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ARTES

Descansa, Príncipe José José, gracias por tanto amor

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Murió a los 71 años, en un hospital de Homestead, Florida, EE. UU. Lo cantado, cantado está.

El 28 de septiembre no llovió, pero todo el día fue gris. Digan que soy supersticioso, pero fue porque desde el mediodía se supo que el Príncipe había muerto. José José dejaba, por fin, este mundo. Durmió con el cáncer de páncreas dos años, pero fue ese sábado que en un hospital de Florida, EE. UU., dio su último estertor. José Rómulo Sosa Ortiz era su nombre, hijo predilecto de México y, por antonomasia, la voz de Latinoamérica.

No es mentira, pero este elogio comenzó a escribirse el 14 de marzo de 2017. Ese día se supo que José José padecía cáncer. Sí, todos vamos a morir, mas ese día comenzó su cuenta regresiva. Recuerdo que, a propósito de la nota, entrevisté a un par de oncólogos. Ambos coincidieron en que hablar de un estimado de tiempo era muy relativo, pero sentenciaron: “de este año no pasa”. Se equivocaron, vivió dos más.

El cantante vestía de blanco impecable para sus conciertos y eventos importantes.

Nacido en la Ciudad de México, el 17 de febrero de 1948, José José recorrió los escenarios del mundo cantando al amor. Fue el 10 de junio de 2019 cuando se publicó su último mensaje, pero ¿cómo saberlo?: “Familia querida, gracias por su apoyo y por sus oraciones. Estoy muy bien, gracias a Dios. Continúo con mis terapias para salir adelante como muy pronto nos veremos, gracias por todo, un abrazo y mil bendiciones para todos”.

¿Cómo imaginar que serían las últimas palabras públicas de una carrera que se hizo famosa con la interpretación del tema El triste, en el Festival de la Canción Latina en 1970? A 49 años de ese evento, se confirman 400 canciones grabadas y ventas superiores a los 85 millones de discos, el precio fue una vida tormentosa, llena de tribulaciones.

“Hoy quiero saborear mi dolor, no pido compasión ni piedad. La historia de este amor se escribió para la eternidad.”

El triste (canción de Roberto Cantoral, interpretada por José José)

La última entrevista en Guatemala

Visitó el país en varias ocasiones, pero la última vez fue en 2011. Eran pocas las probabilidades de poder entrevistarlo pero, adelantándome un poco, preparé las preguntas. Mil cuestionamientos y 20 minutos de entrevista: ¿Cómo describe esta nueva oportunidad en los escenarios? ¿Cómo define el aporte de Rafael Pérez Botija a su carrera? ¿Aún cree que “casi todos sabemos querer pero pocos sabemos amar”? A la distancia, ¿cómo define el alcohol? Tanto que preguntar y tan poco tiempo. Aunque, los dioses del romanticismo me sonríen a veces, “Gabriel, te conseguí 20 minutos. Venite a Tikal Futura, José José te atenderá”.

Regresemos el reloj a la mañana del 4 de mayo de 2011. Ahí estaba, a la espera del cantante. No estaba nervioso, quería una buena entrevista. Nos saludamos, y desde el principio lo sentí honesto. Quien se dedica al periodismo sabe de lo que hablo. Desde el comienzo uno sabe cuándo el entrevistado está renuente, y José José no era de esos.

“Yo sé lo difícil que es andar de arriba para abajo, es bien difícil. El éxito lo primero que hace es sacarte de tu casa. Así es”. Comenzaba a responder, con dificultad, eso sí, a cada una de mis preguntas de la música y la fama. El viernes 6 daría su concierto en Guatemala, por lo que era mi única oportunidad de hablar con él.

Le aseguré que era una institución, pero rio, me contradijo: “No, yo creo que soy un comunicador. Soy una bocina del don de Dios en los compositores. Todos queremos saber cómo se escribe una canción romántica, pero es Armando Manzanero el que sabe”.

Respecto a firmar autógrafos, José José aseguraba que era “la única forma de corresponderle a la gente todo lo que nos da”.

De su música tenía que saber si mis temas favoritos eran importantes para él. Después de todo, lo fanático se sale. Respecto a eso, dijo que Duda, La nave del olvido, El triste y las canciones biográficas que le escribió Rafael Pérez Botija, Mi vida, Seré y Yo soy, eran sus favoritas. “¿Después de tanto tiempo, todos saben querer, pero pocos saben amar, José José?”, pregunté. “Sí, definitivamente. Esa es la canción más importante de toda mi carrera. Ese consejo de Manuel Alejandro describe, para los que no lo saben, la diferencia que hay entre amar y querer”.

José José fue paciente y respondió a todas las preguntas. Fue gentil. Sobre los 40 años (en ese entonces) de autógrafos y saludos, mencionó que estaba alegre, pero cansado. Aun así, “Es la única forma de corresponderle a la gente todo lo que nos da. Es la única manera. Ellos te compran los discos, te buscan en el Twitter, te buscan en internet. Ellos son los que te mantienen vigente”.

“¿Cómo define el amor José José?” y respondió: “Es el carácter de Dios, está en todo lugar y en su máxima expresión, en los seres humanos”. Y de su vida, ¿cambiaría algo? “No cambiaría nada de la historia de mi vida. Porque la ecuación para llegar hasta mi aquí y mi ahora, que es lo único que tenemos todos los seres humanos, es muy bella, muy difícil, pero es muy bonito vivir así”.

“La Iglesia secreta de José José”

Terminó la entrevista, la sesión de fotos y fue en ese momento que me puse nervioso. Ya no era un periodista, era un fan: “Disculpe, un favor más. Con unos amigos, todos periodistas y algunos escritores, nos reunimos cada tanto a cantar sus canciones, ahogar penas”. “Muchas gracias por lo que dices”. “Y por ello le pido un autógrafo: somos La iglesia secreta de José José”. “¿Lo dices en serio?”, respondió riendo. Pero pronto vio que no mentía, ahí estaba yo, uno más de una gigantesca legión de seguidores, un cínico salido que ha bebido y llorado con su música, pidiendo un autógrafo.

“Con que no lo crucifiquen es todo”, gritó atrás su representante, y todos reímos. Fue entonces que José José tomó la hoja doble carta que llevaba, y escribió: “Para mis amigos románticos de la Iglesia de José José… un abrazo, su amigo José José”. Terminó de escribir, lo leyó en un susurro, lo enrolló, me lo entregó y me dio dos abrazos, uno por mejilla: “Gracias por tus palabras, hermano”, y se fue en silencio. Mitad broma, mitad verdad, lo de la palabra “Iglesia” es para darle una cara de institución ritualista, pero es un chiste. Iba en representación de todos, incluso de nuestro fundador, el periodista y Premio Nacional de Literatura, Francisco Alejandro Méndez, quien años atrás lo entrevistó y bebió con él.

El sábado pasado volví a vivir esa entrevista. Recordé la afabilidad con la que me trató, y regresé también al concierto de 100 minutos que el viernes 6 de mayo de 2011 dio en el país. Salió al escenario con su impecable traje blanco. No cantó, balbuceó sus canciones, pero eso a nadie le importaba. Estaba ahí, no hizo playback.Aún sin voz, estaba frente al micrófono dando la cara. Fue un valiente, porque para ser romántico en este mundo se requiere de tenacidad. ¿Por qué es tan importante el Príncipe para mí? Es simple, porque con su música nos enseñó a ser vulnerables sin ser agresivos. A amar sin ser correspondidos, porque el amor acaba.

Así pues, nunca olvidemos que si José José murió, fue porque falló su páncreas, y no su corazón. Latió hasta el último momento, porque eso sucede cuando se nace romántico, un corazón noble se puede agrietar, pero no romperse. Buenas noches dulce príncipe, duerme como Hamlet, desde esta orfandad imploro porque los ángeles te arrullen en tu letargo eterno.

Gabriel Arana
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ARTES

Anuncian al curador de la próxima Bienal de Arte Paiz

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Fotografía: Cortesía del artista y Museo de Arte Moderno de Bogotá – MAMBO.

En noviembre de 2025 se realizará, en la capital y La Antigua Guatemala, la próxima Bienal de Arte Paiz. En esta edición, que es la vigésimo cuarta, se ha sido designado a Eugenio Viola como curador.

Viola tiene un doctorado en Métodos y Metodologías de la Investigación Arqueológica e Histórico-Artística de la Universidad de Salerno y ha curado más de 100 exposiciones en el mundo, incluyendo el Pabellón de Italia en la 59ª Bienal de Venecia (2022) y el Pabellón de Estonia en la 56ª Bienal de Venecia (2015). Asimismo, es crítico de arte italiano y curador especializado en experiencias y teorías relacionadas con performance y poesías corporales.

Katheryn Ibarra
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ARTES

¡A lanzarse al agua!

Esculturas de patos navegan en una exposición con causa.

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En el Museo Ixchel del Traje Indígena se aprecian 120 piezas con diferente temática y materiales, intervenidas por varios artistas, las cuales son parte de la XI edición de la colectiva titulada Al agua, patos. Estas se encuentran a la venta para apoyar con becas a más de 600 personas con síndrome de Down de la Fundación Margarita Tejada.

De acuerdo con sus organizadores, esta muestra comparte la visión infantil de atreverse, romper barreras y sin miedo para aprender, compartir y crecer. “Este año se inspiró del dicho guatemalteco “al agua, patos”, que significa tirarse al agua para probar nuevos retos y nuestros chicos eso lo viven a diario porque son perseverantes”, expresó María Teresa de Basterrechea, directora de la fundación. 

Esta es una obra del escultor guatemalteco Rodolfo Guevara, que tardó cinco meses elaborarlos, con la creatividad de Patricia Valladares. “Todo viene relacionado con el juego de los niños, a su inocencia”, dijo. Agregó que cada virtuoso plasmó lo que realiza en lienzo y con su toque personal. 

Algunos de los que intervinieron las obras fueron: Rodolfo Guevara, Patty Valladares, Valenz, Camilo Almaráz, Mod Cárdenas, Jorge Mazariegos, David Duke, Victoria Masch, Josué Hernández, Mauricio López, Abel Amaya, Jorge Merino, de El Salvador. 

Dato

La exhibición está abierta al público gratuitamente en 6ª. calle final, zona 10, hasta el 1 de agosto, de lunes a viernes, de 9:00 a 17:00 y los sábados, de 9:00 a 14:00.

Marisol Vásquez Fotógrafo: Mariano Macz
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ARTES

Star Wars: Imposible complacer a todos

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Foto: cortesía Lucasfilm

Los ewoks deben estar celebrando la existencia de The Acolyte (2024), ya que desde el estreno de esta serie, el filme Ewoks: The Battle for Endor (1995) dejó de ser, de manera oficial, la obra más despreciada de Star Wars. Es impresionante la cantidad de descontento, incluyendo comentarios de odio (que por nada apoyo o comparto) que generó The Acolyte, inclusive, desde antes de estrenarse. 

Si no estás enterado de lo que me refiero, respetado lector, y piensas que esta columna es otro grito al estilolos warsies también lloran, pues te cuento que The Acolyte es una serie del universo de Star Wars, desarrollada por Lucasfilm para Disney+. Esta se sitúa aproximadamente 200 años antes de los eventos de la saga cinematográfica principal (también conocida como la Era Skywalker).

Una vez JJ Abrams, showrunner de la última trilogía de Star Wars, declaró después de haber recibido millones de críticas negativas acerca de los tres filmes galácticos en los que estuvo a cargo: “Con Star Wars, es imposible complacer todos”.

Cuando leí esta declaración, estaba molesto con este cineasta por su terrible manera de estar a cargo de esas películas, así que pensé: “Excusas para un trabajo desordenado”. Pero hoy cambia todo y entiendo por dónde quería ir este señor. Hasta este año y bajo la tutela de Disney+, ya contamos con seis series de Star Wars, algo inimaginable en los tiempos de Lucasfilm en manos de George Lucas.

Estas series son: The Mandalorian, The Book of Bobba Fett, Obi-Wan Kenobi, Andor, Ahsoka y ahora The Acolyte. Suena maravilloso en teoría. Las dos primeras temporadas de The Mandalorian y la primera de Andor me parecen fascinantes. Ahora, The Book of Bobba Fett y Obi-Wan Kenobi son mediocres, pero en su defensa, Disney tenía pocos años de producir series y tal vez estaba aprendiendo.

Pero vamos, para Ahsoka y The Acolyte ya tuvieron cinco años de experiencia, y son notables los retrocesos en desarrollo de historia, perfiles de personajes, diálogos zonzos y guiones con tantos agujeros en la trama como si se tratara de un queso suizo en caricatura de Tom&Jerry.

No soy experto en guiones de series de televisión, pero no hace falta serlo para notar esta deficiencia que, inclusive, da la impresión de que se trata de producciones haraganas. O más bien, de que los productores la arruinan a propósito.

Y ahí está Andor, una de las mejores series que he visto en mi vida, con personajes entrañables, diálogos y monólogos apasionados, música perfecta y escenarios tan vivos como sorprendentes. Pero Andor permanece en la esquina de lo mejor de Star Wars que casi nadie ha visto. “Es muy lenta”, dicen unos.

“No salen sables láser”, refunfuñan otros. Entonces, ¿qué quiere el fandom? ¿Pedimos una clonación en estilo maquila de Grogu para que salve todas las nuevas series de Star Wars? ¿Nos conformamos con lo que Disney+ nos entregará de ahora en adelante? ¿Bailamos la danza de la lluvia para que se inunde todo Lucasfilm a cargo de Disney, y comience todo desde cero? Tal vez JJ tenía razón acerca de Star Wars, es imposible quedar bien con todos, y más con producciones tan descuidadas como The Acolyte. Que la Fuerza nos acompañe.

David Lepe
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