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COLUMNAS

La apuesta de Greta Gerwig por un feminismo vital

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Gema Pérez Herrera
Revista Nuestro Tiempo

Bajo su fachada de superproducción glamurosa, Barbie esconde el pensamiento de una directora joven y prometedora. Greta Gerwig lleva años haciendo un cine audaz y profundo, con una mirada muy honesta a la realidad. Es una mujer independiente que, a través de lo vivencial, se atreve a plantar cara a algunos de los presupuestos ideológicos más actuales.

Gerwig es la mujer del año en Hollywood. La directora de Barbie se ha erigido como una de las mentes más libres y divertidas de la industria, capaz de vestir al mundo de rosa y de desatar una barbimanía dormida hace tiempo.

La directora de Barbie se ha erigido como una de las mentes más libres y divertidas de la industria, capaz de vestir al mundo de rosa.

Su película ha sido uno de los blockbusters de 2023, se ha convertido en el filme dirigido por una mujer más taquillero, ha cosechado cerca de mil cuatrocientos millones de dólares y un sinfín de premios; entre ellos, el Globo de Oro al éxito en taquilla. Pero lo suyo no viene por un inesperado golpe de suerte o por el acierto de jugar con un producto de masas: detrás del triunfo de Barbie se esconde una trayectoria personal y, sobre todo, un pensamiento muy propio acerca de la mujer millennial.

La cinta se ha tachado de creación woke, de feminismo excluyente, incluso de colección de memes. Pero nada más lejos de la realidad: Barbie es una obra compleja que, bajo la lógica del juego y la brillantina kitsch, esconde una antropología y una de las reflexiones más interesantes del cine actual sobre lo que significa ser mujer en nuestro tiempo.

La última película de Gerwig ha suscitado por igual fanatismos y acérrimos detractores, pero me atrevería a decir que, mayoritariamente, no se ha comprendido, porque, tras su fachada de superproducción de Hollywood, oculta un corazón indie.

Un estilo, un pensamiento y una mirada al mundo, los de su autora, que suponen una interesante revisión de las propuestas a las que el feminismo contemporáneo nos tiene acostumbrados.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

El camino al mar (I)

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Daniel Dols Bruno
Revista Nuestro Tiempo

No había en España una banda como Arde Bogotá. Literal. Es el motivo por el que el jurado de los Premios Ondas los nombró Fenómeno Musical del Año en 2023: “Por haber supuesto la salvación del rock en español en un tiempo marcado por los géneros urbanos”.

¿Exagerado? Su ascenso desde que el año pasado sacó su segundo álbum, Cowboys de la A3, demuestra que no: ha pasado de tocar en salas pequeñas a agotar las entradas, en apenas unas horas, de tres conciertos en La Riviera, la sala más importante de la capital.

La conversación derivó en grupos que les gustaban a ambos, como Arctic Monkeys o Foo Fighters.

En los festivales, ya no ocupa la parte baja del cartel, con letra pequeña y como apuesta de nicho. Ahora es un reclamo. Al premio Ondas siguieron dos nominaciones en los Latin Grammy, que finalmente no se llevó: mejor álbum y mejor canción de rock. También vendió en un día, a más de un año vista, todas las entradas para su concierto de final de gira en el WiZink Center de Madrid, programado para el próximo 13 de diciembre. Hace seis años, a la banda solo le faltaba un cantante. Dani Sánchez, el guitarrista, coincidió una noche de bares con Antonio García.

La conversación derivó en grupos que les gustaban a ambos, como Arctic Monkeys o Foo Fighters. Estuvieron de acuerdo en que esos sonidos no tenían su réplica en español. Fueron más allá: desde Héroes del Silencio había un tipo de rock en castellano que ya no se hacía. Antonio le dijo a Dani que él cantaba. La noche siguió y sus caminos se separaron, pero al volver a casa Dani recibió un audio de un número que no tenía guardado.

Seis meses después lanzaban Antiaéreo, su primer tema. La banda ha contado en varias ocasiones que le sorprendió su voz grave, profunda, como salida de una cueva. Se imaginó a alguien corpulento, fumador empedernido, y no al chico delgado que en el primer ensayo preguntó tímidamente dónde enchufaba su guitarra.

Se entendieron rápido. No solo compartían una idea parecida de la música que querían hacer, sino que los cuatro eran de Cartagena y casi de la misma edad: el batería, José Ángel Mercader (Jota), del 93; Antonio y el bajista, Pepe Esteban, del 95; y Dani, del 96.

Continuará…

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Sabine Weiss: Instantes de verdad (II)

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Ana Eva Fraile 

Revista Nuestro Tiempo

Con gran versatilidad, Weiss cultivó todos los géneros en los más variados círculos: pasaba de la moda y la publicidad (Yves Saint-Laurent, Dior, Korrigan), al espectáculo (Ella Fitzgerald, Maria Callas, Brigitte Bardot, Jeanne Moreau), la literatura (Françoise Sagan, André Breton, Samuel Beckett, Eugène Ionesco), el arte (Joan Miró, Alberto Giacometti, Jean Dubuffet, Georges Braque, Niki de Saint Phalle, Fernand Léger, Robert Rauschenberg) o la política (Jean Monnet, Dwight D. Eisenhower). “He hecho de todo”, subrayaba orgullosa. En Francia, Estados Unidos, Birmania, Etiopía, Portugal, la URSS, Bulgaria o la India disfrutaba de cada nuevo encuentro que le ofrecía su profesión. 

Si trataban de definir su trabajo con una sola palabra, Sabine se sentía atrapada. Aunque ya en 1952 revistas especializadas internacionales la reconocieron como miembro de la escuela humanista francesa, para ella fue una simple coincidencia la que la situó junto a Henri Cartier-Bresson, Robert Doisneau, Willy Ronis, Édouard Boubat, Brassaï, Izis, Jean Dieuzaide. Probablemente, su entrada en la agencia Rapho, pionera del fotoperiodismo francés, propició que se la vinculase con esta generación de fotógrafos. 

Su entrada en la agencia Rapho, pionera del fotoperiodismo francés, propició que se la vinculase con esta generación de fotógrafos. 

Sin embargo, una sutil frontera los separa. Según explica Virginie Chardin, comisaria de varias exposiciones sobre la autora franco-suiza, Weiss no construye sus imágenes como una pintura o una escena, ni metafóricamente para defender un punto de vista.

“Sus tomas, afirma en uno de los catálogos, nacen de una experiencia íntima, de un impulso espontáneo e intuitivo hacia el sujeto”. Ni rastro de juicios o lamentos sobre el mundo.

Ella es una simple testigo, y sus fotografías, testimonio de una época. Tampoco le preocupaba el enfoque perfecto. Borrosa o no, una buena fotografía debía captar las emociones, decir algo sobre la condición humana.

“Lo que me interesa es el sentimiento que expresan las personas”, repetía cada vez que la entrevistaban. Su humanidad, reflejada de la forma más sobria y sencilla. 

Pero ¿cómo traducir en un solo instante, en esa fracción de segundo, un movimiento del alma? Sobre esta inquietud reflexionó en Intimes Convictions. “Luz, gesto, mirada, movimiento, silencio, tensión, reposo, rigor, relajación. Me gustaría incorporarlo todo en ese momento para expresar, con un mínimo de medios, la esencia del ser humano. Es algo abstracto lo que busco en mis fotos, escribió. En lugar de una persona llorando, es la idea de la tristeza lo que quiero mostrar”.

Había otra etiqueta con la que Sabine no se sentía cómoda: le parecía exagerado calificar su obra como arte. Nunca se consideró artista y aseguraba que el suyo era un oficio artesano; más allá de la dimensión estética, resaltaba el carácter manual de su trabajo. No obstante, a lo largo de su carrera atesoró un puñado de reconocimientos.

La Orden de las Artes y las Letras de Francia le concedió las distinciones de chevalier (1987) y officier (1999). En 2010, la condecoraron con la Orden Nacional del Mérito y, una década después, ganó el premio Women In Motion 2020, otorgado por el prestigioso festival de fotografía Les Rencontres d’Arles.

El fallecimiento de Sabine la noche del 28 de diciembre de 2021 dejó varios proyectos inacabados. Como el documental El siglo de Sabine Weiss, que Camille Ménager había empezado a rodar hacía tan solo unas semanas.

O la exposición retrospectiva que el Museo Photo Elysée proyectaba para celebrar el centenario de su nacimiento y de la que seguía de cerca todos los preparativos. En 2020, el programa Efecto Doppler de RTVE la entrevistó y Weiss bromeaba sobre el futuro: “Tendré una exposición en Suiza por mis cien años, eso es seguro. Lo que no sé es si iré”. 

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Felipe VI: renovación en una década tormentosa (II)

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Asunción de la Iglesia 

Profesora de Derecho Constitucional

Es sabido que la monarquía es siempre altamente sensible a las crisis y al mismo tiempo, también factor determinante en la solución de las mismas, pero a su modo, actuando en sus márgenes como poder integrador y ceñido a ese papel, sin poder pedirle lo que no le corresponde constitucionalmente.

Así, es llamativo que algunas voces hayan cuestionado la firma a la ley de amnistía, hay que recordar que la sanción y promulgación son obligación constitucional, pasando por las dudas en cuanto a la interpretación de su papel en la propuesta del candidato a la Presidencia del Gobierno y el cómputo de plazos del art. 99 CE, o el alcance la su función de discurso. Para quienes no quieren la unidad de España, será un elemento a batir, pero para otros el riesgo es desconocer hasta dónde puede llegar. Aquí se aprecia una escasa cultura sobre la institución.

Felipe VI ha tenido que gestionar una gravísima crisis en la propia familia real extensa. 

En fin, a lo anterior, hay que añadir que Felipe VI ha tenido que gestionar una gravísima crisis en la propia familia real extensa. Entró con la sombra del caso Noos y las nubes que luego desataron la tormenta sobre la actividad del rey Juan Carlos.

Felipe VI ha reaccionado con medidas tajantes y dolorosas para él de distancia institucional y personal, retirada de títulos a su hermana y renuncia a la herencia de su padre en marzo de 2020, cierre de la asignación económica y gestión de la salida de España de Juan Carlos I, así como su ausencia en el juramento de la Constitución ante las Cortes de la Princesa Leonor al cumplir la mayoría de edad.

Esta parte de la década en la que ha primado su deber institucional y la Corona por delante de los afectos, habrán sido sin duda los mayores sacrificios personales del Rey.

El conjunto de todos los factores ha propiciado el debate sobre una ley para la Corona o sobre la reducción de la inviolabilidad. Pero cualquier reforma ha de hacerse con prudencia, anticipando todas las derivadas; requiere contexto adecuado, pacto constitucional y lealtad para conservar la Corona como pieza valiosa de la tradición, defensora de la Democracia constitucional, factor de estabilidad y moderación y valor seguro en las relaciones internacionales en un momento especialmente complejo.

Tras esta década renovadora y tormentosa, hay que felicitar en justicia y reconocer el papel de Felipe VI y desearle lo mejor, para que estos tiempos tormentosos abran paso a tiempos mejores.

Colaborador DCA
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