miércoles , 27 noviembre 2024
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El buen sentido

En la mayoría de personas predominan la carga emotiva y los juicios de valor.

El buen sentido es lo mejor repartido en el mundo” dice Descartes al inicio del Discurso del método.

 

Con ello, el pensador señala la posibilidad que tienen todos los seres humanos de entender y ostentar una actitud racional frente a las cosas. Pero, ¿será que eso es así? En un mundo donde las oportunidades para una formación crítica y reflexiva se hacen muy escasas para la mayoría de la población y, cada vez más, la instrumentalización de las personas es empleada por aquellos que detentan el poder, las cosas no son así.

Emotividad y racionalidad son cualidades que poseen los seres humanos, que deben situarse en su justo lugar. De ahí que, durante su formación, y a través de la endoculturación y la socialización de las personas, prevalece una fuerte carga emotiva; mientras que en la apropiación gradual de la naturaleza, necesaria para la subsistencia, se estima que sean la razón y la experiencia las que marquen la pauta. Sin embargo, en la mayoría de las personas la carga emotiva y con ello, los juicios de valor y de opinión, predominan.

El margen de error, en la comprensión de la realidad y en el accionar adecuado en esta por parte de las personas, se acrecienta al enfrentarse a un problema en forma emotiva y no racional. Pero, ¿a quién  favorece eso?, ¿quiénes son los que resultan ser beneficiados con tal actitud?

La economía de mercado y el consumismo emplean la mercadotecnia y la publicidad para crear en las personas necesidades artificiales y con ello alienar a la población. El fin es eminentemente económico.

Los Estados, a través de sus Gobiernos, utilizan los brazos ideológicos para perpetuarse: la educación y los medios de comunicación. Estos, dentro del sistema capitalista, reproducen modelos de enseñanza, valores no solo para que las personas no cuestionen lo establecido y sean permeables a las necesidades artificiales, sino que introduzcan dentro de su imaginario valores de consumo.

El buen sentido o juicio es sustituido por el pragmatismo mercadológico, y la praxis social, por un burdo utilitarismo egocentrista. De ahí que en el mundo lo más y mejor repartido es la ignorancia, ya que es a partir de esta que un grupo reducido de personas continúa siendo privilegiado.

Dotar a las personas de pensamiento crítico, de valores solidarios y fraternos es quizás lo que significa tener buen sentido y lo que se merecen todas las personas del mundo.


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