterana corresponsal de la CNN, logró colarse unas horas en la Franja, sin entrar con el Ejército israelí.

Según el informe del Comité para la Protección de los Periodistas del 20 de febrero, 88 informantes han perdido la vida en el conflicto.

Continuará…

Colaborador DCA
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