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COLUMNAS

Adictos a los opioides

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Victoria De Julián
Revista Nuestro Tiempo

En 2019, los médicos dieron opioides a 98 millones de estadounidenses, más de un tercio de la población adulta. Este dato habla de un país dolorido. Este otro, de una industria negligente: en 2012 se prescribieron opioides suficientes para que cada ciudadano mayor de edad contara con reservas para un mes. Y este último retrata un país adicto, desesperado: los opioides recetados explican una cuarta parte de las 70237 muertes por sobredosis de 2017. La heroína y el fentanilo (opioides ilegales) causaron el otro 75 por ciento de envenenamientos.

El fentanilo es cincuenta veces más potente que la heroína y cien veces más que la morfina. Una dosis de dos miligramos unida a otros opioides o al alcohol resulta letal. En el mercado negro se importa desde China a través de México y se mezcla con heroína y cocaína para potenciar su efecto. Que la gente muera no disuade a los clientes de los camellos. Todo lo contrario: “Los adictos a los opioides están tan desesperados por no sentir nada que consideran una muerte como un indicador de que el proveedor es deseable”, explican los autores para advertir de que detrás de las sobredosis hay intentos de suicidio. “La gente o bien quiere morir o le da todo igual excepto satisfacer su adicción, aunque les mate”.

Según un artículo de Newtral, desde 2019 a 2021 las muertes por sobredosis de fentanilo aumentaron un 94 por ciento. Se estima que les arrebata la vida a casi 200 estadounidenses al día. Esta herida desangra a los jóvenes: el fentanilo es la causa líder de fallecimiento de los estadounidenses de 18 a 49 años. Ya en 2015 la Administración de Control de Drogas (DEA), dedicada a la lucha contra el contrabando y el consumo de estupefacientes, categorizó la crisis de los opioides como epidemia.

El dolor es como una amarga corriente de impotencia, frustración y soledad.

“¿Por qué la epidemia es mucho peor en Estados Unidos y apenas está presente en la mayoría de los demás países ricos? (…) ¿Por qué, además, los estadounidenses con una licenciatura rara vez mueren de sobredosis y por qué estas son las causas del 90 por ciento de las muertes entre los que no tienen un título universitario de cuatro años?”, se preguntan Deaton y Case. La razón se puede resumir en que el exceso de recetas legales acostumbró a la nación a una dosis. Cuando la industria corrigió esta tendencia, los estadounidenses ya eran adictos: toleraban la dosis y necesitaban más.

Deaton y Case explican esta “historia del dolor” en parámetros de oferta y demanda: “En la epidemia, el lado de la oferta fue importante (las empresas farmacéuticas y sus facilitadores en el Congreso, los médicos imprudentes con las recetas), pero también lo fue el lado de la demanda (la clase trabajadora blanca, la gente con menos estudios, cuya vida ya de por sí angustiada era un terreno fértil para la avaricia corporativa, un sistema regulatorio disfuncional y un sistema médico deficiente).

Además de en mortalidad, Anne Case es una experta en morbilidad; es decir, en la mala salud de los vivos. Para conocerla, junto con los análisis de sangre y orina, los médicos examinan los cuatro “signos vitales”: presión arterial, pulso, temperatura y frecuencia respiratoria. Como cuentan los autores, cada vez más preguntan por un quinto signo vital: el dolor. Medirlo es como retratar algo invisible, como achicar agua con un colador. El dolor es como una amarga corriente de impotencia, frustración y soledad. Para cuantificarlo, la Encuesta Nacional de Entrevista de Salud visita todos los años, desde 1997, alrededor de 35 mil hogares.

Consultan a la gente acerca de sus emociones y sus obstáculos para desempeñar tareas cotidianas: andar 400 metros, subir 10 escalones, ir al cine y socializar con amigos. En estos últimos 20 años, las dificultades para estar con amigos se han duplicado entre los estadounidenses blancos sin estudios. Por eso, subrayan Deaton y Case: “Capacidades cruciales que hacen que valga la pena vivir están en riesgo; entre ellas, la de trabajar y la de disfrutar de la vida con los demás”.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Zolic, el rediseño de una marca de 51 años

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Ing. Byron Gaitán, Gerente General Zolic

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Con más de medio siglo de trayectoria la Zona Libre de Industria y Comercio Santo Tomás de Castilla (Zolic), ha experimentado una evolución sólida en la consecución de sus objetivos.

En la etapa más reciente, el compromiso de su Junta Directiva, Gerencia y Sub-Gerencia ha sido fundamental para impulsar estratégicamente la atracción de nuevas inversiones y el crecimiento económico del país. 

La institución ha sido un pilar en la historia de Guatemala, contribuyendo al desarrollo del empleo y la economía nacional. Es así como desde 2021, se estableció una estrategia de reposicionamiento de marca, destacando entre sus acciones el rediseño del logotipo, que otorga un espacio para la innovación y la evolución de la institución desde su imagen visual.

La esencia y el propósito primordial de Zolic desde su fundación en 1973 han sido la promoción de la inversión nacional y extranjera para impulsar el desarrollo, la productividad y el empleo, en línea con su Ley Constitutiva el Decreto 22-73 del Congreso de la República y sus reformas posteriores en el Decreto 30-2008.

El logotipo anterior fue utilizado como sello distintivo de la institución desde el 2012.

La historia de la institución se entrelaza con la identidad arraigada de la Zona Libre de Industria y Comercio “Santo Tomás de Castilla”, conocida generalmente como Zolic por usuarios, público en general y trabajadores, quienes han sido testigos de su evolución a lo largo de los años.

Desde sus inicios, situada junto al principal puerto en el Atlántico guatemalteco, en Puerto Barrios, Izabal; los primeros logotipos de Zolic evocaban el sol, el mar e incluso una gaviota, reflejando su ubicación privilegiada y buscando hacer referencia de su conexión con el comercio
marítimo.

Sin embargo, en la historia de Zolic su Ley Orgánica ha tenido varias reformas, siendo una de las más significativas la de 2008. Con la cual la institución se ampliaría en capacidades, convirtiéndose en la fuerza impulsora detrás de lo que ahora conocemos como Zonas de Desarrollo Económico Especiales Públicas (ZDEEP), autorizando y habilitando nuevas Zonas Libres para el crecimiento económico, en todas las regiones del país.

El logotipo anterior fue utilizado como sello distintivo de la institución desde 2012, y si bien era reconocible por su nombre solo aprovechaba un 7 por ciento el potencial de la marca, en el nuevo rediseño Zolic ocupa el lugar central y dominante representando el 100 por ciento de la composición gráfica.

Esta decisión refuerza el posicionamiento de la marca y la hace más memorable para el público, la marca tiene colores corporativos que reflejan confianza y estabilidad y aseguran una consistencia visual, con tipografías legibles y modernas que reflejan profesionalidad y seriedad.

Hoy, el logotipo de Zolic, tiene un diseño conformado por un rectángulo vertical en color azul oscuro con cortes ondulares; en la parte inferior, en medio esta la palabra Zolic en letras especiales en color azul oscuro, sobre la palabra Zolic, figura una línea ondulada en color celeste con un punto rojo y debajo de la palabra Zolic, se encuentran las palabras zona libre de industria y comercio en letras especiales en color azul oscuro subrayado con línea en color rojo. Abajo del subrayado rojo se encuentran las palabras Santo Tomás de Castilla en letras especiales en color gris claro.

El nuevo diseño de marca de Zolic se da en un tiempo importante de cambio en su historia, consolidando su posición en el mercado guatemalteco y preparando a la institución para enfrentar los desafíos del comercio internacional y el nearshoring.

Con un logotipo limpio y claro, colores corporativos distintivos y tipografías cuidadosamente seleccionadas, Zolic se posiciona como el líder en su sector, rigiendo la autorización y habilitación de las Zonas de Desarrollo Económico Especiales Públicas (ZDEEP), lo que se traduce en contribución a la reactivación económica y social de un nuevo país para todos.  

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Por una cultura laboral segura y saludable

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Consejo Editorial Conadi

Hace ya 21 años que el 28 de abril se marca en nuestros calendarios como el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo. Esta fecha no solo nos recuerda la importancia vital de promover entornos laborales seguros, saludables y dignos, sino que también nos invita a rendir homenaje a todas aquellas personas que han sido víctimas de accidentes laborales y enfermedades profesionales.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define la Seguridad y Salud en el Trabajo (SST) como una disciplina dedicada a prevenir lesiones y enfermedades laborales, así como a proteger y promover la salud de los trabajadores.

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, las cifras son alarmantes: Según análisis de la OIT casi 3 millones de personas mueren por accidentes y enfermedades relacionadas con el trabajo; además, calcula que 395 millones de trabajadores en todo el mundo sufrieron lesiones laborales no mortales; entre estos, un porcentaje significativo termina con alguna discapacidad.

A pesar de los esfuerzos, las cifras son alarmantes.

Según el Banco Mundial, aproximadamente el 15 por ciento de la población mundial vive con algún tipo de discapacidad.

Además de los riesgos físicos, también debemos considerar los desafíos relacionados con la salud mental en el ámbito laboral.

La ansiedad, el estrés y otros problemas de salud mental no solo afectan al individuo, sino que también impactan negativamente en la productividad empresarial.

En Guatemala, el Ministerio de Trabajo y Previsión Social (Mintrab) y el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) tienen a su cargo, en forma coordinada, el control y vigilancia de la salud y seguridad; esto, para garantizar entornos laborales seguros y saludables.

Según el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), en nuestro país se registran 200 accidentes laborales diarios, siendo los sectores más peligrosos la agricultura, los servicios y la industria.

El Consejo Nacional para la Atención de las Personas con Discapacidad hace el llamado para que las empresas asuman su responsabilidad y prioricen la seguridad de sus trabajadores.

Invertir en la prevención de accidentes laborales y en la inclusión de personas con discapacidad en el lugar de trabajo no solo mejora la moral y la productividad, sino también fomenta la diversidad en la fuerza laboral. Además, es crucial garantizar el cumplimiento de las leyes y regulaciones que protegen a los trabajadores en la prevención de accidentes laborales en nuestro país.

En este Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, hagamos un compromiso conjunto para crear una cultura laboral donde la seguridad y la salud de los trabajadores sean prioridades indiscutibles. Juntos, podemos construir un futuro laboral más seguro, saludable y equitativo para todos.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

¿Woke qué, woke quién?

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Miriam Jerade

Profesora Asistente Facultad de Artes Liberales

Lo tragicómico del libro de Susan Neiman, La izquierda no es Woke es que si bien su autora afirma haberlo escrito para salvar a la izquierda, solo le habla a los prejuicios del ala reaccionaria y conservadora.

En el libro, Susan Neiman sostiene que la izquierda intercambió la igualdad social por la reivindicación identitaria. Neiman jamás define woke.

El término que se originó en la comunidad afroamericana para estar atentos, ha degenerado en un insulto.

Políticos conservadores como Ron DeSantis lo usan contra el activismo medioambiental, derechos sexuales o ser vegano; posiciones escasamente comparables en su valoración social o poder. Tampoco es claro el referente: ¿woke quién? ¿Se refiere a su vecina que le pidió llamarla con otro pronombre o a todas las luchas contra el sexismo?

¿Qué se le achaca a la izquierda (si es que existe la izquierda)? Que perdió su vocación universalista que buscaba la igualdad.

Es falso que la izquierda abandonó las luchas por la igualdad social.

Es cierto que habiendo conquistado una mayor igualdad formal, cierta izquierda ha señalado injusticias estructurales que algunos grupos sociales padecen.

Esto que la autora interpreta como pura victimización es una lucha por la justicia de aquellos que tienden a ser aún más explotados o marginados en el mundo laboral, tienen menos capacidad de decisión o padecen violencias sistemáticas.

Cuando los conservadores contraponen al lema Black Lives Matter una fórmula universalista como All Lives Matter, están caricaturizando la demanda y lo hacen con una ignorancia porfiada que desconoce que es más probable recibir violencia policial cuando se es negro en los Estados Unidos.

Extrañamente, grupos conservadores los defensores de la familia tradicional, por ejemplo; rara vez se tildan como identitarios.

Otra confusión que alimenta el libro es que las identidades son tratadas como intereses, o peor aún, sensibilidades. Indígena u homosexual no describirían nada más que distintos grupos de interés (parciales, además).

De ahí que según ella la izquierda dejó el universalismo ilustrado por intereses particularistas escépticos del progreso. Como si no hubiese progreso moral en el combate al racismo o al sexismo y en la conquista de derechos.

La idea de que la izquierda abandonó la redistribución por el reconocimiento ha sido muy discutida. A nuestro parecer, se trata de una falsa dicotomía, pues la distribución material está estrechamente relacionada con el reconocimiento. 

                  Continuará… 

Colaborador DCA
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