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COLUMNAS

Las raíces comunes de la astronomía y la astrología

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Gijs Mulders

Facultad de Ingeniería y Ciencias

La diferencia de la posición del Sol, que está relacionada con las estaciones a través de la rotación, la inclinación y la órbita de la Tierra, aquellos cinco planetas orbitan alrededor del Sol de forma independiente”.

La astronomía y la astrología tienen nombres similares y algunos las confunden, pero son muy distintas. La astronomía es el estudio científico del cielo que busca, entre otras cosas, comprender la física del Universo. La astrología, por su parte, no es una ciencia y utiliza el movimiento aparente de las estrellas y los planetas, en el cielo nocturno, para reflexionar sobre las relaciones humanas aquí en la Tierra. Aunque pretenden cosas muy distintas, ¿cómo es que sus nombres se parecen tanto?

La razón de esta similitud es que los orígenes de ambas estuvieron conectados en el pasado. Estos orígenes se remontan a Babilonia, una de las cunas de la civilización situada en el actual Irak. Tierra fértil entre los ríos Éufrates y Tigris, donde surgieron antiguas ciudades en que la gente empezó a observar, pensar y escribir sobre el cielo nocturno.

Las sociedades agrícolas necesitaban calendarios: para saber cuándo sembrar y cosechar, pero también para saber cuándo recaudar impuestos y planificar festividades. El cielo nocturno ofrecía un calendario, si se sabe cómo leerlo. Los sacerdotes de dicha civilización, que eran a la vez cronometradores, agruparon a las estrellas del cielo nocturno en constelaciones.

Con la invención del teles-copio, se descubrieron otros dos planetas, Urano y
Neptuno. 

Observaron que el sol salía y se ponía en diferentes constelaciones a lo largo del año, lo hacían observando las posiciones de las estrellas. Porque los cambios en el cielo venían acompañados con cambios en la Tierra, los babilonios pensaban que el movimiento de las estrellas arriba causaba las estaciones en el planeta abajo: “Como es arriba, es abajo”.

Mucho más tarde, tras la revolución copernicana, comprendimos que la Tierra es la que se mueve, y no el cielo. Así, la rotación de la Tierra hace que el Sol salga y se ponga cada día. La órbita de la Tierra hace que el Sol salga y se ponga en diferentes constelaciones a lo largo del año, mientras que la inclinación axial de tierra provoca las estaciones anualmente.

Entonces, es al revés: las estaciones se originan en la Tierra abajo, pero se proyectan hacia el cielo arriba: “Como es abajo, es arriba”. Sin embargo, lo anterior no frenó la astrología. Además de los patrones diarios y estacionales de los astros en los cielos, existen otros movimientos: los de los planetas (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno) con respecto a las estrellas.

Los sacerdotes de Babilonia pensaban, como en la astrología, que dicho movimiento se atribuye a lo que ocurre en la Tierra: el horóscopo. Pero a diferencia de la posición del Sol, que está relacionada con las estaciones a través de la rotación, la inclinación y la órbita de la Tierra, aquellos cinco planetas orbitan alrededor del Sol de forma independiente.

No existe un origen común entre el movimiento aparente de los planetas y los fenómenos terrestres. Las posiciones de los planetas arriba no se corresponden con ningún fenómeno que ocurra en la Tierra, abajo: “Como es arriba, no es abajo”.

Muy por el contrario, la astronomía se ha desarrollado en una dirección totalmente diferente. Con la invención del telescopio, se descubrieron otros dos planetas, Urano y Neptuno. Con la construcción de grandes telescopios, muchos de ellos en el desierto de Atacama (Chile), se han descubierto incluso planetas alrededor de otras estrellas, llamados exoplanetas.

Con telescopios situados en el espacio, los astrónomos han descubierto ya más de 5 mil exoplanetas, y en los próximos años se encontrarán miles más. Al pasar de planetas a exoplanetas, los astrónomos aportaron un significado diferente. Ya sabemos que los exoplanetas son algo bastante frecuente en el cosmos, ya que una de cada cinco estrellas tiene planetas que se parecen en algo a la Tierra.

Aún no sabemos si dichos mundos puedan albergar vida… Es posible que la vida en el cosmos no sea algo tan infrecuente, y que la vida que conocemos en la Tierra también pueda estar presente alrededor de estrellas visibles en el cielo nocturno: “¿Como es abajo, es arriba?”.

Universidad Adolfo Ibañez
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COLUMNAS

Así nació la imagen real del mundo (II)

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Ana Eva Fraile
Revista Nuestro Tiempo

Desde este puerto inicia su viaje Una tierra prometida y muestra, sobre fondo azul, los álbumes científicos e intelectuales del siglo XVIII. Entre ellos, los cuadernillos L’Anatomie y L’Astronomie de La Enciclopedia, de Diderot y D’Alembert, dos dimensiones que ilustran la ambición de la ciencia por desentrañar cualquier área de conocimiento.

Sus dibujos enriquecieron los compendios sobre cartografía, astronomía, geodesia y nuevas especies.

Con precisión científica trabajaron también los artistas que se embarcaban en las expediciones, numerosas en ese periodo, para levantar acta del horizonte conocido o de nuevas maravillas. Sus dibujos enriquecieron los compendios sobre cartografía, astronomía, geodesia y nuevas especies, especialmente a raíz de que Carl von Linneo publicara en 1735 Systema naturae, su innovadora propuesta taxonómica para los reinos vegetal, mineral y animal.

En sala se encuentran, por ejemplo, los grabados coloreados a mano de Plantae Selectae, obra de los botánicos Trew y Ehret (que había conocido a Linneo), los dibujos en acuarela incluidos en la enciclopedia Libros ilustrados para niños, los álbumes Plantae officinales de Nees von Esenbeck, que investigó las propiedades médicas de las plantas, las litografías de orquídeas de James Bateman o el trabajo Historia natural de los loros, a los que François Le Vaillant pintó en sus hábitats, un acercamiento novedoso a la realidad.

La siguiente escala en esta travesía traslada al visitante a tierras egipcias, adonde el general Napoleón Bonaparte se dirigió en 1798 con hambre de conquista. A los más de 40 mil soldados se unieron 167 savants, que conformaban la Comisión de Ciencias y Artes.

El cometido de estos ingenieros, científicos y artistas era llevar a cabo una investigación exhaustiva sobre el país. Incluso se fundó el Instituto de Egipto. Aunque la campaña militar fracasó, los miembros de ambas instituciones no regresaron a Francia hasta la capitulación del general Menou, en agosto de 1801.

Solo unos meses después, a principios de 1802, comenzó la aventura editorial.

Continuará…

Colaborador DCA
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COLUMNAS

La seducción del negacionismo climático

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Cristóbal Bellolio

Escuela de Gobierno

El Demoledor es una película de 1993 protagonizada por Silvester Stallone, que versa sobre una armónica distopía donde se castigan los garabatos, la dieta es comida molecular y las relaciones sexuales son virtuales. La única disidencia vive en las cloacas a punta de hamburguesas de ratas, y de cuando en cuando sale a la superficie para asestar golpes terroristas. Su líder es Edgar Friendly.

El credo de Edgar Friendly es sencillo: no está dispuesto a que le digan cómo son las cosas, le gusta decir lo que piensa, y elegir cómo carajo vivir su vida, incluso si se trata de estallar de colesterol. Quiere comer carne hasta hartarse, fumar un cigarro “del tamaño de Cincinnati”, y correr empelota leyendo una Playboy, únicamente porque puede. Los malos no son ellos, que hacen lo que pueden por sobrevivir. Los malos son los de arriba, los que imponen su tiranía frígida y bien portada, que abusan del poder y secuestran los beneficios del progreso.

La negación del consenso climático tiene antecedentes ideológicos, o identitarios.

Friendly es un populista libertario. Populista, porque piensa que la sociedad está dividida en dos: la elite atiborrada y el pueblo postergado. No ve posibilidad de acuerdo, solo de conflicto. Lo que viene de arriba es paquete sospechoso. Pero también es libertario: quiere que la autoridad retroceda de su espacio vital, que no amenace su estilo de vida, que no arrebate sus hábitos de consumo.

El populismo libertario que representa Edgar Friendly es uno de los principales obstáculos que hoy enfrenta la lucha contra el cambio climático. Mucha gente le echa la culpa a la industria de combustibles fósiles y su lobby descarado. Pero hay otros factores que trascienden el interés pecuniario.

La negación del consenso climático tiene antecedentes ideológicos, o identitarios. No todo populismo descree del consenso científico en la materia. Algún eco-populismo de izquierda habrá por ahí. No todos los movimientos plebeyos que resisten la agenda verde progresista, descreen de la realidad de la crisis climática. Algunos sencillamente no quieren pagar la cuenta del festín de economía carbonizada que se dieron otros.

Tampoco todo libertarianismo es negacionista. En principio, se puede aceptar la ciencia climática y discrepar de una política climática que implique ensanchar las atribuciones del estado. Más de alguno insistirá en soluciones privadas a los problemas públicos. Autores como Jason Brennan elaboran una justificación libertaria para la obligatoriedad de las vacunas. Del mismo modo, otros sostienen que la reducción de emisiones es un imperativo del principio de no-agresión.

Pero la combinación entre ambas vertientes ideológicas (el populismo libertario) combustiona un tipo distintivo de rechazo a la ciencia climática, que tiene un poder seductor en ascenso. De hecho, gran parte de los partidos de “derecha populista radical”, para utilizar la etiqueta de Cas Mudde, despliega esta narrativa: las elites buenistas y cosmopolitas que tienen sus necesidades materiales satisfechas, y pueden darse el lujo de posar de ciclistas veganos, le imponen al resto de la gente ordinaria una moralina verde tan paternalista como inviable: para moverse a la pega hay que echarle bencina al auto.

Adicionalmente, la sombra de las futuras restricciones toca la fibra de las clases medias y trabajadoras que se han partido el lomo por llegar aquí. Han hecho de sus hábitos de consumo contaminante un proxy de estatus. Y nada se defiende como el estatus. Mientras tanto, las Greta Thunbergs de este mundo amenazan con una distopía de brócolis y viajes de 35 horas en tren.

Aquí entra la seducción del discurso de Edgar Friendly. Su populismo libertario mata dos pájaros de un tiro: sospecho de la agenda climática porque (a) viene de las elites globalistas y (b) arrebata mis libertades.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Municipios al rescate de los SLEP

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Mauricio Bravo

Vicedecano de la Facultad de Educación

La implementación de los Servicios Locales de Educación Pública (SLEP) ha sido un tema recurrente en el debate público.

Desde su creación, esta política se propuso como una gran reforma educativa destinada a mejorar la calidad y equidad en la educación pública. Sin embargo, debido a errores de diseño o al poco tiempo transcurrido, no ha logrado superar a los municipios en varios indicadores claves, como asistencia, deserción, rotación docente y puntajes Simce.

Estos resultados ponen en entredicho la eficacia de una reforma que, a pesar de sus buenas intenciones, no parece estar alcanzando los objetivos esperados.

Una de las principales falencias identificadas es que no se consideraron las buenas prácticas preexistentes en algunos municipios. 

Una de las principales falencias identificadas es que no se consideraron las buenas prácticas preexistentes en algunos municipios. Las reformas educativas de gran envergadura siempre deben tomar en cuenta las prácticas efectivas ya implementadas.

De lo contrario, no solo se desaprovechan conocimientos y experiencias valiosas, sino que también puede llevar a una implementación que no se ajusta a las realidades específicas de cada comunidad educativa.

Por otra parte, el corto plazo de implementación de los SLEP ha sido insuficiente para evaluar y ajustar adecuadamente sus resultados: “Las incidencias de las políticas educativas son muy diversas y pueden tardar años, incluso generaciones, en hacerse completamente visibles” (OECD Education Policy Evaluation 236, año 2020). Por tanto, antes de seguir avanzando en la implementación de nuevos SLEP, debemos realizar una evaluación robusta que permita identificar sus fortalezas y oportunidades de mejora.

Por último, la suposición de que un sistema educativo uniforme es la solución óptima para fortalecer la educación pública es un error. La diversidad de sostenedores, acompañados de mecanismos efectivos de regulación y supervisión, permite que estos funcionen como un sistema coherente y ordenado.

Además, la diversidad institucional puede ofrecer una respuesta más ágil y adecuada a las diversas necesidades locales, promoviendo así una mayor equidad y eficacia en el sistema educativo.

Colaborador DCA
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