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Revista Viernes

Asturias y el dictador

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Fotos: Archivo

Al hacer un repaso por la vida y obra del premio Nobel de Literatura 1967, Miguel Ángel Asturias, solo puede concluirse en que todo lo que vivió en la “tierra de Ilom”, desde su niñez hasta consagrarse como uno de los más grandes escritores de Latinoamérica y el mundo, no fue producto de la
casualidad.

Podría pensarse que crecer en medio de una dictadura feroz y despiadada como la de Manuel Estrada Cabrera (22 años en el poder, 1898-1920), limitaría su contacto con las letras o la posibilidad de expresarse, pero al contrario, la figura del presidente de turno resultó ser una inspiración para el joven Asturias. No fue en forma de musa, como ocurre para muchos literatos, sino como una figura política de la que había mucho que decir, a pesar de la policía, los militares, los “orejas” y la represión de entonces.

Estrada Cabrera estuvo presente en la vida del Nobel desde la infancia, lo que lo llevó a conocer una realidad que parecía inexistente más allá de la “Tacita de Plata”. Y es que de todos es conocido que el niño Asturias tuvo que mudarse a Salamá, Baja Verapaz, a la casa de sus abuelos, ya que su padre, Ernesto Asturias, abogado, y la madre, María Rosales, maestra, habían sido separados de sus cargos por considerárseles opositores al régimen dictatorial.

Por ahí de 1905, estudió sus primeras letras y hay quienes aseguran que además comenzó su contacto con la población indígena salamateca, pero además se adentró en la tradición oral a través de su niñera, Lola Reyes, quien se encargó de relatarle historias, mitos y leyendas de sus antepasados.

Durante siete años exploró, por un lado, la miseria que se vivía en la provincia guatemalteca, así como la riqueza cultural, tradicional y espiritual que lo rodeaba, insumos suficientes para comenzar a pensar distinto, pero también para desarrollar esa incesante inquietud por la política y la creación literaria, lo que más adelante se convirtió en lo que hoy conocemos como realismo mágico.

El joven está de vuelta

En 1907, Miguel Ángel regresó a la casa de su abuela materna en la capital, y un año después se suman sus padres, quienes se establecieron en el barrio de La Parroquia Vieja. Durante su adolescencia estudió en un par de colegios católicos. En 1912, inició su bachillerato en el prestigioso Instituto Nacional Central para Varones, cuna estudiantil de muchas celebridades guatemaltecas y foráneas. Ahí fue testigo y partícipe de los primeros levantamientos contra la dictadura de Estrada Cabrera.

Matasanos y güisachín

El joven Miguel Ángel comenzó sus estudios superiores, cursó un año medicina y luego, en 1917, pasó a formar parte de la facultad de Derecho en la entonces Universidad Estrada Cabrera (como se conocía a la actual Universidad de San Carlos de Guatemala), mismo año del devastador terremoto que convirtió la capital guatemalteca en escombros.

La falta de respuesta o indiferencia de Estrada Cabrera detonó, en 1919, a los movimientos populares que involucraron a artesanos, obreros, campesinos, maestros, estudiantes, intelectuales y jóvenes militares en contra del régimen. La historia da fe de que tras cuatro meses de alzadas, campañas cívicas y ocho días de lucha militar (La Semana Trágica), el miércoles 14 de abril de 1920, el Bárbaro de la Palma fue derrocado, poniéndose fin a 22 años de dictadura, la más prolongada de la historia de este país. Asturias y los activos compañeros de aula formaron lo que hoy en día se conoce como “La Generación del 20”, por su participación en dichas jornadas.

En 1921, quien ya era conocido como Moyas, participó en la fundación de la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU), por lo que viajó a México como delegado al Primer Congreso Internacional de Estudiantes. Ese mismo año, junto a un grupo de universitarios, entre ellos Alfredo Valle Calvo, José Luis Barcárcel y David Vela, integró la comisión que dio vida al canto de guerra de todo sancarlista hasta el sol de hoy: La Chalana.

El repaso por la niñez y juventud del Nobel de Literatura permite afirmar que la figura del dictador Manuel Estrada Cabrera siempre estuvo presente, de manera paralela, en su proceso creativo, al punto que encarna al personaje principal de una de sus obras cumbre, El señor Presidente.

“…¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre! Como zumbido de oídos persistía el rumor de las campanas a la oración, maldoblestar de la luz en la sombra, de la sombra en la luz. ¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre, sobre la podredumbre!” (Inicio de la novela El señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias, premio Nobel de Literatura 1967).

Mario Ramos
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Revista Viernes

Traicionado por un sacerdote

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Ilustración: Sergio Espada

Manuel Tot nació en 1780 y falleció en 1820. Fue un indígena prócer de la Independencia, que nació en San Juan Chamelco, Alta Verapaz. Durante su juventud, sirvió a frailes dominicos.


Su participación en las justas de independencia sucedió en 1813, cuando fue partícipe de la Conjuración de Belén, y ofreció movilizar 15 mil indígenas a la capital. Al momento en que fueron delatados los participantes, Tot trató de huir a México; sin embargo, en San Marcos enfermó con fiebres muy altas y, creyendo que iba a morir, confesó al sacerdote Mariano López Rayón su participación en la conjura. Este, violando el sacramento religioso, compartió la información y Tot fue aprehendido por el alcalde marquense, trasladado a la capital y puesto a disposición de las autoridades españolas. Recluido en una celda oscura y con poca ventilación, finalmente falleció.


Una escultura en su honor fue elaborada por Rodolfo Galeotti Torres, en el parque central de Cobán, Alta Verapaz.


Con información del Diccionario Histórico Biográfico de Guatemala.

Katheryn Ibarra
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La literatura y la gastronomía

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La cocina guatemalteca está llena de sabor, textura y color. Recetas que han pasado de generación en generación, en familias que cuidan que cada ingrediente sea colocado como debe ser.
Personas e instituciones se han dado a la tarea de preservar esta parte importante del patrimonio culinario nacional, como por ejemplo El libro de la ruta gastronómica.


“Durante varios meses, el equipo de investigación del Ministerio de Cultura y Deportes documentó y registró las recetas para resguardar y reconocer los exquisitos sabores de nuestros variados platillos, que se han transmitido con lealtad y compromiso a nuestra cultura y raíces. Este libro tiene información interactiva con códigos QR que permitirán al lector encontrar videos didácticos que muestran las cocinas guatemaltecas y detallan los ingredientes propios de la cultura mesoamericana”, se lee en el sitio www.sicultura.gob.gt/ruta-gastronomica/ en el que se puede consultar el documento de manera gratuita.
También la casa editora de la Tipografía Nacional ha publicado recientemente cuatro tomos dedicados a la gastronomía: La cocina de la abue…, a 65 quetzales; Cocina centroamericana, a 50; El ABC de la repostería, a 65 y Nutrición y arte culinario, a 65. Todos de la autora Aurora Sierra Franco.

Katheryn Ibarra, Mario León Fotógrafo: Cecilia Vicente
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Revista Viernes

Recados, comidas con historia

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Euda Morales

La gastronomía guatemalteca es un tesoro vivo, donde cada platillo cuenta una historia de tradición, diversidad y herencia cultural. La riqueza de su cocina es una manifestación de sus raíces mayas y su fusión con influencias coloniales. A través de ingredientes como el maíz, frijol, chiles y hierbas, se han preservado las recetas y trascendido de generación en generación.


Los aromas y sabores que definen la culinaria nacional es variada como su geografía e invita a los paladares curiosos a un viaje sensorial que celebra la identidad por medio de sus platillos.


A lo largo y ancho del país se sirven comidas tradicionales y los recados ocupan un lugar primordial en las mesas. El recado es por excelencia un exponente que identifica y muestra la esencia por sus sabores y técnicas únicas de preparación. De consistencia espesa y condimentados, los recados combinan ingredientes, muchos de ellos asados para intensificar sus sabores, junto a semillas de ayote, pepitoria y ajonjolí tostados, son molidos en piedra de moler o licuados para ser integrados a la cocción de carnes, pollo, cerdo o verduras, creando un sabor y textura inconfundibles.


Cada receta muestra un sabor único, moldeada por los ingredientes locales y las tradiciones de las distintas regiones del país. A continuación, se destacan algunos de los recados más emblemáticos.
Pepián: es uno de los más conocidos y consumidos en todo el país a base de chiles secos, pepitoria, tomate y especias. Se sirve con pollo, carne como costilla de res o cerdo y variedad de verduras. Espesado con tortilla, arroz, pan e incluso con cáscara de plátano, lo que aportará su colorido que va desde rojo hasta casi negro, con sabores más pronunciados.


Jocón verde: elaborado a base de tomate verde, miltomate, culantro, tallos de cebolla, con un toque de chiles verdes. Se suele servir con pollo.


Subanik: generalmente se prepara con tres carnes: pollo, cerdo y res, tomate y una variedad de chiles frescos y secos. Su color es rojo y es cocinado al vapor dentro de hojas de mashán.


Pinol: preparado de carne o gallina con un recado a base de tomate, cebolla, chile pimiento y chile chocolate, espesado con maíz tostado y molido llamado pinol, lo que le aporta su nombre.
Los recados, más que salsas, son vínculos de memoria histórica y cultural, que conectan a los guatemaltecos con sus raíces y con las transformaciones que la sociedad ha experimentado a lo largo de los siglos.

Redacción DCA
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