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COLUMNAS

Los nuevos sofistas

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Gerardo Castillo Ceballos
Profesor de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra

La sofística está de nuevo vigente en una época en la que el relativismo ha vuelto con más fuerza e influencia social que en tiempo de Protágoras de Abderas y Gorgias.

El significado de ‘sofista’ ha evolucionado a lo largo de la historia. Comienza en la Antigua Grecia, con los expertos en retórica, considerados personas muy instruidas y guías en el uso de las palabras. La mayoría de los sofistas de la época clásica pecaban de relativismo.

Según esa doctrina, el conocimiento humano es incapaz de llegar a verdades absolutas y universales; la verdad es relativa y su fundamento estaría en cada sujeto que juzga (subjetivismo). Por ejemplo, lo que uno considera bello puede ser feo para otro.

Como reacción, surgieron los ‘amantes del saber’, en oposición a quienes se autodefinían como ‘sabios’. A partir de la filosofía de Sócrates y Platón, el término ‘sofista’ se consideró de forma peyorativa.

Platón se opone al relativismo de los sofistas y afirma que la verdad es única y susceptible de definición inequívoca. Se llega a ella a través del conocimiento de las ideas, mientras que para los sofistas es una cuestión de mera habilidad.

El arte de la persuasión hoy no suele estar al servicio de la verdad, sino de los intereses del orador. 

A partir de ese momento, se acusa a los sofistas de utilizar la retórica a su conveniencia, presentando argumentos o ideas que eran falsas, pero que, a través de premisas plausibles, convencían a muchos de ser verdad.

Pero, ¿quiénes son los sofistas de ahora?En buena parte, algunos ‘expertos’ o gurús de internet. Vivimos un nuevo esplendor de la sofística basado en el fácil acceso a toda clase de información.

En nuestra sociedad se ha separado el conocimiento, que emana de la investigación científica y filosófica, de los saberes populares comúnmente aceptados.

La sofística vuelve a estar vigente en una época en la que el relativismo ha vuelto con más fuerza e influencia social que en tiempo de Protágoras de Abderas y Gorgias.

Así lo atestiguan, por ejemplo, unas palabras del cardenal Ratzinger pronunciadas unos días antes de ser elegido Papa como Benedicto XVI: “Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja solo como medida última al propio yo y sus apetencias.

El relativismo imposibilita el diálogo para alcanzar una verdad común sobre la que construir la convivencia humana, el desarrollo como personas y como sociedad, e introduce una dictadura, la del propio yo y sus apetencias”.

En muchos debates actuales no se suele hablar de la verdad, sino de ‘mi verdad’ y de ‘tu verdad’. Unos versos de Antonio Machado son muy elocuentes: “¿Tu verdad? No, la Verdad; y ven conmigo a buscarla”. Coincido con Marta Luquero en que vivimos en la sociedad de los sofistas: hoy sobran sofistas y faltan filósofos; abundan los sofismas y escasean los axiomas.

Frente a principios de verdades incuestionables, predominan argumentos falsos que se hacen pasar por verdaderos.

El arte de la persuasión hoy no suele estar al servicio de la verdad, sino de los intereses del orador. Poco ha cambiado, solo los medios para hacer llegar los sofismas al pueblo.

La televisión e internet han sustituido al ágora. Los sofistas de ahora, como los de la antigua Grecia, simulan saber de todo; no buscan la verdad, sino la apariencia de saber, ya que lo importante es que la falacia parezca verdadera.

“Frente a principios de verdades incuestionables, predominan argumentos falsos que pretenden hacerse pasar por verdaderos”. Actualmente el “yo solo sé que no sé nada” ha quedado anulado. Se cree que sabemos de todo.

Los programas televisivos están ocupados algunas veces por pseudocientíficos y tertulianos omniscientes.

Me parece correcto invitar a un tertuliano que sea experto en un determinado tema; pero lo que no tiene sentido ni utilidad es invitar a uno que habla de todos los temas con ‘autoridad’. ¿Saben distinguir la mayoría de los oyentes o televidentes españoles entre el experto y el sofista? Creo que en muchos casos no.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

La elección es sencilla: justicia o impunidad

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Los diputados del Congreso de la República enfrentan una disyuntiva histórica: fortalecer el sistema democrático y velar porque se imparta justicia, o perpetuar la impunidad y corrupción que han impedido el desarrollo del país y alcanzar mayores niveles de prosperidad.

El dilema, fácil de resolver, le llega a los parlamentarios con la propuesta de reforma al
Artículo 14 de la Ley Orgánica del Ministerio Público (MP), que promueve el presidente
Bernardo Arévalo. En esencia, hay que decirlo claramente, la referida modificación permitirá retomar las causas que legalicen el retiro de Consuelo Porras, quien se ha atrincherado en el cargo con un objetivo muy claro: asegurar la inmunidad propia y la de quienes integran el llamado pacto de corruptos.

Pero más allá de cumplir con la demanda social de concluir con “el oscuro ciclo” de Porras, el anteproyecto restituye la independencia del MP y lo obliga a rendir cuentas sobre sus actos, una responsabilidad que tienen todas las entidades estatales, la cual es común en las naciones democráticas del mundo.

Conviene aclarar que la Fiscal General y sus aliados en el Ministerio no se enfrentan a revanchismos políticos o venganzas personales, como sugieren las teorías conspirativas que provienen de algunos individuos y sectores. Estos funcionarios, muchos de ellos vetados en 43 países por su presunta complicidad en el saqueo del erario, confrontan a una ciudadanía que está consciente de que mientras la Fiscal General continúe en el puesto, la transparencia y la probidad en el aparato público continuarán siendo utopías.

Insistimos. En breve, esta legislatura, que ha enviado mensajes esperanzadores y optimistas, deberá elegir entre construir una Guatemala en donde ministros, diputados, magistrados y fiscales sean los buenos que rechazan a los malos y no al revés, donde los patos no solo le disparan a las escopetas, sino que se roban el armamento para perpetrar nuevos asaltos.

Editor DCA
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COLUMNAS

Conciencia en la presencia

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Luis Estuardo Villegas González

luis.villegas
@conjuve.gob.gt
 

Guatemala es un país que no se exenta de diferentes problemáticas que afectan la vida de los ciudadanos. La discriminación, el racismo, el acoso, la violencia, la imprudencia y la intolerancia son algunos de tantos factores que aquejan el día a día de muchos. Sin embargo, en un mundo donde los problemas sociales de este tipo son abundantes y complejos de vivir, siempre existe una manera de sobresalir ante la adversidad.

La conciencia social es un concepto abstracto, que parte desde la subjetividad de la misma mente del ser humano, y que se materializa en las acciones que concretizan la interacción en sociedad. El uso de la conciencia apegado a un sentido social permite calibrar la brújula moral que conduce hacia el desarrollo de las decisiones colectivas.

Construir el tejido individual de la conciencia social es un proceso que no será dogmático de construcción del conocimiento, sino un estado activo y dinámico de aprendizaje, principalmente porque llevarlo a cabo implica ser empáticos, tolerantes y asertivos con las personas que convivimos; comprender que en nuestro entorno existen diferentes tipos de personas, con creencias, costumbres, tradiciones y formas de vida que puedan ser diferentes a las que normalmente se conoce, pero que no imposibilitan el compartir como partes de una misma sociedad.

La empatía es uno de los valores fundamentales que cimentan la conciencia social. En la actualidad, la juventud es uno de los grupos sociales con mayor disposición a brindar esa empatía, tal cual necesaria para atender y entender las necesidades y los problemas de quienes se encuentran en una posición menos privilegiada. 

De manera individual se pueden alcanzar grandes cambios que impacten en la vida de las personas con las que socializamos. Desde la puesta en práctica de normas de cortesía, valores como la tolerancia y el respeto, hasta el cuidado de los medios y recursos que utilizamos de la madre naturaleza.

Las juventudes han forjado a través de su actividad y dinamismo diferentes espacios para no solo llevar a cabo el desarrollo de la conciencia social de las personas, sino también para acercarse desde la colectividad a los grupos sociales que necesitan de ese acompañamiento. 

Colaborador DCA
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COLUMNAS

La sociedad de la impaciencia (II)

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Gerardo Castillo Ceballos 

Facultad de educación y Psicología de la Universidad de Navarra

Para el impaciente el tiempo avanza muy lentamente, lo que le lleva a sentirse ansioso. En cambio, para el paciente los momentos de espera son más llevaderos y le ayudan a disfrutar de la vida en el presente. La paciencia nos permite reflexionar sobre nuestras acciones, pensamientos y emociones; ello posibilita tomarnos el tiempo necesario para pensar en las consecuencias de nuestras acciones y elegir respuestas más adecuadas. Mientras que la persona impaciente toma soluciones rápidas y convencionales, la paciente puede explorar ideas nuevas y llegar a soluciones más creativas.

Necesitamos tener paciencia con todas las personas que nos relacionamos, pero, sobre todo, con uno mismo. Es un factor muy importante de las relaciones interpersonales: entre padres, entre padres e hijos, entre jóvenes y mayores, entre maestros y alumnos… Las personas pacientes están dispuestas a seguir trabajando incluso si los resultados no son inmediatos. La paciencia está presente en la mayoría de los éxitos de los inventores e investigadores, ya que les permitió alcanzar el triunfo a base de repetir una y otra vez los ensayos, corrigiendo y volviendo a empezar tantas veces como fue preciso hasta conseguir el objetivo. Los deportistas también basan sus éxitos en la paciencia, insistencia y dureza de sus entrenamientos. 

La paciencia no es pasividad ante el sufrimiento o un simple aguantarse; es tener la fortaleza para aceptar con serenidad el dolor y las pruebas que la vida pone en nuestro camino. Las personas pacientes, al reflexionar antes de actuar, ven con más claridad el origen de los problemas y la mejor manera de solucionarlos. 

George de Savile dijo que un hombre que es un maestro en la paciencia es un maestro en todo lo demás, y esto es especialmente cierto si nos paramos a pensar en las características de los genios. No es tanto el talento como el tiempo, el trabajo bien hecho y la perseverancia, lo que conduce a un descubrimiento científico o a una obra de arte. 

“No fueron mil intentos fallidos, fue un invento de mil pasos”. Estas fueron las palabras de Edison cuando dio a conocer al mundo el proceso por el cual había conseguido crear la bombilla incandescente de
alta resistencia.

Colaborador DCA
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