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Revista Viernes

Estados Unidos trunca la Revolución

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Foto: Snow Media

Con la dimisión del coronel Jacobo Árbenz Guzmán —provocada por el Gobierno de Estados Unidos a través de anticomunistas guatemaltecos, a quienes financió, armó y organizó— terminaron
3 mil 537 días de profundos cambios políticos y sociales que comenzaron el 20 de octubre de 1944.


A las 9 de la noche del domingo 27 de junio de 1954, Árbenz divulgó por la radio nacional TGW un mensaje que sorprendió a sus seguidores y enemigos, quienes creyeron que sería otro llamado a resistir la agresión de mercenarios, como incluso expusieron las Fuerzas Armadas dos noches antes y cuyo registro histórico se consigna en los diarios de la época.


“Como mi gobierno ha sido acusado de ser de naturaleza comunista, sin que hayamos podido desvanecer que no lo es, aun cuando hemos empleado todos los medios para convencer a los elementos reaccionarios del mundo de que lo sostenido por los círculos gobernantes norteamericanos es una patraña, y como esos círculos harán más despiadada la agresión contra Guatemala, he tomado una dolorosa y cruel determinación: (…) abandonar el poder”, expresó con la voz entrecortada y deprimida.


Operación Éxito


El primer gran triunfo de Estados Unidos en América Latina después de la Segunda Guerra Mundial y en el marco de la Guerra Fría fue el alejamiento de Árbenz del poder. Las conspiraciones le costaron a la administración de Dwight Eisenhower 3 millones de dólares en la denominada Operación Éxito, a la cual la Central de Inteligencia Americana (CIA) nombró en clave PBSuccess. Esa cantidad equivalía a poco menos de la quinta parte de los 15.8 millones de dólares que la multinacional United Fruit Company (UFCO) exigió a Árbenz como indemnización por expropiar terrenos en Tiquisate, Escuintla, y así comenzar la reforma agraria amparada en el Decreto 900 de 1952.


La cara visible de los mercenarios a cargo de la CIA fue el coronel Carlos Castillo Armas, un oscuro personaje anticomunista que lucía bigote de estilo hitleriano.


La dimisión de Árbenz —quien integró el triunvirato que tomó el poder tras la caída de Federico Ponce Vaides, heredero del dictador Jorge Ubico— contuvo e hizo retroceder grandes avances impulsados por su predecesor, Juan José Arévalo, incluida la apertura a todas las corrientes ideológicas.
El anticomunismo se instaló en el país a partir del 3 de julio de 1954, con la entrada triunfal a la capital de Castillo Armas. Así, con alzas y bajas, gobernantes militares y civiles tutelados por la institución armada mantuvieron esa política de Estado, en la práctica hasta 1996, cuando las fuerzas guerrilleras y el Gobierno firmaron la paz.


Conquistas que sobreviven


Ocho décadas después de la caída del ubiquismo y transcurridos 70 años de la renuncia de Árbenz persisten grandes conquistas de la “Primavera democrática”.


La Junta Revolucionaria de Gobierno —integrada por Árbenz, el mayor Francisco Javier Arana y el civil Jorge Toriello Garrido— convocó elecciones libres, comenzó una serie de reformas democráticas y derogó leyes represivas. Además, llamó a redactar una moderna Carta Magna, la cual creó y fortaleció la organización sindical, aprobó el voto de las mujeres y proscribió el trabajo forzado. Asimismo, decretó la autonomía universitaria.


Mientras tanto, Arévalo sancionó en 1947 el Código de Trabajo. También fue un progresista impulsor de la educación y el deporte, de la reforma bancaria y monetaria con la adhesión del país al Fondo Monetario Internacional (FMI). Uno de sus logros más notables fue la creación del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS).


Arévalo fue el presidente que pavimentó el camino que debía transitar Árbenz, quien además de buscar que el desarrollo llegara al campo, ofreció la construcción de la hidroeléctrica Jurún Marinalá, de la carretera al Atlántico y del puerto Santo Tomás de Castilla.


El programa de gobierno del llamado “Coronel de la primavera” era modernizador y no socialista, como sostenían el Gobierno estadounidense y sus aliados en Guatemala. Y la principal excusa para sabotearlo fue la Ley de Reforma Agraria, la cual —amparada en el precepto constitucional de la propiedad privada en función social— pretendía expropiar tierras ociosas y redistribuirlas entre miles de campesinos. Sin embargo, tocó los intereses de la UFCO y de la International Railways of Central America (IRCA).
La CIA diseñó una campaña que combinaba acciones psicológicas, económicas, diplomáticas y paramilitares. Dos ejemplos fueron las transmisiones de una radio clandestina, el sobrevuelo nocturno de aviones por diversos poblados del país y las críticas de influyentes sectores guatemaltecos, como la cúpula de la Iglesia católica.


Castillo Armas asumió el poder como jefe del llamado Movimiento de Liberación Nacional y como hombre fuerte de Washington. Su gobierno desmanteló rápidamente las reformas agraria y laboral que habían sido el corazón de la Revolución de 1944.


El fin de una década de cambios estructurales no solo representó la caída de un gobierno, sino también la cancelación de un sueño de justicia social y desarrollo independiente. La intervención de Estados Unidos en el derrocamiento de Árbenz marcó el inicio de una larga era de inestabilidad política, violencia y represión en el país que se extendió por décadas.

Miguel González Moraga
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Revista Viernes

Logros de la revolución

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Infografía: Sergio Espada

La historia, en países como el nuestro, a veces se torna convulsa, otras represiva y muy pocas alentadora. Sin
embargo, un hecho que trascendió para los guatemaltecos fue lo se que se inició con la Revolución de Octubre de
1944 y terminó el 27 de junio de 1954, cuando Jacobo Árbenz decidió renunciar presionado por una conspiración
organizada por EE. UU. Así terminaron 10 años de progreso, logros y beneficios que hasta el día de hoy son
palpables.

Katheryn Ibarra Fotógrafo: Danilo Ramírez
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Revista Viernes

Mi amado y recordado abuelo: el presidente Árbenz 80 años después

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Claudia Arbenz

Mi amado y recordado abuelo, Jacobo Árbenz, tuvo la oportunidad de ver directamente las condiciones en las que habitaban, comían, vestían y trabajaban los campesinos e indígenas del campo.


Vio con profunda tristeza cómo las mujeres rurales tenían serias limitaciones para alimentar a sus hijos, lo cual marcó de por vida su sensibilidad humana. Por ello, mi querido abuelo Árbenz, con 31 años de edad y con el grado de capitán del ejército, se involucra directamente con algunos sectores representativos de la sociedad, incluyendo militares, para organizar un movimiento cívico-militar en contra de los responsables de las condiciones de pobreza del pueblo.


Producto de su conciencia social y militar y su habilidad militar como digno oficial del ejército, logra que florezca la primavera con la Revolución de Octubre del 44, reconocida como popular, de pueblo, de coloridos y hermosos trajes típicos, de profunda conciencia social –comunitaria– y humanista.


En mi calidad y condición de mujer cristiana y orgullosamente nieta de un militar revolucionario tengo la oportunidad de hablar desde lo más profundo de mi ser de la Revolución del 20 de Octubre. Es hablar de patria y de amor: al prójimo, al campesino e indígena especialmente al niño, mujer y abuelo, a la familia rural, a la sociedad y a Guatemala.


La extraordinaria efeméride revolucionaria permitió despejar el camino a los 10 maravillosos años de primavera democrática que siguieron con impactantes logros sociales que perduran 80 años después de su gestación que sigue siendo una lucha sin fin, impulsados por los dos mejores presidentes que ha tenido el pueblo: Juan José Arévalo Bermejo y Juan Jacobo Árbenz Guzmán, democráticos, reformistas y revolucionarios.


El anhelo de la Revolución del 20 de Octubre de 1944 sigue siendo una Guatemala incluyente, con bienestar y desarrollo para todos. Ese era el principal anhelo que llevaba impregnado en el alma y corazón el valiente “Soldado del Pueblo”. Ese anhelo compartido sigue siendo una esperanza para los guatemaltecos de buen corazón.


Afortunadamente, con el actual gobierno de Bernardo Arévalo se retoman este 2024 los valores e ideales revolucionarios después de 80 años de su gestación y espera.


Aunque debo reconocer que el camino iniciado no es fácil, se requiere tomar decisiones históricas con firmeza y consenso, apoyadas en todo momento por los cuatro pueblos históricos: maya, garífuna, xinka y ladino en su beneficio común, hacer realidad que los nacidos en esta hermosa tierra del quetzal tengan servicios esenciales de calidad en educación y salud gratuitos, fácil acceso a la tierra para la siembra y cosecha de alimentos garantizando la seguridad alimentaria en el pueblo, así como oportunidades dignas de trabajo, bienestar social y felicidad familiar.


Para finalizar, deseo expresar mis buenos deseos políticos al presidente Bernardo Arévalo y enviar un mensaje de amor a la juventud soñadora: el presente y futuro de Guatemala están en su participación activa, tal como lo hicieron los jóvenes revolucionarios…

Colaborador DCA
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Revista Viernes

Jacobo Árbenz, el Soldado del pueblo

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Ilustración: Sergio Espada

Jacobo Árbenz Guzmán, político y presidente de Guatemala de 1951 a 1954, nació en Quetzaltenango, hijo de un farmacéutico suizo que emigró al país y una maestra. De acuerdo con una biografía de J. C. Cambranes, puede que la familia sellara el destino del que sería el futuro mandatario con el traslado de su domicilio de la ciudad a una finca rural que administraba el padre.


Se formó en la Academia Militar Nacional de Guatemala y se unió a un grupo de oficiales del Ejército que derrocó en 1944 a Federico Ponce Vaides, sucesor de la dictadura de Jorge Ubico. En 1949 fue ministro de Guerra del gobierno de Juan José Arévalo. Llegó a la Presidencia en marzo de 1951.


La Reforma Agraria, el proyecto central de su administración, lo llevó a confrontarse con el mayor terrateniente de la nación, la United Fruit Company, cuyas tierras ociosas intentó expropiar. Igualmente, insistió que la empresa y otros terratenientes pagaran más impuestos, lo que ocasionó que el Gobierno de Estados Unidos, encabezado por el secretario de Estado, John Foster Dulle, se alarmara.


Así que, traicionado por sus colegas militares, pues se negaron a luchar por él y sin apoyo internacional, se vio obligado a dimitir el 27 de junio de 1954 y a exiliarse. Viajó a México, Suiza y París, Francia en 1957. Árbenz se trasladó a Uruguay, después a Cuba y en 1970 volvió a México, donde se le concedió asilo permanente y se ahogó en su bañera en el vecino país en un extraño accidente.


El escritor Mario Vargas Llosa en su novela Tiempos recios, de 2019, profundiza en la invasión de una milicia mercenaria, apoyada por el Gobierno de los Estados Unidos. “El pretexto fantasioso y falso para el golpe de Estado era evitar que Guatemala se convirtiera un satélite comunista de la Unión Soviética”, refirió.


Fuentes consultadas: Roberto García Ferreira, profesor uruguayo del Departamento de Historia Americana de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Britannica, revistas de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac)

Marisol Vásquez
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