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COLUMNAS

Mártires (II)

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Fermín Torrano Echeandia

Revista Nuestro Tiempo 

“Es muy difícil que no encuentres en la cola a alguien que haya perdido a un familiar, un amigo o un vecino”, se lamentaba Ana intentando contener el llanto con las manos. “Soy de izquierdas, pero esta guerra no es por Dios o la tierra.

Esta vez es personal”. Ella llevaba varios días sentada en la última esquina de la T4, porque todas las aerolíneas, excepto El Al (compañía nacional israelí), habían cancelado los viajes a Tierra Santa. Los pasajeros se elegían entonces según los intereses del país hebreo. Un cribado para decidir quién factura y a quién le toca esperar.

“Primero los que han recibido llamada del Ejército”, gritó un responsable de seguridad. “Después los que tienen funerales, los que han perdido a alguien y los que tengan que llegar a un hospital”.

La embriaguez colectiva de una guerra que arranca va acompañada siempre de individuos con emociones culpables por no haberse preparado. 

También, dejaron pasar a médicos, forenses dentales y cualquier profesional que pudiera ayudar a la sociedad israelí. Los medios de comunicación, como se ha demostrado con el control informativo y la prohibición de entrar en Gaza, nunca fueron una prioridad.

Adah se vuelve en la fila 35 del vuelo Madrid-Tel Aviv del 12 de octubre. “¿Eres periodista? ¿Propalestino o proisraelí?”, pregunta antes de rellenar el silencio con un monólogo acelerado.

La embriaguez colectiva de una guerra que arranca va acompañada siempre de individuos con emociones culpables por no haberse preparado. Ella esquivó el servicio militar obligatorio a través del Sherut Leumi, o Servicio Nacional. 

Una excepción con la que, sobre todo mujeres de familias sionistas religiosas, evitan alistarse. A su alrededor, los pasajeros miran pantallas que reproducen sin descanso el trauma de una nación herida. No hay asientos libres en el avión ni espacio para la mudez.

Son mujeres y hombres anónimos volando a la tierra del dolor en la que sus muertos aguardan el último adiós. “¿Sabes?, dice Adah tras una pequeña pausa, ahora lo pienso y creo que me equivoqué. Ayer despedí en Madrid a una amiga y… aunque haré voluntariado… no sé. Ella tenía una llamada del Ejército y yo no”.

Eli (que significa exaltar a Dios, en hebreo) se sienta dos filas más atrás. En 2005 le desplegaron para cubrir la retirada israelí de Gaza. Horas antes de empuñar de nuevo el fusil, mira de reojo a la mayor de sus hijas y baja la voz. “Les dimos el control y les dejamos vivir, pero lo que han hecho es obra de animales. Ahora nos toca a nosotros arrinconarles y debemos hacerlo de tal manera que en los próximos cincuenta años ningún niño israelí tenga que preocuparse”.

Chicos como Yair y David, que tocan los tambores improvisados de la guerra golpeando columnas metálicas a la salida del aeropuerto de Ben-Gurión, en Tel Aviv. A su alrededor, decenas de jóvenes aplauden, vitorean y cantan el himno nacional: La esperanza, para recibir a los reservistas en el aeropuerto.

En los primeros seis días, los aviones y helicópteros israelíes lanzaron 6 mil bombas sobre Gaza. La campaña se planificó por fases. La primera consistió en un castigo desde el aire para romper las defensas y perseguir a Hamás en su propio territorio. El Ejecutivo hebreo vació el norte de la Franja.

Forzó a desplazarse a un millón de personas. Su aspiración: cazar a los terroristas, descabezar su estructura y destruir la red de túneles donde se esconden. Un movimiento con botas sobre el terreno que pretendía ser quirúrgico.

Pero del papel a la realidad hay un trecho. Se estima que tres cuartas partes de la población gazatí, alrededor de 1.7 millones de personas, han huido forzosamente hacia el sur, sin poder escapar de la Franja. Más de la mitad de edificios han quedado dañados o destruidos, y el conteo de víctimas supera las 30 mil, según el Ministerio de Salud de Gaza, controlado por Hamás.

Incluso las estimaciones más prudentes creen que se trata del mayor número de muertos árabes en conflicto con Israel, una lucha que se remonta a 1948, tras la creación del Estado hebreo. Guerras y “maniobras especiales” entre dos pueblos enfrentados que habitan la misma tierra, esgrimen los mismos argumentos y miran al cielo implorando al mismo Dios.

  Continuará…

Colaborador DCA
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COLUMNAS

iCubo UDD y el Impact Report de Interdisciplina

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Sala de prensa

La creación del Centro de Sustentabilidad Empresarial y el Centro de Salud Global intercultural (CeSGI) fueron dos de los hitos de interdisciplina destacados del 2023.

Con motivo de destacar los logros y avances de la enseñanza interdisciplinaria en la Universidad del Desarrollo, se presentó el Impact Report de Interdisciplina 2023, en una actividad organizada por iCubo UDD. El evento contó con un panel de conversación compuesto por Pía Benoit, Jorge Contreras y Francisco Gutiérrez, todos docentes de Labs interdisciplinarios, que reflexionaron y presentaron ejemplos sobre cómo este método de enseñanza promueve el pensamiento crítico, la creatividad y la colaboración entre los estudiantes.

El evento contó con un panel de conversación compuesto por Pía Benoit, Jorge Contreras y Francisco Gutiérrez, todos docentes de Labs interdisciplinarios.

Sebastián Merino, subdirector académico de iCubo UDD, estuvo a cargo de moderar la instancia. “Se reflejó el compromiso y la intencionalidad real que nuestra institución tiene para desarrollar la colaboración interdisciplinaria en su gran variedad de programas y áreas del conocimiento y su impacto en los desafíos del siglo XXI”, explicó.

La presentación del Impact Report estuvo a cargo de Paul O’Toole, director ejecutivo de iCubo UDD, quien destacó en su discurso los principales hallazgos del informe y subrayó la importancia de continuar fomentando la interdisciplina en la educación superior.

Los hitos destacados de 2023 fueron la creación del Centro de Sustentabilidad Empresarial y el Centro de Salud Global intercultural (CeSGI), además de un convenio con London Interdisciplinary School, la colaboración con Institute for Interdisciplinary Studies (Ámsterdam) y el III Foro Interdisciplina.

Por su parte, el vicerrector de Innovación y Desarrollo de la UDD, Daniel Contesse, se refirió a la importancia de la interdisciplina destacando en sus palabras la frase del filósofo austriaco Karl Popper: “No somos estudiantes en asignaturas, sino estudiantes de problemas. Y los problemas pueden perfectamente traspasar los límites de cualquier asignatura o disciplina”.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Mártires(III)

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Fermín Torrano Echeandia

Revista Nuestro Tiempo 

La llaman “la madre de todas las guerras”, y los hijos del conflicto saben que morir jóvenes es una posibilidad. La sargento Peled lo intuyó entre el humo y las balas del 7 de octubre, mientras rescataba a sus compañeros en la base de Nahal Oz. En el bolsillo de su pantalón escondió su último deseo.

La nota pedía a los miembros de Magen David Adom, una organización similar a la Cruz Roja en la que participaba como voluntaria, acudir a su funeral ataviados con el uniforme. Su miedo se cumplió y, en lugar de un luto negro, varios centenares de camisas blancas, con la estrella roja de David, pintaron el camposanto de Savyón.

Fue el 22 de octubre de 2023, dos semanas más tarde del ataque de Hamás. ¿Por qué quince días después de su muerte, si la ley judía obliga a honrar a los difuntos a las veinticuatro horas de expirar? Porque la ley del hombre no siempre va de la mano de la ley de Dios.

Chen Kugel se lleva las manos a la cabeza. Está cansado. Millones de ojos y dedos apuntan hacia él. Es el director de Abu Kabir, el Centro Nacional de Medicina Forense de Israel.

Chen Kugel se lleva las manos a la cabeza. Está cansado. Millones de ojos y dedos apuntan hacia él. Es el director de Abu Kabir, el Centro Nacional de Medicina Forense de Israel. La dificultad para identificar los cadáveres del 7 de octubre es un drama nacional.

Habitualmente, se aplica alguno de estos tres procedimientos para averiguar la identidad de los muertos: visual, dental o ADN. La crudeza de los crímenes impidió llevar a cabo las dos primeras técnicas en una gran parte de los despojos. En otros muchos, tampoco sirvió la última.

“Nunca habíamos sufrido algo similar. Llevo 31 años de médico forense y he visto asesinatos, accidentes, guerras… Muchas cosas. Pero nunca algo así”, confesaba Kugel. “De algunos cuerpos tan solo queda un kilo de huesos”. Estos casos complicados son los que recibe cada mañana desde la base militar de Shura, convertida el octubre pasado en una gran morgue. Un puerto improvisado en pleno desierto donde dieciséis contenedores albergan los restos de las víctimas. Al rabino Jaim Vaisberg se le escapa una arcada.

El olor a muerte se escabulle, al abrir la gran caja de metal, con el frío de la cámara frigorífica. Bolsas numeradas de diferentes tamaños y colores ocultan los restos. La sede habitual del Rabinato del Ejército israelí es ahora la desembocadura de un río de muerte nacido en el sur. Un lugar en el que los forenses tratan de poner nombres y apellidos a las escenas de terror que todo el país ha visto a través de canales de Telegram. La mayor catástrofe desde el Holocausto para la comunidad judía.

Historias como la de Gad Haggai, de 73 años, acribillado por las balas en Nir Oz. O la de Mila Cohen, de nueve meses, asesinada en Be’eri. Los asaltantes de Hamás no tuvieron reparo, se ensañaron con niños y abuelos por igual. Hay otros muchos cadáveres calcinados y mutilados. Equipos de especialistas en rayos X, escáneres, fracturas, operaciones, biopsias… cotejan todo tipo de historiales médicos en busca de un hilo del que tirar. Kugel es incapaz de ocultar su frustración.

“No me avergüenza decir que habrá gente a la que nunca se le identificará. Me da pena. En algunos cuerpos, de verdad, no queda nada más allá de carbón y trocitos minúsculos de hueso”, reconoce el forense en un descanso.

¿Ha cambiado su trabajo la visión del conflicto? “Espero que lo peor haya pasado, que no haya más civiles. Los políticos hacen las guerras, aunque el pueblo no quiera, pero ahora en Israel la esperanza se ha acabado.

No creo que pueda haber paz”. Y el tiempo le dio la razón. Desde aquella conversación a mediados de octubre, miles de extranjeros abandonaron el país. Hizbulá, grupo chií libanés, aumentó los ataques por el norte y amagó con abrir un nuevo frente. Se acordó una tregua. Israel y Hamás intercambiaron prisioneros por secuestrados.

El gobierno de Netanyahu se enfrentó a las protestas internas de un pueblo unido por el conflicto, pero que vio resquebrajada la promesa de seguridad en el interior de sus fronteras. El Ejército continuó arrasando desde el aire y penetró en Gaza con blindados. Los muertos palestinos se multiplicaron. 

  Continuará… 

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COLUMNAS

Negocios y humanidades (II)

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Juan Carlos Jobet

Decano Escuela de Negocios UAI

El avance acelerado de la tecnología, por ejemplo, impone desafíos éticos que se pueden abordar mejor si se tiene el conocimiento, el lenguaje, o la capacidad de razonar que ofrece la filosofía.

El cambio climático, quizás la mayor fuente de amenaza y oportunidad para muchas industrias, entre ellas, la minería, la agricultura o la energía, muy importantes en Chile, impone desafíos de justicia intergeneracional y redistributivos formidables, cuyas implicancias más profundas las humanidades ayudan a comprender.

Es necesario complementar esa mirada con un entendimiento más profundo de su historia, su cultura y sus tradiciones.

Lo mismo pasa en la comprensión y relación con el entorno más inmediato: para establecer relaciones duraderas y de confianza con las comunidades relevantes no basta aproximarse a ellas con la mirada transaccional, de análisis de costos y beneficios monetarios, más propia de la economía neoclásica o las finanzas. Es necesario complementar esa mirada con un entendimiento más profundo de su historia, su cultura, sus tradiciones, y en esa comprensión las humanidades pueden hacer una enorme contribución. 

El segundo espacio de contribución de las humanidades es en la comprensión y gestión de la propia organización. Las empresas son, a fin de cuentas, una agrupación de personas (y capital) que interactúan para resolver problemas y crear valor. La capacidad de comprender mejor a esas personas, a esos seres humanos (de eso se tratan, como su nombre sugiere, las humanidades), debería estar en el centro de su quehacer.

Esto es cierto en muchos ámbitos, desde cómo forjar y desarrollar la cultura organizacional, que muchas veces es más persistente e influyente en los resultados de un negocio que la propia estrategia, hasta cómo desarrollar acuerdos con contrapartes clave (clientes, socios, proveedores). 

Y es que para establecer las relaciones humanas genuinas, duraderas y de beneficio mutuo sin las cuales los negocios no pueden funcionar, se necesita mucho más que buenos contratos e
incentivos. 

                  Continuará… 

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