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Revista Viernes

La bebida embriagante artesanal

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Foto: Fornitura limitada

La cusha en una bebida que se elabora artesanalmente. En el libro El padre sin cabeza, de José Zednem, se indica que es un licor fabricado por habitantes naturales de la región de Joyabaj, Quiché, desde tiempos precolombinos y que ha servido para fiestas, ceremonias y celebraciones. En la fusión de diferentes culturas la han adoptado los ladinos, quienes aprendieron a fabricarla para su consumo. La cusha también se conoce como trago del barranco, ya que se fabrica en lugares no comunes debido a que su producción es ilegal.
Fuera de la capital todavía se fabrica en este tipo de sitios. El primer proceso es conocido como chicha, lleva afrecho y panela, que se mezclan en un tonel para luego colarse con una malla.
La siguiente fase es poner a cocer durante cuatro horas aproximadamente, el líquido filtrado y el vapor que sale pasa por una tubería que al momento de enfriarse cae el licor, que luego se envasa para su consumo.

Katheryn Ibarra
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Revista Viernes

Las crónicas que reflejanla aristocracia mexicana

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Una escritora que, a través de su pluma, invita a conocer las intimidades de un sector élite de la sociedad

La escritora mexicana Guadalupe Loaeza visitó recientemente Guatemala para promocionar su nuevo libro La amante del río Nilo, una novela basada en hechos reales de una pareja acaudalada de sociedad de México de la década de 1950.


La literata ha sido premiada con la Orden de la Legión de Honor en grado de Caballero, otorgada por el Gobierno francés y la medalla Rosario Castellanos, en reconocimiento a su labor literaria, dada por el Congreso del Estado de Chiapas. Además, ha escrito más de una treintena de obras, algunas de las cuales han sido adaptadas para la pantalla grande.


En la siguiente plática con Revista Viernes, comenta no solo acerca de su reciente producción, sino un poco de su vida como escritora y lo que opina de Guatemala.


¿Qué la inspiró para iniciarse en el mundo de la escritura?


De adolescente, mis padres me enviaron a estudiar a Canadá; luego me fui a París y escribía muchas cartas. Tenía una amiga, Lola, que me dice ‘pide mi papá que me escribas más seguido porque leemos tus cartas los domingos’. Yo pensé, qué indiscreta, pero luego le relataba qué era lo que hacía yo en París, me esmeraba más, compré libros de sinónimos, un diccionario y le hacía unas crónicas para que las leyeran en familia y eso me halaga. Pero eso fue lo que me ejercitó mucho, me soltó la mano y luego estuve en el taller de Elena Poniatowska, casi dos años, tuve maestros espléndidos, Edmundo Valadés y Vicente Quirarte, entre otros. Eso de alguna manera me hizo ver con más claridad mi vocación. 


Usted se inicia en el periodismo antes que en la literatura… 


Yo empecé en el mundo periodístico en un diario que se llama Unomásuno. Era un diario de oposición que surge casi al mismo tiempo que El País, de España. Allí empecé con mis crónicas para hablar de la burguesía mexicana, tan crítica e ignorante de su país al mismo tiempo. 
Las crónicas me divertían mucho, pero me costaron muchas amistades, ya no me invitaban a sus eventos porque reflejaba a todas estas ‘niñas bien’, que así se titula mi primer libro, aunque en el fondo les daba cierta vanidad aparecer retratadas en mis crónicas. 


¿Qué diferencias encontró en ambos mundos? 


Un desafío enorme porque nada que ver una de la otra, dos cuartillas y media que escribes dos veces a la semana con la literatura. Yo me acuerdo que las primeras propuestas escribía poco y decía: ‘ya acabé’, porque así eran mis crónicas. 


Con más de 35 títulos en su haber, ¿qué la inspira? 


Me inspiro en lo que conozco. Hay que escribir de lo que uno conoce y yo conozco las crónicas enfocadas en este pequeño sector de la sociedad mexicana, muy racista, clasista, que vive en una burbuja, en su confort. Han cambiado estas ‘niñas bien’; este fue el primer libro que se vendió muchísimo y se hizo una película dirigida por Alejandra Márquez, que tuvo mucho éxito en los festivales de cine.
Siempre soy como la cronista de la ‘gente bien’, aunque me choca ese término. También he escrito las biografías de Agustín Lara, la de Amado Nervo, he escrito otros géneros, entrevistas y cuentos. De estos se hicieron otras dos películas: Miroslava y Patty Chula. Mis hermanas mayores me enriquecieron muchísimo, sobre todo la segunda, que era muy literaria y era una lectora voraz que me platicaba los libros que ella leía. 


Para realizar las películas, ¿la contactan para adaptar su libro al guion?


Me buscan por el libro, pero el guion lo hace un experto. Para la película Las niñas bien, con Alejandra Márquez tuve mucho que ver, les facilité ropa y en fin, ella leyó mucho de la obra para sacar fragmentos. Pero en lo que se refiere a Miroslava, nunca me invitaron a participar. Es que no les gusta mucho que la autora tenga algo que ver. 


Háblenos de su nueva obra: La amante del Río Nilo.


En este caso en particular, yo contaba con toda la biografía del caso del que hablo, que es el adulterio más famoso de México, de los años 50. Yo tenía a dos personajes que habían sido reflejados en la prensa: Suzy (la protagonista) la meten a la cárcel por un adulterio que monta su marido (Paul Jacques Antebi) para no compartir su patrimonio, ya que están casados por bienes mancomunados, porque estamos hablando de una fortuna ya consolidada. El dueño de un laboratorio francés llamado Carnot, que tuvo mucho éxito y todavía existe.


Suzy nace en Bulgaria y su madre hace un acuerdo con Paul Antebi para casarse. El caso es que, lo que nunca se imaginó el marido, es que ella se iba a enamorar del amigo con el que se puso de acuerdo su esposa para armar el escándalo. El amante francés Robert. 


Luego descubrí que Antebi venía mucho a Guatemala, yo pensaba que era porque tenía una sucursal, pero no, resulta que tenía un amor y el adúltero era él. Su amor era Blanca Gilda Passarelli Ramazzini. Tengo entendido que la familia Passarelli son dueños de una cadena que se llama DeMuseo. 
Es muy llamativo todo y cuando la novela estaba publicada me buscó uno de los nietos. Y tendría que escribir otra novela sobre la relación de Paul con la señora guatemalteca (Passarelli) y también la historia de amor de los hijos (Suzy y Robert). 


¿Qué opina de la ciudad de Guatemala?


La ciudad de Guatemala me ha sorprendido, el paseo de la Reforma es mucho más bonito que el nuestro, porque ustedes tienen un camellón precioso lleno de árboles y muy limpio. Yo veo una ciudad con grandes edificios, muy señorial, la gente muy amable, muy cortés y cálida. 

Katheryn Ibarra, Cecilia Vicente Fotógrafo: Danilo Ramírez
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Revista Viernes

Guardián de lostejidos artesanales

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El Museo Ixchel del Traje Indígena narra la historia ancestral entre la artesanía y la cultura

Un recorrido por la creatividad, color y tradición de los textiles se respira en el Museo Ixchel del Traje Indígena. Por todo el recinto se observan vestimentas de uso cotidiano o ceremonial.


Violeta Gutiérrez, directora técnica y curadora, explicó durante un recorrido su experiencia de los años que ha laborado en la institución. “Mi memoria nunca me alcanzaría para recordar todo, pero siempre hay detalles específicos que señalo; por ejemplo, este tocado es símbolo de belleza y jerarquía”, explicó. Asimismo, expuso en cada sala su contenido, los materiales que se usaron para la confección de las prendas como los tintes naturales, seda, lana y cómo el instrumento predilecto de la época prehispánica era el telar de cintura que se conserva aún, a pesar de la influencia de las máquinas industriales o
computarizadas.


Gutiérrez mostró la evolución de la vestimenta maya en las comunidades de los departamentos. En las vitrinas se observan algunas que en cada década van cambiando en textura, tonos y figuras. Otro de los detalles interesantes que mencionó es que los lienzos tienen olor a humo y es porque por lo regular las mujeres tejen en la cocina.


Historia desde 1973


En la década de los años setenta se fundó el museo que colecciona, conserva, documenta, rescata, exhibe y educa sobre el patrimonio textil indígena guatemalteco. Desde 1993 se construyó un edificio que está en el campus de la Universidad Francisco Marroquín, diseñado por los arquitectos guatemaltecos Víctor Cohen, Augusto de León, Peter Giesemann, Adolfo Lau y Guillermo Pemueller. En el friso se aprecia el rupan, un diseño tejido en los huipiles de San Juan Comalapa, Chimaltenango.


Guarda una colección de textiles de los siglos XIX, XX y XXI, cerámicas, joyas y libros.


Son 8 mil originales de 147 municipios, 34 aldeas y 181 comunidades. El equipo también documenta, estudia, cuida y conserva las piezas que incluyen muestras ejemplares de las comunidades indígenas con vestiduras ceremoniales para hombres y mujeres.


Parte significativa de la recopilación se debe a donaciones recibidas durante más de 40 años. Aumenta anualmente para reflejar la constante evolución y cambio de los diseños y textiles. “Esto es para enfrentar las necesidades de quienes los utilizan y su creciente demanda mundial”, cita la información de la pinacoteca.


Hay variedad de prendas de uso cotidiano y ceremonial: huipiles o blusas, sobrehuipiles, cortes o faldas; su’t o paños destinados a diferentes propósitos, perrajes o rebozos, cintas y tocoyales para la cabeza, velos, pañuelos, ponchos, ponchitos, rodilleras, jergas, sacos, cotones, capixayes, sobrepantalones, pantalones, camisas, fajas, servilletas, manteles, pañitos ceremoniales, entre otros.
De igual forma se aprecian accesorios, sombreros, listones, collares, chachales, aretes, anillos, morrales de algodón, lana y henequén, sandalias y más.


Son de interés las usadas para adornar a las esculturas de los santos, como las bandas, otras parecidas a mangas sin puños para tapar los brazos, de manera que al ponerlas junto al manto de la imagen pareciera que esta portara una camisa; así como los huipiles que se usaban para vestir las efigies de las vírgenes.


Colección
Olga de Geng


La colección completa de huipiles en miniatura consta de 112 réplicas de ejemplares de uso diario y ceremonial. Proceden de 82 municipios del Altiplano, cuyos usuarios pertenecen a 13 grupos lingüísticos.
La autora los bordó entre 1980 y 1985, copió exactamente los diseños, colores y formas de ropas auténticas.  


Olga Arriola de Geng investigó durante muchos años la indumentaria maya y publicó dos obras sobre el tema: Los Tejedores en Guatemala y la Influencia Española en el Traje Indígena y Técnicas de Bordados en los Trajes Indígenas de Guatemala.


Exposición permanente


Se observa la evolución de la tradición textil de Guatemala desde tiempos prehispánicos hasta el presente. Son cuatro salas donde se conocen los orígenes, variaciones y continuidades que ha experimentado a lo largo del tiempo el traje, mismo los instrumentos de tejido, los materiales y las técnicas.


Exposición temporal


Su fin es destacar dimensiones y rasgos propios de la tradición textil guatemalteca, así como difundir la colección del museo y la riqueza cultural, técnica y estética que encierra. Investigaciones realizadas con el propósito de sustentar los guiones museográficos, enriquecen la documentación y la colección textil.

Visitas guiadas

Educación Ixchel ofrece una visita guiada por las diferentes salas de exposiciones permanentes y temporales cuyo objetivo es el aprendizaje en torno a la tradición textil de esta ancestral cultura. Este incluye una guía por todas las salas de exhibición y la presentación del video Indumentaria maya de Guatemala y para los estudiantes de primera el video animado de Tradición textil de Guatemala. Al final se imparte un taller sobre diferentes técnicas textiles.
Si desea más información escriba a [email protected] o al teléfono 2331-3739.

Marisol Vásquez Fotógrafo: Cecilia Vicente
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Revista Viernes

Alimentos que relatan una historia

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El cacao, el tamal de carne y la piedra de moler son parte de la arqueogastronomía que fusiona el mundo antiguo con el presente

Se ha preguntado los orígenes de algunas recetas, de sus métodos de preparación, utensilios o ¿cuánto ha evolucionado desde hace más de tres siglos el tamal de carne? ¿Qué dicen las vasijas sobre lo que consumían antes los antepasados o cómo lo preparaban? Una combinación de disciplinas despeja las dudas sobre estas interrogantes.


Arqueogastronomía es un término emergente en Latinoamérica, estudia la alimentación en el mundo antiguo, a través de la historia y la arqueología. De acuerdo a la página web kuanum se centra en aprender las formas de transformar los alimentos desde los tiempos más antiguos hasta la actualidad. “Los rastros que quedan en las vajillas, en los desperdicios o incluso en los depósitos de las letrinas, es decir, los váteres de los antepasados romanos, nos ayuda a saber qué se comía en el pasado y cómo se hacía”, cita.


María Regina Moraga domina el tema de los alimentos y la arqueología porque estudió profesionalmente ambas. Es arqueóloga y chef guatemalteca, pionera en el desarrollo de la propuesta teórico metodológica de arqueogastronomía, que estudia la relación entre la comida y las culturas mesoamericanas. Aún se considera un concepto nuevo, el cual se diferencia de la historia de la gastronomía porque aplica los conocimientos obtenidos a partir de las técnicas propias de la ciencia.


“El término es nuevo para América Latina, lo pensé sin saber si existía y luego averigüé en Internet, porque mi intención era algo que nos identificara como guatemaltecos”, expresó la profesional. Indicó que en México, por ejemplo, se trabaja mucho la antropología de la alimentación y aquí es diferente; además, encontró que esta práctica la usaban en Italia y España. “Ellos la utilizan para propiciar el turismo arqueológico”, aseveró.


Moraga ha impartido cursos en universidades, charlas, conferencias, para brindar una visión integral de la alimentación que pasa por diferentes períodos de la historia en Guatemala, prehispánico, hispánico, al explorar técnicas de investigación como el análisis e interpretación que permiten hacer sobre los restos arqueológicos y la reconstrucción a través de inferencias de las preparaciones, los métodos, utensilios que se usaron hasta la actualidad. De cómo cada coyuntura afectó el modo de hacerlos y también las implicaciones en la cosmovisión. Empezó con gastronomía mesoamericana, pero como investigadora continuó sus estudios porque, como bien enfatiza, no se puede desligar la gastronomía de la identidad del país.


“Todo se refleja en el sabor de la comida y su idioma, que nos identifican que somos del mismo país. Ahí me doy cuenta de que faltaba un término para unificar ambas disciplinas”, mencionó. También recalcó que la arqueología va a brindar esa historia evolutiva de los procesos gastronómicos para entender cómo es la de hoy. Reconstruir la historia culinaria de Guatemala por medio de la evidencia que proporciona la arqueología desde la perspectiva de la interpretación y aplicación de la cocina.

Algunos datos de la experta

La gastronomía petenera es diferente, porque está más relacionada con la península yucateca y Belice.
No hay receta maya, enfatizó la arqueóloga, pues en ningún dintel o vaso aparece una descripción estandarizada del proceso. A su consideración, no existen las recetas mayas, tampoco definirla como comida típica: “Nuestra memoria, no alcanza para dimensionar la evolución de 500 años y cómo ha trascendido”. Ejemplifica cómo desde el siglo XVI han cambiado la preparación de los tamales en los pueblos originarios. “Es comida tradicional guatemalteca, debido a que señalarla como típica es un concepto pobre para definir algo elaborado con procesos, tradición, raíces y herencia”, declaró.
Mostró su preocupación de que los jóvenes solo ingieren comida rápida y los preparados, de perder los momentos para compartir con la familia, la identidad como célula principal de la sociedad, también la de sus comunidades.

Congreso de Gastronomía Guatemalteca

En el Tercer Congreso de Gastronomía Guatemalteca que se realizó en Tikal Futura Hotel & Convention Center, en el marco de la Feria Alimentaria 2024, se expuso sobre principales descubrimientos de la presencia del cacao en los monumentos arqueológicos de los mayas en Guatemala. La especialista durante su exhibición explicó sobre sus orígenes, las vasijas, representaciones artísticas, regiones dónde se manifestaba, rutas principales de distribución y más.
El kakaw: fruto de los dioses mayas demostró cómo este influyó en la cultura guatemalteca desde la época prehispánica hasta el presente.
El escritor colombiano Alonso Sánchez Baute explicó: “Varias investigaciones han concluido que el origen del cacao no hay que buscarlo ni en México, ni en Honduras, ni en Guatemala, sino aquí, en Suramérica”.
De cómo el simbolismo y mitología: el significado espiritual del cacao para los mayas y otras culturas mesoamericanas, de su asociación con dioses y rituales. “Era muy preciado en la cultura maya donde se asociaba con el simbolismo del inframundo por necesitar la sombra del cacahuananche para crecer”, expresó Tomás Pérez Suárez, investigador del Instituto de Investigaciones Filológicas del Centro de Estudios Mayas.
Dentro de los elementos y métodos que han trascendido se incluye la piedra de moler, así como las técnicas y los métodos artesanales y de raíces ancestrales, como calentar esta herramienta al momento de trabajar. También conservar mezclas clásicas, como atol de masa y cacao (chilate), mezclas de achiote, pinol con achiote y otras.

Marisol Vásquez Fotógrafo: Norvin Mendoza
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