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Revista Viernes

Discursos de Arévalo al asumir la Presidencia

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Constituyentes de 1945

Recibo de vuestras manos la nueva forma legal de la República. La he leído minuciosamente. Es un texto científico, de inspiración jurídica moderna y de cálida emoción democrática. Sabemos que lo habéis trabajado con amor, con talento, con genuino sentido revolucionario. Contiene grandes esperanzas para el futuro, si bien trasunta cierta amargura por nuestro pasado político. El Presidente de la República tiene en esta Constitución bien precisadas sus funciones. Como primer Presidente de la nueva Guatemala os prometo que cumpliré con fidelidad los preceptos de esta Constitución, con la humildad que me define como hombre pero con la dignidad que corresponde al cargo transitorio de que estoy investido.


Honorable Congreso


Asumo el cargo de Presidente Constitucional de la República con plena consciencia de la tremenda responsabilidad que ello significa. Vosotros los representantes de los pueblos, habéis venido a este recinto plenos de fe revolucionaria, es decir, de fe patriótica. Os hemos visto y os hemos oído acuerpar a la Junta Revolucionaria en todos sus actos de depuración, de restauración, de reivindicación, y el pueblo por eso os ha acompañado con su simpatía. Sois el primer Congreso de Guatemala que va a gozar de plena autonomía en sus funciones. El Ejecutivo nada tendrá que ordenaros, pero por eso mismo vuestra proximidad con el Ejecutivo debe ser más estrecha. Identificados en el mismo ideal de grandeza para Guatemala, seremos dos fuerzas juveniles convergentes.


Honorable Junta Revolucionaria


El cargo de Presidente Constitucional de la República supone primeramente un honor de carácter formal, que radica en la altísima función conductora a que está llamado un presidente. Además de ese honor formal, supone el cargo un honor fundamental cuando se ha llegado a él por invitación del pueblo en comicios libres como los realizados en diciembre. Pero a esos dos tipos de honor se agrega en mi caso el honor de carácter histórico, que consiste en recibir de vuestras manos las altas funciones gubernativas. Llegasteis al Gobierno en momentos trágicos para la patria: en momentos que parecía que fuerzas diabólicas volvían a sumir a nuestro pueblo en la abyección de otra dictadura. Asumisteis el gobierno por imperio de la voluntad popular que os aclamaba y os aclama como restauradores de la democracia.

Ejercisteis el difícil gobierno con energía, con valentía, con desinterés, con sacrificio y sin fatigas. Tuvisteis oportunidad para corromper vuestra propia obra, por consejo ruin de políticos de vieja escuela y preferisteis cumplir vuestra palabra de honor empeñada con el pueblo. Por todo esto, señores de la Junta, os habéis ganado la gratitud de la patria y un lugar de lujo en nuestra historia. Habéis creado democracia, habéis devuelto la dignidad cívica a los guatemaltecos, habéis llenado de felicidad todos los corazones y nos habéis trazado una norma a vuestros sucesores. Mayor Arana: Capitán Árbenz: Ciudadano Toriello: representáis para la nueva Guatemala el coraje, la dignidad, el desinterés, el patriotismo. Por estas virtudes os habéis convertido de revolucionarios en educadores. Vuestro ejemplo, altísimo, será de hoy en adelante la norma de los gobernantes de Guatemala. Nuestro pueblo, traicionado reiteradamente por los políticos profesionales, halló en vosotros, militares austeros y ciudadanos apolíticos, los conductores adecuados para el difícil momento de la revolución. Y habéis demostrado que la ciencia de gobernar a un pueblo no se aprende en conciliábulos de comité o en libros de experiencia ajena, sino que emerge por intuición patriótica y pasión de justicia. Sobre los destinos de vuestra obra revolucionaria, estad tranquilos. Sabré defenderla y continuarla, y espero contar siempre, en los momentos difíciles, con vuestra amistad y vuestro consejo, que desde ahora os solicito para beneficio de Guatemala.
Se citan tres de los cinco discursos recitados por el mandatario el 15 de marzo de 1945.

Colaborador DCA
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Revista Viernes

Logros de la revolución

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Infografía: Sergio Espada

La historia, en países como el nuestro, a veces se torna convulsa, otras represiva y muy pocas alentadora. Sin
embargo, un hecho que trascendió para los guatemaltecos fue lo se que se inició con la Revolución de Octubre de
1944 y terminó el 27 de junio de 1954, cuando Jacobo Árbenz decidió renunciar presionado por una conspiración
organizada por EE. UU. Así terminaron 10 años de progreso, logros y beneficios que hasta el día de hoy son
palpables.

Katheryn Ibarra Fotógrafo: Danilo Ramírez
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Revista Viernes

Mi amado y recordado abuelo: el presidente Árbenz 80 años después

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Claudia Arbenz

Mi amado y recordado abuelo, Jacobo Árbenz, tuvo la oportunidad de ver directamente las condiciones en las que habitaban, comían, vestían y trabajaban los campesinos e indígenas del campo.


Vio con profunda tristeza cómo las mujeres rurales tenían serias limitaciones para alimentar a sus hijos, lo cual marcó de por vida su sensibilidad humana. Por ello, mi querido abuelo Árbenz, con 31 años de edad y con el grado de capitán del ejército, se involucra directamente con algunos sectores representativos de la sociedad, incluyendo militares, para organizar un movimiento cívico-militar en contra de los responsables de las condiciones de pobreza del pueblo.


Producto de su conciencia social y militar y su habilidad militar como digno oficial del ejército, logra que florezca la primavera con la Revolución de Octubre del 44, reconocida como popular, de pueblo, de coloridos y hermosos trajes típicos, de profunda conciencia social –comunitaria– y humanista.


En mi calidad y condición de mujer cristiana y orgullosamente nieta de un militar revolucionario tengo la oportunidad de hablar desde lo más profundo de mi ser de la Revolución del 20 de Octubre. Es hablar de patria y de amor: al prójimo, al campesino e indígena especialmente al niño, mujer y abuelo, a la familia rural, a la sociedad y a Guatemala.


La extraordinaria efeméride revolucionaria permitió despejar el camino a los 10 maravillosos años de primavera democrática que siguieron con impactantes logros sociales que perduran 80 años después de su gestación que sigue siendo una lucha sin fin, impulsados por los dos mejores presidentes que ha tenido el pueblo: Juan José Arévalo Bermejo y Juan Jacobo Árbenz Guzmán, democráticos, reformistas y revolucionarios.


El anhelo de la Revolución del 20 de Octubre de 1944 sigue siendo una Guatemala incluyente, con bienestar y desarrollo para todos. Ese era el principal anhelo que llevaba impregnado en el alma y corazón el valiente “Soldado del Pueblo”. Ese anhelo compartido sigue siendo una esperanza para los guatemaltecos de buen corazón.


Afortunadamente, con el actual gobierno de Bernardo Arévalo se retoman este 2024 los valores e ideales revolucionarios después de 80 años de su gestación y espera.


Aunque debo reconocer que el camino iniciado no es fácil, se requiere tomar decisiones históricas con firmeza y consenso, apoyadas en todo momento por los cuatro pueblos históricos: maya, garífuna, xinka y ladino en su beneficio común, hacer realidad que los nacidos en esta hermosa tierra del quetzal tengan servicios esenciales de calidad en educación y salud gratuitos, fácil acceso a la tierra para la siembra y cosecha de alimentos garantizando la seguridad alimentaria en el pueblo, así como oportunidades dignas de trabajo, bienestar social y felicidad familiar.


Para finalizar, deseo expresar mis buenos deseos políticos al presidente Bernardo Arévalo y enviar un mensaje de amor a la juventud soñadora: el presente y futuro de Guatemala están en su participación activa, tal como lo hicieron los jóvenes revolucionarios…

Colaborador DCA
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Revista Viernes

Jacobo Árbenz, el Soldado del pueblo

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Ilustración: Sergio Espada

Jacobo Árbenz Guzmán, político y presidente de Guatemala de 1951 a 1954, nació en Quetzaltenango, hijo de un farmacéutico suizo que emigró al país y una maestra. De acuerdo con una biografía de J. C. Cambranes, puede que la familia sellara el destino del que sería el futuro mandatario con el traslado de su domicilio de la ciudad a una finca rural que administraba el padre.


Se formó en la Academia Militar Nacional de Guatemala y se unió a un grupo de oficiales del Ejército que derrocó en 1944 a Federico Ponce Vaides, sucesor de la dictadura de Jorge Ubico. En 1949 fue ministro de Guerra del gobierno de Juan José Arévalo. Llegó a la Presidencia en marzo de 1951.


La Reforma Agraria, el proyecto central de su administración, lo llevó a confrontarse con el mayor terrateniente de la nación, la United Fruit Company, cuyas tierras ociosas intentó expropiar. Igualmente, insistió que la empresa y otros terratenientes pagaran más impuestos, lo que ocasionó que el Gobierno de Estados Unidos, encabezado por el secretario de Estado, John Foster Dulle, se alarmara.


Así que, traicionado por sus colegas militares, pues se negaron a luchar por él y sin apoyo internacional, se vio obligado a dimitir el 27 de junio de 1954 y a exiliarse. Viajó a México, Suiza y París, Francia en 1957. Árbenz se trasladó a Uruguay, después a Cuba y en 1970 volvió a México, donde se le concedió asilo permanente y se ahogó en su bañera en el vecino país en un extraño accidente.


El escritor Mario Vargas Llosa en su novela Tiempos recios, de 2019, profundiza en la invasión de una milicia mercenaria, apoyada por el Gobierno de los Estados Unidos. “El pretexto fantasioso y falso para el golpe de Estado era evitar que Guatemala se convirtiera un satélite comunista de la Unión Soviética”, refirió.


Fuentes consultadas: Roberto García Ferreira, profesor uruguayo del Departamento de Historia Americana de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Britannica, revistas de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac)

Marisol Vásquez
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