Revista Viernes
El Palacio guatemalteco, marcado por la numerología
El 10 de noviembre de 1943 se inauguró una de los edificios emblema de la cultura nacional, que llega a su 81 aniversario
Hugo Palencia tiene más de 10 años de trabajar como guía del Palacio Nacional de la Cultura. Ha pasado parte de su vida en el recinto, laborando para la Dirección General de Patrimonio y el Ministerio de la Defensa Nacional. “Me gusta estar aquí, atender al visitante, dar a conocer nuestra historia y máxime este edificio emblemático del Centro Histórico”, expresó durante el recorrido que brindó a Revista Viernes.
El edificio cuenta con cinco niveles, cinco arcos, cinco torres, cinco estilos arquitectónicos y fue construído de 1939 a 1943, durante el gobierno de Jorge Ubico. Su color característico es una mezcla de óxido de cobre con zinc. “Es un revestimiento que tienen las paredes y la línea dorada es algo decorativo.
Los muros son de ladrillo, y debido a su color le llaman cariñosamente El guacamolón. Hay un detalle histórico, que dice que también el verde era el color favorito de la esposa de Ubico; ella le dio la orden al general y él tuvo que cumplirla”, señala Palencia.
Argumenta, además, que “la secuencia del número cinco se verá en el palacio, en muchos lugares, pues el presidente se llamaba Jorge y su apellido Ubico tiene cinco letras, por eso el edificio tiene cinco niveles, cinco torres, cinco arcos que se repiten en los patios; en las salidas al balcón presidencial, cada puerta tiene cinco vitrales y arriba de cada uno cinco rocetones, mientras que el Salón de Banderas se repiten los cinco vitrales de cada lado”.
La edificación es ecléctica y antisísmica, ya que tiene una junta de dilatación que ayuda a que los tres bloques de construcción tengan moviemiento independiente al momento de un temblor y se caracterizan por estar delimitadas como una línea que evita la fragmentación de los materiales ante los cambios de temperatura. Está construido en un área de 8 mil 890 metros cuadrados, tiene 127 metros de largo, 30 de alto y 70 de ancho. Cuenta con 1 mil 116 lámparas originales, de 50 diseños diferentes, fabricadas de bronce fundido.
Los pisos de los tres niveles visibles son de la fábrica El Águila de Guatemala; cada nivel tiene diferentes diseños. El primero representa el corazón Maya; el segundo la Ciencia, porque se observan formas de un tablero de ajedrez; y el tercer nivel, por ser verde, le llaman de la Esperanza.
Primer nivel
En el primer piso, junto a las escalinatas, se observan en la pared 350 botones blancos que eran los códigos donde los empleados marcaban su salida. Acompañados de unos telégrafos y una planta telefónica marca Ericsson que conectaba a las más de 350 oficinas que tenía el edificio, que también comuncaba para Casa Presidencial, ya que funcionaba como sede de las oficinas del Gobierno. “Don Jorge Ubico contrató técnicos de Suecia para que colocaran las instalaciones de sus aparatos, era lo mejor de la época”, informa el guía.
Agrega que “Él (Ubico) venía a supervisar contínuamente a los empleados”, por eso tenían un aparato en la pared con cinco colores: “Cuando el verde o amarillo funcionaba, indicaba que en cualquier momento podría venir a las instalaciones. El rojo indicaba que don Jorge estaba aquí, o sea que no se podían movilizar en los pasillos y los empleados debían utilizar un pasillo interno para no salir”.
Tiene dos patios (de la Vida y de la Paz) y en ambos se observan fuentes de estilo Árabe, que tienen mosaicos originales y piletas formadas con peces Koi. Otros detalles es que se observan los escudos de la Ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala o sea La Antigua Guatemala creado en 1532 y el de la República de Guatemala, que se hizo en 1871. Las escalinatas tienen detalles en bronce de los talleres Ramírez de Guatemala.
Segundo nivel
Cuenta con dos salones emblemáticos: el Salón de Banquetes y el Salón de Banderas. El primero toma su nombre porque en ese lugar se llevaban a cabo los banquetes oficiales y actualmente hay eventos culturales. Tiene detalles en el techo, que está elaborado de caoba y tres lámparas que pesan una tonelada cada una; son de bronce fundido con cristales importados de República Checa. Tiene salida al balcón presidencial y en sus vitrales, realizados por el artista Julio Urruela, se representan las virtudes que todos los gobernantes deberían tener: progreso, paz, trabajo, libertad, justicia, veracidad, armonía, orden, educación, fortaleza. Mientras que en otros se plazman algunos símbolos patrios: el Quetzal, la Monja Blanca y la Bandera Nacional.
También hay dos gobelinos (tapiz hecho en Francia): uno se llama La Ofrenda que presenta a los mayas dando sus mejores frutos a los conquistadores y su ejército; se ven las primeras construcciones de La Antigua Guatemala y se observa el escudo español.
El segundo, La Marcha, donde se ve al conquistador Pedro de Alvarado montando su caballo, soldados, armas, perros de caza, el volcán Tolimán junto a una guacamaya y simboliza cómo los conquistadores llegaron al país. Ambos fueron realizados por el artista Julio Vásquez.
Al frente se encuentra el Salón de Banderas y en su pórtico se observa el escudo de la República de Guatemala y columnas estilo salomónicas, talladas en madera. Adentro está la lámpara más grande del edificio, con un peso de dos toneladas, armazón de bronce fundido y laminada en oro de 24 kilates; tiene 140 luces y la bordean cuatro quetzales de 14 metros de largo laminados en oro, que simbolizan los puntos cardinales, porque debajo de esa lámpara se ubica el kilómetro cero oficial (hay una plaqueta simbólica en la puerta del recinto, para que todos los visitantes puedan verlo sin problema).
Al fondo hay una bandera nacional con el escudo en alto relieve, con armas reales de 1871 y un quetzal disecado. En los laterales de la pieza hay vitrales que reflejan la vida de los mayas y la cultura española.
En los techos de los pasillos se leen cuatro fechas: 1492 (por el Día de la Hispanidad), 1821 (por la firma de la Independencia), 1776 (el último traslado de la ciudad de La Antigua Guatemala a la Nueva Guatemala de la Asunción) y 1871 (gesta revolucionaria encabezada por Justo Rufino Barrios y Miguel García Granados).
Tercer nivel
Cambia el color del piso (verde) y el diseño de los frescos del techo. Hay oficinas del Ministerio de Cultura y Deportes y de la Secretaría de Comunicación Social de la Presidencia. Cuenta con balcones que se conocían como golondrinas, porque en aquellos tiempos había de estas aves, cuando se empezó a construir ese piso. “Anteriormente (el Palacio) era administrado por el Ministerio de la Defensa; estas áreas eran restringidas, aquí había un guardia y si una persona quería subir a la azotea había un guardia y un teléfono. Estaba la Dirección de Inteligencia del Ejército, entonces había una cámara de monitoreo y un reloj”, explica el intérprete.
Los murales
El Choque es un mural que está frente a las gradas principales de ingreso y fue elaborado por Alfredo Gálvez Suárez. Representa la Batalla de la Conquista, en 1524. Contiene elementos del cristianismo traído por la cultura española frente a los mayas politeístas. Lo acompañan referentes de las obras Popol Vuh y Don Quijote de la Mancha.
La Nacionalidad es otra obra de Alfredo Gálvez Suárez, en la que se observa el intercambio de culturas española y maya. Relata cómo surge el mestizaje de un caballero español y una princesa maya. Se ve a fray Bartolomé de las Casas, las primeras edificaciones del país, la Universidad de San Carlos de Guatemala y la Iglesia de La Merced, ambos de La Antigua Guatemala. Complementan la pintura, los sacrificios mayas al dios Tohil y a la diosa Ixchel. Finalizan diversas manifestaciones artísticas que reflejan la sabiduría maya, junto al maíz y el cacao.
Los recorridos
Si desea conocer de viva voz todo lo que le hemos compartido en este reportaje, puede visitar el Palacio Nacional de la Cultura y participar en los recorridos guiados que tiene el recinto. Son gratuitos para los guatemaltecos y los extranjeros pagan 40 quetzales.
¿Sabía qué?
En las más de 718 puertas del Palacio Nacional de la Cultura, que son de bronce, se ve la huella digital del experesidente Jorge Ubico.
Datos relevantes
Hay 222 relojes marca
Ericsson, con cuatro diseños diferentes.
Las lámparas del edificio tienen cinco candeleros; también en algunas aparece la glándula pineal, símbolo de inteligencia; y en otras un globo terráqueo porque Ubico quería que al Palacio acudiera personas de todo el mundo.
El costo de la obra fue de 2 millones 800 mil quetzales.
Cuenta con una plaqueta de bronce con la información de los artistas más relevantes que participaron en la realización de los murales, decoradores, vitrales, pisos, madera, dirección de la obra, arquitectura y diseño, entre otros.
En la azotea está una cúpula especial que sostiene la lámpara del Salón de Banderas, con estribos o contrafuertes para soportar el peso.
El Pasaje de la Sexta era el estacionamiento de los vehículos oficiales; ya tenía los cinco vitrales que se observan en la actualidad desde que le daban ese uso.
El sótano tiene tres túneles: el primero conecta con Casa Presidencial, el segundo con la Guardia Presidencial y el último con Catedral Metropolitana.
El Monumento a la Paz son dos manos izquierdas que representan la paz y la libertad; también una Flama de la Paz, que es un pebetero con una vela que se colocó cuando el Dalai Lama visitó Guatemala en 2004.
En la moneda de 1 quetzal que se lanzó en 1999, por la firma de la Paz, al quitar la letra p se lee el apellido Arzú, del presidente de turno en ese entonces.
Revista Viernes
Los cuentos de Yolanda Oreamuno
El mérito de esta compilación radica en la búsqueda, el rastreo del mito y la riqueza literaria que la autora decidió publicar en vida. Los 16 cuentos que integran esta edición comparten la voz de la pérdida, la resistencia al paso del tiempo y la necedad de la naturaleza humana.
Sutiles y sugerentes, los cuentos de Las mareas vuelven de noche y otros cuentos se revelan al lector con la complicidad de un secreto compartido por la autora.
Esta publicación es un homenaje a su memoria. Yolanda Oreamuno escribe el primer cuento a los 16 años. Aproximarse a su trabajo literario es entrar en el cuarto de los espejos. Su narrativa es nebulosa y nostálgica, en ella gravitan personajes perversos e inocentes, que odian o aman a ciegas.
Revista Viernes
Leyes para los más pequeños del hogar
La Constitución Política de la República de Guatemala es la ley suprema del país, porque en ella están reconocidos nuestros derechos; además, indica quiénes dentro del Estado de Guatemala deben colaborar para que se respeten los derechos.
Este libro está dedicado a los más pequeños y primero les explicará cuáles son los derechos y deberes de los connacionales; asimismo, los órganos encargados de apoyar al Estado para que se cumpla su legislación.
Los defensores de la Constitución acompañarán a lo largo del recorrido para que los menores comprendan de mejor manera lo que se les está explicando en un lenguaje amigable y redactado especialmente para ellos.
Revista Viernes
Los bárbaros
Nosotros, los bárbaros, vivíamos en las montañas, en cuevas húmedas y oscuras, comiendo bayas, robando huevos de los nidos y apretándonos los unos contra los otros cuando la noche se hacía insufrible.
Era cierto que, a veces, un trémolo sordo nos llamaba. Temerosos, descendíamos por el bosque hasta ver el camino que habían construido los hombres del poblado, y veíamos las caravanas, los ricos carruajes, los soldados de brillantes corazas. Y era tanto el odio y la envidia y la rabia, que precipitábamos sobre ellos gruesas piedras (eran nuestra única arma) y escapábamos antes de que nos alcanzaran sus dardos.
A veces, en lo más sombrío e intrincado del bosque, aparecían hombres del poblado que gritaban y agitaban los brazos.
Se acercaban y nos ofrecían inútiles objetos. Acariciaban a los niños y, con gestos, trataban de enseñarnos alguna cosa, pero eso nos ofendía, y bastaba que uno de los nuestros gruñera para que todos nos abalanzáramos sobre ellos y destrozáramos sus artilugios y los despedazáramos. Los hombres que venían a nuestro encuentro no eran, además, como los soldados; eran infelices que se dejaban atropellar, que lloraban si rompíamos sus cajas de finas hojas llenas de signos apretados. De los soldados salíamos huyendo, pero a aquellos viejos que venían en son de paz podíamos atarlos a los árboles y torturarlos sin peligro. Babeando, danzábamos delante de ellos, les aplicábamos brasas candentes, los ofrecíamos al hambre de nuestras mujeres y de los niños que colgaban de sus pechos.
Sin embargo, a veces, disciplinados ejércitos de soldados avanzaban geométricamente sobre el bosque. Nosotros chillábamos, les lanzábamos piedras, les mostrábamos las bocas desdentadas con el gesto de amenaza que veíamos poner a los perros, pero ellos se desplegaban, y capturaban a algunos de los nuestros, y los lanceaban, y los demás solo podíamos retroceder, adentrarnos más en el bosque, ocultarnos en lo más espeso, en lo más inhóspito de sus profundidades.
Ahora ya casi todo el bosque es suyo. Rebeldes, rabiosos, ascendemos por las montañas mientras ellos extienden sus poblados, sus caminos empedrados, sus obedientes animales. Debemos retirarnos cada vez más, hasta aterirnos de frío en estas cumbres de nieve donde nada vive, donde nada hay que les pueda ser útil. Aquí nos apretamos, diezmados, cada vez más hambrientos, incapaces de comprender cómo son tan hábiles para aplicarse sobre el cuerpo finas pieles, de dónde sacan sus afiladas armas.
En las montañas, luchamos por sobrevivir frente a los osos y la lluvia. Vagamos en busca de comida, aunque cada vez es más difícil evitar a los hombres del poblado, los hombres sabios, los que tanto odiamos.
Ellos creen que no pensamos, pero se equivocan. Bastaría que vieran nuestras uñas rotas de escarbar la tierra, nuestra mirada agria e intolerante, nuestra rabia; bastaría eso para que al fin se dieran cuenta de que también sabemos preguntarnos por qué la victoria ha de ser suya.
Pedro Ugarte (España, 1963)