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COLUMNAS

El fin de la neutralidad sueca: el país en la OTAN

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Salvador Sánchez Tapia
Profesor de Relaciones Internacionales

El 11 de marzo, a las 12:00 de la mañana, la bandera de Suecia fue izada en la sede del Cuartel General de la OTAN en Bélgica. El acto culminó el largo proceso de adhesión del país escandinavo, que se convertirá en el trigésimo segundo miembro de la Alianza Atlántica.

Si cualquier ingreso en la OTAN debe ser saludado como un acontecimiento notable, el de Suecia con más razón; por la naturaleza del protagonista, y por lo tortuoso que ha resultado el proceso, en el que ha sido necesario vencer la resistencia de Turquía y Hungría.

La agresión rusa sobre Ucrania ha cosechado el importante hito de acabar con más de dos siglos de una neutralidad, no desprovista de sombras, que Suecia ha sabido aprovechar en su ventaja.

Por su proximidad a Rusia, Suecia ve con preocupación la agresividad de Putin, como demuestra la decisión que tomó en 2018 de reinstaurar la conscripción.

Por su proximidad a Rusia, Suecia ve con preocupación la agresividad de Putin, como demuestra la decisión que tomó en 2018 de reinstaurar la conscripción.

El apoyo al ingreso en la Alianza, tradicionalmente bajo entre los suecos, en torno al 20 por ciento de la población hasta la anexión de Crimea, se disparó en 2022 hasta el 64 por ciento, llevando al país, finalmente, a buscar el acceso.

La aportación de Suecia a la OTAN no es menor. Por su posición geográfica, su ingreso refuerza la protección del flanco norte aliado contra cualquier penetración rusa que trate de alcanzar el Atlántico desde Noruega eludiendo los estrechos de Skagerrak y Kattegat, y atrapa a la flota rusa del Báltico en lo que, de facto, se convierte en un lago interior de la OTAN, si se exceptúan Kaliningrado y la salida rusa al mar por San Petersburgo.

Sus indicadores socioeconómicos sitúan al país entre los más ricos y desarrollados de Europa; de ello, cabe esperar una significativa contribución al presupuesto aliado.

Además, Suecia aportará a los estados mayores de la OTAN oficiales con una elevada cualificación profesional; unidades bien organizadas, equipadas con tecnología moderna, adiestradas de acuerdo con elevados estándares, y reforzadas con la Guardia Nacional (Hemvärnet), base territorial para la defensa del país.

La de Suecia supone también la entrada de un país dotado de una sofisticada industria de defensa capaz de producir y exportar aviones de combate como el Saab 39 Gripen, submarinos de las clases Gotland o Blekinge -esta última en desarrollo-, o vehículos de combate Hägglunds BAE CV 90, por citar algunos ejemplos.

La integración efectiva de Suecia en la estructura militar aliada se espera rápida y sencilla; no en vano, el país participa activamente desde 1994 en el programa Partnership for Peace, lo que hace que la interoperabilidad de sus fuerzas armadas con los estándares OTAN sea muy alta.

Por otra parte, además de participar en numerosos ejercicios aliados, las fuerzas armadas suecas han aportado su cuota solidaria de esfuerzo en operaciones OTAN en Bosnia-Herzegovina, Kosovo, Afganistán, Libia, e Irak.

Quizás cueste más restañar las heridas abiertas con Hungría y Turquía -desde ahora, aliados- en el proceso de ingreso.

La culminación del itinerario de acceso de Finlandia y Suecia alienta las expectativas de otros candidatos como Ucrania.

Las dificultades que han debido sortear los países nórdicos son pequeñas al lado de las que aguardan a Kiev, por mucho que, a nivel declarativo, la Alianza proclame oficialmente que “el futuro de Ucrania es la OTAN.” Es posible y, si se quiere, deseable que así sea; pero mientras el país esté en guerra, el acceso se antoja complicado.

Más adelante, en función de cómo concluya la contienda, no sería extraño que las viejas realidades de la geopolítica europea se impusieran, y que Ucrania quedara en un incómodo limbo entre Rusia y Occidente.

Colaborador DCA
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Buenas prácticas para mejorar la gestión pública (II)

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En esta línea, en la era tecnológica presente, la complejidad del mundo actual ha llevado a expertos en las ramas más diversas a definir teorías, técnicas, métodos o conceptos que puedan llevar al éxito a la gestión pública. La idea preconcebida de que las políticas públicas corresponden a acciones decididas, llevadas a cabo y autorizadas por el Estado, representado por el Gobierno, de cara a proteger o promover un bien considerado como de interés público, ha dado paso a una sistemática evolutiva en que la administración pública se comporta como una empresa privada que busca satisfacer de la mejor manera las necesidades de sus clientes. 

Con ello, se busca que la gestión pública se aproxime a lo administrado, de forma que este se sienta parte de ella que permita aumentar la satisfacción percibida por la sociedad respecto de sus servicios públicos. 

Una sociedad sin una eficiente gestión pública es una sociedad desarticulada y sin capacidad de gestionar la voluntad de sus ciudadanos, sin instituciones públicas, un grupo humano no es una sociedad, es algo más parecido a una horda. Por lo que, parece más cierto es que es imprescindible y que lo que debe suceder es que paulatinamente mejore en la gestión que realiza y que es su razón de ser. 

Su valor estriba fundamentalmente en el conjunto de vivencias que tiene en el desarrollo de la sociedad y que son la materia prima para categorizarla como una de las modalidades de la acción gubernamental. En este sentido, el mundo de la administración pública son los hechos sociales, políticos y gubernamentales. Distante de ellos se convierte en una caja de pandora. Su organización y funcionamiento tienen justificación en las relaciones de sociabilidad que configuran a la comunidad civil y política.

Por tanto, el espacio y el tiempo que les corresponden determinan su modo de obrar en el cumplimiento de las tareas relacionadas con el orden, la seguridad, la promoción económica y el bienestar social. 

En el claro devenir del futuro, el desarrollo científico y tecnológico, la formación de la nueva economía, la vigencia de la sociedad del conocimiento y la democratización del poder son rubros que tienen elementos no convencionales, que están influyendo en el desempeño propio de la gestión
pública.

Colaborador DCA
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“No hay democracia sin justicia social…”

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El irrespeto a los derechos laborales, así como la malnutrición y la pobreza, son solo algunos de los males que afectan a la sociedad guatemalteca, aspectos ante los que el gobierno encabezado por el presidente Bernardo Arévalo y la vicegobernante Karin Herrera enfocó sus esfuerzos durante las útimas horas.

Ayer, en un inusual acto, Arévalo recibió, frente al Palacio Nacional de la Cultura, a los líderes de sindicatos que participaron en la marcha por la conmemoración del Día Internacional del Trabajo, de quienes recibió demandas de crear los mecanismos que permitan mejores condiciones laborales, protección social, seguridad ocupacional y respeto a las actividades sindicales. Ante ellos y miles de asistentes que se dieron cita en la Plaza de la Constitución, el mandatario renovó su compromiso con los valores fundamentaltes de la democracia y la justicia social.

“Nos seguimos enfrentando a la mezquindad de quienes quieren que todo permanezca igual, de quienes se enriquecen a costa del pueblo, satisfechos y temerosos de perder sus privilegios, esa élite político criminal corrupta que ha cooptado las distintas instituciones del Estado y que se resiste a abandonarlas, a pesar del veredicto del pueblo en las urnas”, refirió el jefe de Estado al dirigirse a la multitud.

Horas antes de refrendar su compromiso con la clase obrera, Arévalo y Herrera lanzaron una ofensiva contra la pobreza y la malnutrición en siete municipios, tres de Huehuetenango, así como uno en los departamentos de Totonicapán, Chimaltenango, Sololá y Quiché. El programa, en el que están involucradas nueve instituciones estatales y que busca llevar adelante “una nueva posiblidad para vivir mejor”, se ampliará progresivamente hasta alcanzar los 114 municipios priorizados por sus niveles de pobreza y desnutrición.

El Gobierno está consciente de la “misión trascendental” que tiene por delante, pero, pese a los obstáculos que debe afrontar producto del deterioro institucional que encontró el binomio presidencial al asumir funciones, impulsa acciones para combatir los flagelos que enfrenta la sociedad, pues se siente acompañado por el pueblo de Guatemala al que se debe, toda vez que “la mayoría de guatemaltecos se cansó de ser estafada por esa estirpe de políticos corruptos, esa gente que se sabe merecedora de un futuro mejor y que está dispuesta a participar activa y honradamente en su construcción”, como lo afirmó Arévalo.

Editor DCA
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Entorno laboral seguro

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Joseph Dotu

Asociado de inclusión de la juventud,

OCR Guatemala

[email protected]

La cuestión de la seguridad en el trabajo es un tema de salud pública que se presenta a nivel global. Cada año, los accidentes y enfermedades en el trabajo causan la muerte de cerca de 2.9 millones de trabajadores, y 402 millones de personas se quedan con lesiones. Este problema no genera solamente un costo humano, sino también económico, que está estimado en un 4 por ciento del producto interno bruto mundial anual, casi 3 billones de dólares, según informes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Frente a este reto, los Estados adoptaron compromisos internacionales con el fin de proteger la fuerza laboral en el mundo. Entre estos está el Pacto internacional de derechos económicos, sociales y culturales (1966) que en su Artículo 7b estipula que “los Estados Parte en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona al goce de condiciones de trabajo equitativas y satisfactorias que le aseguren en especial […] la seguridad y la higiene en el trabajo”.

En 2015, al adoptar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, los Estados declararon que este tema seguía siendo una prioridad compartida, al enfocar el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 8 en el trabajo decente y las condiciones laborales. En la meta 8 de este ODS, los Estados miembros de la ONU resaltaron la importancia de “un entorno de trabajo seguro y sin riesgos para todos los trabajadores, incluidos los migrantes, en particular las mujeres y las personas con empleos precarios”. Para visibilizar estos temas, en 2003 la OIT declaró el 28 de abril como el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo. Esta conmemoración sirve para sensibilizar sobre la seguridad en el ámbito profesional e impulsar medidas de prevención de los accidentes en el trabajo, así como las enfermedades relacionadas con las diferentes profesionales.

Sin embargo; actualmente, ningún Estado ha alcanzado condiciones de trabajo seguras y saludable, para toda su fuerza laboral. El camino para mejorar el entorno laboral sigue siendo largo para muchos países, entre ellos, Guatemala. Dentro de la sociedad guatemalteca, las personas jóvenes son muy vulnerables a los riesgos laborales, especialmente las mujeres y los pueblos indígenas. Entre enero y octubre de 2023, 1 mil 096 accidentes laborales fueron registrados en Guatemala, principalmente en los sectores de la agricultura y de la industria, según fuente del Ministerio de Trabajo. En 2022 la tasa de informalidad laboral era de 70.8 por ciento, superando la tasa promedio de Latinoamérica, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Eso implica que las personas no siempre pueden cotizar a la seguridad social y tanto se quedan sin cobertura en caso de accidente. Además, se dificulta el control del cumplimiento de las normas laborales, generando un riesgo para la seguridad. La informalidad afecta particularmente a las personas jóvenes.  El 73.9 por ciento de las personas entre 13 y 30 años, ocupadas y asalariadas, reportaron trabajar sin el respaldo de un contrato, según fuentes oficiales en una encuesta publicada en 2020 por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa). Esta tendencia se agudiza para las personas jóvenes, de pueblos originarios, que tienen tres veces menor probabilidad de trabajar con contrato laboral, que las personas de otros grupos. Las mujeres enfrentan otro reto: el 68.7 por ciento de las jóvenes declaró encontrarse en situación de inactividad, en comparación con únicamente el 29.2 por ciento de los hombres jóvenes. Esta tendencia se explica, entre otros factores, debido a discriminaciones históricas que han sufrido estos grupos. Estos trabajos ayudan a millones de personas a no caer en la pobreza aguda. La fuerza laboral informal se distingue por salir adelante, a pesar de las barreras estructurales a las cuales se enfrenta. Es importante que esta dimensión sea incluida en el diseño de políticas públicas, para no dejar a nadie atrá

Colaborador DCA
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