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CRITERIOS

Las aguas: ese bien común

Las aguas deben ser libres, así como quiénes las defienden. Desviar los ríos y contaminar las aguas es un delito que debe ser penalizado.

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Las aguas deben ser libres, así como quiénes las defienden. Desviar los ríos y contaminar las aguas es un delito que debe ser penalizado.

Más de 35 mil personas se movilizaron de distintas maneras para hacer valer el sentido colectivo de que el agua es un bien público, que debe ser cuidado por toda la sociedad y no puede ser privatizado, mercantilizado y tampoco aprovechado por unas cuantas personas para su beneficio.

El 22 de abril llegó la #MarchaPorElAguaGt a la ciudad capital, habiendo caminado más de 500 kilómetros durante 12 días. Mujeres, hombres, niñas y niños recorrieron las carreteras constatando lo que por años se ha denunciado: las aguas están en riesgo de muerte, los ríos están secuestrados y contaminados.

Hoy la demanda por la vida es la consigna. Se propone que el desvío de los ríos sea considerado un delito porque en los últimos 30 años, cañeras, palmeras y otras empresas agroindustriales, usan los ríos a su antojo. Los desvían a sus plantaciones en verano dejando a los pueblos sin agua; y los sueltan en invierno generando grandes inundaciones y desastres en los pueblos aledaños.

Mineras e hidroeléctricas usan las aguas contaminándolas y dejando sin el vital líquido a las comunidades cercanas.

Esta marcha exige la coherencia en el cumplimiento de las resoluciones judiciales contra empresas mineras que han sido notificadas para que terminen con sus trabajos de explotación, por considerarse dañinos para la población. Entre ellas están, la minera San Rafael y la de Exmingua ubicada en La Puya, que han recibido por parte de la Corte Suprema de Justicia y ratificado por la Corte de Constitucionalidad, el mandato de cesar en sus funciones, pero a pesar de ello, siguen funcionando a su antojo.

La frase las aguas deben ser libres, así como quienes las defienden, hace alusión a la necesidad de que se permita la libertad de asociación y de expresión de aquellas personas que respaldan el principio de que el agua es un bien común, y que defienden el uso de ríos contra las grandes hidroeléctricas u otros proyectos extractivos, en la búsqueda del bienestar de sus  comunidades.

Muchos pasos se dieron desde pueblos remotos, un espíritu de solidaridad y esperanza la recorrió a su largo y ancho. Uno de los caminantes lo expresó: “Los kilómetros son cortos comparados con los corazones que palpitan en esta marcha”, refiriéndose a las múltiples muestras de cariño, compartir y cooperación que se mostraron en el camino y entre las personas caminantes.

Hoy se hace el llamado a la conciencia de la población capitalina y del resto del país: defender el agua es responsabilidad social. No contaminarla y no mal gastarla es también un asunto personal y familiar. Pero denunciar los atropellos de quienes en gran escala matan los ríos es un asunto comunitario y de país. 

Resolverlo es un asunto político nacional y estatal que debe ser resuelto ¡YA!


María Dolores Marroquín
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COLUMNAS

¡Ai, Ai, Ai, Ai…crea y no llores!

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Hassan Monteleone

Socio Economía Naranja Agexport

[email protected]

¡La Ai (Artificial Intelligence) o inteligencia artificial ya está entre nosotros y vino para quedarse, y como todo cambio, nos puede dar miedo o nos puede dar…¡felicidad!

Recuerdo, hace ya muchos años, cuando a las computadoras personales se les empezaba poder instalar programas de diseño como Corel Draw, que era un buen programa para diseño y a un precio asequible, por lo que muchos diseñadores, y no diseñadores, instalaban este programa en su PC.

Los invito a que jueguen, conozcan y creen cosas utilizando
la IA.

A los que sí eran diseñadores, no podían adquirir una computadora Apple (que era la oficial para diseñar) pudieron realizar de manera más fácil sus diseños, y aunque ese programa todavía no lo tenían empresas de impresión o medios de comunicación, se podían manejar vectores y fotos que en manos y creatividad de un diseñador quedaban muy bien.

Pero también muchos no diseñadores aprovechaban el acceso a este programa para cobrar mucho menos que un profesional y muchas empresas que no querían o no podían pagar uno, aprovechaban la situación. Pero con el tiempo, se pudo observar que, aunque con acceso a estos programas, se notaba la diferencia entre estos trabajos, por lo que las empresas que sí necesitaban calidad, regresaron al profesional.

Esto está volviendo a repetirse gracias a la inteligencia artificial, ya que hoy muchos programas dan acceso a que cualquier persona pueda solicitar un diseño, música, imagen, un texto para vender y hasta un cuento completo para publicar, pero no tardarán las empresas y consumidores en empezar a ver esas diferencias entre algo realmente original y algo creado por algo artificial.

Podrían preguntarse, pero si es algo nuevo, es algo original, aunque sea creado por una IA, pero si han tenido la oportunidad de realizar trabajos con ella, siempre hay que darle instrucciones o promps basadas en algo que ya un humano realizó. Por ejemplo, si es un diseño, podemos poner de referencias gráficas que ya un humano realizó, al igual al pedir una obra musical, damos las instrucciones con estilos, instrumentos que ya existen y en un escrito o al buscar información le decimos a la IA cómo pensar o cómo actuar en referencia a algo real.

Yo los invito a que jueguen, conozcan y creen cosas utilizando la IA para que puedan ver el potencial que tiene para apoyarlos como profesionales y ahí podrán ver que es solamente eso, si se sabe utilizar, una herramienta de ayuda y apoyo al profesional. A las empresas y consumidores les recomiendo que también la utilicen para que no se dejen engañar y puedan ver cuando el trabajo es real o está realizado por completo con IA para que puedan pagar el valor real de lo que están
adquiriendo.

Y a ti emprendedor que necesitas iniciar sin invertir mucho, es una excelente opción, en lo que logras crecer para poder incluir en tus futuras inversiones, el tener a un profesional y no caer en el error de que la inteligencia artificial lo haga todo.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Muchos avances, pero pocos cambios

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Gonzalo Andrés Serrano

Licenciado en Humanidades, Ciencias de la Comunicación y Ciencias de la Educación

Hace un par de meses, el periodista Alfredo Sepúlveda publicó Historia del Periodismo en Chile. De la Aurora a las Redes Sociales. Más de 200 años de una historia que comenzó con la primera imprenta que dio vida a La Aurora de Chile, para evolucionar a la diversidad de medios a través de los cuales ahora nos informamos (y desinformamos).

Hasta hace un par de décadas, las escuelas de Periodismo se limitaban a los tres medios: escrito, radio y televisión, y sus diversos géneros: informativo, interpretativo y de opinión.

El punto es que el periodista informativo se ha concentrado en las redes y portales de internet.

El primer formato quedó obsoleto para los diarios desde la aparición de las redes sociales. Si antes nos enterábamos de la derrota de Wanderers por El Mercurio de Valparaíso o La Estrella, hoy basta con meterse a un portal, Twitter, Instagram para saber por cuánto perdió.

El punto es que ese periodismo informativo se ha concentrado en las redes y portales de internet, transformando el cariz de los diarios a medios que son cada vez más interpretativos. De ahí la importancia de los cuerpos destinados a hacer reportajes y dar un enfoque diferente a la noticia.

En el caso de El Mercurio de Valparaíso, la última aventura de este tipo, que partió como Domingo, ya cumple los 1 mil números, cerca de 20 mil páginas. No es el Whatsapp de Hermosilla, que dicen tiene 700 mil, pero sí un número suficiente de hojas hechas con la calidad que otorga pensar y elaborar un número para cada semana, escapando de la vorágine que genera la inmediatez del día a día.

El primer número salió en junio del 2005. ¿Qué ha pasado desde entonces?  CHATGPT me sirve de torpedo, sin decirme que quizás sea esta y las otras inteligencias artificiales lo más importante del último tiempo en contraposición a otros hechos que, aunque relevantes, no han cambiado el mundo: la guerra de Ucrania versus Rusia 2022; la crisis sub prime del 2008, el estallido social (octubre del 2018) o la transformación en la forma de comunicarnos y relacionarnos (Facebook, Whatsapp, Twitter, Instagram y Tik Tok).

Antes de que las columnas puedan ser hechas por una inteligencia artificial, vale la pena echar un vistazo a los primeros números y darnos cuenta de que aquellas cosas que nos preocupaban el 2005 no son muy diferentes a las de ahora.

Parto por un aviso. La Scuola Italiana, de Valparaíso, anunciaba la apertura de nuevas postulaciones para el 2006. En ese primer número entrevistaban a Juan Antonio Coloma, de apenas 43 años, y se le preguntaba respecto a la posibilidad de cambiar la Constitución de 1980, a lo que el senador respondía diciendo que era la adecuada, pero no le preocupaba que se modificara. En esa misma línea, el senador Alejandro Foxley matizaba una pregunta sobre la desigualdad en Chile, porque esta había ido en disminución en las últimas décadas.

Dicen que el segundo número de una revista es el más difícil, pero en este caso, salió sin problemas. Rosa Zamora, la eterna editora de este suplemento, entrevistaba a la senadora Evelyn Matthei quien, además de bajarle el perfil a la candidatura de Michelle Bachelet (mal cálculo), advertía, ya en ese entonces, que la corrupción avanzaba a una velocidad abismante.

Al igual que Matthei y avanzando en el tiempo, hay otras voces que debimos haber escuchado con más atención para evitar el descalabro del estallido. 

Una mención final para uno de los colaboradores más querido e identificado con este diario, Alfredo Larreta, quien nos dejó hace varios años. 

En Domingo, Larreta podía desplegar lo que más le gustaba desarrollar, noticias raras y curiosas rescatadas de su lugar preferido, el archivo de El Mercurio de Valparaíso. Sus trabajos hoy son parte de este archivo.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Bendita rutina… (I)

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Ricardo Piñero
Catedrático de Estética y profesor del Máster en Cristianismo y Cultura Contemporánea

Solemos tener muy marcados determinados momentos a lo largo del año que indican comienzos y decretan finales, como si pudiéramos elegir en qué momento la vida se para y en cuál se reanuda. Vivimos bajo la ilusión de dominarlo todo.

Nos encanta señorear sobre los acontecimientos, porque de ese modo nos parece que todo lo que sucede cae bajo nuestro control, y esa sensación de seguridad nos encanta, nos hace sentirnos muy poderosos. Pero no es así.

Los que nos dedicamos a la educación vivimos en la fantasía de que todo comienza cuando arrancan nuestras clases, es decir, tras las vacaciones de verano, y eso de enero nos suena a un futuro lejano en el que, aunque se estrena calendario, en realidad, nada cambia sustancialmente.

Ser protagonistas de nuestros propios días no nos hace propietarios de nada.

Cuando nuestras civilizaciones vivían pegadas a la tierra, a los trabajos del campo, a los ritmos de la naturaleza, todo el mundo tenía muy claro cuál era el tiempo de trabajo y cuál el del descanso, cuál el de la celebración y cuál el la acción de gracias, todo se configuraba de acuerdo con lo que era necesario para poder tener una vida buena.

Ahora nos empeñamos en que todo pueda suceder en cualquier momento y hemos perdido de vista la necesidad de que no cualquier ritmo de vida es un ritmo propio de seres humanos. Nuestras ansias de que todo deseo haya de ser saciado de manera inmediata nos ha hecho olvidar que la espera, en realidad, no es la ausencia de algo ni una carencia, sino la riqueza de saber colocar cada cosa en su sitio y disfrutar de cada cosa a su tiempo. No podemos vivir ni fuera del espacio ni fuera del tiempo, pero ni uno ni otro son nuestros.

Hay quien habla de su vida como si fuera un objeto, quizá porque piensa que le pertenece absolutamente, y no ha caído en la cuenta de que vivir no es un poseer, sino un hacer, un saber hacer que implica una apertura radical al mundo y a los seres que lo habitan.

Ser protagonistas de nuestros propios días no nos hace propietarios de nada. Si nos quedamos al margen, las cosas suceden, pero quizá no del modo más adecuado, no del modo más favorable, no del modo más apetecible.

Sin duda las vacaciones son algo adecuado, favorable y apetecible, pero no son un estado que pueda eternizarse, entre otras cosas, porque eso destruiría nuestra forma de estar en el mundo. El final del verano es vivido por algunas personas no como un tiempo propicio para arrancar proyectos nuevos, sino como una especie de apocalipsis en el que la rutina amenaza con engullirnos.

Hay quienes hasta experimentan una especie de angustia vital por el simple hecho de que han de regresar a sus vidas, como si lo que han estado haciendo durante días o semanas hubiera sido una experiencia extracorpórea que debiera prolongarse hasta el juicio final.

Quizá uno pueda sentirse de maravilla tumbado en una hamaca disfrutando de un mojito, y le parezca que eso es el estadio evolutivo final al que la humanidad tiende. Alguien podrá pensar que volver a su casa, a su trabajo, a sus amistades es una condena inmerecida, es un sufrimiento insoportable…

Continuará

Colaborador DCA
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