La muchachada de ahora tiene la enorme responsabilidad de no hacer mutis, de no agachar la cabeza, de impulsar la reforma del Estado.
No nos gusta pagar impuestos, pero nos molesta más ver cómo a los grandes evasores se les premia.
El tiempo es para una sociedad transformadora, que consolida las relaciones democráticas.
No más conciliábulos o jornadas de enclaustro para arribar a acuerdos entre protagonistas.