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COLUMNAS

El wéstern renace en el siglo XXI (II)

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Ruth Gutiérrez Delgado, Alberto Fijo Cortés y Gema Pérez Herrera

Resuenan así John Ford, Howard Hawks, Sam Peckinpah, Anthony Mann, Sergio Leone o John Sturges, por mencionar a clásicos canónicos a los que debemos los nuevos caballeros andantes de las praderas.

Por lo tanto, este género es una fórmula narrativa que explica la forja de una nación, mientras la alimenta, corrige, orienta y falsea. El wéstern es a Estados Unidos lo que la tragedia a la Grecia Antigua. Remakes, adaptaciones y la historia ordinaria: tras un breve decaimiento en las últimas décadas del siglo XX, el wéstern ha experimentado un florecimiento basándose en el homenaje, la desmitificación y el interés por la vida ordinaria.

Este renacer del género aporta su toque de modernidad.

Por ejemplo, la admiración por el sacrifico del héroe se aprecia en El tren de las 3:10 o en Valor de ley. Novelas y biografías se adaptan al cine con la intención de mostrar la inadaptación y otras consecuencias negativas de la violencia.

Tienen cabida las historias de los renegados de la guerra civil en El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford y también las dos caras abominables del capitalismo en la inigualable Pozos de ambición. Este renacer del género aporta su toque de modernidad: la desacralización de la construcción de la nación, la actitud de los pioneros o las condiciones de vida sufridas.

A través de otros relatos, como el de Hugh Glass en El renacido, se refleja lo que debió ser la auténtica lucha del hombre contra la naturaleza salvaje en los territorios de frontera. Incluso nuevos protagonistas, como el Capitán Joseph Blocker en Hostiles, muestran su herida psicológica a causa de la violencia que ellos mismos han infligido.

Resultan novedosos algunos enfoques arriesgados como el de Quentin Tarantino en Django desencadenado, donde la violencia se erige en lenguaje y el protagonista es negro, o el de Tommy Lee Jones, en Deuda de honor, al mostrar un retrato nada heroizante de las mujeres que regresaron al Este porque no supieron resistir en aquellos horizontes lejanos.

En un proceso inverso, se idealiza la figura de la exploradora Martha Jane Canary-Burke, conocida como Calamity Jane La película animada Calamity es un bellísimo compendio estético de los asuntos que dominan el gran relato americano.

Es llamativo que el director francés Chayé se acerque en ella al mito de Martha Jane Cannary leyendo de manera tan inteligente la danza esencial del wéstern entre el viaje físico y el viaje interior, la soledad del héroe ante el peligro y el sentido de comunidad, el anhelo de aventura y el gusto por lo cotidiano, la mística de un café sobre una fogata y la belleza devoradora de una naturaleza indómita que no perdona a los débiles.

En una línea más contemplativa, la directora Kelly Reichardt documenta el tiempo del wéstern. Reichardt aporta el valor de la incertidumbre a la par que desdramatiza la vida real de las familias y de los buscavidas en Meek’s Cutoff y en First Cow.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

La importancia de valorar la identidad guatemalteca

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Lic. Ernesto Salvador Flores Jerez

Director de Desarrollo Cultural

En un mundo globalizado, en donde las culturas tienden a diluirse y fusionarse, la identidad cultural de Guatemala se presenta como un tesoro invaluable que debemos proteger. 

Guatemala es un país rico en diversidad, en donde conviven cuatro pueblos indígenas: maya, xinka, garífuna y mestizo, cada uno con tradiciones, idiomas y costumbres únicas que forman el mosaico cultural del país. 

La promoción de la identidad cultural debe ser activa y constante para el desarrollo de nuestro país.

Dentro del pueblo Maya, por ejemplo, existen 22 comunidades lingüísticas, cada una con su propio idioma y tradiciones, lo que subraya la riqueza cultural que poseemos. Nuestro país cuenta con una historia y una diversidad cultural profundamente arraigada, en el que el papel de las instituciones en pro de la promoción y protección de su identidad se vuelve esencial.

La Constitución Política de la República reconoce la importancia de preservar esta diversidad, estableciendo elementos esenciales como el idioma, las costumbres y los valores.

No obstante, la identidad cultural guatemalteca va mucho más allá, abarcando aspectos como la espiritualidad, las tradiciones, las artes, las danzas, la indumentaria, los lugares sagrados, las historias, mitos e, incluso, las formas de desarrollo económico y la ciencia. Estos elementos son parte integral de lo que significa ser guatemalteco. 

En un contexto donde la globalización amenaza con hacer desaparecer nuestras costumbres y tradiciones, el papel de las instituciones es crucial, debiendo trabajar incansablemente para promover y proteger nuestra identidad cultural, ya que valorarla es reconocer que cada elemento que la compone es parte de un patrimonio único e irrepetible, que nos distingue en el mundo. 

Los desafíos son grandes, la pérdida de elementos culturales es una realidad que afecta a muchas comunidades, por lo tanto, es imperativo rescatar estas tradiciones antes de que desaparezcan por completo. Sin embargo, este rescate no debe ser limitante, sino involucrar a las comunidades, permitiéndoles ser actores activos en la revitalización de su cultura, fortaleciendo de esta manera el tejido social y fomentando un sentido de pertenencia y unidad entre los
guatemaltecos. 

La promoción de la identidad cultural debe ser activa y constante para el desarrollo de nuestro país. Al valorar y proteger nuestra cultura no solo preservamos nuestro pasado, sino que también sembramos las semillas de un futuro en el que nuestras tradiciones sigan siendo el pilar fundamental y el alma de Guatemala. 

Colaborador DCA
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COLUMNAS

¿Y eso a quién le sirve?

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Patricia Letona D.

Consultora en Innovación y Relacionamiento Estratégico

[email protected] 

Cuando le conté a una amiga mayor que iría a Israel para conocer su modelo de innovación abierta y cómo se han ganado el título mundial de “Nación de los startups”, me preguntó: “¿Y eso a quién le sirve?”, refiriéndose a la innovación.

Ella, una mujer de más de 70 años con estudios universitarios y que se mantiene activa gracias a su gran hábito por la lectura, no siente cercano el término “innovación” ni tiene idea de cómo esta está impactando en su vida cotidiana. Lo más probable es que eso ocurra en la gran mayoría de las personas.

Hace poco más de un par de décadas, cuando tuvo su primer celular, no imaginó lo dependiente que sería de ese aparato que hoy es como una extensión de su propio ser. Hoy en día, hace negocios en línea, tiene su propia página web y usa Facebook, TikTok e Instagram para hacer crecer su empresa. No lo sabe, pero la innovación le ha servido a ella y a millones de personas de todas las edades para mejorar su calidad de vida y prosperar.

Hablar de innovación no solo se refiere a tecnología.

Soy fiel creyente del poder de impulsar la innovación en los guatemaltecos y provocar una transformación cultural que apueste por aprender a pensar de manera creativa para encontrar soluciones nuevas y mejores a los problemas que enfrentamos en nuestro día a día. 

Hablar de innovación no solo se refiere a tecnología avanzada, sino también a ideas simples que hacen la vida más fácil o que generan nuevas oportunidades. Puede ser una mejora en cómo cultivamos los alimentos, una manera más rápida de hacer trámites públicos o algo más ambicioso y radical como una reingeniería social aplicada al combate de la desnutrición.

Los hábitos de saneamiento y la salubridad en pequeñas comunidades pobres implican rediseñar de manera integral cómo se abordan estos problemas, transformando no solo las prácticas individuales, sino también las estructuras sociales, productivas, educativas y comunitarias que los sostienen. Si lo que se ha hecho hasta ahora no ha logrado reducir significativamente los índices de desnutrición y pobreza, apostemos por otras alternativas que nazcan de un pensamiento innovador.  

Si como país promovemos una cultura en la que la gente se atreva a buscar soluciones y a ser creativa, se generarán más oportunidades para todos. Comencemos desde los pequeños, en la escuela, para que crezcan pensando en la innovación como algo habitual y una herramienta poderosa e imprescindible para hacerse las preguntas correctas y buscar soluciones distintas a problemas cotidianos.

Estamos viviendo una era que nos exige ser innovadores para competir en el mundo. Quien innova tiene mayores oportunidades de destacar frente a la competencia y crecer. Para los negocios, en Guatemala, que tenemos una de las mayores tasas de emprendimiento del mundo, la innovación es clave para desarrollar productos o servicios que satisfagan nuevas necesidades del mercado o mejoren lo existente. El pensamiento innovador nos permite hacernos las preguntas correctas y encontrar mejores soluciones.

A nivel corporativo, ya es común encontrar gerencias de innovación y transformación digital. Celebro la iniciativa de tres grupos empresariales guatemaltecos que están apostando por promover el progreso social y el emprendimiento impulsado por la innovación, usando el modelo del Massachusetts Institute of Technology (MIT), en el MIT REAP Guatemala. También veo esfuerzos importantes en algunas universidades para fomentar la innovación.

Ahora lo que toca es que juntemos las piezas, integremos esfuerzos en todo el ecosistema y así podamos responder de manera sencilla y con evidencia: ¿A quién le sirve la innovación?

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Desafío: búsqueda de oportunidades para jóvenes con discapacidad

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Unidad de Comunicación y Relaciones Públicas
CONADI, Guatemala.

En la era moderna, la inclusión y equidad para todos los jóvenes, incluyendo aquellos con discapacidad, es una responsabilidad compartida.

La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD) de la ONU establece un marco  para garantizar que todas las personas disfruten de sus derechos y libertades fundamentales sin discriminación.

Este tratado internacional subraya la importancia de ofrecer oportunidades en áreas como la educación, el empleo y la participación social, y demanda que se eliminen las barreras físicas y actitudinales que limitan su plena inclusión.

Esta ley establece que los jóvenes con discapacidad tienen derecho a una educación inclusiva.

En el contexto nacional, la Ley de Atención a las Personas con Discapacidad refuerza estos principios, proporcionando un marco legal que promueve la igualdad de oportunidades y la accesibilidad.

Esta ley establece que los jóvenes con discapacidad tienen derecho a una educación inclusiva, a adaptaciones razonables en el lugar de trabajo y a la participación plena en la vida pública.

A menudo, los jóvenes con discapacidad se enfrentan a barreras significativas que limitan su acceso a oportunidades equitativas.

Desde la falta de adaptaciones adecuadas en entornos educativos hasta la ausencia de programas específicos de capacitación laboral, estos desafíos pueden dificultar su desarrollo pleno y su integración en el mercado laboral.

Este escenario no solo priva a estos jóvenes de su derecho a una vida digna y autónoma, sino que limita el crecimiento y la diversidad en nuestras organizaciones y comunidades.

Sin embargo, la implementación efectiva de estas normativas enfrenta desafíos. Las instituciones educativas deben adaptarse para ofrecer recursos y metodologías que atiendan la diversidad de necesidades.

Las empresas, por su parte, deben adoptar políticas inclusivas que vayan más allá del cumplimiento legal, creando ambientes laborales accesibles y promoviendo la capacitación continua.

La sociedad también juega un rol crucial al fomentar una cultura de respeto y empatía. La sensibilización y la eliminación de prejuicios son esenciales para crear un entorno donde todos los jóvenes, sin importar sus capacidades, puedan desarrollarse plenamente.

Colaborador DCA
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