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COLUMNAS

Con una nueva vida en las alforjas (I)

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Concha Martínez Pasamar
Autora del libro Bibliotecarias a caballo
Revista Nuestro Tiempo

En los años más oscuros de la historia de Estados Unidos, los que siguieron a la Gran Depresión, la esperanza brotó entre las páginas de los libros. Sus portadoras fueron un pequeño ejército de amazonas que recorrieron los salvajes valles del este de Kentucky con una preciada carga: el aliento de la palabra.

La historia de Nan, Grace, Mary Ruth… resulta inspiradora en un tiempo en que asistimos a la desaparición acelerada de los modos de vida de las comunidades rurales, pero que nos provee también de medios antes inimaginables para la preservación de este legado.

Sus crónicas documentaron la hambruna y la miseria, la escasez de alimentos, ropa y calzado.

A Hickok la había contratado Harry Hopkins, mano derecha del presidente Roosevelt, como “investigadora confidencial” de la Administración Federal de Ayuda de Emergencia, que él dirigía. “Quiero que recorras el país y lo observes, le encargó. No me interesan las estadísticas. Solo tu propia reacción, como una ciudadana más. Dime lo que veas y oigas. Todo. Nunca te andes con rodeos”.

Durante casi dos años, la reportera, que había renunciado a una exitosa etapa en la agencia Associated Press, se adentró en la América de la Gran Depresión. Sus crónicas documentaron la hambruna y la miseria, la escasez de alimentos, ropa y calzado, la precariedad de las viviendas, los estragos causados por la tuberculosis, la pelagra o la disentería.

“Falta todo lo esencial”, concluyó. En realidad, Hickok descubrió que la situación tenía raíces más profundas: la crisis simplemente había empeorado las cosas para alrededor de cuarenta millones de estadounidenses que antes de 1929 ya vivían en la pobreza.

Al este de Kentucky, en la comarca montañosa de los Apalaches, el paro alcanzaba al 40 por ciento de la población. Los cierres en la industria habían cercenado de manera drástica la actividad minera a la que la mayoría se dedicaba. En una geografía agreste que dificultaba los cultivos, la mera supervivencia se convirtió en el principal afán.

En estos condados, el 62 por ciento de habitantes dependía de algún tipo de ayuda, federal o estatal, para subsistir. Pero a partir del 12 de agosto de 1933, los ciudadanos encontraron cerradas las oficinas de socorro.

Continuará…

Colaborador DCA
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COLUMNAS

¿Existe la libertad de género? (I)

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Felipe Schwember Augier
Profesor investigador de Faro UDD

Una pregunta que queda oscurecida por el activismo político es la de si existe la “libertad de género”. Dado que el género es la simbolización cultural de la diferencia sexual (la determinación y sanción social de roles de los hombres y las mujeres), la pregunta por la libertad de género es la pregunta por los alcances políticos y jurídicos de los mecanismos sociales por los cuales tiene lugar esa simbolización.

O dicho de otro modo la pregunta de si acaso existe o no una “libertad de género” es la pregunta de si las personas tienen el derecho a sustraerse de esa simbolización o de si esta, por algún motivo, debe ser tomada como obligatoria y puede serles impuesta, por tanto, por medio de la coacción legal.

En realidad, para desechar la libertad de género lo que se debe afirmar es que la joven está obligada a significar la feminidad, aun cuando no tenga la inclinación de hacerlo.

Pensemos en el caso de una mujer, por ejemplo, una joven musulmana, cuya cultura la obliga a llevar velo. ¿Puede negarse a llevarlo? El velo en este caso simboliza la feminidad, de modo que su resistencia a hacerlo la pone en una suerte de limbo: aunque sigue siendo mujer por su cuerpo, culturalmente ya no lo es más, o no inequívocamente, pues se priva a sí misma de uno de los mecanismos por los cuales participar de la feminidad, es decir, expresar simbólicamente el hecho de que es mujer.

Al prescindir del velo ella puede pagar un costo social (por ejemplo, la de ser tenida como “indecente” o indigna de casarse) y, eventualmente, según el lugar, también jurídico. El lector puede pensar que este es un caso fácil, pues se trata de una cultura extraña a la suya, que versa además de una cuestión cubierta por la libertad de conciencia.

Sin embargo, ese diagnóstico pierde de vista lo esencial. Para comprobarlo cambie el velo por la falda, el largo del pelo, la virginidad o la posibilidad de estudiar tal o cual carrera, pues todos esos factores fueron, en un momento u otro, significantes de la feminidad. Asimismo, tampoco evita la respuesta afirmativa a la pregunta por la existencia de la libertad de género el decir que el ejemplo es un caso de libertad de conciencia.

Esa respuesta no negaría, sino que confirmaría la existencia de la libertad de género, como especie o forma de la libertad de conciencia. En realidad, para desechar la libertad de género lo que se debe afirmar es que la joven está obligada a significar la feminidad, aun cuando no tenga la inclinación de
hacerlo.

Continuará…

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COLUMNAS

Se arruinó por contar lo importante de la naturaleza

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Alexander von Humboldt (1769-1859) fue uno de los personajes más famosos de su tiempo, y no solo en su Prusia natal sino en todo el mundo. Además de ser un científico de vanguardia en geografía, climatología, ecología y oceanografía, concedió gran importancia a la difusión del conocimiento hacia el conjunto de la sociedad.

Dedicó buena parte de su vida a dar conferencias, publicar libros y artículos, con un empeño que lo llevó a la ruina económica. Humboldt es uno de los diez maestros cuyas vidas y obras he recogido en el libro Grandes comunicadores de la ciencia.

De Galileo a Rodríguez de la Fuente. Lo mejor de su vida: corrían los últimos años del siglo XVIII cuando Humboldt solicitó permiso al rey Carlos IV para explorar las colonias españolas en América. Contra todo pronóstico, el monarca autorizó el viaje, al parecer impresionado por los conocimientos del joven y por el arsenal de instrumentos científico que portaba.

Fue el primero en señalar los efectos de la acción humana en el clima.

Con ellos recorrió España, realizando mediciones que le sirvieron para demostrar que la península ibérica es, en esencia, una meseta. Durante el viaje levantó las sospechas de los campesinos, que pensaban que adoraba a la luna cuando realizaba sus observaciones nocturnas. Su viaje partió del puerto coruñés y le llevó, junto al botánico francés Aimé Bonpland, por tierras que hoy pertenecen a Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador, México, Cuba y Estados Unidos.

Fue una verdadera aventura, llena de peligros como el ataque de un jaguar, un accidentado recorrido por el río Orinoco, que casi terminó en naufragio, o el desplome de una pared de hielo, durante el ascenso a un volcán en los Andes.

El primero en señalar la acción humana en el clima: la expedición sirvió para recoger datos científicos sobre la naturaleza: plantas, animales, minerales y climas. Describió alrededor de 60 mil especies de plantas, de las cuales alrededor de 1 mil 500 eran nuevas para la ciencia. Humboldt fue un precursor de la ecología, al concebir el Universo como un sistema donde todo está interconectado. También, fue el primero en señalar los efectos de la acción humana en el clima.

Al analizar las transformaciones sufridas por el lago de Valencia (actualmente Venezuela), explicó que, cuando se destruían los bosques para ganar terrenos de cultivo, los manantiales y los cursos de los ríos se secaban. Y también que cada vez que caían fuertes lluvias en las cumbres, se formaban surcos que arrastraban la tierra suelta y formaban inundaciones.

Pagó sus propios libros: terminado el viaje, Humboldt regresó a Europa y se dedicó a dar a conocer sus hallazgos. Publicó 32 volúmenes de su Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente (1814 y 1831). Posteriormente publicó cinco tomos de su obra magna, Cosmos (1845-48), concebida como un compendio de todos los conocimientos sobre ciencias naturales existentes en la época.

Muchos de estos libros están impresos en grandes folios que contienen más de 1 mil 400 lujosas ilustraciones realizadas por los mejores dibujantes de la época. En su edición original, algunos de estos volúmenes eran tan pesados que requerían dos personas para transportarlos.

Fueron publicaciones muy costosas que el propio Humboldt costeó con su patrimonio personal, algo que finalmente lo llevó a la bancarrota. Su interés por democratizar la ciencia le llevó a utilizar, además de los libros, otros medios a su alcance. Publicó alrededor de 750 artículos en los periódicos y revistas más importantes de su época, como Allgemeine Zeitung, The Economist, The Times, The New York Times y Diario de avisos (Caracas), entre otros muchos.

Ya fuera mediante lenguaje escrito o hablado, Humboldt fue capaz de cautivar al público, lo cual le ayudó a aumentar su popularidad y, como consecuencia, su influencia como científico. Su vida y su trabajo demostraron que la comunicación pública es un elemento esencial para la ciencia.

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COLUMNAS

De la admiración a la controversia: monumentos en debate (II)

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MarÍa JosÉ Chiesa
Académica Facultad de Artes Liberales

El caso de Colón ilustra, más allá del propio acto de vandalizar lo público, lo emocional que puede ser la respuesta del espectador frente a ese cambio de percepción que se mencionaba antes. Este punto no elimina el qué hay detrás de este actuar, cuya justificación se plantea como la respuesta frente a una figura que ya no es percibida como el hombre de civilización y progreso que se comentaba en el siglo XIX cuando se instaló la obra, sino como la cara que representa los horrores de la colonización de América.

La vandalización y retiro de este tipo de obras del espacio público dista mucho de solucionar el problema, solamente lo esconde.

¿Qué se puede hacer frente a tal respuesta? Una posibilidad es entender que lo mudable de nuestras percepciones nos ofrece un espacio para reflexionar sobre por qué cambiamos de parecer frente a estas obras.

En ese sentido, si los monumentos ya no cumplen su función ejemplar conmemorativa, el hecho de que causen incomodidad nos permite pensar en por qué ahora nos parecen figuras poco aceptables, y nos ofrece la oportunidad de entender cuáles fueron las intenciones tras sus instalaciones y lo que ellas nos dicen de su contexto.

Hughes plantea que, si logramos tener una visión crítica frente a esto, evitaremos caer en miradas binarias respecto de nuestra realidad y podremos estar más abiertos a entender que nuestro juicio, que a veces parece ser tan absoluto, no es infalible. En ese sentido, la vandalización y retiro de este tipo de obras del espacio público dista mucho de solucionar el problema, solamente lo esconde.

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