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Revista Viernes

De militar a guerrillero

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El hastío contra la corruptela en el gobierno de Miguel Ydígoras y que una finca de Retalhuleu se usara para entrenar a mercenarios anticubanos provocó, el 13 de noviembre de 1960, el alzamiento de oficiales y suboficiales guatemaltecos.

Entre esos jóvenes destacó el subteniente Luis Augusto Turcios Lima, nacido en la capital el 23 de diciembre de 1941.
La primaria la cursó en el Liceo Guatemala y la secundaria en el Instituto Nacional Rafael Aqueche, previo a ingresar en la Escuela Politécnica. Recién graduado obtuvo una beca para estudiar contrainsurgencia en Fort Bening, Georgia, Estados Unidos.

Como la rebelión del 13 noviembre no tuvo éxito, algunos de sus protagonistas se refugiaron en países vecinos o regresaron a las filas del Ejército. Turcios Lima, en cambio, decidió incorporarse a la lucha guerrillera, junto con otros de sus compañeros de armas, como Marco Antonio Yon Sosa.

El 7 de febrero de 1962, Turcios Lima, Yon Sosa y jóvenes civiles fundaron el Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre (MR-13). Un año más tarde participaron en la creación de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR).

El principal seudónimo de Turcios Lima fue Herbert, el que utilizó como primer comandante de las FAR. En esa calidad asistió, en enero de 1966, a la llamada Tricontinental de organizaciones revolucionarias, en La Habana, Cuba, donde llamó a luchar contra el imperialismo, “el peor enemigo de la humanidad.”

Falleció en un extraño accidente, la madrugada del 2 de octubre de 1966, al volcar e incendiarse su automóvil, en la calzada Roosevelt, zona 11.

Miguel González Moraga Fotógrafo: Sergio Espada
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Revista Viernes

El libro sagrado de los mayas en una nueva versión

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Esta versión del Popol Vuh se dice transparente porque el estudio cuidadoso del antiguo texto ha permitido a su autor, Franco Sandoval, hacerlo comprensible para todo el mundo. Está precedido de una introducción que lo contextualiza cultural e históricamente, lo cual permite valorar su contenido antes de leerlo. Además, cada capítulo contiene una ilustración que siguiere la magia del asunto.


Leer esta obra es sumergirse en lo que algunos califican de “palabratura”: letras con sentido estético que antes fueron cuento y tradición que explica el origen del hombre y su relación con la naturaleza, el cielo y sus deidades. En concreto, deja claro porqué los mayas eran hombres de maíz.

Redacción DCA
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Revista Viernes

La identidad colectiva plasmada en un escrito

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Uno de los protagonistas, un joven magrebí, interviene una valla publicitaria (de la tierra suspendida sobre un fondo negro) testando con aerosol una sola letra y sustituyéndola por otra, quedando así la leyenda Le monde est à vous (el mundo es tuyo) por Le monde est à mous (el mundo es nuestro); en un acto pequeño y aleatorio, pero significativo, de identificación colectiva, que más allá de las múltiples y válidas interpretaciones que puedan hacerse de la escena.


Fruto de esa búsqueda son los relatos que componen este libro titulado El mundo era nuestro, poblados por personajes de diversas procedencias y motivaciones a los que emparentan los sentimientos comunes de decepción (de sí mismos, de sus prójimos o hacia estos), impotencia, fracaso y horror.
En el libro, su autor, Sadrac Chinchilla, invita al lector a contemplar este humilde acto de identificación colectiva concebida como réplica al mejor de los mundos posibles.

Redacción DCA
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La casa sin escapatoria: La dama de negro

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En la espesura de un bosque antiguo, donde los árboles se elevan majestuosos guardando secretos de eras pasadas, se ocultaba una mansión cuyas historias se habían entrelazado con el hilo del tiempo hasta volverse leyendas.


La familia Morales, seducida por el misterio y la promesa de una vida nueva, eligió este lugar para comenzar de nuevo, ignorando los susurros que se deslizaban entre las sombras del bosque.
La vida en la mansión comenzó como un idilio, un retiro pacífico lejos del caos del mundo exterior.
Pero a medida que las estaciones cambiaban, el encanto inicial dio paso a una serie de eventos que desafiaban toda explicación lógica.


Ruidos en la noche rompían el silencio con una urgencia que helaba la sangre, y sombras sin dueño danzaban en las paredes, como si antiguos habitantes invisibles despertaran.


Lucía, la hija menor de los Morales, se encontró en el centro de este torbellino sobrenatural.
Noches en vela, acosada por visiones de una dama vestida de luto, cuya presencia se sentía tan real que el aire parecía cargarse con su desesperación silenciosa.


Esta aparición, atrapada entre mundos, buscaba desesperadamente comunicarse, extendiendo su dolor más allá de la muerte.


Empujados por el amor a su hija y el deseo de desentrañar el misterio, los Morales indagaron en los oscuros rincones de la historia local.


Descubrieron que su hogar se erigía sobre un antiguo cementerio, olvidado por el tiempo, pero no por aquellos que allí descansaban.


La dama de negro era el alma atormentada de una mujer cuyo amor, un sepulturero, había sido enterrado en ese mismo suelo, dejándola vagar en una búsqueda eterna.


La decisión de huir se convirtió en su única esperanza, pero la mansión tenía otros planes.


Cada intento de escape era frustrado por fenómenos aún más aterradores, con la dama de negro apareciendo en cada salida, sus ojos vacíos reflejando un abismo de soledad y desesperación.


La familia Morales se vio forzada a enfrentar la realidad: no eran dueños de su destino, sino peones en un juego macabro orquestado por la mansión y sus antiguos habitantes.


La casa, con sus raíces ancladas en el pasado y sus paredes impregnadas de tragedia, los había reclamado.


Pero Lucía, cuya conexión con el más allá había crecido, entendió que la clave para su liberación residía no en la huida, sino en la confrontación.


Guiada por sus visiones, la familia emprendió una última misión: liberar a la dama de negro de su tormento, uniendo su historia a la de la mansión para desentrañar el nudo de su maldición.


A través de rituales olvidados y la fuerza de su voluntad, los Morales lograron apaciguar el espíritu atormentado, ofreciéndole el descanso que tanto anhelaba.


Al hacerlo, no solo liberaron a la dama de negro, sino que también rompieron las cadenas que los ataban a la mansión.


La casa sin escapatoria se transformó entonces en un lugar de paso, un recordatorio de que incluso en los rincones más oscuros, la luz de la esperanza puede brillar.


La familia Morales, ahora custodios de este santuario entre mundos, decidió quedarse, guiando a otros que, como ellos, se encontraran perdidos entre las sombras del miedo y la duda.


Y así, la leyenda de la mansión y su dama de negro continúa, no como una historia de terror, sino como un cuento de redención y la eterna búsqueda de la paz.


Escucha atentamente, y entre el susurro de las hojas, encontrarás la verdad oculta en el corazón del bosque, en la casa que encontró su escapatoria.

Abraham Cuentacuentos

Redacción DCA
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