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COLUMNAS

Dos visiones de la propiedad: Hume y Locke (VII)

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Pablo Paniagua Prieto

Investigador de Faro UDD

Para él, el trabajo personal en la transformación de la naturaleza en recursos es lo que crea un derecho legítimo de propiedad. Hume, por otro lado, argumenta que la propiedad es simplemente una mera convención social y legal, sin un fundamento natural o inherente a una deidad o a la naturaleza intrínseca del hombre. No ve el trabajo como la base de la propiedad como Locke o Marx, sino que más bien como una cuestión pragmática de acuerdo mutuo, evolución de las instituciones y de convención de legalidad.

En otro aspecto relevante, sobre la legitimidad y justificación, Locke justifica el derecho de propiedad como un derecho natural inherente a la humanidad. Considera que la propiedad privada es esencial para la preservación de la libertad y la prosperidad de los individuos y la sociedad. En la antípoda, Hume se basa en la convención y la utilidad pública (externalidades positivas) para justificar la propiedad. Ve la propiedad como un acuerdo social que beneficia a la sociedad en general y resuelve de manera inteligente los conflictos (la propiedad hace la pega), pero no la considera un derecho natural o inalienable en el sentido ético o moral estricto que le da Locke.

En relación con la desigualdad, Locke defiende la propiedad privada como un medio legítimo para que los individuos puedan acumular riqueza a través del trabajo y la mejora de la naturaleza. En su visión, esto puede llevar a desigualdades de propiedad. Aquí Hume es más pragmático y se centra en la utilidad pública. Su enfoque podría ser interpretado como menos preocupado por la desigualdad en sí misma, siempre que la propiedad sea útil para la sociedad en general.

Aquellos que trabajaron la tierra y la mejoraron consideran que tienen un derecho de propiedad legítimo sobre los alimentos y los recursos que produjeron. 

Reflexiones de cierre: tensar al máximo la teoría. A través de un ejercicio teórico, podemos pensar en un escenario imaginario en el que las visiones de John Locke y David Hume sobre el derecho de propiedad se tensan al máximo. Imaginemos una isla desierta en la que un grupo de personas naufraga y se establece. En esta isla, hay recursos naturales, como tierra fértil y árboles frutales. En poco tiempo, algunos individuos comienzan a trabajar arduamente, cultivando la tierra y plantando árboles. A través de su esfuerzo y trabajo, crean una gran cantidad de alimentos y riqueza.

Siguiendo la perspectiva de John Locke, aquellos que trabajaron la tierra y la mejoraron consideran que tienen un derecho de propiedad legítimo sobre los alimentos y los recursos que produjeron con su trabajo. Argumentan que su esfuerzo y labor les otorgan un derecho natural e inalienable sobre estos recursos, y están decididos a proteger su propiedad a toda costa.

Sin embargo, desde la perspectiva de David Hume, otros miembros de la comunidad argumentan que, dado que están en una situación de emergencia en una isla desierta, las reglas de propiedad de la sociedad deben basarse en la utilidad común o en la generación de externalidades positivas para la sociedad. Sostienen que, dadas las circunstancias de la isla, la propiedad debería ser compartida o utilizada de alguna forma para poder garantizar que todos tengan suficiente para sobrevivir. 

Argumentan que la propiedad privada basada en el trabajo individual es una convención social que no es relevante en este contexto extremo de escasez y de posible muerte por inanición. A medida que la tensión aumenta, surgen conflictos violentos entre aquellos que defienden su derecho “natural” de propiedad según Locke y aquellos que abogan por un tipo de distribución basada en la utilidad pública y en la minimización de conflicto según Hume.

Las disputas sobre quién tiene derecho a qué recursos y en qué cantidad, se pueden volver intensas en situaciones de alta escasez y de alta concentración de los recursos, y la comunidad se puede dividir en facciones opuestas que pueden descender rápidamente en un espiral de caos y violencia.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Premios por trayectoria y aportes al arte guatemalteco

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Fernando Soto, 

Director de Fomento de las Artes, Ministerio de Cultura y Deportes 

[email protected]

Guatemaltecos, cuyos nombres han trascendido las fronteras de nuestro país por su valor artístico, forman una constelación de estrellas en el firmamento del arte nacional. Nombres como Joaquín Orellana, Carlos Mérida, Efraín Recinos o Miguel Ángel Asturias, son algunas de estas figuras del arte nacional que dan renombre a Guatemala en el universo artístico. 

El Estado de Guatemala, por medio del Ministerio de Cultura y Deportes, constitucionalmente tiene la obligación primordial de proteger, fomentar y divulgar la cultura nacional y, anualmente, reconoce a los artistas por medio de la entrega de los Premios por Trayectoria y Aportes al Desarrollo del Arte.

El Estado tiene la obligaciòn de proteger, fomentar y divulgar la cultura nacional.

Marimba, teatro, danza, música, artes visuales y artes circenses son las disciplinas en las que se premia a mujeres y hombres guatemaltecos dedicados al arte nacional, enalteciendo, reconociendo y valorando a las y los guatemaltecos dedicados al quehacer artístico nacional.

Durante el año se entregan los premios a los artistas en cada una de las disciplinas en las que han destacado, contribuyendo al desarrollo del arte, ya sea por medio de la docencia, la proyección de su arte como destacado intérprete, o la labor  creadora de obras artísticas, fruto de años de dedicación y esfuerzo, sirviendo como ejemplo a las nuevas generaciones de niños y jóvenes que inician o se están formando en el arte y, a la vez, proyectando su obra creadora a la sociedad guatemalteca, dejando un legado artístico que muestra  la grandeza del arte a nivel nacional e internacional.

Educadores que transmiten a las nuevas generaciones su conocimiento y experiencia en las escuelas de arte, conservatorios o academias comunitarias que existen en el territorio nacional;  dramaturgos, compositores y coreógrafos que  plasman en su obra historias y vidas, paisajes sonoros, lenguajes corporales cadenciosos con el fin de transmitir una idea, un momento, un mensaje, un recuerdo o una realidad; músicos, actrices y actores, bailarinas y bailarines, escultores y pintores, payasos, acróbatas y magos que han dejado su vida en las tablas, en teatros, en galerías, en parques, iglesias, edificios, en festivales o en donde se pueda hacer un escenario o montar una exposición y presentar ante un público diverso y colorido el fruto de la obra creadora
individual o colectiva.

Mientras sigamos reconociendo y valorando a nuestros artistas, seguiremos llenando de estrellas el firmamento artístico de nuestra Guatemala.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

La crisis de la verdad: deepfakes y desinformación

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El Informe sobre Riesgos Globales 2024 del Foro Económico Mundial destaca las principales amenazas que enfrentará el mundo. Entre las más urgentes para los próximos dos años se encuentran la desinformación, los fenómenos meteorológicos extremos, la polarización social, ciberataques y los conflictos armados. 

La desinformación, entendida como información falsa difundida sin intención y como aquella creada deliberadamente para engañar, destaca como una de las amenazas más preocupantes. Dentro de este fenómeno, se incluyen las deepfakes: videos o audios generados con inteligencia artificial que imitan a personas reales diciendo o haciendo cosas que nunca ocurrieron.

No se trata solo de una amenaza tecnológica, sino también de un reto cultural.

Estas herramientas, que utilizan modelos de aprendizaje profundo para crear contenido casi indistinguible de la realidad, están ahora al alcance de cualquiera con acceso a un software básico, convirtiéndose en una poderosa arma de manipulación.

En un país como Guatemala, donde persiste la polarización política y la desconfianza en las instituciones, las deepfakes representan un riesgo enorme.

La rapidez con la que se difunde la información a través de plataformas como Facebook, WhatsApp o TikTok, sumada a la tendencia de la población a consumir información superficial sin verificarla, crea un terreno fértil para el éxito de este tipo de
manipulaciones.

Crear un deepfake no requiere de equipos sofisticados; basta con programas accesibles y suficiente material visual de la persona que se desea imitar. Casi cualquiera con intenciones maliciosas puede producir contenido para difamar a figuras públicas, marcas o influir en decisiones políticas y sociales. En un país donde muchos ciudadanos se quedan en la superficie de lo que ven o escuchan, las consecuencias  pueden ser tremendas.

Vivimos en una era de sobrecarga de información y contenido instantáneo, donde la veracidad de los hechos importa menos que las emociones que estos generan.  

Campañas de desprestigio y contenidos falsos no solo capturan la atención del público y manipulan sus percepciones, sino que también distorsionan la verdad y alimentan la polarización social, aumentando el clima de desconfianza.

A nivel global, estudios como los del MIT han demostrado que las noticias falsas y los deepfakes, se difunden más rápido y llegan más lejos que las noticias verdaderas, especialmente en el ámbito político. Esto se debe a su novedad, apariencia y a su capacidad de generar emociones fuertes como miedo, disgusto y sorpresa, haciéndolas más propensas a ser compartidas en redes sociales.  

No se trata solo de una amenaza tecnológica, sino también de un reto cultural. Las redes sociales, que surgieron como espacios para la libre expresión, hoy pueden adormecer el razonamiento crítico, convirtiendo a los usuarios en presa fácil de la manipulación. En lugar de profundizar y cuestionar, muchos se quedan en la superficie de los titulares y contenidos virales, adoptando posturas emocionales antes que basadas en hechos.

Como ciudadanos, tenemos una gran responsabilidad ante esta amenaza. No debemos consumir toda la información que nos llega sin cuestionarla. Necesitamos practicar un escepticismo saludable, fomentar la alfabetización mediática, la cultura de verificación y análisis crítico educándonos para identificar y combatir la desinformación.

Si no aprendemos a discernir entre la verdad y la manipulación, seguiremos siendo vulnerables y presas fáciles. Solo con una ciudadanía informada y crítica podremos proteger nuestro derecho a tomar decisiones .

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Un compromiso municipal con la discapacidad

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Unidad de Comunicación y Relaciones Públicas
CONADI, Guatemala.

En Guatemala, se estima que 1,025,465 personas viven con al menos una dificultad, lo que equivale al 9.53% de la población total. Durante muchos años, las personas con discapacidad en nuestras comunidades han sido olvidadas y excluidas de diversos ámbitos sociales.

Este es un tema de preocupación para el Comité de Expertos de las Naciones Unidas, que, desde la ratificación de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad en Guatemala, ha emitido 83 observaciones y recomendaciones al Estado guatemalteco.

Las OMD representan el enlace entre las personas con discapacidad y las entidades municipales.

Para cumplir con estas recomendaciones el CONADI, cuenta con el Departamento de Servicio Nacional de Discapacidad. A través de sus delegados departamentales trabaja con organizaciones e instituciones dedicadas a las personas con discapacidad.

El objetivo es influir en la voluntad política de las autoridades para que integren la temática de discapacidad en los Planes, Programas, Proyectos y Políticas municipales.

En seguimiento a este mandato, CONADI colabora activamente en la Comisión Departamental de Discapacidad (CODEDIS) y con la Comisión Municipal de Discapacidad (COMUDIS); y a partir de la publicación del Acuerdo Gubernativo 137-23024, el pasado 2 de septiembre en el Diario Oficial, el CONADI podrá participar con voz y voto en los Consejos Departamentales de Desarrollo Urbano (CODEDES).

Estos esfuerzos buscan fomentar la participación ciudadana y crear espacios específicos para la instalación de Oficinas Municipales de Discapacidad en los municipios del país.

Hasta la fecha, se han establecido 131 Oficinas Municipales de Discapacidad (OMD) y 2 Direcciones Municipales de Discapacidad (DMD), que sirven como enlace directo entre las personas con discapacidad y sus familias en cada municipio.

Las aperturas más recientes incluyen las oficinas de Santa Catarina Mita, Jutiapa; Melchor de Mencos, Petén; Samayac, Suchitepéquez, San Rafael las Flores, Santa Rosa; Olopa y Quezaltepeque en Chiquimula; así como en Jocotenango y Pastores en Sacatepéquez.

Colaborador DCA
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