Mientras que las calles están tomadas por militares y barricadas, y en las noticias se alerta de avisos de bomba, las histriónicas Derry Girls, una opción recomendada para pasar la cuarentena, están ocupadas intentando sobrevivir a una adolescencia segregada y caótica.
Cuando se cumplían 20 años del Acuerdo de Viernes Santo de 1998, con el que concluyó oficialmente el conflicto sangriento entre las comunidades protestante-unionista y la católica-nacionalista, la guionista norirlandesa Lisa McGee se atrevió a mirar a su propia infancia y al pasado de Irlanda del Norte desde el humor.
El resultado es Derry Girls, una comedia ácida y deslumbrante que, tras su éxito en el Channel 4 de la BBC británica, aterrizó a finales de 2018 en Netflix, en la que se estrenará su tercera temporada en los próximos meses de 2020.
Erin (Saoirse-Monica) es la protagonista, una chica desmesurada y sarcástica que quiere ser escritora y que se desespera a diario en una casa donde, además de sus padres, también viven su abuelo materno, su tía y su maniática prima Orla (Louisa Harland).
El resto del grupo lo completan la dramática Clare (Nicola Coughlan), la deslenguada Michelle (Lee O’Donnell) y su primo inglés James (Dylan Llewellyn), el único chico del instituto católico y blanco de todos los chistes por su marcado acento británico.
En una época en la que Macaulay Culkin despegaba como estrella precoz de Hollywood y los pósteres de la banda irlandesa The Cranberries empapelaban las habitaciones, las preocupaciones de las derrianas no eran muy diferentes a las del resto de adolescentes del mundo.
Por ejemplo, no perderse a Robbie Williams en el concierto de Take That en Belfast. La peculiaridad es que, en el camino de las chicas para ver al grupo, la ruta de autobús se ve interrumpida después de que en los asientos aparezca una maleta supuestamente olvidada y que es necesario desactivar.
Derry fue epicentro del conflicto armado entre unionistas y republicanos en Irlanda del Norte, que vivió sus años más sangrientos entre 1968 y 1998, durante un periodo conocido como The Troubles, que dejó 3 mil 500 víctimas mortales.
Los unionistas, mayoritariamente protestantes, eran partidarios de una Irlanda del Norte como nación dentro del Reino Unido; los republicanos, predominantemente católicos, eran favorables a la unión de toda Irlanda en un solo estado, la República de Irlanda. Y, aunque no se verbalizan a menudo, los Troubles se insertan en la serie como un personaje más.
Están en los chistes y chascarrillos hacia James, en los avisos de bomba que obligan a reprogramar los paseos al instituto y en la segregación social en las calles y en las aulas, donde los protestantes solo pasan para participar en convivencias organizadas por profesores.
Y también están en el salón de Erin, donde la televisión va dando la marca del tiempo con imágenes de acontecimientos históricos como el proceso de paz en Irlanda del Norte, las negociaciones con el Sinn Féin y el Social and Democratic Labour Party, el alto el fuego del Ejército Republicano Irlandés (IRA) en 1994 o la visita de Bill Clinton a Derry en 1995.
Los elementos son propios de un drama lacrimógeno, pero McGee hace lo contrario porque, aunque la política avariciosa salpica todo, las Derry Girls están en su mejor momento vital.
Sin perder el trasfondo sociopolítico ni edulcorar el conflicto, la guionista pone en el centro su optimismo ingenuo, su irreverencia y la ilusión intacta de quienes no piensan las cosas dos veces.
McGee consigue así un relato universal con un alto factor nostalgia al que contribuyen los flequillos, las chaquetas vaqueras desgastadas y, sobre todo, una banda sonora noventera que incluye a The Corrs, The Cranberries, Cypress Hill y Supregrass, entre otros.
Desde el año pasado, entre los tradicionales murales que pintaron en las paredes de Derry ambas facciones del conflicto durante sus enfrentamientos, se erige uno enorme de los protagonistas de Derry Girls.
Erin, Orla, Michelle, Clare y James recuerdan desde allí a los derrianos y al resto del mundo que, a pesar de todo, la vida sigue.
*EFE