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COLUMNAS

“Los demás como clave del éxito en Álvaro del Portillo»

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Pablo Pérez López 

Catedrático de Historia Contemporánea

El siglo XX se podría describir como la centuria del triunfo del individualismo sobre el
colectivismo. En su comienzo irrumpieron con fuerza colectivismos que parecieron imponerse. Alguna vez con la aclamación de las masas, y muy pronto de forma obligada. Fascismo o nazismo tuvieron un éxito que pareció fugaz por su derrota en la Segunda Guerra Mundial, pero el comunismo, en sus dos principales versiones, soviética o maoísta, se presentó hasta los años noventa como una alternativa atractiva para muchos, que finalmente naufragó y terminó por rendirse al individualismo que triunfaba en occidente.

Ingeniero de Caminos, abandonó un futuro profesional brillante y prometedor para entregarse a Dios en el Opus Dei.

Álvaro del Portillo (1914-1994), beatificado por la Iglesia católica en 2014, fue en esto contracorriente. Mostró un intenso sentido social en todas las etapas de su vida: basta considerar su actividad como joven catequista en el extrarradio de Madrid cuando era estudiante, o una iniciativa suya que convirtió en propietarios a jornaleros italianos en una finca que administró y reformó en 1954, o su impulso a labores sociales por parte de personas del Opus Dei y, sobre todo, su atención a la familia como institución, y a los enfermos. Como gran canciller de la Universidad de Navarra impulsó en particular las tareas investigadoras como base de un servicio siempre renovado a la sociedad.

Pero, más que por su interés en algunas actividades, puede decirse de él que vivió para un proyecto común, que gastó su vida despreocupado de su propia carrera, pendiente del servicio a los demás. No buscó la afirmación de sus proyectos en cuanto suyos. Al contrario, se empeñó en identificarse con uno recibido de otros al que él quiso ser lo más fiel que podía: la misión de la Iglesia y, en ella, del Opus Dei.

Ingeniero de Caminos, abandonó un futuro profesional brillante y prometedor para entregarse a Dios en el Opus Dei en 1935 y ordenarse sacerdote en 1944. Durante el tiempo que estuvo con el fundador, San Josemaría Escrivá de Balaguer, todo su afán fue permanecer como su apoyo y ayuda más próxima, pasando lo más oculto posible. Y lo consiguió. Tras la muerte del fundador, su idea del gobierno del Opus Dei fue un proyecto de continuidad, no concebida como inmovilidad, sino como continuación creativa y dinámica. Pero no pretendió dejar su propia huella.

Su meta fue gobernar como San Josemaría hubiera gobernado, seguir sus huellas. Esto no obedecía a falta de ideas propias o de iniciativa, sino a que en él la idea de ser alguien pasaba por serlo a través de otro. Dicho de otra forma, quería hacer las cosas por un motivo de amor. En definitiva, el amor es darse. “Solo vivo para ti”, o frases semejantes, son características de los enamorados.

Álvaro del Portillo, en sus notas personales, sintetizó así alguna vez su intención: “Propósito de no hacer nada porque me guste sino porque me lo dicte el Amor. Que diga siempre que sí al Amor”. Un resumen existencial de la esencia del cristianismo. Este mismo principio le hizo ser un gran amigo de la libertad, convencido de que solo quien es libre puede amar. Sugirió, por ejemplo, cambiar ligeramente la letra a una canción para que en lugar de decir “donde las almas suelen hablarse de tú con Dios”, dijera “donde las almas pueden hablarse de tú con Dios”. Le parecía más conforme con el espíritu de libertad que había aprendido de San
Josemaría.

Uno de los frutos del individualismo fin de siglo es la intensa preocupación por la propia imagen. Y en esto también fue contracorriente. Cuando, fallecido el fundador del Opus Dei, le propusieron que tuviera reuniones informales con muchas personas, “tertulias” multitudinarias, como las que había tenido San Josemaría, dudó si debía aceptar.

Lo hizo a pesar de que consideraba que no tenía ni el gracejo ni la facilidad de palabra de su predecesor, despreocupado de que alguien pudiera compararlos. Pensó solamente en la utilidad que esos actos pudieran tener en su tarea evangelizadora. En definitiva, más que centrado en un proyecto personal, individualista, del Portillo edificó su vida sobre un voluntario olvido de sí mismo para ponerse al servicio de muchos.

No parece lección desdeñable para cualquiera, pero quizá especialmente para quienes trabajamos en la Universidad de Navarra, que conmemora estos días los 30 años de su última visita. No fueron pocas, por cierto, las que realizó a estas tierras, con frecuencia para atender tareas universitarias como los doctorados honoris causa, que hizo compatibles con visitas a enfermos en la Clínica de la Universidad.

Ahora que se aprecian mejor los límites y las consecuencias amargas de un exagerado individualismo, su ejemplo ofrece una alternativa atrayente que puede servir de inspiración si se quiere alcanzar un éxito con sentido y duradero.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Premios por trayectoria y aportes al arte guatemalteco

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Fernando Soto, 

Director de Fomento de las Artes, Ministerio de Cultura y Deportes 

[email protected]

Guatemaltecos, cuyos nombres han trascendido las fronteras de nuestro país por su valor artístico, forman una constelación de estrellas en el firmamento del arte nacional. Nombres como Joaquín Orellana, Carlos Mérida, Efraín Recinos o Miguel Ángel Asturias, son algunas de estas figuras del arte nacional que dan renombre a Guatemala en el universo artístico. 

El Estado de Guatemala, por medio del Ministerio de Cultura y Deportes, constitucionalmente tiene la obligación primordial de proteger, fomentar y divulgar la cultura nacional y, anualmente, reconoce a los artistas por medio de la entrega de los Premios por Trayectoria y Aportes al Desarrollo del Arte.

El Estado tiene la obligaciòn de proteger, fomentar y divulgar la cultura nacional.

Marimba, teatro, danza, música, artes visuales y artes circenses son las disciplinas en las que se premia a mujeres y hombres guatemaltecos dedicados al arte nacional, enalteciendo, reconociendo y valorando a las y los guatemaltecos dedicados al quehacer artístico nacional.

Durante el año se entregan los premios a los artistas en cada una de las disciplinas en las que han destacado, contribuyendo al desarrollo del arte, ya sea por medio de la docencia, la proyección de su arte como destacado intérprete, o la labor  creadora de obras artísticas, fruto de años de dedicación y esfuerzo, sirviendo como ejemplo a las nuevas generaciones de niños y jóvenes que inician o se están formando en el arte y, a la vez, proyectando su obra creadora a la sociedad guatemalteca, dejando un legado artístico que muestra  la grandeza del arte a nivel nacional e internacional.

Educadores que transmiten a las nuevas generaciones su conocimiento y experiencia en las escuelas de arte, conservatorios o academias comunitarias que existen en el territorio nacional;  dramaturgos, compositores y coreógrafos que  plasman en su obra historias y vidas, paisajes sonoros, lenguajes corporales cadenciosos con el fin de transmitir una idea, un momento, un mensaje, un recuerdo o una realidad; músicos, actrices y actores, bailarinas y bailarines, escultores y pintores, payasos, acróbatas y magos que han dejado su vida en las tablas, en teatros, en galerías, en parques, iglesias, edificios, en festivales o en donde se pueda hacer un escenario o montar una exposición y presentar ante un público diverso y colorido el fruto de la obra creadora
individual o colectiva.

Mientras sigamos reconociendo y valorando a nuestros artistas, seguiremos llenando de estrellas el firmamento artístico de nuestra Guatemala.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

La crisis de la verdad: deepfakes y desinformación

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El Informe sobre Riesgos Globales 2024 del Foro Económico Mundial destaca las principales amenazas que enfrentará el mundo. Entre las más urgentes para los próximos dos años se encuentran la desinformación, los fenómenos meteorológicos extremos, la polarización social, ciberataques y los conflictos armados. 

La desinformación, entendida como información falsa difundida sin intención y como aquella creada deliberadamente para engañar, destaca como una de las amenazas más preocupantes. Dentro de este fenómeno, se incluyen las deepfakes: videos o audios generados con inteligencia artificial que imitan a personas reales diciendo o haciendo cosas que nunca ocurrieron.

No se trata solo de una amenaza tecnológica, sino también de un reto cultural.

Estas herramientas, que utilizan modelos de aprendizaje profundo para crear contenido casi indistinguible de la realidad, están ahora al alcance de cualquiera con acceso a un software básico, convirtiéndose en una poderosa arma de manipulación.

En un país como Guatemala, donde persiste la polarización política y la desconfianza en las instituciones, las deepfakes representan un riesgo enorme.

La rapidez con la que se difunde la información a través de plataformas como Facebook, WhatsApp o TikTok, sumada a la tendencia de la población a consumir información superficial sin verificarla, crea un terreno fértil para el éxito de este tipo de
manipulaciones.

Crear un deepfake no requiere de equipos sofisticados; basta con programas accesibles y suficiente material visual de la persona que se desea imitar. Casi cualquiera con intenciones maliciosas puede producir contenido para difamar a figuras públicas, marcas o influir en decisiones políticas y sociales. En un país donde muchos ciudadanos se quedan en la superficie de lo que ven o escuchan, las consecuencias  pueden ser tremendas.

Vivimos en una era de sobrecarga de información y contenido instantáneo, donde la veracidad de los hechos importa menos que las emociones que estos generan.  

Campañas de desprestigio y contenidos falsos no solo capturan la atención del público y manipulan sus percepciones, sino que también distorsionan la verdad y alimentan la polarización social, aumentando el clima de desconfianza.

A nivel global, estudios como los del MIT han demostrado que las noticias falsas y los deepfakes, se difunden más rápido y llegan más lejos que las noticias verdaderas, especialmente en el ámbito político. Esto se debe a su novedad, apariencia y a su capacidad de generar emociones fuertes como miedo, disgusto y sorpresa, haciéndolas más propensas a ser compartidas en redes sociales.  

No se trata solo de una amenaza tecnológica, sino también de un reto cultural. Las redes sociales, que surgieron como espacios para la libre expresión, hoy pueden adormecer el razonamiento crítico, convirtiendo a los usuarios en presa fácil de la manipulación. En lugar de profundizar y cuestionar, muchos se quedan en la superficie de los titulares y contenidos virales, adoptando posturas emocionales antes que basadas en hechos.

Como ciudadanos, tenemos una gran responsabilidad ante esta amenaza. No debemos consumir toda la información que nos llega sin cuestionarla. Necesitamos practicar un escepticismo saludable, fomentar la alfabetización mediática, la cultura de verificación y análisis crítico educándonos para identificar y combatir la desinformación.

Si no aprendemos a discernir entre la verdad y la manipulación, seguiremos siendo vulnerables y presas fáciles. Solo con una ciudadanía informada y crítica podremos proteger nuestro derecho a tomar decisiones .

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Un compromiso municipal con la discapacidad

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Unidad de Comunicación y Relaciones Públicas
CONADI, Guatemala.

En Guatemala, se estima que 1,025,465 personas viven con al menos una dificultad, lo que equivale al 9.53% de la población total. Durante muchos años, las personas con discapacidad en nuestras comunidades han sido olvidadas y excluidas de diversos ámbitos sociales.

Este es un tema de preocupación para el Comité de Expertos de las Naciones Unidas, que, desde la ratificación de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad en Guatemala, ha emitido 83 observaciones y recomendaciones al Estado guatemalteco.

Las OMD representan el enlace entre las personas con discapacidad y las entidades municipales.

Para cumplir con estas recomendaciones el CONADI, cuenta con el Departamento de Servicio Nacional de Discapacidad. A través de sus delegados departamentales trabaja con organizaciones e instituciones dedicadas a las personas con discapacidad.

El objetivo es influir en la voluntad política de las autoridades para que integren la temática de discapacidad en los Planes, Programas, Proyectos y Políticas municipales.

En seguimiento a este mandato, CONADI colabora activamente en la Comisión Departamental de Discapacidad (CODEDIS) y con la Comisión Municipal de Discapacidad (COMUDIS); y a partir de la publicación del Acuerdo Gubernativo 137-23024, el pasado 2 de septiembre en el Diario Oficial, el CONADI podrá participar con voz y voto en los Consejos Departamentales de Desarrollo Urbano (CODEDES).

Estos esfuerzos buscan fomentar la participación ciudadana y crear espacios específicos para la instalación de Oficinas Municipales de Discapacidad en los municipios del país.

Hasta la fecha, se han establecido 131 Oficinas Municipales de Discapacidad (OMD) y 2 Direcciones Municipales de Discapacidad (DMD), que sirven como enlace directo entre las personas con discapacidad y sus familias en cada municipio.

Las aperturas más recientes incluyen las oficinas de Santa Catarina Mita, Jutiapa; Melchor de Mencos, Petén; Samayac, Suchitepéquez, San Rafael las Flores, Santa Rosa; Olopa y Quezaltepeque en Chiquimula; así como en Jocotenango y Pastores en Sacatepéquez.

Colaborador DCA
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